🌻 00. PLANTAS VS ZOMBIES 🌻
Koko cree que las personas idiotas existen, y el niño que acaba de dañar el generador de energía con su globo de dinosaurio parece ser la prueba misma de su teoría.
No se mueve, no se asusta, no huye ni se intenta esconder. Mira su globo destrozado y espera pacientemente a que los vecinos salgan de sus casas con linternas y ceños fruncidos para buscar el núcleo del problema.
Y Koko piensa qué tal vez subestimó la idiotez humana.
Recuerda que una vez Rindou Haitani y él rompieron la ventana de una casa cuando jugaban a... bueno, a golpearse brutalmente contra las paredes, un juego demasiado estupido ahora que lo piensa, pero en ese momento habían salido corriendo y no habían parado hasta dos cuadras después, enviándole un mensaje al hermano mayor de Rindou para que fuera a su rescate y así no tuvieran que volver a la escena del crimen.
Pero ese chico ni siquiera parecía tener intenciones de irse; como si no fuera consiente de que acababa de dejar a medio vecindario sin luz.
— ¡Seishu, cariño! —gritó una mujer, saliendo de la casa vecina y corriendo en dirección al niño— ¿estás bien? ¿Que ha pasado?
De manera perezosa y desinteresada, el rubio señaló el generador estropeado y su globo colgando de él como prueba del crimen.
— Lo rompí.
— Te compraré otro, no te preocupes, entra a casa.
— ¿Y la cosa que explotó?
— Eso... ya vendrá alguien a repararlo, por ahora entra a casa, Sei.
Koko observó como él desconocido hacía una mueca, casi decepcionado por librarse del castigo. Se dejó arrastras por la mujer y se perdió detrás de la puerta vecina, siendo visto por muchos pero regañado por nadie.
— ¿Se fue la luz? —preguntó su madre, bajando las escaleras bostezando y arrastrando los pies dentro de sus enormes pantuflas de conejo.
— Un niño estropeó el generador.
— ¿Uhm, en serio?
— Si, su madre acaba de llevárselo —señaló la casa a través de la ventana por donde había desaparecido el duo—. Viven ahí.
— Ah, si, los Inui; debió ser Seishu.
— Así lo llamó su madre.
— Entonces está bien —se encogió de hombros— La luz volverá.
— ¿Qué? ¿No te molesta que un niño inútil haya arruinado la electricidad de todo el vecindario?
— No seas grosero, Hajime.
— Digo la verdad. No podré usar mi computador para investigar mi tarea y tu no podrás ver el nuevo capítulo de tu serie.
— Escucha, Hajime, el generador se arreglara más tarde, la luz volvera, tu tomaras un libro e investigará tu tarea y yo veré la repetición de mi serie el sábado, ¿que es lo que te enoja tanto?
— Que lo tomes tan a la ligera, ¿dónde están todos esos adultos enojones y amargados cuando se les necesita?
— Se que no lo entiendes, hijo, pero a veces vale mas disfrutar de una travesura que pensar en un regaño.
— ¿Entonces puedo romper el televisor?
— Si quieres —se encogió de hombros— pero hazlo después de la cena, al fin me salió esa receta de Instagram y no pienso desperdiciarla.
— Como sea, acabas de ejemplificar el favoritismo en su máximo esplendor.
— Terrible, me descubriste, soy una bruja; ahora ven a cenar antes de que esta cosa nos guiñe el ojo.
Su historial con Seishu Inui jamás fue el mejor. El niño de ojos verdes y cabellos rubios vivía sus días buscando problemas y librándose de ellos, como si quisiera presumirle al montón de críos castigados de su vecindario que la suerte lo acompañaba a donde quiera que fuera y los adultos lo amaban sin ninguna razón aparente.
No tenía amigos, nadie lo invitaba a sus fiestas de cumpleaños ni se reunía con otros niños para jugar; siempre estaba sentado afuera de su casa, acompañando a su hermana o jugando en su consola portátil.
Siempre ignorando al mundo.
No importaba lo que sucediera a su alrededor. Si un par de niños peleaban, si un auto explotaba, si un gato se escapaba, lo que sea que sucediera cerca de él era olímpicamente ignorado por el rubio y su mirada perezosa.
Siempre perdido en un nuevo videojuego.
Koko recuerda odiarlo casi desde el primer momento; clasificándolo como un idiota afortunado y mimado que desperdiciaba sus días a través de una pantalla en lugar de hacer algo productivo.
Además, su aspecto era deprimente para un niño de su edad, y no se refería a la cicatriz en su rostro que resaltaba a plena vista, sino a su piel pálida, su cuerpo casi esquelético y la clara falta de rasguños y moretones que todo niño que salía a jugar tenía regados por la piel.
Parecía una de esas muñecas caras y frágiles que su abuela guardaba en su polvorienta casa. Hechas de porcelana y bonitas a su deprimente modo.
— Deberías darle una oportunidad —decía su mamá, cada vez que lo atrapaba mirando a Seishu por la ventana sentado afuera de su casa.
— No es alguien que me interese. Conozco a tipos diez veces más interesantes que el.
— Yo no estaría tan seguro de eso.
Hajime chasqueó la lengua, regresando la vista al rubio de afuera.
No tenía ni un rasguño que contara alguna travesura buena, ni un moretón que relatara una loca caída en la bicicleta, ni siquiera un raspón por un tropiezo en alguna carrera; solo era porcelana fina y aburrida.
¿Qué tendría que contar alguien como el?
¿Acaso conocía otro mundo fuera de sus videojuegos y mundos virtuales?
¿Sabría al menos que existía un paisaje real fuera de la pantalla?
— Es absurdo. Solo es un niño tonto.
— Que bueno que lo mencionas, porque ese "niño tonto" necesita asesoría en matemáticas, para nivelarse en su nuevo colegio.
— Que mal por el.
— Si, por él y por ti que tendrás que hacer un hueco en tu apretada agenda para ir a su casa todos los sábados.
— ¿Qué? ¡No, por supuesto que no! Yo no haré de tutor de ese niño.
— No tienes otra opción, Hajime; le dije a su madre que empezarías este fin de semana.
— ¿Y por qué yo?
— Porque no encontraba la manera para que entendieras que no puedes ir usando mi tarjeta de crédito para apostar en páginas web sin consecuencias.
— ¡Pero hay otros mil castigos que puedes usar!
— Y decidí este, así que deja de quejarte o le dire a la señora Inui que estás libre los martes para ampliar las asesorías.
— No, mamá; no quiero estar con ese niño raro, nadie lo quiere.
— ¡Basta Hajime! Llamaré a la señora Inui y le darás asesoría a Seishu. Tal vez, ese niño te enseñe por fin a ver el mundo fuera de tu burbuja.
— ¿Él? ¿En serio? —bufó— ¡Si alguien necesita ver el mundo fuera de su burbuja es él!
— ¡No lo discutiré más, Hajime, sube a tu habitación y piensa en lo horrible que suenas como persona al excluir a Inui!
— ¡Otra vez tu maldito favoritismo!
El niño se dio al vuelta y corrió escaleras arriba directo a su habitación, cerrando fuertemente la puerta y pateando su escritorio con furia.
No quería pasar sus tardes con aquel bicho raro, no quería tener que convivir con él ni descubrir lo mimado e idiota que podía ser.
Odiaba a su mamá por obligarlo y al maldito de Seishu Inui por su simple existencia.
Volvió a bufar con rencor y caminó a su ventana para cerrar las cortinas y evitar que la luz de la luna y las farolas en la calle se filtraran a su oscura habitación; sin embargo, nuevamente su vista recayó en una pequeña silueta sentada en la casa de enfrente.
Inui se mantenía sentado en el escalón frene a su puerta, con un gato callejero sobre las piernas y su consola portátil entre sus manos. Tan apacible y perezoso como siempre.
Eso lo hizo odiarlo más.
— ¿Qué tienes tú de especial?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro