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38 Estocolmo amistoso

Estábamos un día tomando el té son Sergei en la tarde, el clima está apacible y nosotros también, lleno su taza y se la llevo al living entregándosela, para sentarme a su lado descalzándome un pie y subiéndolo al sillón, cuando la conversación que meses después entendí surge en este momento.

—Ava, ¿conoces la historia del volcán Vesubio?

—Sí, el volcan que hizo erupción y arrasó con Pompeya, fue una gran tragedia.

—Exacto, Ava, una gran tragedia. Dime una cosa si tuvieras la posibilidad de evitarlo, si te dijeran que solo tienes que matar a unos cientos de personas para salvar a miles ¿lo harías? ¿matarías a cientos?

—No, no lo sé —le respondo frunciendo el ceño. Pero si lo sé si entre los cientos estuvieran ellas, mis mujeres, lo lamento por los miles, nada me haría sacrificar a mis dos grandes amores.

—¿Y si estuvieran tus amores entre esos cientos para salvar a esos miles, niños, mujeres, hombres? —sonrío y él me mira asintiendo— No las sacrificaría ¿verdad?

—No, nunca me he considerado una heroína capaz de sacrificar a las personas que amo y de hecho no lo haría, así fueran solo dos vidas por las de millones.

—Me agradas, Ava —me lo dice seguido—. En eso concordamos bastante, yo no sacrificaría nunca a una persona que amo por salvar a cientos, millones o miles, pero me tocó hacerlo, alguien eligió por mí y ahora tocará enfrentar las consecuencias de su decisión —me sonríe y noto algo que no había visto antes él que me hizo tener miedo, sadismo. Lo reconocía en mis pacientes con ese fetiche, reconozco esa mirada dónde sea, porque además había algo de maldad en esas palabras—. Quizás no lo entiendas ahora, Ava —si le gusta mucho pronunciar mi nombre, pero también sé que es una estrategia psicológica—, pero algún día te lo explicaré.

Luego de esa charla, tan rara y tan random, no volvimos a tener una conversación así y lo agradecía porque lo que vi esta noche en este hombre que se había mostrado amable todo el tiempo, me hizo temer. 

Llevo un par de días con Sergei, conversamos de muchas cosas inclusive hasta hemos bailado en la sala un vals. Sergei se nota una persona agradable, claro si dejamos de lado el tema de que secuestra personas para vivir.

—Ava hoy es tu día de suerte.

—¿A qué te refieres? —le pregunto cuando entra con una gran sonrisa.

—Tus mujeres han hecho lo que tenían que hacer y por cierto, tu duquesa es todo una Piya inteligente —aprieta mi mejilla—, tenías razón es muy inteligente.

—¿Me dejarás ir?

—Sí, pero tienes que quedarte aquí seguro vendrán por ti. La agente federal también es buena —no entiendo porque se ve tan feliz. Bueno no es que yo no lo esté es que disfrutaba de la compañía de Sergei—. Lo único es que te vamos a encerrar en la habitación principal, porque los federales son muy desconfiados, créeme que no le doy a todos mis secuestrados este trato y si te ven libremente caminando por la casa van a pensar que estás involucrada y no quiero que tengas problemas, Ava, me caes bien.

—Sergi ¿Ya no nos volveremos a ver? —le pregunto algo cabizbaja y él se ríe.

—Eres rara doctora, cualquiera estaría feliz de ser libre.

—Es que has sido todo un caballero, muy amable y me has tratado muy bien siempre, aparte de que eres culto y un muy buen músico.

—Yo también me la he pasado muy bien contigo —toma mis manos—. Hagamos algo, para este número en tres meses te espero en el café de London y Squeare, exactamente a las 10 a.m. ¿Qué te parece? —asiento y lo abrazo, ni siquiera puedo rodear su cintura, él es en verdad enorme, también me devuelve el abrazo— Cuídate, Ava, tienes a dos mujeres que te aman con locura, yo tuve a alguien así —sus ojos se llenan de lágrimas— falleció hace dos meses —intenta sonreír y traga—, ahora vamos así te esposo a la cama, te cierro y mis hombres y yo nos vamos.

Subimos las escaleras, entro a mi habitación, me esposa, me tira un beso al cerrar la puerta y cierra con llave. Corro la cama a la ventana con rejas y los veo marcharse, él me saluda con la mano y una sonrisa antes de subirse a la camioneta colocándose su saco. Me cae muy bien, ojalá no fuera su negocio secuestrar gente. Espero por unas una hora y cansada me acuesto en la cama, como se tardan en venirme a buscar, que flojera, pero tampoco me puedo dormir, ya lo intenté y es incómodo si estoy esposada a la cama, bueno si la situación fuera otra no me molestaría, pero en fin.

Tocan la puerta y haciendo uso de mis dotes actorales, golpee la ventana desesperada, dos agentes disfrazados de civil, desenfundan sus armas y entran, escucho los golpes derivar la puerta y los veo salir de inmediato, tan rápido como entraron.

—¡A dónde van pedazo de inútiles!

Media hora después tenía a un escuadrón de la policía rodeando la casa y entre ellos una cara familiar bajó de una de las camionetas corriendo, pero fue interceptada por sus compañeros. Gabrielle estaba furiosa y dispuesta a derivar a todo aquel que se interpusiera entre ella y yo, en otra camioneta Madeleine se hizo presente con Lori, que subió su vista a verme para mirarme con preocupación y culpa, mientras pegaba mi mano libre a la ventana. Entendí que sucedía cuando llegó el escuadrón antibombas, Sergei había dejado dispositivos explosivos o caí en la cuenta, había dejado las bombas que tenía Terrence en su poder.

Los agentes salieron con las bombas y fue Gabrielle quién se puso a la cabeza para entrar y reventar la puerta de la habitación y subir, ella es quién entró primero, revisando el perímetro, tiró su arma a un lado y me abrazo, mientras alguien cortaba la esposa que me unía a la cama para poder estrecharla entre mis brazos con ambas manos.

—Estoy bien, amor, estoy bien.

—Lo lamento, no te cuidé como debería, no las cuidé como debería, lo lamento tanto.

—Gabrielle viniste por mí, ambas vinieron, estás aquí.

—Ella te encontró, fue Lori quién te encontró.

Bajamos las escaleras de esa casa mientras los agentes entran revisando todo, me colocan un abrigo del FBI sobre los hombros, los médicos me revisan, sueltan la esposa que quedó en mi muñeca y Lori no ha apartado la vista de mí ni un segundo, me observa preocupada y escucha atenta cuando respondo algunas preguntas. Sergei, me había sugerido que practicáramos que responder cuando ellos me preguntaran para que no me viera perjudicada y eso fue lo que dije, siguiendo el libreto que habíamos practicado al pie de la letra.

—¿Esperas que te de permiso, Nottingham? —ella se acercó, pero no tanto, conservó su distancia a dos pasos de mí con los brazos cruzados y sus manos presionando cada brazo a los lados, como si se estuviera conteniendo a si misma para no acercase— Estoy bien —ella asiente aún con el ceño fruncido y seria sin dejar de mirar el suelo—. Gabs me dijo que tú me encontraste —sube la vista a mi rostro y por fin puedo ver esos cafés que tanto amo—, gracias —no dice nada, solo asiente.

—Doctora Campbell tenemos que irnos a la cede—me dice uno de los agentes.

—¿Me darían un momento? —él mira a Maddy que le da el ok con un asentimiento de cabeza— Gabrielle —la llamo y ella deja de hablar con la rubia, ambas parecen preocupadas, lago pasó.

—Se llevaron a Terrence, atacaron el comboy donde se lo llevaban, solo a él —dice Gabrielle—, pero no me importa, te tenemos con nosotras —me regala una sonrisa y extiende su mano para tomar la mía.

—Estos días que estuve aquí, tuve tiempo para pensar algunas cosas que quiero decirles a ambas. Desde que moriste, Gabrielle se echaba la culpa cada día por la última discusión que tuvieron y tú te fuiste sin regresar, cortando toda comunicación con nosotras, que ahora entendemos, pero no dejó de doler ¿Sabes lo doloroso que fue verte elegir a ese mal nacido cuando fuimos a verte?

—Yo solo hice lo que pude para protegerlas —dice apartando la mirada.

—Y lo entendemos, ahora que lo sabemos, pero no por eso duele y dolió menos. Aquí siempre tendrás un lugar con nosotras, cuando todo acabe y estes fuera de peligro, puedes decidir a donde quieres ir, pero nosotras de aquí no nos movemos.

—¿Qué quieres decir? —pregunta frunciendo el ceño.

—Nosotras ya dejamos todo una vez, Gabs cerrará este caso y le darán el pase aquí a Londres y si te soy honesta, odio Estados Unidos —me río, siempre lo supe—. Ahora te toca a ti dar ese salto de fe por nosotras, Lorelei, yo honestamente no tengo ni las ganas, ni las energías para mudarme de país de nuevo. Puedes quedarte y hacemos recuerdos nuevos, recuerdos gratos o puedes irte —Gabrielle la mira con pánico, pero yo estoy segura, ahora puedo poner yo mis reglas—. No respondas ahora, no hace falta, piensa en lo que quieres y luego nos dices —tomo su mano suspirando y veo como ella las mira juntas y suspira con sus ojos llenándose de lágrimas.

LORELEI

Pienso como siempre en fracciones de segundos, en el pasado no quise mudarme, tenía mi vida, mi carrera, mi trabajo todo en América y no vislumbraba la posibilidad de dejar lo que tanto esfuerzo me había tomado para mudarme a un país, que lo único que me había dado eran malos recuerdos y apostar a una relación que no sabía si funcionaría.

Pero ahora después de tanto no tenía una carrera a la cual volver, él me había obligado a renunciar a la universidad, mi casa había sido alquilada, mi auto y camionetas vendidos, y estaba otra vez desde cero en Londres que me había quitado tanto, pero ahora también me estaba dando mucho.

Quizás este momento era la oportunidad que esperaba para abrir mi propio taller y laboratorio como siempre había querido, para enfocar la investigación en temas que a mí me interesaban, aparte de dejarme la patentes al cien por cien en vez de compartirla con la universidad. Ahora las tengo de nuevo a ellas, estamos las tres juntas y todas esas cosas que parecieron tan importantes e imposibles de renunciar en el pasado, ahora no tienen relevancia. Porque puedo empezar de cero con cualquiera de esas cosas, pero no podría empezar de cero con una nueva Ava y una nueva Gabrielle.

—Me quedo, no existe un lugar en el que quiera estar sino están conmigo.

Decir que saltaron de felicidad es decir poco, Gabrielle me tomó haciéndome girar en el aire y también tomó a Ava, mientras las tres reímos de felicidad, por primera vez en meses soy plenamente feliz de nuevo y es cuando caigo en la cuenta y comienzo a llorar, ellas se asustan y yo solo me arrodillo frente a ellas sobre el barro y no me importa, ni siquiera estar ante una multitud de gente que me ve, yo no soy una orgullosa sin remedio como mi prima, que no se arrodilla ante nadie, ni ante su propio padre el rey.

—Perdón, lo siento tanto, yo las lastimé y me arrepiento de haberlo hecho, pero hice lo que creí mejor en ese momento, solo quise protegerlas.

—Lori, levántate por favor —intenta pararme la castaña.

—No, yo quiero que sepan que lo siento —las veo con lágrimas en los ojos—. Les prometo que no volveré a irme, no voy a dejarlas, voy a poner todo de mí para que lo nuestro funcione.

Gabrielle se arrodilla primero y me abraza acunándome entre lágrimas.

—Te perdoné en el momento que te vi respirar, solo me bastó saber que estabas viva para perdonarte —miro a Ava que se mantiene parada y me observa preocupada con los puños cerrados—. Ava —la llama Gabrielle preocupada.

—Yo te perdonaré solo si tachas una cosa de mi lista —la miro y sonrío, es la misma de siempre con sus ocurrencias.

—¿Qué más tienes en tu lista, amor? —sonríe cuando la llamo así y se tira al suelo con nosotras, secando mis lágrimas con sus pulgares.

—Yo nunca me he casado —dice una sonrisa—, pero también vas a tener que colaborar con esto Gabs. En un futuro ¿serán mis esposas?

—Si para ti es importante tacharlo de lista, cuenta conmigo —le digo besando su mano.

—Y conmigo —le dice la castaña a mi lado besando su mejilla.

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