14 Ava
Lorelei llegó de viaje y a la primera de las dos que vio fue a Gabrielle para entrenar, eventualmente me terminaron contando que se juntaban a aprender defensa personal y aunque no lo han dicho, intuyo que algo tiene que ver esto con el ex de Lori, ese día en el casamiento Elena se portaba con ella mucho más protectora de lo normal.
Ahora que la tengo a mi merced en la universidad me cuelo al laboratorio al que ya tengo autorización de entrar, aunque no me la dio Lori, ella no quiso hacerlo, así que tuve que tuve que ser amigable con sus colegas y ellos me autorizaron, no hay nada que no me proponga y no logre, bueno hacerla mi esposa en el pasado, pero creo que esa meta aún es realizable e incluye a Gabrielle. Las tres en una cama con poca o nada de ropa, se me hace agua la boca y la mente, que pervertida soy, tengo bien puesto mi apodo de demonio rojo.
—Doctora Campbell ¿viene a ver a la ingeniera?
—Sí.
—Llegó a tiempo, ella aún no se va.
—Gracias, Leo, deséame suerte —le guiño un ojo y él asiente con una sonrisa.
La vi en el pasillo, paso rápido al laboratorio y la embosco en cuanto cruza la puerta mientras beso su cuello y me pego bien a ella, amo como huele ella y Gabrielle, estás dos me van a enloquecer.
—Te extrañé, Lori.
—Ava, hay cámaras.
—Bloquéalas, sé que sabes hacerlo, a mí no me importa que nos vean —mete su mano a uno de sus bolsillos y algo hace un click, la beso luego de eso—. Extrañé tanto tu boca, duquesa —la llevo contra un escritorio y la hago sentar— ¿Por qué eres tan mala con nosotras? —me acomodo sentándome sobre sus piernas— ¿Por qué te alejas? —la beso, me separo un poco levanto su mentón y bajo a besos por su cuello— ¿Vas a decir algo o sigo?
Me toma del rostro, me aprieta más hacia ella y profundiza el beso tiene una pizca de ansiedad y notas de salvajismo, algo atípico en ella, desde que era una adolescente siempre ha sido cautelosa y suave, pero eso quedó atrás ya es toda una mujer.
—Si nos extrañaste.
—Cállate —me saca la bata dejándola caer al suelo y mete su mano buscando la piel de mi espalda sin dejar de besarnos. Algo suena y se separa de mí de pronto—. Se acabó el tiempo —me empuja despacio hacia atrás y levanta mi bata del suelo para ofrecérmela, intento volver a besarla y corre su rostro—. Ava, aquí no.
Me quito de encima de ella un poco indignada por su actitud, es una mujer adulta, pero algunas cosas no cambian, como el hecho de que su homosexualidad es algo privado. Me coloco la bata negando con la cabeza y la miro.
—Me voy, pasa buena noche.
—Ava —me toma del brazo.
—Algunas cosas no cambian. Dime al menos ¿lo harán? —se queda callada dando un paso atrás y esa es mi respuesta, niego mordiendo mi labio inferior y suspirando—. No sé que...
Antes de terminar la frase, me besa contra la puerta sin importarle las cámaras, se separa de mí delineando mis labios con la yema de sus dedos sin sacarle los ojos de encima.
—Sí, lo harán, solo dame tiempo.
—¿Cuánto? es para irme organizando —sonríe mordiendo su labio inferior negando.
—No lo sé, solo necesito un poco de tiempo para procesar que seremos las tres. Solo prométeme algo —me mira a los ojos—, que no me romperán el corazón.
—Solo queremos darte placer y amor —sonríe y dejo un beso corto antes de que se separe.
—Siempre primero el placer antes que el amor.
—El orden de los factores no altera el producto, aparte siempre fui mala en matemáticas.
—No quiero imaginar como recetas a tus pacientes —me río y la tomo de la cintura para tenerla cerca de mí.
—Te doy mi palabra, tú dame la tuya de que tampoco nos romperás el corazón —me observa fijo a los ojos.
—Es un trato —se separa y me extiende la mano que estrecho, para luego pegarla a mí de golpe y volver a besarla—. Nos vemos entonces, cariño —le susurro al oído lo que le deja una sonrisa boba en el rostro—. Por cierto, luego cierra el trato también con Gabs —cierro la puerta y salgo—. Leo eres mi chico de la suerte —él sonríe mientras salgo, mientras veo a una chica joven ingresar— ¿y esa quién es?
—Es una alumna de la ingeniera —se encoje de hombros.
—Vigilalá —señalo con dos dedos mis ojos y luego a él que asiente mientras salgo—. Gabs logré lo imposible —le cuento todo mientras camino feliz por el campus, pero tengo una extraña sensación de sentirme vigilada— ¿Lo celebramos?
—Me parece perfecto ¿vienes a mi departamento?
—Sí —miro hacia atrás y los lados, está anocheciendo y soy una de las pocas que camina por el solitario campus, al estacionamiento—. Te dejo así conduzco camino a... —me corta— ¿hola? —me sale alguien de repente y me tapa la boca— ¿Eres idiota, Gabrielle? casi me matas del susto —digo suspirando y la abrazo fuerte. La sensación de ser observada me recordó a aquella mujer, mi paciente que se obsesionó conmigo.
—Lo lamento, tenía muchas ganas de verte y vine ¿hice mal?
—No, pero casi me infartas, cariño. Siente mi pulso —le hago tocarme el pulso en el cuello y abre los ojos grandes.
—Perdón no fue mi intención, doctora Campbell —me dice besándome y le devuelvo el beso—. ¿Lori sigue en la universidad?
—Sí, pero estaba con una alumna. Así que vamos a tu ,departamento -me volteo separándome de ella, pero me toma por la espalda.
—No sabes lo que me pone esa bata ¿por qué casi no la usas?
—Porque te pone cachonda en cualquier lado como ahora. No vas a ir jamás a un hospital sola —comienza a reír—. Lo digo en serio y si te enfermas, te mueres, porque no vamos a correr el riesgo de que te andes enamorando de otra —se ríe aún más fuerte—. Vamos sube al auto.
Nos marchamos del campus con una gran victoria a nuestro favor, al parecer Lorelei lo va a intentar al menos con nosotras.
Luego de eso se fue por unos días de viaje y no la vimos porque también nos estuvo esquivando, supongo que sigue procesando lo de ser las tres.
Lo que no esperábamos era tener competencia, ya que luego de que volvió de Londres, en toda la semana que pasó, Lori ha recibido flores, sin remitente, bombones, cuando odia el chocolate debido a un trauma con el conejo de pascua, y no sé si tenemos el mismo admirador, pero al llegar al consultorio yo también tengo un ramo aunque un poco más pequeño. Para nuestra suerte, nuestra chica no es celosa y como ella también esperaba recibir algo, Lori y yo le mandamos un ramo de flores a su departamento.
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