Capítulo VII: La lanza
Se echó contra el sillón y su mente comenzó a fantasear. Eran las 6: 45 y había dormido apenas unas dos horas. O menos quizá y porque Mina la obligó, físicamente estaba en condiciones ideales para no detener sus más bajos deseos.
Nunca se vestía luego de intimar con su esposa y, por el contrario, solía acostarse a su lado y abrazarla para dormir plácidamente. Pero ahora estaba en un pequeño sillón individual, en un rincón y observándola. Tenía puesta una bata, blanca y su cabello estaba revuelto, consecuente de los dedos de Mina enredados y tirando de el la mayor parte del tiempo.
Se imaginó cual asesino en una película, observando su víctima a los minutos previos del ataque. Como un pescador, lanzando la caña y riendo con burla cuando el pez muerde el anzuelo. Fantaseó cual millonario, mirando dormir a la bella mujer por la que pagó la noche anterior y ahora soltaría más dinero, para tenerla completamente solo para el.
Sonrió, solo le faltaba un cigarrillo, quizá, entre sus dedos y pasaría el resto de la mañana con sus ojos sobre Mina; sobre el punto rojo en el que ella arrojó la lanza y dio en el medio. Justo en el lugar exacto.
La vió removerse, con dificultad y su sonrisa se ensanchó. No contó la ronda en que la morena la detuvo y le pidió descansar, pero había sobrepasado un número normal, estaba segura. Se preguntó si ese fuego interno se le había acumulado solo por haberla tenido lejos un fin de semana; porque estaba como maquinada para desear a su esposa la mayor parte del tiempo. Pero el fervor del día anterior rebasó de su propio vaso.
De igual manera tampoco iba a quejarse. Incluso sentía algo de palpitación aún en la punta de su miembro, insatisfecho y caprichoso por Mina. Se mordió el labio y alzó el mentón, observándola quitarse la sábana y exponerse desnuda ante ella.
— Mina —susurró imposible de oír. Sonrió con burla, sus intenciones no eran despertarla— Amor de mi vida, despierta —se puso de pie y caminó hasta ella, quitándose la bata en el paso. Llegó al borde de la cama, en el medio y tomó sus talones. Con total suavidad, la arrastró hasta que los dedos de Mina rozaran el piso, a los costados de los suyos.
La oyó balbucear, pretendiendo despertar y acomodó medio cuerpo sobre su espalda. Con el mentón en su hombro, pasó un brazo bajo su cuello y comenzó a moverse contra ella.
— Despierta.
— No, Chaeyoung. Ahora, no —Mina intentó separarla, empujándola levemente por la cadera pero ella alejó esa mano y la dejó sobre el colchón, entrelazada con la suya— Chaeyoung, no. Estoy cansada —su voz así lo demostraba. Tan lenta y pausada, pesada por el agotamiento de permanecer despierta y en actividad toda la madrugada.
— Si no despiertas, te lo haré dormida —la amenazó y le dejó un beso en la mejilla. Un beso retumbante, como el de dos desconocidos al verse por primera vez. Porque sonó a anticipación, a que se preparara a lo hacerle. que tenía en mente de
— ¿Qué hora es?
— Hora de estar dentro de ti —sin embargo sabía que no estaba lo suficientemente preparada y lastimarla no entraba en sus planes, nunca por mucho que su excitación fuera la mayor. Con la mano atravesada en Mina, llegó a su seno derecho y lo masajeó, jugueteando con el pezón entre dos de sus dedos.
— Chaeyoung...no —Sonaba a necesidad más que a petición de que no continuara. Por lo que llevó la otra mano entre sus piernas y acarició sus muslos. De arriba abajo y de afuera hacia adentro hasta sentir que la piel de Mina se heló― Chaeyoung...debemos despertar a los niños...el Instituto —su voz ya era un jadeo y no iba a soltarla ahora.
Con el dedo medio moviéndose rápidamente sobre su clítoris, Mina se golpeó hacia atrás, contra ella y gimió al sentir su miembro duro y erecto entre sus glúteos. Con la rubia moviéndose sobre su erección y el pezón caliente y rígido en su mano, la embistió con un dedo y se movió dentro de ella, en círculos como buscando algo. Quizá el punto de placer para arrojarla derrotada contra la cama. Quizá no.
— ¿Quieres que me detenga y vaya a despertar a nuestros hijos? —se burló y Mina la miró de reojo, cual fulminante a que se callara.
Pasaron minutos en que se mantuvieron de esa manera hasta que los músculos internos de su esposa apretaron su dedo. Estaba por llegar al clímax y esa no fue su idea primera, no en esa posición.
Cuando la frente de Mina cayó contra las sábanas, anticipándose a ahogar allí el grito de placer, se alejó de ella y dio un paso atrás. La rubia volteó al instante, con su pecho y su espalda sudada y sus ojos en reclamo.
— Tranquila —murmuró pasando una mano a lo largo de sus glúteos hasta apretar uno. Chaeyoung le rodeó la nuca y la besó, siempre fría y dominante como cada vez que compartían intimidad— no te muevas —Le ordenó y Mina no despegó su mirada en el siguiente paso.
Chaeyoung se sentó en el piso, contra la punta de la cama y bajo sus piernas, entre medio de ellas y solo debía bajar la vista para cruzar la de ambas. Tragó saliva, pocas veces compartían esa forma y nunca había sido a la luz del amanecer o alguna otra.
Dejó sus manos en la espalda baja y empujó las caderas de Mina hacia adelante. La punta de su lengua tocó el punto palpitante de su esposa, con ese sabor distinto que tenia al despertar. Cuando tomó su cabeza y la empujó contra el, hundiéndola en ese mar de flujos, Chaeyoung los chupó con gusto y sin espera.
El sonido idílico de los líquidos chocando contra su boca, dos de sus dedos que vagaban entre los labios inferiores y la embestían; y sus dientes mordiendo de vez en cuando su clítoris, fue suficiente para que el orgasmo golpeara a Mina.
Mientras la oía respirar entrecortada, se recordó que esa noche deberían dormir en su cuarto especial: estaba segura que alguien las podría haber escuchado.
Le rodeó la cadera, con protección y seguridad y la dejó caer sobre ella. Mina respiró contra su pecho y ella besó su cabello, mientras lo acariciaba y le recordaba por lo bajo cuánto la amaba.
— Tengo que decirte algo —le dijo la rubia con la voz temblorosa y culpable. Ella la separó apenas, hasta verla nuevamente y asintió pero debes prometerme que no te molestarás.
— ¿Acaso, de lo que vas a decirme, puso en riesgo a alguien de nosotros? ¿A alguno de nuestros hijos?
— No, por supuesto que no.
— Entonces lo prometo ¿qué sucede? —Mina humedeció sus labios y aún con su pulso tembloroso, acomodó su cabello y lo hizo a un lado.
— ¿Recuerdas de la botella que bebiste ayer? ¿La que te dije que era un jarabe de Heejin? ―asintió con una mueca confusa. No se podía hablar de jarabes luego de tener un orgasmo tan intenso— no era eso en realidad. Momo me lo entregó como un...como un estimulante. Tú y yo no estábamos teniendo relaciones como de costumbre y estaba muy preocupada, Chaeyoung. Y no quería pensar que era porque tenías otro lugar y alguien más con quién hacerlo.
— Detente ahí, Mina ¿de verdad hubieses pensado en eso? ¿Me imaginaste con alguien más en una situación que me gusta compartir contigo?
— Dije que no, no lo imaginé y no quiero hacerlo. Así que déjame terminar...bueno, eso fue lo que tomaste. Por eso supongo te has despertado así hoy y ayer pasamos horas haciendo el amor —silencio. Chaeyoung entreabrió su boca y frunció el ceño: Mina había golpeado justo su ego si creía que la tomó durante toda la noche por culpa de ese líquido.
Era joven aún, ambas lo eran y solo era cuestión de tiempo a solas para tener sexo. Se rascó a un costado de la cabeza y pensó más a fondo. Seguramente esa jalea, brebaje o como Mina quería llamarlo, actuaba igual que las pastillas para los ancianos: con un tiempo específico de efecto.
— ¿Ya has sacado la basura? —la rubia negó con seguridad— ve y lee y el prospecto de ese no jarabe.
— ¿Qué?
— ¿Pretendes que yo vaya? —Mina suspiró molesta, con su mandíbula moviéndose y se puso de pie, dispuesta a obedecerle. Pasaron minutos, apenas dos o tres y la tuvo de vuelta en el cuarto— ¿y? —le preguntó cuando se apoyó contra la puerta.
— Reacciona a los dos minutos y medio de beberse con una duración de seis horas —Chaeyoung sonrió totalmente orgullosa. Ella lo había bebido antes del almuerzo y ya eran casi las 7 de la mañana― eres una maldita fiera.
Mina corrió a ella y Chaeyoung se puso de pie, sosteniéndola y sintiendo sus piernas rodear su cadera.
— Lo sé, mi amor —susurró contra su oído mientras caminaba hacia el baño pero para eso, tú debes despertarla.
Chaeyoung descendió la velocidad de su automóvil y aparcó a un costado, donde la fila de coches comenzaba y terminaba unos metros más adelante. Apagó el motor y se quitó el cinturón de seguridad, echándose contra su asiento para estar más relajada.
¿Cómo habían llegado hasta allí? No lo sabía, no podía creer aún que estaban en esa situación pero no iba soltar su agarre y dejar caer a dos de las personas que más quería. Mientras se sostuvieran de ella y ella tuviese cómo tirar, no iba a reducir el esfuerzo.
Oyó un resoplido, molesto mientras en el asiento de acompañante se removían para recostarse contra la ventanilla. Solían hacer en un pasado, cuando se enojaban momentáneamente con la otra y se ignoraban unos minutos, hasta que todo volviera a normalizarse.
Y ese momento, en que parecían estaban perdidas, con facilidad a perderse aún más y hundirse, era el indicado para no cederle el control a la ruina que esperaba por ellas.
Chaeyoung se aclaró la garganta y se humedeció los labios, producto de que no habían hablado en todo el camino.
— ¿No te gustaría esto?
— ¿De qué hablas?
— De esto, Dubu. Tener otras responsabilidades además de tu trabajo. Tomar tu coche y manejar a otro lado que no sea el juzgado, manejar hacia el Instituto o el colegio a esperar a tus hijos. Sabiendo que ellos te están esperando también —Dahyun giró y de reojo notó cómo la miraba, como si de la nada le hubiese crecido otra cabeza y estuviese frente a alguien que no conoce.
— Odio los niños —ella se burló en su cara. Rió con ganas, recordándose a sí misma tiempo atrás.
— Lo odiábamos, sí. Recuerdo cuando la hermanita de Tzu ¿cómo era su nombre?
— Shuhua.
— Shuhua, sí —Continuó riendo— era mucho menor a nosotras y cuando Tzu hacía de su niñera, la dejábamos sola ¡Los odiábamos! Odiábamos los niños, sí ¿pero cuántos años teníamos? ¿16?
— Tú los odiabas hasta hace unos años.
— Sí, los odiaba hasta hace poco —murmuró sonriendo tontamente y bajando su vista. Observó allí, en su dedo anular, la alianza que la unía a Mina en un lazo matrimonial y la hacía responsable, en consecuencia, de su felicidad y a la de sus hijos. Hijos que ellas mismas eligieron y nadie las obligó. Ese fue el gran trabajo y cambio en su vida. No podría volver a repetir cuánto odiaba a lo que ahora era su fuente de bienestar. Se removió y apoyó su costado en el asiento, mirando de frente a su mejor amiga— ¿haz visto cómo se tranquiliza tu cuerpo cuando cargas a Heejin? Y comienza por tu cuerpo, luego va subiendo hasta que llega a tu cabeza, toda esa tranquilidad se estanca allí, Dahyun, no puedes negarlo. La paz que te da un hijo no te la da más nada ni nadie.
— No voy a tener un hijo con Tzu solo para intentar superar nuestra crisis.
— ¿Y por qué no? Con Mina no lo planeamos. Simplemente pasó. Una noche hicimos el amor, quisimos hacerlo y nos advertimos que no usaríamos protección. No éramos pareja, a veces incluso continuaba tratándola como mi empleada y la distancia pareció no cortarse. Pero cuando me enteré, cuando el médico me confirmó que Mina estaba embarazada, todo dentro de mí se desmoronó. Se revolvió algo y nuestra relación se estableció. Nos comprometimos, Dubu y luego nos casamos. Un hijo no es una solución a una nueva oportunidad, un hijo es esa nueva oportunidad. Y tú y Tzu se la merecen.
Cerró su boca y Dahyun desvió su mirada. Estaba pensándolo, la conocía, estaba pensando en cada palabra que le dijo y analizándolas a su forma. Dahyun solía hacer todo rápido, incluso pensar, y esa no fue la excepción.
La vió regresar contra su lugar, con la mirada al frente y cruzar los brazos.
— Tzu se lo merece. Ella se merece esa oportunidad su tono sonaba duro consigo misma, sintiéndose culpable de lo que estaba pasando.
— No digas eso, Dubu. Están casadas, son una pareja y desde niñas se aman. Aún tienes tiempo de que nada pase a mayores ¿vas a dejarlo pasar sin hacer nada? —La coreana la miró, con su labio temblando y sus ojos brillosos, aguantando las lágrimas salir.
— Esto está pasando porque dejé que pasara.
— Quizá, hay cosas que simplemente no podemos evitar. Pero ahora puedes llevarlo lejos, olvidarlo y recontinuar como siempre.
— No existe la palabra recontinuar, idiota —rió, rieron un momento y Dahyun se quitó una lágrima bajo su ojo. Chaeyoung estiró su brazo y atrapó su cuello para acercarla. La abrazó, de la manera en que la necesitaba en ese momento y acarició su espalda; como aquella tarde tras cumplir 16, cuando Tzuyu le preparó una sorpresa, en su casa, algo especial y su padre las descubrió. Y echó a Dahyun sin piedad y a los gritos.
Incluso el llanto ahogado y desesperado de su amiga sonaba igual. Igual que el de Tzu el fin de semana, además. Y, por mucho que el círculo fuese con líneas tristes, sonrió, porque si lloraban de la misma forma era por lo mismo.
— La amas, Dubu. Y ella a ti. Cuida eso, por favor —Dahyun se alejó y continuó limpiando su rostro, pretendiendo volver a verse fuerte como lo era en realidad.
— ¿Y si no tengo otra oportunidad para intentarlo? ¿Si ella ya no lo quiere?—Chaeyoung la miró y una media sonrisa se curvó en su rostro. Negó ligeramente con la cabeza y se inclinó más hacia ella.
— Tzu lo quiere más que nunca. Y quiere que lo hagas, que pelees por esa oportunidad porque te quiere a ti. Puedo asegurártelo, lo ví en ella hace tan solo unas horas —y en ese momento lo que vió fue la ilusión de Dahyun. La coreana le sonrió y una campana se oyó a lo lejos— creo que debería dedicarme a esto de la sicología —bromeó acomodando su codo en la ventanilla y mirando al exterior.
— ¿Ahora eres cupido o qué? —negó, con seguridad y regresó a verla.
— Cuando dos personas como tú y ella, o como Mina y yo, se encuentran, no las atraviesa una miserable flecha como la de cupido. Las traspasa y une una lanza. Algo difícil, duro e imposible de romper con fuerza física. Eres mucho leyes y abogacía pero nada de sentimientos, Dahyun.
— Cierra la boca.
— Como sea —Chaeyoung entrecerró los ojos y se acercó más al parabrisas: una cantidad de niños se acercaban y dispersaban en distintos lados y frente al llamado de sus padres ahora vas, traes a mi hija y siente por ti misma lo que te dije antes.
No hubo quejas ni palabras. Dahyun se bajó del coche y con ansias llegó hasta la maestra de Heejin, que sostenía de la mano a la niña. Chaeyoung sonrió, su pequeña hija gritó emocionada por la coreana y se colgó de ella en un abrazo.
Mientras se acercaban a ella, se desafió a sí misma que esa sería la solución para sus amigas. Algo o alguien que les hiciera olvidar el trabajo, el dinero y el tiempo que perdían en ello. Necesitaban comenzar a formar una familia.
El problema, fue que notó que Heejin ya tenía la edad adecuada para tener un hermano pequeño. Que ella y Mina podrían aprovechar y hablarlo, pensar en la posibilidad de un hijo más, el hermano que Jihoon tanto les reclamaba.
Infló su pecho y soltó el aire cuando su hija abrió la puerta trasera y se subió con algo de dificultad. Se coló entre los asientos y abrazó su cuello antes de dejarle un beso en la mejilla. Cuando Heejin se acomodó en su lugar, notó la mirada soñadora de Dahyun en ellas.
— Ma, Dubu me dará un gato ―encendió el motor y fulminó con la mirada a su amiga. Desde que Oliver había enfermado dos inviernos atrás, se prometió no volvería a tener otra mascota. No soportaría volver a ver a Heejin llorar por la partida del perro.
— Sí, cariño —le dijo moviendo la palanca de cambios y alejándose de allí de felpa, otro más en tu colección— la celebración de su hija fue suficiente para no continuar reclamándole a Dahyun.
Con la pequeña mochila de su hija en la mano y dos bolsas de compras en la otra, Chaeyoung empujó la puerta con el pie luego de que Heejin corriera y no se percatara de dejarla abierta para ella.
Adentro, evitó mirar la imagen del living y pasó directo a la cocina para dejar las cosas. Regresó, a los sillones, y le dio un manotazo al brazo de Yohan que abrazaba los hombros de Olivia.
Ambos solo la vieron y ella lo miró un momento, transmitiéndole un claro mensaje al pelinegro y novio de su hija. Lo vió tragar con fuerzas, incluso y ambos jóvenes se separaron por unos centímetros. Les sonrió con sorna y caminó escaleras arriba, directo al cuarto de Beom-gyu. Abrió la puerta sin golpear y la dejó de esa manera, descubriendo a su hijo acostado con Hanna mientras conversaban por lo bajo.
— Las puertas siempre abiertas. Hay que dejar ventilar la casa —les dijo y sin esperar respuesta los dejó otra vez solos.
Caminó e ingresó a su cuarto, sorprendiéndose al no encontrar a Mina en el. Regresó por sus pasos y allí, al final del pasillo, en su cuarto especial, sonrió al verla hacer algo de ejercicios.
— Mi casa está llena de adolescentes ¿qué haces aquí?
— ¿Tu casa?
— Nuestra casa... ¿por qué tengo a todos esos niñitos hormonales aquí? —Mina alzó sus pies, en un ejercicio junto a sus brazos y bajó del caño para tomar una toalla.
— Cuando dejes de exagerar con eso, el mundo se acabará. O mejor aún, comenzará el apocalipsis zombie. Solo están viendo una película, Chaeyoung y son las cuatro de la tarde, relájate ¿Y Heejin?
— Abajo. Hoy salió muy contenta de su salón, tendrías que haberla visto.
— ¿De verdad? Eso es bueno, tiene que ir acostumbrándose para el año entrante ¿hablaste con Dahyun? —Chaeyoung asintió, tomando una botella de un costado y acercándose a ella.
— La dejé en el aeropuerto antes de venir, te envía saludos. Lo solucionarán, estoy segura agregó tendiéndosela y se detuvo un segundo, a observarla beber con el sudor en su frente, en su pecho y su abdomen libre gracias a ese pequeño top deportivo.
Se lamió el labio y acortó la distancia. Una de sus manos se estiró hasta Mina y se acomodó en su cadera, permitiéndole que continuara bebiendo.
— ¿Mina? —un murmuro salió de la rubia por la ocupación de su boca en el pico de la botella y ella bajó la vista hasta su abdomen, suspirando y negando ligeramente nada. Solo no hagas tantos ejercicios, esas pastillas no aumentan tu peso.
Mina alejó la botella y la apretó en su dirección, lanzándole un chorro directo a la cara.
— Claro que sí...Voy a ducharme ¿trajiste lo que te encargué de la tienda?
— Ajá ¿por qué me pediste tantas cosas?
— Hanna y Louis se quedarán a cenar —Chaeyoung gesticuló con fastidio y dejó caer sus brazos, vencida a esas palabras— Giselle también vendrá, Olivia la invitó para que no te molestaras tanto.
— Está bien, pero tú prepara...
— ¿Y puedes ir preparando la cena? En la heladera te dejé la receta-ñ —la cortó dejándole un beso en los labios y pasando a su lado— ¡Te amo! —le recordó mientras se alejaba y ella se pasó una mano por el cabello: odiaba cocinar.
Cuando pasó frente al cuarto de su hijo, se detuvo un momento y apuntó bajo su ojo y luego a él, en señal de que estaba vigilándolo. Tras bajar las escaleras, cuando pasó tras Olivia, giró y le dedicó lo mismo a Yohan, que la observaba con algo de miedo.
— ¿Qué haces, hija? —le preguntó a Heejin que estaba arrodillada sobre una silla y pintaba algo sobre la mesa.
— Un dibujo.
— ¿Para mamá?
— No, ma. Para Giselle —Chaeyoung se detuvo frente a la alacena y, con sus brazos alzados en ella, la vió por sobre su hombro.
— ¿Para Giselle?
— Sí.
— ¿Y a mamá no vas a pintarle nada?
— Luego —rodó los ojos, algo molesta y continuó sacando unos bols para cocinar.
— ¿Ayudas a mamá, Heejin?
— No ahora, no puedo...Giselle viene hoy.
— Ajá, si, vendrá a cenar.
— Mamá —se acercó Olivia hasta ella mientras cortaba tomates± este año ya tengo la edad suficiente para irme de vacaciones con mis amigos ¿cierto?
— No.
— ¡Pero mamá! Todo el salón alquilará unas cabañas fuera de la ciudad, el gasto es menos y estaremos todos. No voy a ser la única en ausentarse.
— Ya te respondí, Olivia. Tienes 15 apenas.
— Giselle también irá —se excusó. Por mucho que su mejor amiga era la capitana de las porrista, era la joven más responsable y sensata del Instituto, nadie obtenía quejas de ella y cuidaba de Olivia como una hermana mayor, a pesar de ser unos meses menor.
— ¿Giselle? —preguntó Heejin.
— Sí, Giselle y su novio.
— Tonto —agregó la pequeña, bajándose de la silla y llevándose con ella el dibujo y algunos crayones.
— He dicho que no, Olivia ¿tan difícil es entenderlo?
— ¡Bien! Y cuando todos se burlen de mí, espero que salgas a defenderme y a dar tus razones por lo que me lo prohibiste —Olivia golpeó su pie contra el piso y regresó junto a su novio.
Chaeyoung continuó cortando y bufando por lo bajo. Su hija se merecía esas vacaciones, era un excelente estudiante y a ella le gustaba la manera en que cuidaba a Heejin. Pero no quería imaginarla lejos, sin la supervisión de un adulto y con su novio cerca.
Arrojó la cebolla recién cortada dentro de una olla y se detuvo un momento a pensar. Desde el primer momento, Olivia demostró ser su propio espejo, el reflejo de lo que ella era en verdad. Sin tan solo a veces sus personalidades no chocaran, quizá fuese más fácil darle a entender ciertas cosas.
Recordó cuando la conoció, con esa ironía que tan bien manejaba a los 9 años y masticando un chicle, apoyando su personalidad liberal. Y la imagen de Heejin saliendo del salón, minutos atrás, se sumó a su mente.
Notó que crecían rápido y que en algún momento iba a tener que darles la independencia que se merecían. Suspiró, arrepintiéndose de tomar esa rápida decisión con Olivia y no haberle dado la ilusión siquiera de decirle que lo pensaría, que hablarían y quizá podía irse con sus amigos de vacaciones.
Unos brazos rodearon su cintura y el aroma de Mina llegó a su nariz. Se irguió, sintiéndola apretarse contra su espalda y dejó el cuchillo a un lado antes de hablarle:
— ¿Mina?
— ¿Si?
— ¿Has pensado en tener otro hijo?
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