17 Mi respuesta, sus propuestas
Es hora de tomar una decisión, no soy la que era a los 17, han pasado años de esa adolescente que dejó al amor de su vida por la amenaza de sus padres y para proteger a ambas de cualquier represalia.
Apenas era una chiquilla inexperta, asustada, que solo hizo lo mejor para ambas, aunque en nunca olvide a Ava, y aunque creí que la perdí para siempre, ella volvió a mí y ahora junto a nuestra otra mujer, Gabrielle. Solo hay una respuesta para ellas.
—Yo no sé si estoy realmente lista para esto —ellas se tensan para luego compartir una mirada—, lo que...
—Si esto es demasiado para ti, las tres, quédate con Ava, ella lleva años...
—Cariño —interrumpo y beso su mano—, aún no termino de hablar —asiente y se queda callada—. Lo que si sé, es que quiero intentarlo, honestamente no sé que puedo ofrecerles o a esta relación las tres, pero haré lo que haga falta para que funcione.
—¿Es un sí?
—Sí, Ava, es un a las tr...
No me deja terminar la oración que ya la tengo prendida a mi boca, para luego cederle el turno a Gabrielle y abrazarme ambas.
—Me van a asfixiar —me sueltan riéndose y se sientan de nuevo—. Pero hay solo una duda —me observan intrigadas—, estarán aquí por un tiempo y luego tienen que volver a Londres, tienen sus trabajos, sus vidas hechas allí y yo tengo todo aquí en Estados Unidos, Londres no es exactamente un lugar que recuerde con cariño o al que volvería a vivir.
—Te preocupa el futuro de la relación y que te dejemos atrás, porque las relaciones a larga distancia son algo complicadas y porque allá seremos nosotras dos, por lo que crees que tal vez en un futuro consideremos dejarte afuera —Ava y esa manía de leerme entre líneas.
—A veces olvido tu profesión y lo buena que eres —Gabrielle asiente y ríe porque al parecer ella también lo olvida.
La pelirroja acerca su silla más a la mía para tomar mi mano y entrelazarla a la suya apoyándose en el apoya brazos de su silla, se acerca acariciando mi mejilla y me mira fijo a los ojos.
—Llevo años guardando en mi pecho lo que siento por ti, te encontré y cree la oportunidad para tenerte cerca, de paso Gabrielle se sumó al combo y al fin puedo ser también plena con ella. En un momento me sentí dividida porque siento cosas por las dos, porque pensé que era sumamente egoísta de mi parte querer a dos personas al mismo tiempo conmigo, pero por obra de Freud, Darwin y ¿En qué Dios crees tú, cariño? —le habla a Gabrielle.
—El Dios de la justicia y la ley —Ava blanquea los ojos.
—No me extraña, que si se corta sangre en modo policía y le salga sangre dorada y justiciera —reímos con Gabrielle—. A lo que voy, es que esto es casi una obra divina y sabes que no soy creyente. Trabajo puedo encontrar donde sea, y puedo hacer mi vida desde cualquier parte del mundo dónde estén ambas. Aparte —mira a Gabrielle—, a ella el FBI le ha hecho una propuesta de trabajar aquí con ellos —la miro y ella sonríe asintiendo—, creo que solo falta que nos pidas que nos quedemos, aquí contigo. Así que —me da un beso rápido y se aleja—, está todo en tus manos.
Vuelve a su lugar y seguimos comiendo, esta vez tengo una sonrisa permanente en mi rostro, la cena se alargó mucho más. Cada una compartió su día de trabajo, y me encanta como se interesan por lo que yo hago, en el pasado mi ex decía que lo aburría con tanto tecnicismo y trabajo aburrido, por eso eventualmente me guardaba todo para mí.
Ahora que las veo en estas cosas simples como cenar juntas, y lavar los platos mientras nos reímos de las tonteras que habla Ava, puedo decir que disfruto de estos pequeños momentos, llevamos tres meses aquí y ahora que me permito sin tapujos darle cabida a mis sentimientos y dejarlas entrar, disfrutar de esto es mucho más sencillo.
—Nos vamos —dice Gabrielle tomando el saco de su traje—, nos vemos luego —se acerca a besarme.
No quiero que la noche termine, no quiero, ni deseo que ellas se vayan. La pelirroja se acerca a mí para despedirse también y mientras las veo irse un deseo fuerte se apodera de mí y me hace tomar valor para hablar.
—¿Se quieren quedar a dormir?
—Sí, nos quedamos —Ava deja de nuevo su bolso sin siquiera pensarlo—. Dame para dormir la camiseta que te regale y tú Gabs usa la que le regalaste así se la llenamos de nuestro rico aroma y prefiere tenernos a nosotras entre esos trapos para abrazarnos en la noche —Gabrielle se ríe y niega con la cabeza dejando sus cosas de nuevo.
—Ni hacerte de rogar —le digo.
—¿Para qué perder tiempo que me lo puedo pasar acostada con las dos?
Al llegar a la habitación, la castaña deja sus esposas, placa y arma cerca de la comoda, se desprende la camisa y me quedo observándola, para no ser muy obvia que se me chorrea la baba por ella desvío la mirada al mueble donde dejó sus cosas abriendo uno de los cajones para sacar una camiseta para mí, veo las esposas y a punto de tocarlas la pelirroja aparece abrazándome por la espalda.
—Se ajustan muy bien y son bastente resistentes, como las que usábamos nosotras.
—Ajá, yo voy a vestirme al baño —ella no me suelta sino que me agarra con más fuerza.
—¿Por qué la vergüenza? Si las tres ya nos conocemos sin tanta ropa —se ríe sobre mi hombro dejando un beso al costado de mi cuello— y la última vez que te ví pude apreciar los cambio maravillosos de la adultez en ti —acaricia mi vientre—. El ejercicio está rindiendo frutos —tomo sus manos antes de que toquen mi piel y saco sus brazos—, hasta tienes más fuerza.
—Voy al baño.
Salgo apurada de mi habitación no antes de escuchar a Ava riendo y a Gabrielle llamándole la atención.
—Deja de molestarla.
—Haremos más que dormir en un tiempo más.
Llego al baño y siento mi corazón latir desbocado, tomo la ropa para dormir y me siento sobre la tapa del inodoro.
«¿En qué momento me pareció buena idea pedirles que se queden? Entre los latidos de mi corazón y el nerviosismo por tenerlas cerca no voy a pegar un ojo en toda la noche».
Ya vestida vuelvo a la habitación para encontrarlas a ellas besándose que me ven entrar con una sonrisa apenas cruzo la puerta y se separan quedando tomada de las manos.
—¿En qué lado de la cama duermes? —me pregunta la castaña.
—Da igual, elijan ustedes que son mis invitadas —Ava comparte con ella una mirada cómplice.
Nos acostamos y estoy algo tensa, no sé bien hacía a dónde mirar o si moverme mucho, menos mal que la cama es grande y cabemos cómodamente las tres.
—Hasta mañana —empezamos a desearnos las buenas noches.
Gabrielle es quién primero ataca mi boca, luego le da el turno a Ava. Entre ambas me dejan sin aliento. Me quedo mirando el techo, escuchando los latidos de mi corazón en los oídos.
Estoy en medio por no decidir, Ava se acomoda abrazándome por un costado y volteo dándole la espalda para encontrarme de frente a Gabrielle que entre la oscuridad a la que nuestros ojos se ha acostumbrado nos observamos, acaricia mi mejilla y baja dos dedos a mi cuello para medir mi pulso.
—¿Por qué estás tan nerviosa? No vamos a lastimarte —me susurra.
—Lo sé —siento la respiración de Ava suave y tranquila a mi espalda—. Ibas a proponer que me quedara con ella —baja la mirada asintiendo— ¿Por qué?
—Sé lo que ella siente por ti, y en cambio yo apenas te vengo queriendo, lo justo hubiera sido que te quedaras con Ava. Sé lo que ella es capaz de dar. Es algo irónico —me sonríe—, yo en su momento cuando estuvimos juntas no puede corresponderle con lo que ella quería de nosotras, y ahora no soy capaz de verme lejos de ustedes.
—Ella siempre quiere más, porque merece más. Espero estar a la altura de su amor.
—Lo estás y sinó, lo estaremos —me da un beso corto—, porque sé que aquí es dónde quiero estar y pertenezco. Descansa, duquesa.
—Descansa, agente Lovejoy —muerde su labio inferior y vuelvo a besarla.
Gabrielle se pega a mí, abrazándome por la cintura, en la noche nos movemos, me levanto al baño, al volver Ava ocupa mi lugar, vuelvo a la cama y entre Gabrielle y yo la abrazamos cuando parece que tenía una pesadilla, la pelirroja se relaja y ma vemos dormir.
Ava siempre ha tenido mucho amor para dar, y nunca se ha rendido en darlo, inclusive aunque terminé con ella, incluso con Gabrielle, el corazón de nuestra pelirroja es grande y aunque no me lo ha dicho hasta que gane el derecho de escucharla de nuevo, sé que nos ama.
Como dijo Gabrielle, al fin también voy sintiendo que pertenezco a algún sitio y ellas son ese sitio. Creo que finalmente encontré mi hogar.
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