Capítulo XII: Gen Myoui. Gen Son
— Dulce, dedicado y cordial es el gen Myoui. Tendrás que hacer mucho trabajo si quieres conquistar con el. Decidida, superficial y encantadora, si quieres ganarlo con el gen Son —recordó Heejin las palabras de su madre semanas atrás. Chaeyoung le había hablado una noche cuando bebieron a solas una lata de cerveza en el jardín, mientras el resto de la familia dormía.
Y ella tenía el color de piel de Mina, su carisma y su insistencia. Pero los ojos, la mirada penetrante y las palabras roncas, duras como Chaeyoung. Era la combinación perfecta entre ambas y solía hablarlo con la castaña a menudo, en las conversaciones sobre su crecimiento.
Y con Mina hablaba lo que la personalidad de ambas le permitía: los sentimientos. A su madre no parecía molestarle su gusto aún empecinado por Giselle, la mejor amiga de Olivia y quién llevaba siendo su doctora desde su entrada a la adolescencia, más de dos años atrás.
Entre la insistencia de Mina y la decisión de Chaeyoung, Heejin alzó su mentón y golpeó reiteradas veces la puerta del consultorio. Oyó los pasos, desde el interior, y luego a la chica abriendo apenas para descubrir de quién se trataba.
La chica se sonrojó y le sonrió cálidamente. Ella humedeció sus labios y alzó sus cejas, esperando porque la dejara pasar.
— Wow, tú cabello...está...
— Corte nuevo.
— Te ves fabulosa —se sonrieron, Giselle aún algo aturdida por su nueva imagen y ella satisfecha. La chica carraspeó, dando un paso atrás y rascó bajo su nariz nerviosa— Buenas tardes, Heejin.
— Hola, Giselle —Era divertido. Para ella era sumamente divertido ser testigo y protagonista de ese cambio radical. La intimidada que ya no era porque ahora lo era Giselle. Haberla visto crecer, tal vez, y mantener un trato profesional también, quizá eran sus razones de ese nuevo carácter— ¿puedo pasar?
— Ajá. Sí, claro...estaba esperándote ―rozó sus hombros y caminó directo a la camilla. La ocupó, sentándose en ella y movió infantilmente sus piernas mientras la veía buscar su planilla— ¿cómo has estado?
— Bien, mamá me pidió que te dijera que las vitaminas ya me han estabilizado. Dice que puedo evitarlas.
— ¿Y estás de acuerdo? ¿Te sientes bien sin ellas? —alzó los hombros, mientras Giselle se acercaba y sacudió su cabello. Como su castaña madre solía hacerlo y volvía loca a Sana. Ella quería lograr los mismos efectos.
— Ya he aceptado mi condición, no creo que necesite más medicación.
— Tú sabes que nada malo hay en ti ¿verdad? Ni siquiera llega al rango de defecto genético. Es una combinación distinta, nada más y a cualquier persona podría pasarle. Tu cuerpo y tu mente son tan iguales como la de tu hermana o alguien que vive en, no sé...
— En China —rieron, con total diversión y ella se removió cuando la doctora tomó su estetoscopio.
— Como en China, sí...puedes... —tomó la base de su camiseta y la alzó por sobre su cabeza. Sabía que no debía quitarla, no había necesidad pero Giselle nunca se lo reclamaba. Y estar en brassier frente a ella tampoco le incomodaba— incluso tus pulsaciones están mejor que otras veces.
— Estoy haciendo algunos ejercicios con mamá, en su gimnasio. Es divertido.
— Eso es genial, solo no debes exigirte. Lo sabes... ¿has visto a Olivia?
— Haremos una parrillada este fin de semana. Mis abuelos y ella vendrán ¿te gustaría ir? Será divertido —el frío metal se detuvo en medio de sus pechos y los dedos de su doctora le erizaron la piel. Estaban cálidos, fervorosos y rozando su sensibilidad. Siguió la línea de su cuerpo, apenas separado por centímetros de Giselle.
Había tenido un gusto infantil, caprichoso por la mujer que ahora tenía frente a ella. Pero creció, y tras los años los caprichos desaparecen o aumentan en su totalidad. Y ahora le gustaba más, mucho más y que oliera siempre bien, a vainilla, sus labios estuviesen siempre pintados de rosa y fuese delicada al tratarla, solo la enamoraban sin cuidado.
Vagó la mirada por su rostro, esperando la respuesta y consciente de que sus ojos clavados tan contundentes en ella la ponían nerviosa. Como el movimiento tembloroso de su mano contra su pecho lo delataba ahora.
— Será algo familiar —se excusó y el aparato volvió a moverse sobre su piel.
— Tú eres de la familia. Eres la mejor amiga de mi hermana y conoces a mi familia desde siempre. Mis madres te adoran y prácticamente tienes tu lugar desde hace diez años. Además, Olivia te invitará también. Y a dos Son no puedes rechazarnos.
— Lo pensaré ¿de acuerdo?
— ¿Por qué pensarlo? Solo serán unas horas. A menos que ya tengas planes.
— No los tengo pero...
— Entonces mis pulsaciones están bien ¿quieres perturbarlas? —la chica rió, por su tono bromista y golpeó suavemente su hombro. La vió alejarse, aún entre sonrisas y llenar algo de su planilla antes de ocupar la silla— ¿ya está todo? —preguntó confundida y Giselle asintió—y... ¿y lo demás?
— Estuviste aquí hace dos días y todo marchaba bien. Si todo sigue igual, dudo que vayan a presentarse problemas futuros en tu zona íntima. Tu salud y tu estabilidad emocional van a la par. Y muy bien.
— Tú madre me revisaba siempre sin importar la cantidad de consultas.
— Pero no soy mi madre. Puedes ponerte la remera y te daré otro turno, quizá lo reduciremos a uno al mes... ¿por qué me miras así?
— Creo que está doliéndome justo ahora.
— Estás mintiéndome.
— Hablo en serio.
— No juegues con eso, Heejin —sin embargo omitió esa sutil amenaza y cubrió con ambas manos su entrepierna, como si una pelota la hubiese golpeado y cayó sobre la camilla. Giselle bufó y se puso de pie, llegando a ella y alejando sus manos— ¿qué te sucede?
— ¿Irás a la parrillada? —quiso alejarse, tras gruñir molesta pero Heejin tomó su muñeca y la jaló, arrojando medio cuerpo sobre ella y sintiendo sus respiraciones mezclarse será divertido.
— La próxima vez que hagas esto, comenzaré a atenderte con la puerta abierta ¿quieres que me despidan? —ella rió, sin importarle y negó ligeramente. El tono enojado de Giselle era el mismo que el de Mina cuando Chaeyoung la besaba frente a todos y por más tiempo del permitido.
— No puedes atender a tus pacientes de esa manera... olvidé decírtelo pero te ves muy bien hoy. Estás hermosa como siempre pero un escalón más arriba ¿cómo haces para verte siempre tan radiante?
Se soltó y se irguió, quitando algo inexistente de su bata y Heejin se acomodó nuevamente frente a ella. Desde que tenía uso de razón, nunca le había ocultado su enamoramiento y, por el contrario, cuando Giselle volvió a la soltería en su segundo año de universidad, se propuso recordar aquellas palabras de que sería su novia. Y le debería fidelidad.
— Ponte la remera. Hemos terminado tengo otros pacientes que...
— ¿Vas a evitarme siempre? —Giselle la miró seriamente y ella suspiró, tomando la prenda a su lado y colocándosela de mala manera― no entiendo cuál es el problema en que me gustes.
— ¿Quizás que tienes 15 y yo casi diez más? Eres una adolescente.
— Pero no te soy diferente...¿lo ves? — insistió ante el sonrojo de Giselle.
— Creo que hay cosas que deben pasar, pasarte sobre todo a ti. Como que eres una adolescente y debes actuar como una adolescente porque eres una adolescente. Esa etapa de mi vida ya pasó.
— Eso es tan estúpido ¿crees que mi madre no hubiese insistido con mi mamá si se llevaran 10 años? ¿O tus padres? — Giselle se cruzó de brazos y mordió su labio, intentando retroceder pero Heejin estiró su pierna y la detuvo. Alzó la otra y rodeó su cadera, empujándola contra ella y reteniendo las manos en su espalda.
— Tus madres van a matarme si se enteran —ella curvó media sonrisa y se inclinó, esperanzada en generar un roce.
— Pero esta no es su historia. Es la mía —buscó su boca pero un dedo de Giselle la detuvo. La alejó, apenas y nuevamente la oyó suspirar asustada.
— Esto de verdad está mal. Muy mal. Y no sé como voy a mirar a Olivia o a tus madres porque... —sacudió su cabeza y estrelló sus labios en reclamo. La calló, deteniendo su verborragia y dominó el beso con total experiencia a pesar de ser su primero.
La había esperado, había esperado y dibujado ese momento durante meses y sus bocas golpeando no se iban a separar tan rápido. La resistencia aflojó y una mano de Giselle retenía su nuca, deseosa de más cercanía.
Y se la concedió. Con una mano en su cadera y otra en su rostro, aumentó la intensidad al asomar su lengua y repasar su labio inferior, antes de introducirla sin permiso en busca de la suya. Se juntaron, como los brazos de Giselle tras su cuello, los parpados de ambas y sus manos a la delgada cintura que aquella bata cubría.
Fueron minutos, oscuros en sus ojos cerrados y temblorosos cada vez que unos dedos acariciaban su nuca. Pero se sentían horas, eternas en un flotamiento inexistente y una emoción explotada al satisfacerla. Como todo primer beso que imaginas, no porque vaya a suceder, sino porque lo esperas por la persona que lo recibirá o se lo robarás. Como todo primer beso que da inicio a una nueva historia.
Calmaron la pasión, ahuyentando aquellos sonidos desesperados al principio y el beso se transformó en lo normal, cotidiano entre dos adolescentes en pleno enamoramiento.
— Esto está mal. Muy mal, de verdad — repitió Giselle contra su frente, aún con los ojos cerrados.
— ¿Cuándo es el próximo turno? —la ignoró ella y pasaron otros segundos, antes que la doctora lanzara una corta risa y volvieran a verse.
—El viernes ¿te parece? —asintió, acariciando su mejilla y repasando el labio inferior con su pulgar.
— Me parece perfecto —Recordando que ese día era miércoles, la jaló nuevamente y volvió a besarla, generando aquella batalla entre sus bocas como al principio.
No supo si agradecerle al gen Myoui o al gen Son. Heejin solo estaba segura de que eso no se lo contaría a Chaeyoung con detalle ni rapidez. No por ahora.
Aquello estaba viviéndose exactamente como eso, una parrillada familiar sino fuera porque Dong-min no dejaba de rondar, hablarle e insistirle a Giselle y todo el tiempo tras ella.
Heejin se apartó a un costado, bebiendo de su lata y tratando de ignorar lo que el mejor amigo de su madre hacía, que no era más que coquetearle a la chica que a ella le gustaba. Pero no podía reclamar ni hacer algún tipo de comentario porque desde su hermano más pequeño hasta sus abuelos lo notarían. Incluso Namjoon lo haría. Así como Jihoon se llevaba muy bien con Jungkook, ella tenía esa relación con Namjoon, el ex jefe de Chaeyoung.
Removió su bebida y le dió un sorbo, aún con la mirada a lo lejos de Giselle, que reía contra el oído de Dong-min. Se volteó, cuando él acarició el hombro de la chica y tragó con dificultad: no iba a quedarse viendo como cedían ante los encantos del otro y se susurraban con diversión. No ese día, en que Beom-gyu y Olivia dejaron sus trabajos para una reunión y sus madres parecían disfrutar de sus presencias porque ya no los veían a diario.
— ¿Qué pasa por la cabecita de mi nieta preferida? —miró de reojo a Namjoon, detenerse a su lado y observar lo mismo que ella: la piscina a unos metros.
— Que orgullo serlo —bromeó y ambos rieron por lo bajo. A diferencia de sus madres, hablar con él no la limitaba ni cohibía, justo como le pasó a Chaeyoung cuando lo conoció tiempo atrás— no me pasa nada. Pero como ya bebí mi cantidad permitida, ahora todo se volverá aburrido.
— Me estás mintiendo. Mientras más viejos nos ponemos, mejor detectamos una mentira... ¿qué te pasa? —infló su pecho y suspiró, observando una vez más por sobre su hombro.
— Es Dong-min. Bueno, en realidad Giselle.
— Ella te gusta.
— Más que eso. Me encanta y no soporto verla tan divertida con él. Apenas y me saludó cuando llegó. Está como paranoica a que alguien note que nos besamos el otro día.
— ¿Se besaron? —preguntó él sorprendido.
— Dos días y unas cuántas veces. Pero parece que tiene que ser secreto para ella o nada.
— Ella es tu doctora.
— Y 10 años mayor, la amiga de mi hermana y todas esas excusas ¿y? — Namjoon resopló, rodeando su hombro y abrazándola ligeramente.
— ¿Sabes cómo conquistó tu madre a Mina? —Heejin lo miró, con el ceño fruncido y negó de la misma manera que conquisté a mi esposa. Fría y calurosa por igual. Pero primera fría. Chaeyoung era un témpano cerrado, como un cascarón que no abría por nadie. Conoció a Mina y comenzó a derretirse. Se rompió y ella misma volvió a pegarse, a rearmar la cáscara pero dejando una parte abierta, por donde Mina entró— Y allí las tienes ahora —murmuró él, señalando hacia atrás y ella giró: Chaeyoung abrazaba por la espalda a la rubia y hablaban con sus hijos mayores y sus respectivas parejas. Sin embargo, eran las únicas que brillaban en destellos por el cariño que estaban transmitiéndose: la castaña con su nariz rozando el cuello de su esposa y Mina entrelazando sus dedos en el hombro, sujetándola con prohibición a que se alejara.
Sonrió, admirada por el paso de los años que no pasaban en ellas y desvió su vista a Giselle, que apartó su mirada al ser descubierta. Volvió sus ojos al frente y carraspeó.
— Ahora eres poeta —Namjoon palmeó su espalda, con cariño y volvió a dejarla sola. Sabiendo que solo un par de ojos se posarían en ella, se quitó la remera y avanzó hacia la piscina.
Se arrojó y emergió al instante. Y estaba pasando cómo su fría mente lo había pensado: Giselle estaba mirándola, mordiéndose los labios e ignoraba a Dong-min, que continuaba hablándole a su lado. Se hundió apenas, hasta que solo sus ojos se vieran a lo lejos y le guiñó, terminando de sumergirse y desaparecer de su vista.
Y tuvo que nadar otra hora más, hasta que Olivia, Hanna y Giselle se sumaron para romper su solitario momento. Se quedó en una esquina, con su mirada fija y penetrante en Giselle, su objetivo y que demostraba su incomodidad al no articular palabras para su mejor amiga.
Hanna, la prometida de Beom-gyu, hablaba sin parar y se reía junto a Olivia. Y ella decidida, quiso avanzar hasta Giselle cuando alguien se arrojó de la nada y lanzó agua hacia el exterior por el golpe.
— Jeonghan ¿qué haces entre las niñas? —molestó Olivia al niño de 10 años pero Beom-gyu y Dong-min lo siguieron y la idea de Heejin murió allí mismo.
— Es mi piscina, tú ya no vives aquí —se defendió el Son más pequeño y comenzó un juego con la pelota, en compañía de su hermano.
Cuando Dong-min nuevamente nadó hasta Giselle, Heejin acomodó su cabello y abandonó la piscina. Hubiera sido mejor que su doctora desistiera de esa invitación a la parrillada y todo sería mejor. O al menos ella no sentiría ese ardor en el estómago.
Con cada gota cayendo bajo sus pies, ingresó a la casa sin importarle los reclamos luego de su madre.
— Odio a tu amigo —le susurró a Mina, ignorando que estuviese contra la pared y con el cuerpo de Chaeyoung aprisionándola— ¿van a tener sexo ahora? ¿en el pasillo?
— Claro que sí, vete —aseguró la castaña pero Mina la empujó suavemente y se acercó a ella.
— ¿Hablas de Dong-min? ¿Qué sucede? ¿te molestó?
— No a mí, a Giselle. Está como un idiota tras ella y ya hasta está haciendo el ridículo.
— Pero a ella parece gustarle —murmuró Chaeyoung— y en todo caso, ella debería alejarlo ¿qué te pasa? ¿Te molesta que tu tío no esté prestándote atención hoy? —rodó los ojos, frustrada ante la burla en la pregunta de su madre y movió sus manos, cortando el tema— Heejin...¡Heejin! —Repitió cuando pretendía subir las escaleras— tu madre te preguntó qué sucede.
— Es solo eso —aseguró tomándose del barandal y perdiéndose escaleras arriba. Incluso al doblar el pasillo las oyó aún preocupada y el "hablaré con ella luego" de Mina.
Cerró la puerta de su cuarto con fuerzas y se quitó su húmedo pantalón. Caminó en ropa interior hasta una toalla y comenzó a secar su cabello, jalándolo con molestia al recordar la imagen de Vernon nadar hacia Giselle.
Quizá la chica estaba en lo cierto y tenía que dejar de insistir, eliminar esa atracción y enfocarse en su edad, en sus 15 años que apenas comenzaba a vivir. Pero ni siquiera quería pensarlo. Le gustaba Giselle, todo en ella era atractivo y ninguna otra muchacha se había colado en ella tan bruscamente.
Arrojó la toalla a un lado y se detuvo frente al gran espejo. Se sorprendió que el reflejo mostrara a Giselle asomada desde la puerta y mirándola. Parecía avergonzada, pidiéndole permiso con sus gestos para pasar.
— ¿Podemos hablar?
— ¿Dong-min ya te aburrió? —igual de impulsiva que Chaeyoung, se mordió la lengua cuando sus celos salieron a flote.
— Todo abajo es algo aburrido sin ti —los vellos de sus brazos se erizaron, inquietos antes aquellas delicadas palabras— y no vas a creer que él me gusta o algo así...¿cierto? —Alzó los hombros, era exactamente eso lo que demostraban con sus sonrisas coquetas— ¿él te molesta?
— ¿De eso querías que hablemos?
— No ¿puedo pasar?
— Como quieras —pero si se marchaba, iba a ir tras ella. Giselle ingresó con lentitud y cerró, apoyándose contra la puerta mientras la observaba.
— Sabía que si cruzábamos la raya iba a pasar esto.
— ¿Esto qué? No soy ya la que se deja tocar por alguien más.
— ¿Estás celosa?
— Claro que no.
— Lo estás. Nunca me habías hablado así.
— ¿Y qué si lo estoy? —La cortó. Exasperada y abriendo sus brazos en demostración. Chistó, por lo bajo y se quitó la parte superior de su bikini. Giselle volteó al instante, intentando no mirarla mientras buscaba algo que ponerse creo que tienes razón. Esto no funcionaría.
— ¿Ya le has puesto título?
— No le puse nada.
— "Esto" suena como título.
Permanecieron calladas. Heejin se colocó una bata y retiró su ropa interior mojada aún de la piscina. Giselle volvió a mirarla, cuando el bóxer descanso en una esquina y miró la abertura en su pecho, mostrando algo de la desnudez debajo.
— ¿Te parece si lo hablamos mejor el lunes, en la consulta? —Heejin se echó de espalda a la cama. Sabía qué tipo de acciones ponían nerviosa a la chica y, cuando la orillara a estarlo, hablarían con sinceridad.
— ¿Y por qué el lunes? ¿Por qué no ahora?
— Toda tu familia está abajo. Y Chaeyoung me vió subir, aparecerá en cualquier momento.
— Está bien, el lunes —masculló— pero no en la consulta. Quiero que tomemos un café o algo. O en tu departamento —la sintió acercarse, casi de manera fantasmal y una gota cayó sobre su muslo, seguramente desde su largo cabello negro.
— Si eso quieres... ¿has dejado las vitaminas?
— Ajá —Se apoyó sobre sus codos y la vió, descubriéndola mirando sus piernas— entonces... ¿por qué le sonríes a Dong-min?
— Es divertido.
— Y un idiota. Él te lleva 10 años y tú me los llevas a mí ¿ves que no hay diferencia?
— ¿Además de que eres mi paciente y una menor de edad? No, claro que no hay diferencia —Ironizó. Heejin se irguió, sentándose frente a ella y rodeó su cintura. De un jalón la pegó a ella y sonrió, tras ver el pecho de Giselle subir y abajar con exaltación.
— Si te aferras a esas diferencias, detenme ahora —murmuró acercándose a su rostro. Giselle hizo el intento. Con una mano en su pecho pero sin poner resistencia. Con los ojos en la boca de la otra, como aquel primer beso, devoraron sus labios en un beso hambriento, ardiente como el sol que pretendieron calmar minutos atrás dentro del agua.
La abrazó, cómo solía ver a Chaeyoung abrazar a su madre y Giselle respondió como Mina, posesivamente al rodear sus hombros, su cuello y tocar cada parte de su espalda. Regresó contra el colchón y se llevó a Giselle con ella, intentando controlarse a los roces que había en esa posición.
Acarició su cuerpo casi desnudo, por la libertad del traje de baño y cada centímetro de su torso, de sus costillas como nunca antes. Y Giselle continuó por primera vez también, bajando por su mentón y dibujando un camino de besos hasta su clavícula. Sentía que su propia habitación estaba reduciéndose, apretándolas en un espacio inútil que las conservaría de esa manera, entre besos y caricias.
Una de sus manos rozó accidentalmente sus glúteos y la fricción sorpresiva las hizo gemir. Quizá tan alto que advirtieron a alguien más.
— Heejin, estamos esperándote abajo para... —La puerta se abrió y una oleada fría ingresó por ella. Los ojos de ambas se abrieron al instante y sus bocas se separaron con un violento sonido— ¿qué mierda es esto?
— ¿A qué no sabes quién es la mujer más hermosa de este mundo? —Mina juntó las cejas y se estiró hasta oler el vaso que Chaeyoung sostenía.
— Ya bebiste demasiado y son apenas la cinco de la tarde. Ve por una limonada.
— No estoy ebria, mi amor —sin embargo su voz sonaba enredada, divertida como una adolescente en una madrugada de fiesta— Eres tan hermosa —Las manos pálidas atraparon su mentón y lo sacudieron, asintiendo cada palabra de Chaeyoung― y mi mujer, la madre de mis hijos. Eres tan perfecta, Myoui Mina.
Ella se echó atrás cuando intentó besarla y un leve puchero infantil se formó en la rubia. Mina acercó su dedo y jugó con el, riendo y oyéndola gruñir fuerte.
— Yo no puedo creer que seas mi esposa ¡estoy tan feliz! —Chaeyoung abrió sus brazos y algunas miradas desde el jardín se colaron hasta ellas— benditos genes Myoui ¡gracias a ustedes! —continuó señalando a lo lejos a Yuta y Taeyong.
— Chaeyoung, cállate. Ninguno de ellos estuvo embarazado, tonta. Cálmate.
— Mamá ¿estás borracha? —preguntó riendo Olivia ingresando al living.
— No...estoy feliz ¡muy feliz! ¿Tú sabías que estoy casada con tu madre?
— Am...sí, algo sabía —murmuró la chica, viendo a la castaña rodear sus hombros― como sea ¿podrías darle una ducha o algo? —Agregó mirando a Mina— tengo algo importante que decirles.
— Te escucho —aseguró la rubia.
— No, no. Quiero que todos lo sepan... ¿Y Heejin?
— ¿Es algo grave? —Olivia negó rápidamente— Heejin está arriba, en su cuarto —murmuró Mina.
— ¡Iré por mi hija! —Exclamó Chaeyoung pero abrazando a su esposa en el camino— Te amo, Myoui Mina — le recordó en su oído antes de besarle la mejilla— ¡Heejin! —La llamó desde el primer escalón— esta niña que nunca hace caso —se tomó del barandal y avanzó en un pequeño tambaleo. Pero se estabilizó y continuó sin problemas.
— Espero que llegue —susurró Olivia y Mina la miró, mordiéndose el labio con diversión.
— Lo mismo digo...entonces ¿vamos afuera? Quiero oír cuanto antes lo que quieres decirnos.
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