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Pesadilla recurrente

Tras décadas de intentos fallidos por repoblar la Tierra, el general Patrick Dawson se sumó al equipo, en la sala de operaciones de la base terrestre, en Marte. A través del radio comunicador y las enormes pantallas que monitoreaban el avance de un cadete que fue enviado al planeta tierra con el fin de conseguir pruebas de que el planeta es habitable, el líder del plan R.C se mantenía expectante, a la espera de resultados favorables.

En algún lugar del continente americano, mucho tiempo después de cómo lo conoció la humanidad, una nave espacial aterrizó en un terreno poco conocido; plagado de maleza exótica y en apariencia desolado. Luego de unos minutos en los que la nave permaneció sin actividad, una compuerta comenzó a abrirse para dar paso al cadete explorador, quien llegó a la tierra por primera vez. Los años de abandono, habían marcado un cambio drástico en la superficie terrestre justo cuando el hermoso planeta azul estuvo al borde del cataclismo y la idea de colonizar el planeta rojo se materializó.

—Michael Jackson, ¿me escuchan? —habló el hombre a través de un comunicador adaptado a su traje.

—Te escuchamos —le respondió Dawson desde la base terrestre—, pero somos T.M 923 acostúmbrate novato —agregó Patrick Dawson exasperado.

—Está muy largo —replicó el hombre.

—Nadie aquí sabe qué es Michael Jackson.

—Tampoco yo, pero mi abuelo era su "fan" —afirmó mientras salía de la nave para internarse en lo profundo de la maleza.

—¡Qué término más antiguo! Bien, ahora el reporte novato.

—Por supuesto. Aterricé en lo que parece ser una selva, no sé cuál sea, solo sé que está ubicada en el continente americano. No se percibe a simple vista ninguna edificación hecha por el hombre, ni siquiera ruinas. Espero que las excavaciones arrojen algo. La vegetación está intacta y pareciera que se adueña de lo que alguna vez le perteneció, algunos lugares son impenetrables —informó, escudriñando con atención su entorno—. Los árboles son de buen tamaño, alrededor de siete veces la altura humana pero sus raíces están expuestas, aproximadamente a un metro como si el planeta se estuviera absorbiendo desde el interior —hizo una pausa para aclarar su garganta y se inclinó para tocar el suelo estéril a la expectativa de todo el equipo que observaba con atención a través del monitor—. La luz que logra filtrarse es rosada y nebulosa, la visión es limitada, como de un cincuenta por ciento en un radio de cien metros.
El terreno árido cruje bajo mis pies, no hay hojas secas en el piso y al tratar de arrancar alguna, ésta se resiste.

—¿Qué más logras detectar? —preguntó Patrick impaciente.

—Solo eso, el planeta está abandonado en su totalidad.

—Busca un claro y trata de ubicarte mejor —le ordenó.

—No hay —replicó ansioso—. Todo está invadido por la naturaleza.

—¿Has visto alguna especie?

—Nada, ni siquiera insectos.

—Espero los resultados de la excavación. Mientras tanto sigue caminando.

—Eso hago, el suelo no tiene humedad, tampoco el follaje, el silencio invade todo e incluso es un poco tenebroso, pero comenzaré aquí las excavaciones.

A través de la imagen en video el equipo observó al cadete iniciar con la labor de recolección de muestras; se posicionó cuidadosamente para no alterar la imágen. Plantas tipo helechos pero el doble de tamaño de las comunes terminaban por invadir los pequeños espacios entre los árboles, mismos que parecían ensombrecer aún más el entorno que rodeaba al cadete.
La superficie del suelo parecía ser de un tono oscuro, no polvoriento sino más bien, de un material extraño y compacto. El hombre sujetó una barra metálica con ambas manos luego de pararse firme, apuntó con ella hacia un punto en el piso y dejó caer con violencia la herramienta sobre el suelo.

—El impacto de la herramienta formó un golpe seco y hueco —anunció el hombre—. Pareciera que hay algo más sólido debajo de la capa de tierra que se alcanza a apreciar en la imagen. ¡Esperen...! creo  que... —hizo una pausa—. ¡Creo que escuché algo! —anuncia en un hilo de voz y con tono alarmado.

—Es imposible novato —replicó Dawson desde el otro lado—. El lugar está completamente deshabitado, ¡Continúa con tu misión...!

—Se atora un poco la barra, pero ya he logrado hacer un hueco, abajo no hay nada. La tierra ha dejado de ser «tierra» suelta, solo terrones de un material extraño, que no coincide con las muestras que hay en la nave —anuncia con la respiración agitada—. Escuché ruidos otra vez, iré a explorar...

Luego de que el explorador recorrió algunos metros, Patrick creyó ver una silueta humanoide oculta entre los árboles pero se abstuvo de comentarlo. Pensó que quizá había sido una figura formada por el mismo follaje.

—¿Encontraste algo? —preguntó Dawson.

—No. Pero veo todo más oscuro, pensé que llegaría por la mañana —espetó el hombre, nervioso.

—Es temprano... —contestó Patrick—. Según la distancia y la ruta trazada.

El andar entre ese terreno inhóspito e intransitable, aunado al pesado equipo de protección volvía compleja la tarea de caminar y avanzar con la misión, solo los jadeos y respiración entrecortada del hombre explorando transmitía la radio.

—¿Pasa algo cadete? —preguntó Patrick.

—No lo sé —respondió el hombre con un nivel de angustia cada vez más alto—. Se siguen escuchando ruidos por todos lados, creo que regresaré por donde venía, tengo la impresión de que alguien me si...e, co...zaré con el ...an RC.

La voz se volvió entrecortada, llorosa y casi suplicante. Pausas enormes en las que no había ruidos, de ninguna clase y otras en las que todo el equipo escuchaba solo estática. La imagen del vídeo parecía perderse en ocasiones. Todo alrededor del explorador se había oscurecido por completo, como si algo enorme hubiera obstruido la poca luz solar que se alcanzaba a filtrar.

—Novato, ¿qué sucede? ¿me escuchas?

—Estoy co...ndo, ayu... ¡Ayuda...! —lo escucharon gritar desesperado.

De nuevo la estática se apoderó de la línea y la cámara que estaba colocada al casco del hombre pareció rodar por el suelo. Un enfoque fijo hacia el fondo de la maleza les dejó claro que algo andaba mal, después, se escucharon unos escalofriantes sonidos electrónicos hasta que finalmente la comunicación se perdió. Todos en la base permanecieron callados por algunos segundos, tratando de digerir el evidente fracaso del tripulante.

—¿Alguien logrará ejecutar el plan RC? —preguntó Patrick a la sala de operaciones, golpeando el escritorio de metal con el puño. Desde la puerta de la sala, el responsable del plan «Regreso a Casa» exhaló decepcionado—. De acuerdo señores, esto fue el experimento regreso a casa número diez. Den inicio a los reclutamientos otra vez, nos veremos después. Quizá tengamos mejor suerte en la siguiente expedición —agregó entre dientes retirándose del lugar.

El sol se apagaba de a poco, justo detrás de las montañas para dar paso a la penumbra. Roger despertó con el relinchar de los caballos, el retumbar de cientos de pisadas contra el suelo pedregoso plagado de blanca escarcha y por gritos que solo eran opacados por el estruendo de los truenos que se amontonaban.

Figuras borrosas se movían delante de él al entreabrir los ojos. Estaba recostado, de espaldas al vientre de un caballo que yacía tendido en el suelo con la respiración fatigosa y poco profunda.

Intentó levantarse, pero sus piernas no respondieron, fue entonces que tomó conciencia del dolor que invadía su cuerpo y del sabor a sangre en sus labios.

Una serie de ruidos lo sobresaltaron. Sabía que su familia había muerto a causa de su impotencia al moverse, sin embargo, el desgarrador lamento de su pequeña hija le hizo despertar.

Al igual que la noche anterior, en sus sueños había cobrado fuerza la incertidumbre que lo carcomía cada día. Miró el reloj digital que estaba sobre el mueble a lado de su cama. Marcaba las 0400 horas igual que ayer, y cada vez que sufría de esa pesadilla recurrente.

No le encontraba sentido a esos sueños, se había resignado a la pérdida. Quizá... quizá era la culpa que le estaba carcomiendo por dentro, quizá significaba que su herido corazón se negaba a aceptar que todo se había perdido.

«Huyendo de sus propias reflexiones, salió de la cama y se desnudó de camino a la regadera. Veinte minutos más tarde, salió y del guardarropa se calzó un traje térmico de lycra color azul marino. De un extremo de la habitación presionó un botón y al instante una pequeña puerta se abrió, tomó del interior un estuche metálico color blanco de forma cuadrada y volvió a cerrar el minúsculo compartimento. Se colocó el uniforme militar y salió de la cápsula dónde se hospedaba.»

En este punto comenzó a tomar conciencia del lugar dónde se encontraba y comprendió que su pesadilla, extrañamente se había mezclado con sus recuerdos; tantas veces visitó la base terrestre, que tenía programada una rutina específica. Súbitamente un frío abrasador recorrió todo su cuerpo. Se sentía como mil cuchillos golpeándolo en todas partes al mismo tiempo. Los violentos espasmos fueron incontrolables y hasta entonces descubrió que se encontraba desnudo, despertando del profundo sueño al que había sido inducido.

Deambuló por toda la sala hasta aclarar sus ideas y se enfocó en buscar la puerta más cercana. En repetidas veces golpeó el metal con la mano abierta y trató de gritar, pero solo un lamento gutural emergió de su garganta que parecía atrofiada.

Su tiempo había sido pausado y al igual que sus recuerdos, su vida se congeló junto con sus sueños. Regaló catorce años a la armada de Estados Unidos, para después perder su mente en un limbo que duró dos décadas.

Roger Dickinson se sentía impaciente por regresar a la tierra, creía que el hecho de recuperar su vida en el planeta, le daría sentido a su existencia. Súbitamente la compuerta se abrió y Roger cayó de bruces ante todo un equipo de paramédicos que llegó a su rescate.

El personal médico colocó una placa metálica sobre la espalda del coronel y al instante, una capa térmica se encargó de cubrir el cuerpo de Roger, desde el cuello hasta los pies.

Cuando lo trasladaban a la sala de recuperación, pudo ver a los cadetes en formación esperando recibir entrenamiento para intentar completar la misión R.C. Ninguno parecía tener experiencia en campo; lucían más bien como nerds recién egresados, listos para lanzarse a la aventura sin nada más que su idea fija por servir e intentar completar la misión.

Roger comprendió de inmediato la situación; la idea de reclutar jóvenes novatos para la exploración lo hacía rabiar de coraje e impotencia, no lo habían tomado en cuenta. Ninguno de ellos poseía pasión por regresar, ninguno tenía nada en aquel lugar. Incluso llegó a pensar que preferían vivir en Marte, bajo el ambiente controlado y seguro al que estaban acostumbrados. Esto hacía que el deseo de Roger por participar en la misión fuera aún mayor.

Apenas estuvo cerca de la sala de operaciones, fue abordado de inmediato por Bill Douglas. Un chico nerd que conformaba el equipo de diseño de armamento y trajes de combate, equipo táctico y espacial.

El joven cadete de cabello castaño oscuro, se encontraba trabajando con la dedicación de siempre; las delgadas cejas se fruncían por encima de los astutos ojos color miel, mismos que eran enmarcados por unas enormes gafas cuadradas de armazón negro, combinando a la perfección con las pecas sobre la nariz afilada que contrastaban con esa piel albina.

—Coronel Dickinson, es un placer poder conocerlo —dijo Bill de inmediato—. Yurk y yo moríamos por verlo en persona... —agregó nervioso—. Me gustaría presentarle una teoría que tengo sobre el funcionamiento de un nuevo traje bajo las posibles condiciones atmosféricas de la madre azul.

—Suena interesante, ¿me lo cuentas más tarde? Justo ahora están llevándome a un lugar para descansar —concluyó casi indiferente.

No es que el chico fuera irritable, pero su reciente despertar aún lo mantenía desorientado. Sentía el cuerpo adormecido y esa sensación lo hacía sentirse torpe. Aún así, no era habitual que al coronel le gustara socializar, su carácter hosco se lo impedía.

Fue reconfortante para Roger descubrir que su cápsula de descanso permanecía tal como la recordaba; normalmente se asignaban cápsulas en desuso para otros elementos del ejército, pero en el caso del coronel parecía que habían respetado su espacio al no asignarlo a nadie más.

(...)

Desde una distancia prudente de la base marciana, Sáhara Lúa y Gregory Campbell, observaban atentos el arribo de un ¹joskat que los tomó por sorpresa, quizá se trataba de algún explorador que volvía de una misión de reconocimiento en el aún extenso planeta rojo.

A Lúa le daba igual, una vez que estuviera dentro, el meticuloso plan que habían creado para infiltrarse en la base no tendría por qué verse afectado por ese arribo inesperado. Con un sistema que el propio Gregory había adaptado, logró ocasionar un cuadro de tiempo en la señal de vídeo grabación. El necesario para que Lúa pudiera acercarse al perímetro de la base sin ser detectada.

—¿Estás seguro que funcionará? —preguntó Sáhara, indecisa.

—Por supuesto que sí, confía en mí—afirmó el joven sin desviar su atención de la pantalla.

—¡Hazlo entonces, Gregory! —exclamó Lúa lanzándose hacia la base, impulsada por una mochila de propulsión.

Gregory Campbell era el único humano en Marte que apoyaba a Lúa en su loco sueño por volver a la tierra. Le apasionaba escuchar las historias que Sáhara le contaba sobre su vida terrestre, moría de curiosidad por conocer el aroma de las flores, la sensación del viento golpeando su rostro en una fresca mañana de verano y la deliciosa brisa del mar al caminar por la playa; Lúa parecía tener recuerdos tan vívidos de aquellos días, que casi parecía vivirlos él mismo cuándo la escuchaba hablar sobre su añorado pasado.

Campbell casi no recordaba gran cosa de la tierra, apenas una imágen nefasta sobre una nave situada en un campo árido y desolado. Él  estaba en los brazos de su padre con un fondo oscuro dónde, en apariencia, todo había sido devastado, ese amargo recuerdo le saltaba a la mente de vez en cuando.

Enfocó sus ojos marrones en la pantalla y luego buscó a Lúa, quién ya estaba cerca del objetivo, casi enseguida presionó un botón para comenzar con la interferencia. Lúa entonces se elevó por encima del muro y se coló al interior del lugar a través de una escotilla del ducto de ventilación justo cuando la señal se restableció.

A menudo ella se preguntaba sobre el rumbo que habría tomado su vida de haber permanecido en la tierra. Instintivamente sacudió la cabeza, no era tiempo de distraerse pensando en lo que pudo ser. Debía concentrarse en su objetivo. Le carcomía la conciencia haberse marchado ese fatídico día permitiendo que la separaran de su madre.

Su hermano mayor había cuidado bien de ella, pero no se comparaba con el cariño maternal. Patrick se encargó de mostrarle un sinfín de cosas, como consejos prácticos de supervivencia que le servirían en la nueva vida. A pesar de eso, Sáhara Lúa mantenía viva la esperanza de encontrar a su madre con vida y se había prometido a sí misma, volver a la tierra a como diera lugar, aunque ese no fuera el plan para la humanidad.

Un mechón castaño claro le cosquilleó la respingada nariz justo cuando estuvo dentro de la base. De inmediato un estruendoso sonido de alerta casi la aturdió. Lúa detestaba tener el cabello en la cara, pero no podía quitarse el casco para hacerlo a un lado y tampoco era el momento de distraerse por pequeñeces, Gregory había hecho su parte, pero todavía faltaba hacer lo más importante.

Sorpresivamente la alerta de intruso sobresaltó al coronel Dickinson quien estaba terminando de vestirse para poder incorporarse al equipo en la misión R.C. No era común que se colaran intrusos en la base espacial, sin embargo, eso no significaba que no pudiera haberlos.

—Tendrás problemas graves muy pronto si no te apresuras Lúa —advirtió Gregory por el radio.

—¡Carajo! No pensé que me descubrirían tan pronto, debo llegar ya, o estaré perdida —contestó.

Roger permaneció indiferente por algunos momentos. Contaba con que, si no era una falla en el sistema, el personal militar asignado a la base lo solucionaría. En la oficina de mando, el director Patrick estrelló su poderoso puño contra el escritorio de metal dónde se sentaba a trabajar.

—¡No puedo creer que lo hicieran! ¡¿En qué demonios están pensando esos dos?! Son unos imbéciles, pero yo se lo advertí. —exclamó iracundo.

La impaciencia venció a Roger, quien decidió movilizarse por la base usando el traje con el que entrenaría a los cadetes. Súbitamente alcanzó a detectar movimiento a poco más de sesenta metros. Yurk Basilia apareció de pronto, seguido del joven Bill, quién parecía ocultarse tras la enorme figura del ruso. De inmediato el cadete notó al intruso y se lanzó al objetivo con la intención de neutralizarlo.

No podía ser una especie de criatura marciana, no había registro de que fueran tan listas como para burlar la seguridad. Pero tampoco podía tomarlo a la ligera. El objetivo se acercaba con velocidad en su dirección, mientras Yurk hacía lo propio precipitándose a la intercepción del invasor.

Roger vio al cadete lanzarse como perro de ataque tras su presa, misma que con un hábil giro en el aire logró evadir, fue entonces que decidió actuar.

Corrió también hacia el objetivo y cuando lo tuvo de frente, a unos pocos metros, este intentó esquivarlo, girando a la izquierda y luego a la derecha. Pero se necesitaba mucho más que eso para deshacerse del coronel. Roger le interpuso el pie al sujeto mientras que este, a su vez, saltó para no tropezar y rodó hacia el frente al momento de caer para incorporarse y continuar su carrera con rumbo al centro de mando.

El coronel corrió tras el intruso sintiendo la vaga respuesta tanto de su cuerpo como de sus reflejos. Sabía que toda la base corría peligro estando tan expuesta, sin embargo, de imprevisto el joven Bill extrajo un artefacto de su bolsillo rápidamente y  aumentó la gravedad del lugar en un veinte por ciento para intentar detenerlo.

Cualquiera que no estuviera acostumbrado a ese pesado ambiente se vería afectado, sin embargo no hubo un cambio en el intruso, o quizá nadie lo notó, logró mantener la velocidad y justo cuando Bill creyó que lo atacaría, Roger se lanzó al igual que un jugador de fútbol americano a los pies del intruso logrando así, detenerlo. De inmediato, Bill tomó el arma neutralizadora y bastó con una descarga para eliminar la amenaza.

Notas: ¹Joskat. Vehículo espacial presurizado para exploración.

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