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7 Su revancha

La misa comenzó, aunque no es algo que sea básicamente emocionante y aunque ni siquiera soy creyente, aquí estamos entre toda esta gente en el cuarto banco cerca del altar, estas malditas no podrían haber elegido un peor lugar para mí, eso me pasa por llegar sobre la hora.

—Ahora el salmo —dice el cura.

—Sí, el salmo —exclama Gabrielle y sé a que se refiere. Oh Darwin protegeme.

Toca la pantalla de su teléfono y yo cierro los ojos al sentir como juega con la intensidad, pasa de baja a media, no llega a la alta y lo agradezco... por ahora, porque sé que antes de que su tiempo termine, ella va a subir la intensidad a tope y terminaré arrodillada pidiendo clemencia de manera literal haciéndome creyente a esta entidad que llaman Dios. Aún así la intensidad que maneja me hace querer cerrar las piernas, pero sé que eso será contraproducente ya que sentiría aún más el aparato en mi parte íntima.

En cuánto el cura se pone a explicar de que se trata el salmo intento levantarme para irme, pero ella me frena subiendo la intensidad y se me escapa un suspiro ahogado que logro  contener en vez de sacar un gemido yo me bajo para arrodillarme abriendo las piernas lo más que la falda me permite mientras la intensidad sube y apoyo el trasero en la banca.

—¡Oh, Dios! —exclamo en cuanto el cura termina y todos se ponen en penitencia a rezar de rodillas, algunos me miran, pero siguen con los suyo. Mi cuerpo me avisa que el orgasmo está llegando y me tenso—. Gabrielle —la miro de costado diciendo su nombre en modo de suplica.

—Paro, solo rindete.

Miro el tiempo y queda 1 minuto y 30 segundos, yo puedo, me digo a mi misma. Ava del otro lado se ríe con los ojos cerrados, y la castaña con el control sube y bajaba la intensidad, a este paso no voy a lograr controlarme más, ya demasiado hago con controlar la respiración.

—¡Oh, sí, DIOS! —exclamo parándome de golpe cuando la tortura termina y siento algo bajar por mis piernas. Todos me miran— Yo estoy tan agradecida con... con Dios, por...

—¿Qué me dices de la virgen? Ella tuvo a nuestro señor Jesucristo —dice Ava con una sonrisa a mi lado, me provoca sabiendo que no creo que en estás cosas.

—Cállate —le digo agitada.

—Que mal no le quiere agradecer a la Virgen —el murmullo se hace presente y varios me miran.

Toca la pantalla del teléfono de Gabrielle y caigo de rodillas en la banca temblando, mientras cierro los ojos, esta me las paga.

—¡Dios, gracias a nuestra señora la Virgen! por traer a Jesuu... —siento la vibración y tiro el teléfono de sus manos intentando respirar—, jesús. Amén.

Me levanto y salgo a pasos apresurados de la iglesia, maldiciendo a Ava, a su estúpido juego y mi estúpida idea de meterme en esto.

—Padre cuando esa mujer entró aquí era atea, usted la ha hecho creyente —se da dos golpes en el pecho con el costado de su puño cerrado y lo señala—. Felicitaciones padre hizo a esa mujer de ciencia creyente, igual —da dos pasos al pasillo—, no le daré todo el mérito —muestra el teléfono de Gabrielle.

—¡Ava! —me vuelvo y la tomo del brazo arrastrándola afuera mientras ríe.

Me siento totalmente roja y acalorada, para peor encima siento algo filtrarse ente mis piernas, entonces agradezco tener falda y no haber traído pantalones como pensé.

—¡Estás haciendo trampa! —Le digo molesta— dijiste que no se podía seguir luego de que el tiempo terminara y tú has seguido tocando el teléfono.

—Que ustedes no podían, yo no dije nada de no hacerlo.

Gabrielle nos toma del brazo a ambas y nos lleva a su auto, sacándonos de la puerta de la iglesia dónde estoy teniendo un colapso de ira por lo tramposa que es Ava. La pelirroja se sienta atrás y yo adelante junto a la castaña.

—Claramente, yo gané el primer round y sin tocarte —dice con una gran sonrisa Gabrielle y la miro mal.

—¡¿No te das cuenta de la situación?! ¡Ella sigue tocando la aplicación luego de que ambas páramos! —digo exasperada.

Una idea viene a mí, nunca pusimos cuál sería el premio si alguna ganaba. Dibujo una sonrisa siniestra volteando lentamente cuál muñeca poseída y su petulante sonrisa, se borra de pronto y me mira con algo de pánico.

—Gabrielle nunca decidimos cual sería el premio de la ganadora —la miro y ella entiende de que le hablo al volver mi vista a Ava—. Si yo gano quiero que uses nuestro juguetito por 20 minutos dónde yo elija.

—¡No, yo no soy parte del trato! —expresa la pelirroja.

—Si yo gano te lo haré usar 21 minutos, no creo que aguantes más —dice Gabrielle.

—Que no, que yo no soy parte de esto.

—¿Crees que puedes divertirte a costa nuestra y no salir afectada? Entonces se termina el juego ahora —abro la puerta—, fue un gusto tenerte de contrincante —le estrecho la mano a la castaña.

—Si ya vimos que tuviste gusto y hasta crees ahora en Dios —comenta Ava atrás.

—Fue muy gracioso tener a una mujer de ciencia, suplicándole a un ente en el cual ni siquiera creo...

—Claro —me interrumpe—, hereje darwinista, has traído a la evolución invocando a Dios.

—No me vuelvas a dirigir la palabra.

Me bajo del auto tomando mi cartera, mientras que con un pañuelo limpio mis piernas, desde hace 5 años no me corría así. Llego a mi auto y a punto de abrir la puerta una mano la cierra y encuentro a Ava agitada.

—Quítate.

—Lori se compresible.

—Tienes cero estado físico ¿Qué fueron como cien metros? Parece que vas a morir, por favor quítate no quiero tu cadáver cerca de mi auto —me mira frunciendo el ceño y entrecerrando los ojos—. Ava, el juego se terminó. Haces trampa y no aceptas nada, déjame ir.

Se quita de la puerta y la abro, la veo frustrada aún parada al lado de mi auto, arranco y golpea mi ventanilla que bajo luego de colocarme mis anteojos de sol, se acerca apoyándose en el marco de la ventana y mira mi boca con descaro.

—Si yo gano ustedes usaran los juguetes a mi merced durante 20 minutos.

—¿Qué quieres decir?

—Que estoy dentro —suspira—, después de todo si es mi pellejo premio doble, voy a competir por mi honor —Suspiro sacando su brazo de mi ventana.

—Bien, pero a la próxima que le toca usarlo es a ti, luego te decimos, dónde, cuando y por cuánto tiempo.

Pongo la marcha en el auto para irme, pero ella no me deja, sino que se mete por la ventana abierta y me besa en la mejilla, la tengo tan cerca que logro sentir el perfume de su cuello y reprimo mis ganas de morderla, me da un segundo beso en la comisura de la boca y sonríe.

—¿Quieres otro beso? Solo queda un lugar para dártelo —sonrío de medio lado negando.

—Sal de mi auto o te llevaré a pasear colgada de la ventana —besa la punta de mi nariz y se sale riendo.

La veo caminar hacía el auto de Gabrielle y se sube riendo, despiendose ambas de mí con una sonrisa. Salgo a la autopista y me vuelvo encontrándolas de frente, les toco bocina y nos orillamos.

—¿Quieren ir por un café? Las invito.

—¿Quieres agradecerle a Dios cuándo estemos en la mesa antes de desayunar? Porque supongo que aún lo tienes puesto —es lo primero que me saque en cuanto pude. Abro la gaveta y le muestro mis bragas que vuelvo a guardar y ella se muerde el labio inferior.

—Has el intento y tal vez te consigo una entrevista con él en persona.

—¿Es una amenaza de muerte? Porque tengo una policía y no tengo miedo de usarla —le pica con un dedo la mejilla a Gabrielle y ella le da un golpe en la mano—. Bueno vamos a desayunar que la duquesa invita. Síguenos conozco un café cerca que sirve una tarta riquísima.

Las sigo y veo como Ava le acaricia el cabello a Gabrielle adelante, o se le acerca demasiado y una molestia inunda mi estómago y mi humor cambia, decido que mejor cancelo el desayuno, así que les llamo desde el auto.

—Hola, duquesa.

—Ava —digo tajante—, surgió algo así que me bajo del desayuno, perdón. Si quieren vayan a desayunar les paso el dinero, después de todo yo invitaba.

—¿Qué, por qué Lori? ¿No puedes cancelar lo que sea que surgió?

—No.

—¿Estás segura que surgió algo? —la sigo todavía y veo que se mete Gabrielle a un restaurante, me detengo y a punto de hacer marcha atrás, Ava abre la puerta del copiloto corriendo a mi auto y se sube— ¿Por qué te vas?

—Estás muy cómoda con Gabrielle, no quiero ser mal tercio, toma —busco en mi cartera y le doy dinero en efectivo—. Disfruten el desayuno y bájate de mi auto.

Baja la ventanilla y le grita a la castaña para que entre, a lo que la otra hace caso y se mete a la cafetería. Me mira y se coloca muy cerca frente a frente mirándome, pero yo no me amedrento.

—Hacía mucho que no te veía celosa.

—Pff no estoy celosa, no seas ridícula —me alejo blanqueando los ojos—. Tú y yo solo nos conocemos, no tenemos nada.

—Y sin embargo aquí estás en tu auto, afuera de una cafetería, haciéndome una escena de celos.

—Tienes que recetar la medicación, no consumirla.

—Y tú tienes que aceptar que estás celosa. Ya somos adultas ¿Qué es eso que se representó tan importante? —intento pensar en una mentira, pero no me sale nada, me he bloqueado— Bien —sonríe de medio lado sabiendo que triunfó—, estaciona y bájate para que vamos a desayunar ¿Te gusta ese cheesecake de fresa todavía? —asiento— genial, te esperamos adentro —se acerca y me besa cerca de la comisura de la boca y yo cierro los ojos suspirando.

Estaciono y me bajo, desayunamos tranquilas, compartimos los pasteles que pedimos, así que por esta vez pruebo cosas nuevas. La paso muy bien, sacando que tuve un orgasmo en una misa, frente a un montón de personas, también le hice una escena de celos a mi ex y hasta desee besarla.

Me subo al auto y suspiro sonriendo, este es el síndrome Ava, cada vez que la tengo cerca todo es diferente, nada es común o cotidiano, y me siento bien, podría decir que feliz, sí, de nuevo me siento feliz. Llego a mi departamento y antes de bajarme del auto busco mis bragas en la gaveta y no están, reviso muy bien y no están, cierro los ojos y suspiro.

—Ava, quiero mis bragas de vuelta.

—Hola, señorita Lorelei, soy la interna de la doctora Campbell, ella me pidió atender su llamada porque está ocupada. Quiere que le de su mensaje —aunque no puede verme, estoy totalmente roja.

—No, le agradezco —maldita demonio rojo esta me las paga.

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