Capítulo XIII: De noticias y sorpresas
Estaba atravesando la puerta al jardín cuando oyó un fuerte golpe. Olivia miró a Sana, que rodaba los ojos y giraba para volver por las escaleras.
— Déjalo, yo voy _—La detuvo y subió rápidamente hacia el segundo piso. Allí, contra la puerta de su propio cuarto, chaqué había cerrado al equivocarse de habitación e intentaba caminar hacia el de su hija— no puedo creer verte en este estado.
— No estoy borracha —insistió la castaña y ella siguió sus pasos. La tomó del brazo y la jaló, deteniéndola bruscamente.
— Lo que digas pero ve por un vaso con agua y una aspirina. Yo iré por Heejin —le dió un suave empujón por la espalda e infló su pecho al verla caminar sin problemas escaleras abajo.
Olivia giró y avanzó hasta el cuarto al final del pasillo con rapidez. Abrió, con total prisa y buscó a su hermana menor de la misma manera.
— Heejin, estamos esperándote abajo para... —su mandíbula cayó, confundida, sorprendida y totalmente sobresaltada por lo que estaba viendo. su hermana, su pequeña hermana de 15 años estaba besando a su amiga. Su mejor amiga de 25— ¿qué mierda es esto?
Las oyó separarse con violencia, en un áspero sonido y se tomó la frente, asustada por la imagen que estaban rompiendo.
— Olivia... mira, esto...
— No lo puedo creer —murmuró mirando con enfado a Giselle. Se coló en el interior y cerró tras ella, con más fuerza y sintiendo vibrar las paredes—¿tú estabas besando a mi hermana?
— No, yo estaba besándola a ella.
— Tú cállate, sé lo que ví —le ordenó a Heejin, que la miraba sonrojada a un lado de su amiga— ¿piensas explicarme algo? —agregó observando a Giselle.
— Olivia, yo...sí, tengo la culpa pero solo estábamos besándonos.
— Sí, porque llegué a tiempo —ironizó. Sus gestos exagerados, molestos mientras movía sus manos por más palabras que la convencieran. Y los de su mejor amiga nerviosos, intentando armar la explicación adecuada para ella— ¿tienes idea de qué significa todo esto? ¡Eres mi amiga!
— Lo sé ¡Lo sé! Y te juro que no era esta la manera en que quería que nos vieras pero...
— Mi madre estuvo a punto de abrir la puerta ¿sabes el escándalo que se hubiese armado? ¿pero qué demonios estaban pensando?... ¡Tú! —atacó a Heejin, que parecía la más la calmada y esperaba su momento para hablar— ¿haces esto y cómo si nada con todas tus amigas? ¿o con alguna otra mía? ¡Esto está mal! ¡Es una locura!
— Olivia —la llamó su hermana— Olivia, sé que no te esperabas esto y...
— ¡Por supuesto que no lo esperaba! ¿En esto se convirtió tu gusto por ella de cuándo eras pequeña?...eso quiere decir que viniste por Heejin —aseguró mirando a Giselle— no por mi invitación.
— No, no es así. Vine porque eres mi mejor amiga y llevábamos un tiempo sin vernos. No confundas las cosas.
— ¿Desde cuándo está pasando esto? ¿alguien más lo sabe?
— No —respondieron a la vez. Olivia se pasó una mano por el rostro, arrastrándola hasta aplastar su cabello. Minju se mordió el labio, nerviosa y lentamente se acercó a ella— No tienes por qué enojarte con Giselle.
— ¡Estoy enojada con las dos!... ¿cómo se supone que creían iba a tomarlo? ¿sólo por qué se trata de mi amiga debería dejarlo pasar y continuar como si nada?
— Olivia, déjame que te cuente cómo...
— No, Giselle. No quiero saber lo que han estado haciendo ni desde cuándo lo hacen a mis espaldas o la del resto de mi familia. No quiero detalles.
— No es así ―insistió Heejin― yo la besé el miércoles en la consulta, en la clínica. Y el viernes volvió a pasar pero porque yo lo quise.
— Ambas —agregó Giselle.
— Y ya cálmate y deja ese drama. Nos viste besándonos, bien, Giselle ya te dijo que no era la mejor manera de hacerlo pero tú abriste la puerta.
— ¿Ahora la culpa es mía? —preguntó sorprendida. Que su hermana menor solo mirara con dulzura a su mejor amiga y a ella como si quisiera alejarla cuánto antes, no ayudaba a calmarse.
— En parte. Deberías haber golpeado —Emitió un sonido, frustrada ante la impotencia que esas palabras le generaban y mordió su puño. Se miraron unos segundos, las tres y decidieron permanecer en silencio, como esperando que ella asimilara todo— Tú sabes que Giselle me gusta.
— Sí, cuando tenías cuatro y querías que cortara tus verduras. Pensé que la querías como a mí, no de esta forma...y tú eres su doctora, pensé que la cuidarías.
— Y lo hago —Se defendió Giselle— esto no tiene nada que ver con eso. Sé que esto te está incomodando pero pasó, Olivia. Y a decir verdad, agradezco mucho que hayas sido tú la que abrió esa puerta. No por temor a Chaeyoung, solo que si alguien debía saberlo, esa eras tú ―la miró un momento, de reojo y volteó su rostro, resoplando con ironía y regresando a la puerta.
— Hagan lo que quieran entonces, porque ya tienen su...lo que sea que tengan y no escucharán mis quejas. Así que las espero abajo. Tengo algo que contarles.
Tomó el picaporte y apenas pudo abrir cuando Heejin la tomó del brazo y la giró. La abrazó, tan fuerte como cuando eran pequeñas y ella solía ayudarla a ponerse de pie tras sus caídas. No pudo evitar recordarlo. Re memorizar cada vez que Heejin estaba en brazos de alguna de sus madres, la veía y estiraba los suyos en dirección a ella, pidiendo por ella y enredándose en su cuello bajo un manto protector.
La apretó un momento y sonrió con algo de esfuerzo. Aún era su pequeña hermana, la que acababa de sentir algo de inseguridad y otra vez se aferraba a ella. Acarició su espalda y le dejó un suave beso en su cabellera, antes de separarse nuevamente.
— Creo que nos merecemos otra charla. Algo más tranquila...las tres —murmuró, antes de que la puerta se abriera con más fuerza y golpeara parte de su hombro.
— ¿Qué hacen? Mamá me mandó a buscarlas.
— ¡Idiota! Me golpeaste ¿quién te enseñó a abrir así las puertas? —le reclamó a Beom-gyu que reía mientras ella acariciaba el pequeño ardor.
— Pues la misma persona que a ti. Por cierto, la castaña que dice ser nuestra madre está media... —él emitió un sonido y con su pulgar hacia atrás señaló su boca, cual botella y representando el estado de Chaeyoung.
— ¿Mamá está borracha? —preguntó Heejin sorprendida.
— Y mucho —respondieron los otros dos al unísono, antes de dejar la habitación y caminar escaleras abajo.
— ¡No estoy borracha! —repitió Chaeyoung por tercera vez. Mina la obligaba a caminar hacia atrás, empujándola por sus hombros mientras la conducía al baño— estoy bien, amor ¿cómo crees que tomaría de más con tus padres cerca?
— Eso díselo a tu aliento, apestas a alcohol —no era cierto realmente. Chaeyoung había bebido licor con frutilla y ese dulce sabor se desprendía de su boca. Pero quería orillarla, obligarla a que al menos aceptara a que había tomado de más. La puerta se cerró tras ellas y caminaron un poco más, hasta detenerse bajo la ducha. Mina abrió el grifo y el agua comenzó a caer sobre su esposa.
— Aún llevo mi ropa —bufó, molesta al oírla caprichosa y estiró sus brazos para ayudarla.
— ¡Chaeyoung! —Le reclamó cuando la jaló junto a ella— Dios ¡mira lo que has hecho! ¿Puedes comportarte?
— Debes ayudarme a bañar. Estoy muy borracha según tú.
— ¡Y lo estás! Estás actuando como una niña, peor que Jeonghan cuando no quiere... —Chaeyoung rodeó su muñeca y la pegó a ella, besándola con fuerzas para callar su aburrido discurso. No hubo más reclamos ni enojos, Mina no puso resistencia y con las dos manos en su nuca le correspondió sin espera.
Enredó una mano en el cabello de la rubia y la otra en su espalda baja, acercándola más y estrujándola contra ella. Siempre era igual; como un juego, sin fecha de caducidad, en los que Chaeyoung ordenaba y Mina obedecía, jugando sin ningún tipo de trampas.
Las volteó. La rubia sintió la pared helada y rompió el beso para jadear. Inútil, efímero, como si tuviese el reloj en contra, esa acción fue suficiente para que Chaeyoung atacara su cuello ahora. Sus labios se movían por todo su largo como si de magia se tratara y su mejor truco fuese.
Solo los delgados y finos labios de su esposa eran suficientes para que perdiera la cordura, para que la locura se expandiera en ella. Mina jaló la base de la camiseta y Chaeyoung alzó sus brazos, quitándola y volviendo a explotar sus bocas.
Fue un beso extenso, ruidoso con ayuda del agua cayendo en ellas y el golpe de sus cuerpos juntándose y separándose por instantes. El agua caliente, el vapor que estaba generándose y el ardor de sus pieles reducían el insignificante espacio cuadrado en el que apenas se movían.
Desabotonó el pantalón de Chaeyoung y bajó su cremallera, acariciando su miembro con ansiedad y la oyó gemir contra su boca. Mordió su labio, la castaña lo tironeó cuando liberó su pene y de un jalón abrió su camisa.
— Es tuya —Le recordó. La prenda celeste, ahora pesada y mojada a un lado, le pertenecía a Chaeyoung y ese día la llevaba ella, como cuando amanecían luego de hacer el amor.
— Todo lo que llevas puesto es mío —ella gimió. Cuando la castaña soltaba ese tipo de palabras, era cuando más necesitaba hundirse en su interior, poseerla cuánto antes para saciar sus más bajos instintos.
Volvieron a besarse, mientras le retiraba el brassier y Chaeyoung hizo lo mismo luego con el de ella. Sus caderas juntas, moviéndose sensualmente en una fricción para serenar la pasión de ambas, la hicieron preguntarse cómo es que aún tenían intimidad una vez al día, al menos. No importaba el lugar, la hora o si había alguien cerca. Dentro de la casa, encontraban el momento justo, cuando el fuego nacía en su interior y con una mirada se lo transmitían.
Un camino de besos bajó por su cuello, entre sus pechos desnudos y un aire caliente sintió entre sus muslos. Abrió los ojos y bajó la vista, encontrándose con la mirada negra, oscura y deseosa de su esposa sobre ella.
— ¡Mamá! —Olivia golpeó la puerta y ninguna se movió, manteniendo el hilo por el que se observaban― apúrense, las esperamos abajo —la oyeron alejarse y Chaeyoung atrapó los botones de su short, abriendo uno por uno hasta comenzar a bajarlo.
— Chaeyoung, para... —su respiración aumentó, agitada y exaltada por sentir lo siguiente— Olivia quiere decirnos algo. Tenemos que ir y...y tú...dios, Chaeyoung —la punta de sus dedos jugaban en sus muslos, acercándose tortuosamente hacia el interior y tú no estabas en estado como para hacerlo ahora.
— ¿Estás desafiándome? —un sonido gutural salió de su garganta: la voz ronca de su esposa, como cada noche, había regresado y sonaba burlona— porque sabes que me encantan los desafíos. Sobre todo si te incluyen a ti y desnuda —y así, desnuda a la altura justa de su boca, Chaeyoung asomó la lengua y la pasó sobre su punto de placer, palpitante e intentando calmarlo.
Mina se dió por vencida, así, tan fácil porque no tenía sentido decir lo contrario, sería perder el tiempo y ahogar el placer como las espumas de jabón bajo sus pies. Quería tomarse de algo, sostenerse porque su espalda se arqueaba y sus piernas flaqueaban. Pero no lo consiguió.
Con su pecho elevado, enredó los dedos en el cabello de Chaeyoung y la jaló contra su clítoris, gimiendo por lo alto al sentir el placer que estaba proporcionándole. La cabeza de su esposa se movía en un brillante movimiento, consciente de que la imagen la excitaba más. Mucho más y solo poco le faltarían para alcanzar el éxtasis.
— Hueles mejor que cualquier perfume... —dos dedos la embistieron y el sonido de sus flujos chocar contra la lengua de Chaeyoung, opacó la del agua y sabes mejor que cualquier cosa alzó su mirada y gimió, hundiendo con sus dos manos a la castaña contra ella.
Bastaron segundos para que el orgasmo la golpeara y luego la boca de su esposa repartiera besos en donde atendió hasta lograrlo. Su cuerpo temblaba y cuando se puso de pie, Chaeyoung la abrazó y la besó con prisas, en un fantasioso cambio de energías.
— Creo que ahora sí estoy borracha —rieron y ella golpeó su costado con diversión.
— Ahora sí tenemos que bajar porque a Olivia...
— ¡Mamá! —allí estaba, nuevamente su hija arremetiendo contra la puerta y llamándolas— si tengo que volver, abriré y las sacaré en el estado en que estén... ¡bajen ya!
— Tenemos que hacerle caso o...
— Sí, bajaremos —susurró Chaeyoung acariciando el labio inferior de su esposa― ¿toda mis borracheras acabarán así? Tengo que ir a la tienda por muchas botellas, entonces.
— Que graciosa, vamos ya —la castaña asintió, siguiéndole los pasos y recibiendo la toalla que le arrojó.
No puso más quejas y bajaron. La sonrisa que adornaba su rostro no podía opacarse por nada ahora.
— Vaya, ya están aquí —Ironizó Olivia— siéntense, tengo algo que decirles —Mina tomó la mano de Chaeyoung y ocuparon la silla a un costado, sentándose en la falda de la castaña para oír lo que su hija tanto insistía— bueno, están todos, así que...Yohan y yo tenemos algo que decirles.
A pesar de que habían tenido unos cuantos tropiezos en la adolescencia, la pareja estaba firme y enamorada como las primeras veces. Chaeyoung observó cómo entrelazaron sus manos y él se detuvo al lado de su hija, asintiendo y apoyando sus palabras.
— ¿Van a casarse? —preguntó Jeonghan mientras abría un cereal de chocolate. La castaña abrió los ojos violentamente.
— No —Aseguró Olivia y ella lanzó un suspiro de alivio— estoy embarazada. Así que nos casaremos luego.
Yuta, Taeyong y Namjoon se pusieron de pie al instante y entre gritos de alegría, saludaron a ambos futuros padres. Mina se alejó de su falda y la vió un momento, con sus manos en el rostro y cubriéndolo de la sorpresa.
— ¿Embarazada? —murmuró ella casi para sí misma.
La rubia la jaló, obligándola a llegar hasta su hija y hubo un abrazo entre las tres, a pesar de que continuaba sin parpadear y totalmente atónita. Olivia dijo que apenas tenía más de un mes en su nueva estado y que no querían conocer el sexo del bebé hasta el momento del parto.
Así que dejó que continuara hablando con Mina y volvió a sentarse, sujetando su frente para comenzar a procesar la información.
— ¿Embarazada? —repitió.
— Bueno si mi hermana dijo lo que quería, yo también debo decirles algo —Beom-gyu tomó una copa y señaló a todos.
— ¿Y ahora tú qué? —susurró Chaeyoung.
— Sé que saben que Hanna y yo estamos comprometidos pero...lo cierto es que ya nos casamos —él sonreía orgulloso y su esposa abrazada a su cadera aún más— Solo por civil, en una pequeña ceremonia solos y la fiesta en la Iglesia por supuesto que no se cancela. Allí los queremos presentes a todos.
Más gritos. Más emociones y un poco más de conmoción que ella no lograba apaciguar. Sin embargo, Mina volvió a jalarla y otro abrazo se generó con Beom-gyu en medio. Chatea solo asintió a las felicitaciones de su esposa y miró a Heejin, que acariciaba nerviosa sus propios hombros.
— ¿Tú tienes algo también para decirnos? —la chica tragó con dificultad— porque es un buen momento para que me den un ataque, o un paro cardíaco o lo que sea. Así que vamos, hija, súmate a la fiesta de tus hermanos y mata a tu madre —Con la mirada de todos sobre ella, Heejin negó ligeramente.
— Tranquila, mamá. No tengo nada para decirte —Chaeyoung lanzó aire y le sonrió con sinceridad.
— Lo sabía, cariño. Tú nunca crecerás.
— Yo si quiero decir algo —Tomó la palabra Jeonghan, subiéndose a la mesa que todos rodeaban y llamando su atención— yo quiero que hables con tía Dubu para que deje casarme con Sooyoung —Chaeyoung sonrió, regresando la calma a su interior y se detuvo a su lado para abrazarlo.
— Solo si la haces feliz.
— ¿Feliz?
— Claro, feliz. Tienes que prometerle que dedicarás todo tu amor a ella como si fuera la última mujer en el mundo. Tienes que hacerla feliz sin importar cualquier tipo inconvenientes. Feliz como Olivia lo es con Yohan, Beom-gyu con Hanna y mamá conmigo. Solo así hablaré con Dahyun —el pequeño rubio asintió entusiasmado y ella le dejó unas cosquillas bajo sus brazos, antes de que todo volviera a como el inicio: una parrillada familiar.
Chaeyoung alzó las sábanas y sonrió mientras su esposa caminaba hacia ella. Ya acostada, acomodada esperándola, abrió su parte y la abrazó, sintiéndola recostarse sobre su pecho.
— Fue un lindo día hoy. Los extrañaba mucho —dijo la rubia y no tuvo que aclarar nada más porque ella entendió que se refería a sus hijos mayores.
— Sí, yo igual. No puedo creer que ya no sean mis niños de nueve y diez que conocimos.
— El tiempo pasa ¿no me digas que no lo habías notado? —bromeó Mina y ella rió.
— No mucho. Sabes que si se trata de ustedes, no noto el paso del tiempo. Es más, creo que los relojes son inútiles.
— Ay, mi hermosa poeta morena que no necesita relojes...¿ya superaste la noticias que nos dieron ambos? —asintió, apenas lo estaba haciendo pero no podía escandalizar un acto de amor como al que sus dos hijos se habían expuesto. Así que solo viviría con eso ahora. Además un nieto, eso iba a tener. O una nieta y era el comienzo de algo nuevo. Algo más de felicidad en su vida.
— Los he visto crecer junto a la persona que aún tienen a su lado. Así que sí, tengo que adaptarme a los cambios que ellos ahora impongan.
— Eso es muy lindo de tu parte —la miró, con una sonrisa y dejó un toque con su dedo en la nariz que Mina arrugaba.
— Tú eres linda...tenemos que pensar en el regalo de Beom-gyu, para su casamiento.
— Ya tengo el mío.
— ¿El tuyo? ¿No hay nuestro? —reclamó fingiendo enojo.
— Todo lo mío es tuyo, mi amor. Le daré mi motocicleta —Chaeyoung la tomó por los hombros y la alejó un momento, hasta ver la expresión en su rostro.
— ¿Estás segura? —Mina asintió— ¿no está un poco vieja?
— Cállate. Está guardada y la sacaré especialmente para ellos. Quizá tú podrías hacerle unos arreglos. Te queda bien cuando eres mecánica ―Chaeyoung alzó su mentón, con orgullo y la regresó contra su pecho.
— Lo sé. Muchas vecinas se asoman por sus ventanas a verme.
— Seguro, así como Yuta sale a hablarme cuando corto las flores del jardín —Chaeyoung bufó y permanecieron un momento en silencio. Sin incomodidad ni molestia, solo aceptando el juego que ella misma propuso.
Estaba por hablar, decir algo más cuando el sonido de su celular se oyó desde la mesa de luz. Ambas lo miraron y ella se estiró hasta tomarlo, sorprendida y deslizando la pantalla.
— ¿Quién es? —preguntó Mina.
— Namjoon —murmuró al leer rápidamente ―es un mensaje.
— ¿A esta hora? ¿Y qué dice? —Ella frunció las cejas, aún con los ojos en el aparto y leyó.
"Sé que ya llevan años retiradas, pero tengo un nuevo trabajo para ti. O para ambas. Acérquense mañana a mi oficina. Es importante".
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