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Capítulo XI: De frustraciones y demostraciones

Como si hubiese cerrado los ojos y abierto 30 días después, allí estaba ahora. Con su pequeño hijo, recién nacido y acariciando bajo su cuello mientras Mina lo sostenía, acostada aún en la camilla tras el parto.

La rubia había entrado a la sala luego de sus primeras contracciones, menos de media hora atrás y todo fue rápido. No hubo razonamientos ni consejos por parte de Samuel, el médico que había cuidado el embarazo y luego presenciado el nacimiento de Heejin. Nada se complicó y, por el contrario, los nueve meses de embarazo se cumplieron a la perfección y las enfermeras habían llamado a su hijo como "un niño completamente sano".

Mientras ella y sus dos hijos mayores se deleitaban con los primeros minutos de Jeonghan en el mundo, notó que solo eran cinco sobre la cama. Y ahora debían ser seis. Con sus brazos alrededor de su esposa, movió su cabeza, buscando a quién faltaba y la descubrió tras ellos y sobre el sillón observándolos. Al lado de la puerta.

— Heejin, ven aquí, hija —la niña negó. Estaba cruzada de brazos, con su gesto en reproche y mirando todo como si nada le importara— ven, tienes que conocer a tu hermano.

— Luego.

— ¿Luego, cuándo? —preguntó caminando a ella.

— Más tarde. Tengo mucho tiempo —Chaeyoung rió, sacudiendo la cabeza y se arrodilló a su altura, tomando un mechón de su crecido cabello y acomodándolo tras su oreja.

— Pero él quiere conocerte ahora —Heejin se hundió más contra el sillón y negó con seguridad— Claro que sí ¿por qué crees que no?

— Van a quererlo más ahora —siseó, con sus labios titubeando y algunas lágrimas en sus ojos. Ella la tomó entre sus brazos, cargándola y la sostuvo para que lo observara desde allí.

— ¿Ves a mamá desde aquí? —le preguntó señalándola a la corta lejanía. Heejin asintió— ¿Y a Beom-gyu y a Olivia?

— Sí.

— ¿Y al bebé?

— Ajá.

— Bueno, yo los amo a todos por igual. A ellos y a ti. Son las personas más importante para mi y en mi vida no va a haber nada ni nadie que los reemplace o por lo que pueda cambiarlos ¿me entiendes, Heejin?

— Pero él es bebé. Y lo van a querer más porque van a cargarlo y a darle biberón.

— Sí, haremos eso pero porque lo necesitará. Como tú cuando eras pequeña como él. Mamá te tenía todo el día en brazos y no dejaba que nadie te cargara sin su permiso —de repente la cara de la niña se iluminó, ilusionada y sacudió apenas sus piernas en demostración— ¿y te cuento un secreto? —agregó, acercándose a su oído y recibiendo las manos de Heejin rodeando su boca, para que nadie la oyera— eres mi princesita y lo serás siempre. Mi niñita con la que juego en el parque y haremos las tareas del colegio en un año. Nadie va a ocupar tu lugar, nunca.

— ¿De verdad?

— Lo prometo —Aseguró, con los brazos de Heejin pasando por su cuello y caminando de esa manera junto a los demás.

Fue cuando la niña se recostó al lado de Mina y estiró cuidadosamente su mano para tocar a su hermano, que Jeonghan enredó dos dedos allí y un chillido de sorpresa salió de Heejin. Fue cuando él no quiso soltarla y la pequeña lo cargó un momento, que Chaeyoung cruzó su mirada con Mina y entendieron que no importaba qué cantidad de números continuaría en sus hijos, o no más ninguno, que cada uno era especial. Distinto e igual, paradójicamente, para ambas.

Fue cuando la risa de todos ocupó la sala, que recordó todo el proceso por el que habían llegado hasta allí. Entre tropiezos, al inicio, la locura pasional que se desbordó con Mina, aún cuando eran compañeras de trabajo y ahora, cuando eran compañeras de vida.

Fue cuando las puertas se abrieron y tres hombres ingresaron con globos, flores y osos de felpas, que sonrió al darle una nueva oportunidad a uno de ellos. Seobin la abrazó, estrechándola mientras la felicitaba y luego se acercó con Yuta e Taeyong, a Mina, a ver más de cerca a su nuevo nieto.

Fue como un camino que ya habían terminado de recorrer y llegado a destino, pero algo hacía que continuaran avanzado. No sabía qué, no podía imaginarlo pero entendía que tampoco debía desvivir por el, como los planes pasados para los golpes de su trabajo.

Ya no estaba en ellos, había dejado de estarlo años atrás y ahora su único plan era el que tenía entre sus brazos. Algo simple, fácil e imposible de romper. Como una burbuja de jabón, liviana, brillante y peligrosa a explotar solo cuando toque el suelo.

Y para ese entonces ella no lo dejaría, la sostendría con ambas manos y nada reventaría.

Su celular sonó, a lo lejos, dentro de su chaqueta y fue en su búsqueda. Un mensaje, suponía de quién y lo leyó con rapidez, antes de responderlo:

"Sooyoung. 3kg y 100 grs. Que tu hijo se mantenga alejado de ella. Felicitaciones, Son"

Y una foto adjuntada como prueba. Dahyun abrazada a Tzuyu y la pequeña niña nacida horas atrás.

Regresó con su familia y, mientras todos conversaban y peleaban por tener un momento al niño en brazos, Chaeyoung se abrió paso y camino directo a su esposa. Atrapó su boca, estrellándola contra la de ella y oyendo incluso las burlas de sus hijos.

— Lo hiciste perfecto, mi amor —quitó la última gota de sudor que intentaba caer por su frente y se apoyó contra ella, observando la nueva discusión de nunca acabar que continuaría ahora: quién cargaría a Jeonghan.

— Es el peor día de mi vida ¡el peor! —la puerta se cerró, con un violento golpe y el cuerpo de Mina dio un respingo mientras aseguraba sus manos a las de su hijo. Estaba en el living, en el pequeño espacio reducido de la mesa ratona y los sillones, enseñándole a dar sus primeros pasos cuando Olivia ingresó y con dirección a su cuarto.

Sin mirarla, sin mirar a su hermano y arrojando su mochila a un lado. La vió perderse escaleras arriba y, sin pensarlo, cargó a Jeonghan entre sus brazos y siguió los pasos de su hija.

— ¿Qué sucede? —le preguntó tras mover la puerta y encontrarla boca abajo, hundiendo gritos de frustración sobre su almohada.

— ¡La odio! ¡la odio! ¡La odio! —Mina frunció el ceño y, tras las insistencias de su pequeño por bajar, lo dejó en el piso y lo vió gatear hasta la cama.

— ¿A quién odias? ¿De quién hablas?

— ¡De Taeyeon! ¡La odio! ¡Ojalá le caiga un maldito rayo y desaparezca de mi vida!

— ¡Olivia! ¿qué te pasa? ¿cómo vas a decir eso?... ¿quién es esa chica? —la castaña volteó a verla, como si el vocabulario fuese lo último que le importaba en ese momento y se echó de espalda a la cama. Con total furia.

— ¡La maldita zorra del Instituto!

— ¿Te puedes calmar? —insistió llegando a Jeonghan y terminando de ayudarlo a subir a la cama que, sin pensarlo, entre balbuceos llegó a su hermana— por favor, tranquilízate y cuéntame bien. No estoy entendiéndote —Olivia infló su pecho, inhalando algo de aire distinto y lo expulsó mirando al techo, antes de girar y observar a su madre sentarse a su lado-se supone que hoy rendirías el examen de ingreso a la universidad ¿por qué hablas de esta chica?

— ¡La maldita estúpida tomó mi lugar e hizo el examen! —Mina alzó las cejas, sorprendida. Eso ni siquiera podía ser legal. Juraría que algún lado eso debía estar prohibido y penado por la ley— bueno, no literalmente ¡pero tomó la solicitud y la llenó con sus datos! Ella se presentará al examen y si ingresa ya no habrá lugar para mí ¡me quedaré sin universidad!.

— Bueno, hija, eso puede solucionarse. Hablamos con el decano y él entenderá que hubo un error. Y podrás llenar la solicitud y estudiar en la universidad que tanto quieres.

— No es por estudiar allí, mamá. Eso es lo de menos —aseguró y la rubia gesticuló anonadada, perdida por un momento en otro hilo de conversación. Según ella, y todas las conversaciones que habían tenido con su hija y Chaeyoung, la facultad de economía era su destino. Por gusto propio, porque la misma Olivia lo deseó siempre. Al parecer su pasado en el negocio, fue la base para esas ambiciones del presente.

— ¿Cómo que eso no es lo que importa? Siempre has querido estudiar allí.

— Sí, pero porque Yohan también y la maldita zorra de Taeyeon quiere asistir por él. A la salida de su entrenamiento le coqueteó en frente de mí ¡en frente de mí! ¡La odio! —Mina rodó los ojos y se puso de pie. Ella creía que las lágrimas de su hija eran por razones obvias educativas, no sentimentales.

— ¿Y qué con eso? Yohan es tu novio, no el de ella —Olivia la miró, algo avergonzada y se mordió el labio, antes de tomar un oso de felpa y golpearlo contra su propio rostro.

— No estamos juntos ahora —el corazón de la rubia dio un vuelco, como si alguien lo estuviese apretando. No era su historia ahora pero, que su hija estuviese sufriendo, la acuñaba casi como propia.

— ¿Cómo que no? ¿Y eso por qué? Lo estaban hace unas semanas, Olvida ¿por qué no me dijiste nada?

— Porque creí que iba a superarlo —sollozó la castaña. Su voz temblaba, sus brazos se sacudían y su pecho se movía apresurado, por las mismas condiciones de estar nervioso, perdido en ese disturbio del amor adolescente.

— ¿Superarlo cómo? Si hace unos días vino a casa.

— Sí, pero ya no estábamos juntos desde entonces y vino en una de sus insistencias porque regresemos. Dice que lo nuestro no puede terminar así como así, que debo pensar mejor las cosas y que tenemos que hablarlo.

— Entiendo... ¿y por qué discutieron o cuál fue la razón por la que terminaron?

— Fue una idiotez. Y de mi parte, yo la provoqué —Mina la miró, sonriéndole con comprensión y regresó contra ella. Se recostó a su lado y la abrazó. Era consciente del enamoramiento y amor de su hija por Yohan, el muchacho con el que creció hasta ahora, sus casi 18 años. Y lo mejor, desde la posición de madre, sabía que era recíproco. Así que no le sorprendió aquellas palabras de que él había ido a su casa con intenciones de mejorarlo todo. El carácter de Olivia era igual al de Chaeyoung, por lo tanto sabía que solo era cuestión de darle tiempo a comprender las cosas. Pero lo mejoraría. Lo sospechaba.

— Si es así, entonces sí, lo solucionarán.

— Es que soy una idiota —murmuró, sosteniéndose por uno de sus codos y sintiendo el brazo de su madre en la espalda— La semana pasada, en la fiesta de Giselle tomé bastante de más y cuando lo ví bailando con algunas porristas se lo reclamé. Delante de todos —agregó regresando contra la cama y cubriendo su rostro con ambas manos— y allí mismo terminé lo nuestro ―ella parpadeó. Creía a su hija lo suficientemente inteligente como para hacer semejante acto pero, sin intentar justificarla, comprendía si había actuado de esa forma bajo los efectos del alcohol— y ahora la maldita zorra de Taeyeon...

— ¿Puedes evitar ese vocabulario?

— No, es que es una maldita zorra...ella lo espera hasta que termina su entrenamiento, cada día. Lo abraza y lo toquetea frente a mis narices ¡sabe que la estoy viendo! Babea por él sin cuidado. La odio demasiado, mamá. Y a Yohan también.

— No es cierto, a él lo amas ¿qué hace Yohan cuando ella lo busca? ¿Has visto sus reacciones? —Olivia suspiró, enamorada como si la voz de su madre fuera la de su ex novio y estaba oyéndolo a él. Acurrucó más a Jeonghan contra su pecho y acarició su cabeza, mientras recordaba todo lo vivido los últimos días.

— No le hace caso y el novio de Giselle le ha dicho lo mismo. Que está bastante alejado de las chicas y esperando por arreglar lo nuestro.

— Bueno, es lo mejor que puedes oír ¿no te parece?

— Sí ¿pero qué hago si ya es demasiado tarde? ¿Qué tal que ya no quiera recibirme ni para oír mis disculpas? ¡Soy una idiota!

— Sí, lo eres, hija pero estás enamorada. Y cuando se está enamorado se hace las mayores estupideces. Es como la ley principal de estar enamorado. Y lamento decirte esto, pero tú eres la culpable de lo sucedido. Así que tú debes ir, buscarlo y aclarar las cosas. Si quieres regresar todo como antes, claro.

— Por supuesto que quiero...no recuerdo pero ¿has discutido con mamá a ese punto? ¿De tomarse un tiempo o cometer estupideces? —Mina curvó sus labios hacia arriba y mordió su mejilla, pensando un momento la respuesta y sorprendiéndose al dar solo con una.

— Bueno...lo de Somi cuando...

— Olvida lo de Somi ―la cortó Olivia, moviendo la mano bajo su cuello en señal de que no siguiera.

— Entonces creo que no. Solemos discutir por algunos detalles pero solo esa vez nos distanciamos. Y fue horrible, Olivia. Por un momento pensé que nada se resolvería y todo cambiaría para siempre. Pensé lo peor. Que se alejaría y no volveríamos a vernos o saber de la otra. Amo a tu madre y en aquel entonces estaba completamente loca por ella, esa locura que tienes al inicio de cualquier relación y si nada volvía como al principio, no sé si nuestras vidas hubiesen sido igual de completas que ahora. Y tú eres igual a ella. Y supongo que un poco de mí también tienes. Cuando te ciegas por amor, cuidas lo que amas de una manera un tanto...especial. Pero no está mal...¿realmente aún amas a ese niño?

— Sí, de verdad. Y quiero que continuamos más tiempo juntos, por eso me inscribí en su misma universidad. Pero esa maldita ZO...

— Sí, si, ella. Ya entendí...Pero si todo está pasando como me lo cuentas, ella aún no ha dado su golpe. Te graduarás en unas semanas, hija, debes pensar en eso. En el vestido, en el ramillete y disfrutar los últimos días del Instituto, no estar pensando en esa muchacha. Y prácticamente Yohan aún espera e insiste por ti, así que... ¿qué haces aún aquí? Ve a buscarlo.

— ¿Ahora?

— No, en dos semanas, quizá. Cuando ella ya lo haya besado —Olivia la miró con molestia, antes de dejarle a Jeonghan en sus brazos y corrió a su tocador.

—'¿Se me nota que estuve llorando? No quiero hacerlo sentir fuerte, como si estuviese sufriendo por él y pensando en él todo el tiempo...está bien, que lo note —se rindió frente a la mirada de Mina. Se pasó un labial rojo, acomodó su cabello y se echó algo de perfume. La rubia sonrió, era el que Yohan le había regalado meses atrás y solo con él lo usaba— Adiós, mamá ¡te amo!

Le arrojó un beso en el aire y la oyó bajar las escaleras con velocidad. Y luego la puerta.

Mina se acomodó más en el centro de la cama y abrazó a Jeonghan, que se había dormido contra su regazo y cerró los ojos, acompañándolo un momento en su improvisada siesta.

Aprovechando que tenían el silencio de la casa, sola, para ellos.

Si de frustraciones se trataba, luego de las que Mina la hacía padecer, esta era su segunda menos favorita: esperar por los chequeos de Heejin. Y no se trataba de que le molestara llevarla a la clínica porque, por el contrario, disfrutaba esos momentos de viajar en su coche y hablar con ella todo el camino. La incomodaba justo lo que estaba pasándole ahora, estar en la silla de espera y aguardar porque su hija saliera del consultorio.

Debido a la edad, Eunbi, la doctora de Heejin, le recomendó que ya era tiempo de dejarla compartir los chequeos solo con ella. Para una confianza además que la niña debía ir adquiriendo, para futuro.

Y confiaba plenamente en el profesionalismo de la mujer, solo le disgustaba pensar que su hija podría estar necesitándola o su timidez no le permitiera desenvolverse cómo debería.

Estaba sacudiendo su pierna contra el piso cuando el ascensor a unos metros se abrió y de el apareció Giselle, con su bolso de porristas a un lado y caminó hacia ella, o al cuarto frente a ella, que era prácticamente lo mismo.

— Buenas tardes, señora Son.

— Hola, Giselle ¿recién sales del Instituto?

— Del entrenamiento, en realidad. Las clases acabaron más temprano hoy.

— ¿Tienes idea si Olivia fue a casa?

—'Sí, yo misma la acompañé hasta la estación de autobús. Así que ya debería estar allí... ¿Heejin está con mi mamá?

— Sí, revisiones, ya sabes. Como cada mes. Claro, bueno, tengo que dejarle unos permisos para que me firme. Hasta luego, señora Son.

— Hasta luego, Giselle ―quiso mirar por el espacio de la puerta al abrirse pero apenas vió a su hija sentada en una camilla. Derrotada, volvió a sacudir su pierna hasta que la hora terminara.

Giselle ingresó, caminando directo a su madre y la saludó con su habitual beso en la mejilla antes de llegar a Heejin y sacudir su cabello en un amistoso saludo. La niña se sonrojó, aún con el estetoscopio en su pecho y la joven se mantuvo a su lado, silenciosa para no incomodarla.

Pasaron minutos, en que Eunbi terminó de escribir en unas planillas antes de que pudiera hablar.

— ¿Cómo estás hoy, peque?

— Bien, pero ya no soy pequeña —se defendió Heejin, con su acostumbrado espacio del pulgar en su boca cuando estaba nerviosa—'cumpliré 7 en unos días ¿irás a la fiesta?

— Solo si hay castillo inflable —bromeó, guiñándole un ojo y la risa de la niña ocultó su rubor— ¿entregarás tarjetas?

— Sí, de superhéroes ¿te gustan los superhéroes?

— Me fascinan. El del martillo es mi favorito.

— Él solo es lindo. Su hermano malvado es mejor.

— ¿Ese te gusta? —Heejin asintió, aunque en realidad, todos eran sus preferidos— ese es genial también... ¿habrá pastel?

— Sí, mamá lo hará. Y habrá pizza y cosas dulces. No tienes que llevar regalo, solo ve —Giselle rió, tímidamente y asintió. De igual manera iba a llevarle uno, ya tenía en mente qué.

— Bueno, Heejin, la última revisión —habló Eunbi y el color rojo en las mejillas de la pequeña aumentó. Sabía que significaba y nunca le daba pudor, porque siempre estaban a solas. Pero ese día no era el caso y, al pensar que debía bajar su pantalón con Giselle cerca, la inhibía bastante— controlaremos con rapidez tu cuerpo ¿de acuerdo?

El chequeó fue justo como la doctora lo dijo y, por primera vez, a Heejin no le molestó que Giselle mirara una revista mientras estaba semidesnuda sobre la camilla y no le prestara atención. Se colocó el pantalón con rapidez nuevamente y no le importó el bulto que su camiseta desordenada producía dentro de el.

— En unos años tu doctora será mi hija, Heejin —Agregó Eunbi, escribiendo lo último en su papeleo— así que quizá, la veamos más seguido por aquí.

— ¿Giselle?

— Así es, peque —aseguró la muchacha, acercándose a la niña para acomodar bien su ropa— Olivia irá a la facultad de economía y yo a la de medicina. Así que los pacientes de mamá, pasarán a ser los míos. Pero no te preocupes —Susurró, estirándose hasta el oído de la pequeña mientras abotonaba su pantalón— yo te daré dulces luego de cada chequeo. No cómo mamá.

— Las estoy escuchando —fingió seriedad la mujer y Heejin tapó su boca, escondiendo una risa frente a aquellas palabras— bueno, iré por mamá, Heejin ¿si? mientras terminas de secretearte con Giselle.

— Tu mami es buena.

— Sí pero no te da dulces ¿o si? —la niña negó ligeramente— ven, creo que tengo algo para ti en mi bolso —con total ingenuidad, Giselle tomó su mano y la guió hasta el escritorio, donde estaba su bolso y hurgó en el interior hasta dar con algo— pero no le digas ni a tu mamá ni a la mía ¿es un secreto? —Murmuró, al entregarla un chupetín de chocolate, en forma de conejo. Heejin lo tomó, moviendo su cabeza en afirmación y lo guardó tras su espalda, dentro de su camiseta.

— Eres linda, Giselle —masculló, con su mirada en el piso y oyendo la armoniosa risa de la mejor amiga de su hermana. Cuando la joven se arrodilló frente a Heejin, para dejarle un beso en la mejilla, Minju atrapó parte de su rostro y el beso, casi cerca de su oreja, fue más ruidoso, sonoro ante el mutismo del cuarto dónde estaban— ¿sabes que tendré novia?

— ¿En el colegio? ¿Tienes una?

— No, no ahora. Luego, cuando mamá me dé permiso —Giselle rió, rascando bajo su nariz con diversión— y será muy bonita, como tú ¿o tú quieres ser mi novia?

— Cuando tu mami te dé permiso, lo hablamos ¿qué te parece?

— ¡Genial! Pero tú no debes tener novio.

— Oh, no, no te preocupes. Te seré fiel.

— ¿Heejin? —la llamó Eunbi al abrir la puerta— ven, mamá está esperándote ―la niña corrió a ella pero, antes de salir, regresó y le dejó otro beso a Giselle, que golpeó su nariz con suavidad repetida veces a manera de broma.

— Chau, Giselle.

— Adiós, peque.

— ¿Qué tanto hablabas allí dentro? —Le preguntó Chaeyoung al tomar su mano y caminar con ella por el pasillo. Heejin alzó los hombros, mientras jugaba con el piso a no pisar las rayas de los cuadrados.

— Giselle será mi novia ¿puede serlo, mamá? —Chaeyoung frunció el ceño, riendo luego por las ocurrencias de su hija— ¿puede?

— Más adelante, hija.

— ¿Cuánto?

— Unos años.

— ¡Eso es mucho!

— Entonces solo más adelante ¿contenta?

— Ajá, eso no es años —Chaeyoung la miró, sacudiendo su cabeza cuando se detuvieron frente al ascensor y estiró su brazo. Cuando apretó el 5, porque debían pasar por los resultados de otros análisis antes de abandonar el edificio, pensó que más que ese número de años debían pasar.

— Más, mucho más que solo 5 años.

— Te toca.

— No, a ti. La última vez fui yo.

— Son Chaeyoung si te digo que te toca a ti, te toca a ti. Vas tú ―Chaeyoung bufó contra el cuello de su esposa y dejó la cama, semidormida y llegó hasta la cuna a unos metros. Jeonghan lloraba de pie, sosteniéndose de los costados y ella lo tomó bajo sus brazos, llevándolo a su regazo.

— ¿Qué pasa, hijo? ¿Tienes hambre?

— No es hora para que coma, Chaeyoung —La corrigió la rubia y ella rodó los ojos. Olvidaba que, sin importar la hora, la perfecta organización de su esposa no se alteraba.

— ¿Entonces qué es?

— Fíjate su pañal —lo hizo. Alejó su pantalón hacia atrás pero notó lo limpió que aún estaba— ¿no?

— No.

— Entonces tráelo con nosotras. Quizá no pueda dormir.

— Mina, tiene dos años. Lo vas a mal acostumbrar.

— Que lo traigas.

— Está bien —susurró, dominada al camino de regreso y acomodándolo en medio de las dos. Volvió a su lugar y tapó a los tres, notando como su hijo reconciliaba el sueño al estar allí ahora no tengo sueño.

— Solo cierra los ojos y vuelve a dormir —Chaeyoung chistó con su lengua, en negación y movió su cabeza.

— No, ya no puedo. Creo que iré por un vaso de leche tibia ¿quieres?

— Despertarás a los niños, Chaeyoung — masculló la rubia entre dientes, en una clara orden porque ni se moviera.

— Pero Mina...bueno entonces ¿qué hacemos? No podemos tener sexo con Jeonghan aquí. Y no puedo dormir, me aburriré en unos minutos.

— Pero yo muero de sueño.

— Pero yo no. Y no te duermas, te lo estoy ordenando —Agregó, alzando a ver los ojos de Mina fijos en ella— ¿Qué creías? ¿qué solo tú mandas? —la rubia alzó una ceja.

— ¿Acaso tú lo haces? —Guadua tragó saliva con dificultad, negando luego de pensar la respuesta— lo sabía, mi amor ¿por qué no me dices algo lindo en vez de estar molestando?

— ¿Algo lindo?

— Desde que nos casamos que no me dices nada romántico —Fingió un bostezo y cerró los ojos. Mina se inclinó hasta ella y golpeó suavemente su abdomen, obligándola a que volviera a despertar.

— Te las digo todo el tiempo, Mina.

— No es cierto.

— Está bien, a ver... ¿quieres que te diga algo lindo de ti o de tu cuerpo? —la rubia la miró con fastidio, antes de regresar contra la cama y acurrucarse contra su hijo. Chaeyoung se acomodó de perfil, pasando un brazo por él hasta atrapar la cintura de su esposa, encerrando a ambas en ese abrazo— sabes que no soy buena con esto de las palabras. Puedo demostrártelas y eso es mucho mejor.

— ¿Qué cosa puedes demostrarme?

— Lo mucho que te amo. Si quieres un vaso de agua a media madrugada, voy y lo busco. Si no te quieres levantar a ver el por qué del llanto de Jeonghan, lo hago si estás cansada. Si no quieres tener sexo, tengo que aguantármelo y no te obligo.

— Por supuesto que no puedes obligarme ¿cómo vas a obligarme?

— Oh, tú sabes...si quieres saber que tan linda eres en mi vida, debes saber que eres...eres como la sangre que hace bombear mi corazón. Eso eres, lo que me mantiene con vida.

— Que romántica. Sangre ―ironizó y ella coló una mano hasta su abdomen. Escaló sus dedos hasta su pecho y allí, dibujo la forma de un pequeño corazón.

— Allí estoy yo —aseguró, tocando suavemente ese punto— y en el mío estás tú. Tú, tú y siempre tú, Myoui Mina.

Mina alzó su vista, observando los ojos de su esposa comenzar a cerrarse. Se estiró hasta ella e imitó las líneas en su pecho.

— Yo, siempre yo —susurró, llegando a su boca y dejándole un beso en los labios.

Cuando Chaeyoung, en un último movimiento casi despierta, la envolvió con protección, se recordó una vez más que sí, Chaeyoung sabía mucho mejor demostrar cuánto la amaba y no solo decirlo.

Lo cual valía más. Mucho más para ella.

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