Capítulo II: El regalo
13 de junio, 19:40 y Mina sabía que esos detalles ya deberían ser los últimos. No apenas los primeros. Pero le estaba costando demasiado poder lograrlos con Heejin sacudiendo sus pies en la mochila canguro donde la sostenía, frente a su pecho y a Beom-gyu jugar con el carro de compras, mientras llevaba a Somi dentro y cual pista de automóviles.
La tienda cerraría en unos minutos y aún iba por el segundo producto de la lista que había preparado. Debía apresurarse y acabar con aquello antes de las ocho. O podría haber hecho esas compras días atrás, con más anticipación y no estaría tan nerviosa como en ese momento.
Sacudió la cabeza, reclamándose su propio reclamo y aceleró el paso, tomando algunas bolsas de copetín de una góndola y arrojándola dentro del carro.
— Necesito que se queden quietos ¿pueden parar ya? —Les ordenó a sus hijos mayores que reían por sus andanzas en ese largo pasillo la tienda cerrará...
— A todos nuestros clientes, se les informa que la tienda cerrará en 15 minutos. Gracias —se oyó desde un altoparlante y ella les sonrió con molestia.
— ¿Han oído? Así que permanezcan tranquilos y ayúdenme con...no, mejor no. Tomen —murmuró partiendo al medio el papel y entregándoles una parte a Beom-gyu— vayan comprando eso y con Heejin haremos el resto.
— Dijiste que nos quedáramos quietos —le recordó Olivia, acostada dentro del carro y quitándose un momento el chupetín de la boca. Mina la fulminó con la mirada— nos vemos en la caja —la niña chasqueó los dedos y fue suficiente para que su hermano empujara el momentáneo vehículo y se perdieran en el pasillo de al lado.
Mina suspiró aliviada, no importaba que tanto se moviera Heejin, al menos sin los griterios de Olivia y Beom-gyu podría hacer las cosas más tranquilas.
Arrastró su carro y continuó su camino.
— Ahora ¿dónde está el chocolate para derretir?
— Durazno en lata.
— Durazno en lata —repitió Olivia arrojando el producto a su lado.
— Crema para batir.
— ¿Almendras cortadas? ¿Qué son almendras cortadas? —preguntó Beom-gyu confuso.
— Son almendras pero cortadas. No hay almendras cortadas. Chispas de chocolates será lo mismo aseguró al tomar otro paquete ¿qué más?
— Azúcar...mantequilla —continuó leyendo Beom-gyu luego de que su hermana guardara el resto de ingredientes— Levadura, huevos...¿aquí no hay huevos?
— No en esta sección, luego iremos por ellos ¿algo más de aquí? —preguntó poniéndose de pie y guardando algo que la lista no decía pero era de sus cosas favoritas: cereales de colores.
— Relleno de vainilla.
— De frutilla es igual —Murmuró al guardar otro, solo por ser el envase más cercano que tenía.
— Pero a mamá no le gustan las frutillas.
— Mejor, más para nosotros ¿algo más?
— No, Olivia. El pastel es para mamá y tenemos que llevar lo que a ella le guste —Le reclamó él, quitándole el paquete de la mano y regresándolo a su lugar— Tiene que haber más rellenos de...
— Relleno de vainilla. El último, ya, no seas tan gallina —lo cortó ella estirándose hacia la pila más alta y tomando finalmente la pequeña caja-
— ¿lo ves? No hay de qué preocu...
— Relleno de vainilla, gracias a Dios —El último una anciana, con temblor en sus brazos y su bastón a un lado, le quitaba la caja con el polvo de relleno dentro, antes de que pudiese guardarla. Su rostro mostraba felicidad, junto a sus ojos cerrados y mientras la resguardaba contra su pecho. Olivia gesticuló confundida y volteó a ver a su hermano— Les daré un chupetín a cada uno por dejármelo.
— Ni lo sueñe —Le arrebató la niña nuevamente la caja pero la mujer la retuvo, en una pequeña guerra por tirarla de ambos lados y ganarla— Oiga señora, nosotros lo tomamos primero.
— Pero necesito este relleno. Es el último, lo has dicho, querida y realmente me es necesario.
— Señora —se coló Beom-gyu llegando frente a ella mi madre cumple años mañana y el único relleno que come es el de vainilla— Puede tomar los de frutilla —Agregó señalando hacia atrás que aún hay y muchos.
— Pero prepararé un pastel para mi marido y es alérgico a las frutillas. Cumplimos cincuenta años de casados el fin de semana.
— No nos interesa.
— Por supuesto que no —lo apoyó Olivia— nuestro pastel es para nuestra madre y ella detesta las frutillas. Así que démelo —continuó jalando otra vez la caja pero la anciana no cedió.
— Niños, por favor, les daré un chocolate también. Mi esposo podría tener un infarto si come algo a lo que es alérgico.
— Ay, por favor. Debe tener unos 90 años, morirá de todas formas ¡que me lo dé! —Un intento más de Olivia por quitárselo pero fue en vano. La mujer logró de un solo jalón arrebatárselo y alejarse de ellos con rapidez. Ella en cambio cayó directo al suelo, en un doloroso y sonoro impacto— estoy bien ¡estoy bien! —alejó a Beom-gyu que pretendía ayudarla. De un salto, regresó dentro del carro y giró a verlo.
Los dos se miraron y sonrieron al mismo tiempo. Olivia asintió y se sentó nuevamente. Beom-gyu volvió a tomarlo desde atrás, fingiendo una aceleración en el caño de manejarlo solo por diversión.
— Tenemos que detenerla antes de que llegue al final del pasillo ―murmuró ella con los ojos entrecerrados sobre la anciana y tomándose de los costados del carro. Como si de contrariar a su edad se tratara, el sentido auditivo de la mujer la alertó y los observó por sobre su hombro, apresurando su paso en un pequeño trote— ese relleno es nuestro ¡acelera, Beom-gyu!
Y él lo hizo. Con un sonido saliendo de su boca, agitado, condujo hasta la mujer que, ya con su bastón olvidado, continuaba su escape casi cojeando.
— Si llega a la caja estamos muertos — murmuró Olivia.
— No llegará a la caja ―él aseguró más la fuerza sobre sus piernas y corrió, empujando el móvil y llegando hasta la mujer. Pasaron a su lado y, tras pretender simplemente quitárselo y no lograrlo, se detuvo con violencia frente a ella, interceptando su paso— Denos eso, abuela.
— Un chupetín, un chocolate y...y un dólar. Es mi última oferta.
— ¿Un dólar? Tenemos cientos de esos —se burló la niña poniéndose de pie dentro del carro y estirando uno de sus brazos— devuélvamelo.
La mujer los miró y ella entrecerró los ojos. Conocía esos gestos, esa mirada dulce, fingida que puso en un segundo y la rapidez con la que suavizó su rostro. Con una última sonrisa satisfecha, la anciana abrió la boca y alardeó con seguridad.
— Sería una pena que su madre los viera comportarse así ¿cierto? —ellos miraron a su alrededor. Había mujeres junto a niños, la sección de verduras y carnes estaba cerca, pero no, Mina no estaba allí.
— Nuestra madre no está aquí —los delató Beom-gyu y ella volteó a verlo, dejándole un golpe en el brazo.
— Cierra la boca, tonto.
— Oh —se burló la mujer retrocediendo unos pasos entonces habrá que buscarla.
— ¿Estás contento, idiota? —Le reclamó Olivia palmeando el carro para seguir a la anciana que volvió a correr lejos de ambos.
Había doblado en el pasillo de las galletas, según ella pero estaban frente a el ahora y no había rastros de la mujer. Beom-gyu maniobró el móvil y continuó hasta la góndola siguiente, pero tampoco había rastros de ella.
— ¿Es en serio? ¡Tiene miles de años! ¿dónde demonios se fue? —uno, dos y finalmente el pasillo anterior al último. Se detuvieron allí y a lo lejos, en la otra punta, la vieron caminar con lentitud hacia el sector de los lácteos.
— Olivia ¿esa es mamá? —asintió. Mina tomaba unas cajas de leche de perfil a ellos.
La anciana se acercó a una pareja y ellos negaron con la cabeza, sonriéndole luego de que ella lo hiciera. Tocó el hombro de otra mujer y la misma negó otra vez. Mina era su próximo destino.
— Si llega a mamá...
— No llegará —repitió él poniendo a andar el carro. La anciana caminaba con total soltura y confianza, lenta, pero en unos pasos estaría al lado de la rubia.
Estando a unos centímetros de la sección, Olivia estiró su brazo izquierdo y arrojó todo lo que encontraron en su camino, llamando la atención de los demás y finalmente pasó al lado de la mujer. Recuperando su relleno de vainilla y pasando tras Mina como un relámpago.
Beom-gyu dobló allí mismo, al terminar el pasillo y comenzó a descender la velocidad tras ocupar otro, lleno y perdiéndose entre el resto de personas.
— "Atención clientes, en 5 minutos la tienda se cerrará" —Frenó, casi con perfección y esperó a que su hermana se pusiera de pie y la ayudó a bajarse.
Para pasar desapercibidos, juntaron lo comprado y abandonaron el carro. Caminaron sin problemas hasta una de las cajas y ocuparon un lugar en la fila de espera.
— ¿Consiguieron todo? —Les preguntó Mina llegando a ellos y adelantándose hasta el otro lado de la cinta.
— Todo, mamá —Aseguraron con una sonrisa— ¿podemos llevar galletas de chocolates? No estaban en la lista —inquirió Olivia.
— Comerán pastel, cariño. Ya sabes que el chocolate es en medida ―aseguró la rubia cargando las cosas en la bolsa y de repente se detuvo cuando, al mirar a su hija, la vió con una mano en su cadera, sólida y convincente. Un leve titubeo en su labio inferior y la rubia ladeó la cabeza, en señal de detenerla ni creas que lo lograrás.
— Uno —Contó la niña.
— Guarda eso en las bolsas y vámonos.
— Dos.
— Estarás castigada si siquiera lo piensas. Ni lo intentes —Repitió entre dientes.
— Tres —sonrió la castaña con sorna y Mina apretó los labios. De un segundo a otro, el griterío caprichoso casi en llanto de sus hijos, que llamaban la atención de todos mientras señalaban las galletas frente a ellos.
— Los asesinaré cuando lleguemos a casa —Les dijo al pasar tras ellos para tomar tres paquetes iguales y los enterraré en el jardín, como souvenirs. Se los juro.
Mientras esperaban el vuelto de lo importado, Olivia advirtió la cercanía de aquella anciana, junto al guardia de seguridad y palmeó la pierna de su hermano, a su lado.
— Mamá, iremos cargando las bolsas en el auto...te esperamos allí ¡te amamos! —Le gritó con las compras a cuestas y corriendo a la salida.
Mina los vió, confundida y con el ceño fruncido. Sin embargo, ahora que nuevamente todos la miraban por aquella exclamación de su hija, no pudo negarse sonreír con orgullo y felicidad.
Alzó su mentón y señaló a los niños y luego a sí misma, frente a los ojos de todos los demás: aquellas ganas de asesinarlos se habían esfumado.
23:57. Mina apagó la luz del cuarto de Beom-gyu y cerró la puerta, evitando hacer el mayor de los ruidos. El niño quería permanecer despierto hasta luego de la medianoche, para felicitar a Chaeyoung en su cumpleaños apenas comenzara el día, pero el sueño lo rindió y, al igual que Olivia, llevaban casi una hora ya durmiendo.
Ella había cocinado el pastel por la tarde y habían acordado partirlo a las 12, con la castaña presente y en un canto de cumpleaños. Sin embargo, solo Heejin aún estaba despierta y ella entendió por qué.
Caminó con una sonrisa y se adentró al cuarto que la pequeña ocupaba en casos especiales, como esa noche y abrazó a su esposa por la espalda. Chaeyoung tenía sus manos dentro de la cuna y acariciaba la cabeza de Heejin, mientras le susurraba alguna canción para que conciliara el sueño.
Pero, cuando se pegó tras ella, la niña movió sus pequeños pies y rió, pidiendo la atención de su rubia madre.
— No, Heejin, ya debes dormir —le ordenó la castaña, cubriéndola con la frazada color celeste— me llevaré a mamá ¿de acuerdo? —Los movimientos de sus piernas se detuvieron y, con total esfuerzo, la niña se puso de pie, sosteniéndose de los costados para llegar a Mina— no, me la llevaré. Acuéstate ya.
— Chaeyoung —reclamó ella llegando a su hija y tomándola entre sus brazos— ¿qué pasa, mi amor? ¿No tienes sueño?
— Es medianoche ya, debe tenerlo —insistió la castaña. Mina se movió apenas en su círculo, con suaves golpes en la espalda de Heejin y evitó mirarla de mala manera. Por el contrario, volteó a verla y le sonrió, recordando sus palabras de la hora en que estaban ya.
— Feliz cumpleaños a la persona que amo —le dijo deteniéndose contra sus labios y alzándose apenas a besarla. Tzuyu sonrió, sobre su boca, e intensificó el contacto al retenerla por la cintura— de tus 32 años, cumples el último junto a mí ¿puede eso continuar de esta manera?
— Puede. Y debe continuar así. Te quiero en mi vida cada cumpleaños, Sana. Cada fecha especial y cada día en que no se celebre nada también. Debes simplemente permanecer conmigo —La mano de Chaeyoung rodeaba su mejilla, tibia y suave transmitiéndole calor. Ella cerró los ojos y se dejó invadir por su cercanía, por su aliento a café ingresando en su nariz y por la caricia en su rostro— ¿te quedarás entonces, conmigo? —asintió, sin espera ni dudas y la castaña intentó volver a besarla.
Intentó. Porque una mano de Heejin la detuvo, justo sobre su hombro y amenazaba con empujarla hacia atrás si continuaba acercándose.
— Es mi cumpleaños —Se excusó con su hija pero la niña rió, antes de voltear y esconderse bajo el cuello de Mina— como sea ¿puedes acostarla? Estoy cansada y quiero darme una ducha.
No sabía si estaba celosa por interrumpir ese beso o porque Heejin parecía tener preferencia por Mina. Así que simplemente giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta. Un balbuceó, un pequeño sollozo la detuvo sobre el picaporte y regresó, notando a la niña con los brazos estirados hacia ella.
— ¿Me quieres? ¿Cierto que soy tu mami favorita?
— Muy maduro de tu parte, mi amor ―rió Sana golpeando su costilla— iré preparándote la tina con espumas —Agregó abandonando el cuarto.
— No le hagas caso —le dijo por lo bajo a la niña, sosteniéndola entre los bailoteos de sus brazos— debo ser tu mami favorita, cariño. Porque recuerda que mami Mina no te pertenece. No tanto como a mi.
Un silencio, nuevamente, y el sollozo de su hija aumentó. Convirtiéndose en llanto segundos después.
A decir verdad, no quería ese baño de espumas ahora. Solo 5 minutos le bastó hacer dormir a Heejin y luego caminó a su cuarto, descubriendo a Mina en un conjunto de lencería negro. La rubia estaba en la cama, sentada mientras pasaba crema por sus piernas.
Y si estaba ocupada en eso, significaba que no iba a acompañarla en la bañera. Y sola no tenia sentido ir, así que desistió de esa idea y se mantuvo contra la puerta, al cerrar y solo se dedicó a verla.
— ¿Cuánto hace que no hacemos el amor, Mina? —le preguntó sin vergüenza porque la habían perdido hace tiempo. Su esposa ni siquiera se asombró, simplemente alzó los hombros.
— ¿Una semana? ¿Dos?
— Error. 15 días —Mina la miró con desconfianza.
— No es cierto. Siendo tú no aguantarías tanto. Diez días como mucho, Chaeyoung.
— Diez, quince, veinte. Todo es igual —
le dijo cerrando con llave y rodeando la cama, para acercarse a ella.
— ¿Ahora qué? —le preguntó la rubia cuando la veía expectante.
— Cómo que ahora qué ¿ni siquiera voy a recibir algo como regalo de cumpleaños?
— ¿Quieres que te recuerde que tenemos a nuestra hija en la habitación de al lado?
— Heejin duerme 12 horas seguidas, Mina. No intentes excusarte. Además, para eso la hicimos dormir allí hoy ¿no? —la vió sonreír, de medio lado y ella la imitó.
La rubia se arrastró hasta al borde, deteniéndose frente a ella y abrió su cinturón. Chaeyoung enredó una mano en su cabellera y la acarició, amaba cederle el control al inicio y que Mina la manejara a su gusto.
Cuando bajó su cremallera, se desprendió la camisa y se la quitó, arrojándola a lo lejos junto a su brassier.
Mina bajó su pantalón y ella lo empujó cuando cayó sobre sus talones. Semidesnuda frente a su esposa, se inclinó hasta dejar las manos a ambos lados y obligarla a recostarse. Entre sus piernas, se meció sobre ella y atacó su cuello, con besos y mordidas que querían demostrarle cuánto la había extrañado en esa entrega corporal.
Mina la abrazó y, aún con el dominio de su lado, las volteó y reclamó su boca ahora estando sobre ella. Chaeyoung quiso quitarle el sostén, desnudarla pero no la dejó. La rubia se sentó sobre su bulto, apenas endurecido, y sostuvo su cabello un momento para hablarle.
— ¿Quieres que te dé mi regalo de cumpleaños? —Ella asintió, dejando las manos en su cadera pero Mina se alejó y abandonó la cama luego de darle un último beso.
— ¿Qué es?
— Quédate allí...deberíamos estar en nuestro cuarto —Susurró para ella, deseando porque Chaeyoung no fuese a elevar la voz cierra los ojos, la vió de reojo y se mordió el labio extasiada, descubriendo como la obedecía al instante.
Pasaron segundos, minutos en que Chaeyoung no oyó ni sintió nada. Eso estaba haciéndola sentir nerviosa. Siempre era ella la que salía con alguna locura a la hora de intimidar pero siempre se procuraba de que Mina lo disfrutara y sobre todo no saliera dañada.
Pero no estaba tan segura de que Mina pensara igual ¿habría preparado algo o solo estaba haciéndola perder tiempo?
— ¿Ya puedo abrirlos?
— No —la escuchó de repente nuevamente sobre ella y la sintió acomodarse a horcajadas— estás segura de esto ¿cierto? ¿y por qué no iba a estarlo? —Se preguntó y estaba por decírselo cuando sus manos fueron elevadas, hacia el respaldar y encerradas entre algo frío, de metal.
—Oh, esposas —sonrió ansiosa y los dedos de Mina pasaron por sus parpadas, obligándola a que los abriera.
Y lo hizo de manera desmesurada, cuando descubrió lo que la rubia sostenía en sus dos manos.
Chaeyoung se removió, nerviosa y de su boca entreabierta solo salió su respiración agitada.
— Eso...eso es...
— Esto es mi regalo —aseguró Mina roncamente. Ella se echó contra la almohada y volvió a apretar los ojos. Esperando porque todo comenzara de una vez.
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