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Seis

Pudo sentir el amargo sabor de sus jugos gástricos en su lengua, sintiéndose asqueado nuevamente a tal magnitud que su cuerpo se arqueo de manera espontánea, liberando nuevamente su estómago de aquella pesadez.

Sintió la mano de Nathalie en su espalda, brindándole el soporte que necesitaba en esa situación mientras sostenía un pequeño balde de plástico en su boca para que pudiese vomitar sin preocupaciones.

Cuando recuperó el aliento alejó con delicadeza el balde, pues no podía soportar el olor y temía que aquello le hiciera vomitar aún más.

— Gracias, Nathalie — Ella asintió en silencio mientras le extendía un pequeño pañuelo de seda. Gabriel lo tomó con delicadeza y procedió a limpiar sus labios.

— Sabe que en cualquier momento puedo llamar al médico, si usted lo desea — Comentó ella, ayudándole a recomponerse con una mano, mientras que con la otra acomodaba la almohada que le servía de respaldo en aquella gran cama.

— Estoy bien, sé que esto es parte del tratamiento — Respondió con tranquilidad, aclarándose su garganta, levemente incómodo.

Ella tomó el vaso de agua que se encontraba en la repisa, para después sentarse a un costado de Gabriel, entregándoselo con delicadeza.

— Lo que usted no quiere es que el médico lo vea así, y por consecuente le diga a Adrien de su deterioro — Declaró sin hacer ninguna expresión en su rostro.

Gabriel solo pudo suspirar, desviando su mirada hacia aquel vaso cristalino.

— Estoy bien, además — Tomó un trago de agua, sintiendo de pronto su garganta un poco mejor — No vale de nada que se preocupe más por algo que ya sabe —.

— Adrien siempre se preocupara por usted, señor, al igual que yo. No intente normalizar algo así —.

— Ya veo de quien aprendió la insistencia política — Comentó sin evitar reír un poco, para después aquella risa ser opacada por una tos algo brusca.

No es que tuviese una enfermedad terminal, o alguna clase de enfermedad incurable.

No es que tuviese la muerte a la vuelta del día.

Pero si tenía un cuerpo más deteriorado a cada día. Este había comenzado a fallar con sus riñones, y por consecuencia llego el deterioro.

Para Gabriel Agreste eso no era vida, era estar atado a ella, dependiendo de máquinas para poder vivir un día más con tranquilidad. A pesar que, cada día que pasaba, parecía consumirse su energía.

Aun así, se negaba a dejar el mundo tan rápido. Aún le quedaba mucho por ver.

Le queda mucho de su hijo por disfrutar, a decir verdad.

No quería dejarlo solo. Aún quería verlo con su propia familia, conocer a sus nietos. Definitivamente aun no era su tiempo. Pero, se preguntaba si el tiempo de Adrien de tener su propia familia no se encontraba más lejano que su propia vida.

Y a pesar de sus palabras, de sus consejos acerca de sus planes y de cómo no le convencían; Se arrepentía un poco, pues tenía miedo de no ser capaz de dejar a su hijo en buenas manos.

— Nathalie ¿Crees que he aconsejado bien a Adrien? — Preguntó él.

Ella supo de inmediato a lo que se refería.

— No sabría que responder a eso, a decir verdad — Espetó, intentando evocar las palabras adecuadas hacia su mente — Pero, si le preocupa estar equivocado, no se preocupe, es Adrien —.

Gabriel levantó una ceja, confuso ante las palabras de ella.

— Lo sé, pero ¿Eso que tendría que ver? —.

— Hay posibilidades de que no siga su consejo, después de todo, es su hijo, señor —.

Él asintió ante sus palabras. Sonriendo levemente.

Ahora que lo pensaba, Adrien siempre se abría camino hacia lo que buscaba conseguir. Y esperaba que esto no fuese la excepción a pesar de sus propias palabras de angustia.

[...]

Él pudo notar de inmediato como la posición de ella se relajó en cuanto sus palabras salieron al aire, y si lo pensaba bien, no era para menos.

Marinette se encontraba observándolo de frente con una sonrisa nerviosa, él por su lado tampoco podía dejar de sonreír ante la nueva resolución que ambos tenían.

Y es que ¿Qué tan extraño sería que ambos tuvieran un hijo? Si muchas personas que no compartían un lazo emocional y aquella situación llegaba a ellos por una noche descontrolada podían tener un bebé ¿Qué les impedía a ellos que se conocían y guardaban un cariño especial, formar una familia?

Bien, lo admitía, sería una extraña familia así como aquel extraño plan al principio, pero dentro de sí mismo algo le decía que funcionaria.

― Entonces ¿Estás de acuerdo? ― Preguntó, reflejando durante un breve instante algo de duda ― ¡Me refiero! Fue una idea loca que pensé, pues, ambos queremos tener un hijo y luego el "plan d", y el e ― Balbuceo, entrecortando algunas palabras en su camino mientras movía sus manos haciendo ademanes, haciendo que Adrien no pudiese evitar recordar sus tiempos en el instituto ― Me refiero a que no quiero que te sientas obligado, o presionado ― Concluyó por fin, desviando levemente su mirada.

No tenía miedo, no se sentía afligido y mucho menos deseaba huir a miles de kilómetros ante tal propuesta, como habia visto en cientos de películas y series de televisión cuando se anunciaba la llegada de un bebé. Por el contrario, deseaba abrazar a su amiga por darle una nueva esperanza a aquel sueño suyo.

Tomó con delicadeza la mano de Marinette, quitándole el folleto que llevaba en ella sobre la practica in vitro que tanto había estado pensando antes de que él llegara mientras recordaba cuando su querido amigo Nino descubrió su futura paternidad, preguntándose si él había experimentado aquel sentimiento, o si incluso el suyo era mayor.

Aunque a diferencia de aquellas situaciones, ese bebé del cual hablaban aun no existía. Pero esperaba que lo hiciera pronto.

― Si te soy sincero, yo también pensé lo mismo ― Una sonrisa boba se formó en sus labios, sintiéndose con más ánimo del acostumbrado en esos últimos años ― Creo que las grandes mentes piensan igual, Marinette ― Intentó bromear con aquella frase que solían usar para sus irremediables fracasos en la vida amorosa.

Su broma habitual era esa; Las grandes mentes piensan igual, y por ende, terminan eligiendo las mismas parejas con los mismos males, aunque claro, él era el único que sabía la verdad del ex prometido de ella, después de todo, había pecado en lo mismo que su ex esposa.

― Es una locura ¿Sabes? ― Agregó ella, esperando que Adrien no se dejara llevar por la emoción del momento, y que tuviera tiempo de arrepentirse.

― Lo sé, estás loca ―.

― ¡Adrien! ― Lo regaño, colocando su mano libre sobre la de él que aun acariciaba la suya, observando la unión que formaba ― Esto es serio, estamos hablando de una vida que tendríamos que cuidar ambos, una responsabilidad ¡¿Me estas escuchando?! ― Al final de su pequeño discurso se atrevió a levantar la voz, notando como su amigo reía un poco.

Al contrario de lo que ella pensaba, Adrien no se estaba burlando de ella; Simplemente disfrutaba como su actitud había cambiado de un momento a otro.

Y claro, también pensaba en como explicarían eso a sus padres y amigos.

Por obviedad, aquella risa coqueta había sido producto de la cara que pondría su padre.

― Sí te escuche, lo siento, pero es que verte tomar la iniciativa a decirme sobre tener un plan e para después dudar, me recuerda viejos tiempos ― Murmuró, intentando sonar tranquilo, aunque lo cierto era que su mente se encontraba hecha un caos con tantos pensamientos y emociones ― También sé de toda la responsabilidad que conlleva, pensar en ello me hace feliz, porque bueno, es una oportunidad para los dos ― Hizo una breve pausa, intentando encontrar las palabras adecuadas ―. ¿Qué mejor mamá para mi hijo que tú, alguien a quien quiero y respeto? No me da miedo compartir esa felicidad contigo, Marinette ―.

Compartir era una palabra que, a lo largo de toda su amistad los había acompañado una y otra vez.

Desde compartir penas, momentos, alegrías; Y en ciertos momentos, sentimientos.

Compartir su felicidad y uno de sus sueños no sonaba descabellado.

― ¿Estás seguro de esto? ― Cuestionó ella, sintiéndose conmovida por las palabras de su amigo.

Todo estaba tomando un ritmo descontrolado, uno que no había podido detener a medida que pasaban los minutos en aquella noche que, en teoría, sería una de las más tortuosas de su vida mientras revisaba sus escasas posibilidades.

Entonces, pudo confirmar un vago pensamiento que siempre tenía presente, a lo largo de gran parte de su vida: Cuando Adrien Agreste se involucraba en su vida, está siempre terminaba ponerla "patas arriba".

Y debía admitir que tantos cambios ocasionados por el ex modelo en muchas ocasiones le abrumaban, estaba segura que no se arrepentía de tener esa peculiar amistad con él.

Que de ahora en adelante, sería una amistad extraña. Pero en sus ojos podía ver la seguridad de sus palabras, y podía saber que podía confiar en él.

― Nunca me retracto de mi palabra ― Hizo una pausa, intentando darle un poco de seriedad a sus palabras. Por su parte, Marinette rodó los ojos, sabiendo cómo iba a terminar aquello ― Ese es mi camino Ninja ― Concluyó, haciendo alusión a aquel anime que tanto lo había marcado durante sus primeros años de adolescencia.

Ambos comenzaron a reír ante aquello, sintiendo como todo su ánimo parecía totalmente restaurado, sin aquel peso sobre sus hombros que tanto los había agobiado; Sus planes no fructíferos y el estrés que estos les generaban a su propio modo, de una u otra manera parecía quitarles energía, y ahora todo eso parecía quedar en el pasado.

Luego de que la risa cesara entre ambos, el silencio los acompaño por completo al no saber qué decir.

Ya lo habían decidido, claramente no dudaban pues era lo mejor para ambos, pero una pregunta rondaba en sus cabezas; ¿Ahora qué?

¿Qué debían hacer? ¿Qué debían preguntar?

¿Cuándo debían comenzar?

De pensar en ello, un leve rubor se instaló en las mejillas de Marinette, cayendo en cuenta de su anterior pensamiento; Intentar las veces que fuesen necesarias.

Era obvio que, para que eso sucediera, las cosas debían suceder al natural.

Adrien rápidamente comprendió aquella situación al ver el rostro de su amiga, quien reflejaba un intenso color carmín en sus mejillas.

Y de pronto una corriente eléctrica recorrió su espalda, erizando la piel de su cuello de una manera que nunca antes había ocurrido. Y es que sí, para que su plan funcionara sin tener que aquellos métodos costosos intervinieran, tendrían que hacerlo ellos.

Tendrían que tener sexo.

Y bien, pensaran que un hombre divorciado con nula actividad sexual en alrededor de dos años lo primero que brincaría a su mente seria aquello, y puede que estén en lo correcto. Pero al tratarse de aquel tema que, hasta días atrás había sido un tormento debido a su decisión de desistir completamente, aquello no llego a su mente hasta que pudo leer las facciones de Marinette.

Ambos eran adultos, pero eso no quitaba que en muchas ocasiones fuesen distraídos. Alya siempre lo decía, pues siempre pasaban por alto lo que tenían frente a sus ojos.

― Entonces, eso ― Murmuró ella, mordiendo con suavidad su labio, buscando tranquilizar su mente.

― Sí, ehm, eso ― Atinó a decir Adrien, separando su mano de las de ella, y haciendo ver que jugar con el cierre de su chaqueta era lo más interesante del mundo ― Creo que en este caso, tú tienes la última palabra para decidir cuándo, me refiero, es tu cuerpo y creo que las mujeres tienen ciertos días fértiles y eso ― Agregó con simplicidad, intentando a restarle importancia sobre lo que se tenía que hacer para poder llegar a lo cometido.

Marinette pensó en ese instante que si Alya estuviese ahí, seguramente se reiría por la actitud algo infantil que habían tomado con respecto a ese tema. Y no la culparía, a decir verdad.

Pero teniendo en cuenta la escases de esa clase de actividad que ambos habían vivido ese tiempo, bueno, las cosas se tornaban un poco incomodas.

― De hecho así es, y bueno sería lo mejor intentarlo durante esos días para que solo lo hagamos cuando sea necesario, seria sexo para poder procrear y no bueno, recrear ―.

― Entonces ¿Lo haremos? ― Preguntó Adrien, fijando su mirada en los ojos de Marinette.

― ¡¿Eh?! Pues ¡Claro! Es necesario si queremos lograr que quede embarazada ― Murmuró ella, atropellando sus palabras una con otra, nerviosa ― No me digas que planeas alguna cosa rara de inseminación artificial casera, porque eso podría lograr darme infecciones o algo por el estilo, Adrien ― Concluyó, señalando con su dedo de manera acusadora.

Él intentó no reír ante lo dicho por su amiga, pues, ambos apenas se encontraban procesando todo lo que habían decidido.

― No eso, Marinette ― La corrigió, tomando una gran bocanada de aire ― Me refiero a que si de verdad haremos esto, tener un bebé ―.

¿Han sentido aquella sensación de felicidad cuando recuperan la esperanza? ¿Cuándo aquello que creían perdido, vuelve de manera inesperada y sorprendente?

Como la primera vez que buscas una caracola en el mar, y crees que la corriente la arrastro a las profundidades de nuevo, pero pronto descubres que la arena logró que quedara anclada, justo para ti.

Adrien, en esos momentos, había sido la arena para Marinette, así como ella lo había sido para él.

Él no arriesgaría perder a su hijo a causa de una mujer extraña, lo podría tener en sus brazos.

Ella no arriesgaría el futuro profesional que se había forjado, ni el trabajo de sus empleados.

Quizás los juzgarían por aquella medida algo radical, y dirían muchas cosas sobre su extraño plan. Pero ambos podían ver en sus ojos que aquello realmente no importaba, y que harían de todo para que las cosas funcionaran.

Marinette levanto su mano hacia él, esperando que la tomara.

Adrien la tomó, sellando el pequeño plan que ambos en aquella noche habían pactado para su futuro.

― Tendremos un bebé ―.

[...]

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OK. En la ultima actualización mentí (Con lo del lemon en lo proximo) por que cuando me puse a editar los capitulos, me di cuenta que no encajaba, así que puse algo mas de "relleno" entre lo que sucede aquello. Pero, hey. Lo bueno de todo es que mientras desaparecí seguí escribiendo esto durante ratos.

Realmente espero que la editada que le dí no haya quedado ¿Peor?¿Melancolico? IDK. Tendran que verlo ustedes mismos.

Por ahora me retiro. Espero poder subir la siguiente parte el proximo lunes.

Un besote. Esto no esta muertoooo.

Ni yo.

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