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10 Te extrañé

Cuando el almuerzo termina, Gabrielle me deja en mi departamento, no antes de que Ava se auto invite un café y nos invite también a nosotras a tomarlo en mi departamento. Pero cuando vamos en su auto la castaña me habla seria.

—Lori —sonrío al escuchar el diminutivo de mi nombre en su boca—, creo que necesitas aprender defensa personal. Yo puedo enseñarte —me observa seria un momento y voltea su mirada al camino—, tienes que estar preparada y siempre es bueno saber defenderte.

—Pero tu trabajo, yo no quiero ser una carga y...

—Me haré el tiempo —toma mi mano—, y trabajo en la interpol, puedo enseñarte ¿Haces ejercicio? Necesitas tener condición física, resistencia y fuerza. Él va a subestimarte, pero la próxima vez que intente ponerte una mano encima y estés sola, hazle saber que no vas a ser su víctima —estaciona—. Por favor, Lori, permíteme hacer esto.

Lo pienso por un momento, en realidad puedo pagarle a alguien porque me entrene, no tiene que ser específicamente ella, pero la voz de mi la psicóloga que tuve alguna vez y sus palabras vienen a mi mente "No está mal permitir que otros quieran ayudarte, Lori, de no está mal confiar un poco en otros, aunque tú puedas resolver las cosas sola, también puedes dejar que otro haga algo por ti para sentirte cuidada alguna vez". Y así fue como deje entrar a Ava y ella me hizo muy feliz durante tres maravillosos años.

—Está bien, pero no quiero que Ava sepa, ella es astuta y si se entera que me estás enseñando atará cabos y...

—Lo sé, será nuestro secreto —me guiña un ojo—, por ahora. Tarde o temprano ella lo sabrá, es Ava.

Y eso también lo sé, pero quizás cuando lo sepa, ya no pueda hacer nada y eso será lo mejor para todos, porque Ava enojada, es mucho más peligrosa que Terrence y más si eso me involucra, porque ella jamás permitiría que alguien me pusiera un dedo encima y siguiera existiendo sin consecuencias, de hecho, cuando se enteró que mi padre me golpeo por enterarse lo nuestro y luego de haber terminado con ella, él llego un día a casa golpeado y me dijo que me prohibía —de nuevo— volver a ver a esa lunática.

Al subir Gabrielle atiende una llamada y nos dice que tiene que salir, es trabajo, besa fugazmente a Ava, se despide de mí con un saludo de mano y vuelve a la llamada en su teléfono saliendo por la puerta. Ava mira y sonríe, algo hizo.

—Ella volverá —me dice con una gran sonrisa y deja el reloj de Gabrielle arriba de la americana.

—Eres increíble —digo entre risas—, ¿En qué momento aprendiste a hacer eso?

—Bueno al inicio lo hacía porque me parecía divertido quitarle cosas a la gente sin que se dieran cuenta, ya luego lo hacía para fastidiarlos, pero nunca lo he hecho con la intención de robarlo con milicia.

—Creo que sacarle las cosas para fastidiarlos, entra en lo de malicia —sonríe picara.

Pone la cafetera que maneja mejor que yo por cierto, y se va acercando a mí a medida que mi risa desaparece por su proximidad no me pone nerviosa, me pone alerta, Ava es impredecible.

—Te extrañé muchísimo, Lori, de verdad.

Levanta su mano en lo que creo que será una caricia a mi mejilla, pero me toma del hombro y me abraza enredando sus brazos en mi cuello, yo me rindo a su abrazo y le devuelvo el gesto. Esta es una de las cosas que más había extrañado de ella, sus abrazos apretados, estos que da con la medida justa de presión, de esos que te reconfortan y que pueden unir tus pedazos rotos, porque Ava siempre ha sido para mí, la persona que me da ha dado consuelo, respiro y contención, y todo eso es capaz de darlo tan solo con un abrazo.

—Dime Lori ¿Me has extrañado tanto como yo a ti? —pregunta y me quedo callada, entonces se separa de mí, y me mira con su ojos color miel, siempre tan capaces de leerme aún sin decir nada. Entonces al mirarme sonríe— No sabía que me habías extrañado así de tanto, duquesa.

¿Ella en verdad pudo leer en mis ojos todo lo que la había extrañado? De verdad pudo saber exactamente con solo verme que: No dejé un solo minuto de amarla, que los mejores años de mi vida los compartí con ella, que dejarla casi me mata, creí que moriría de tristeza y que jamás pude estar completamente lejos de ella, porque siempre me mantuve informada sobre cómo o que hacía, y que siempre desee que fuera feliz y encontrara a alguien mejor que yo.

—No dije nada.

—No hizo falta, nunca me ha hecho falta que hables para saber qué piensas o qué te pasa. Como que sé que tú y Gabrielle me esconden algo, y no debe ser algo que vaya a agradarme porque ambas se están esforzando demasiado en que no me entere —sonrío y ella de manera inesperada se acerca y me besa la mejilla, cerca de la comisura de la boca—. Cada vez que sonríes me dan ganas de besarte, Lorelei, será tu responsabilidad el día que lo hagas y cometa una locura.

—¿Cómo cuál? —me atrevo a desafiarla y levanta una ceja.

—Besarte dónde sea, aunque haya gente y se enteren que la H que llevas proclamando tanto, no es de hetero —me sonrojo—. Ahora ¿te sigue gustado el café con dos de azúcar bien caliente y con un cuarto de una barra de chocolate? —ella lo recuerda todo. Asiento feliz.

—Pero no tengo barra de chocolate.

—Yo sí, la traje por las dudas —¿Desde cuándo cargas con esa barra de chocolate?

Prepara los cafés para ir a sentarnos al sofá. No quiero hablar de nada, solo quiero estar con ella, en este momento solo de nosotras y quedarme así. La veo y suspiro. Ahora está con Gabrielle, espero que ambas sean felices, aunque eso no me incluya.

—Se ve cansada, duquesa.

—Lo estoy.

—¿Qué te impide descansar? —sonrío y niego— Ven —deja la taza en la mesita y se acomoda para que coloque mi cabeza en sus piernas, siempre me acariciaba así cuando estábamos juntas, pero no estamos juntas—. Lori no voy a hacerte daño.

—Descansaré luego —le digo y se me escapa un bostezo.

—Bueno a ver cómo le haces, porque de aquí no me voy.

Prende la televisión y luego de un rato de aguantarme los bostezos, y me echo finalmente en sus piernas, sin verla sé que tiene una sonrisa triunfal, y estoy tan cansada que prefiero a ella rendirme que discutir con ella. Comienza con las caricias en mi cabello despacio, y entonces va a su lugar favorito toca mi oreja con delicadeza con la misma delicadeza que lo hizo en el pasado es entonces que siento como si el tiempo no hubiera pasado, como si ella y yo siguiéramos siendo las mismas de hace cinco años atrás, juntas como si nada hubiera cambiado y por un momento imagino todo lo que podría haber sido posible, como el llegar a casa y tenerla a ella o que ella llegara y me tuviera.

Me duermo tan profundamente que al despertar me encuentro durmiendo sobre una almohada, pero no cualquier almohada, una de mi habitación, la misma en la que duermo cada noche, que uso cada noche con la camiseta que me regaló alguna vez. El sueño me abandona de pronto y estoy totalmente lucida y con el corazón latiéndome desbocado al verla a ella sentada en la mesa del comedor con la camiseta entre sus manos y está como ida.

—Ava...

—Te la regalé tu primer cumpleaños que pasamos juntas como pareja, no tenía mucho dinero por aquella época, pero me esforcé tanto ese verano por juntar dinero, quería que fuera perfecto y pensaba comprarte joyería cara, pero un día paseando por el centro vi cómo te había gustado tanto y te la regalé —sube la mirada a verme con lágrimas en los ojos—. Pensé que la habías tirado, que te habías deshecho de esta camiseta, no que la usabas aún todavía para dormir.

—¿Por qué iba a tirarla si me la regalaste tú?

—Porque hace años que no estamos juntas Lori, porque yo en mi dolor me deshice de todo lo que alguna vez me regalaste. No sabes lo doloroso que era tener cosas que me habías dado y no tenerte. Ahora me siento como una idiota porque aún tienes la camiseta que te regalé y ni siquiera me gasté tanto en ella.

Comienza a llorar y solo hago lo que mi cuerpo me dice que haga, me acerco a ella y la abrazo, se aferra a mí, rodeando con sus brazos mi cintura y le acaricio la espalda, también tomo mi camiseta, significa mucho para mí. Ella se para y ambas quedamos frente a frente, la miro algo asustada, tiene esa mirada de haré algo impulsivo y no quiero saber que es, doy un paso atrás, pero me toma del brazo.

—Ava.

—Dime que ya no sientes nada por mí, dime que no te cuesta tenerme cerca y no querer besarme, que no piensas en mí como lo hago yo, que no invado tu mente a diario como un huésped permanente que ronda tus pensamientos —me lo dice con una mirada suplicante—. Cargo siempre una barra de chocolate, Lori, por si alguna vez me fuera a encontrar contigo prepararte el café como te gusta, o porque cuando te extraño demasiado, yo misma lo tomo así. Dime, Lori, que ya no sientes nada por mí, me marcharé y no volverás a verme. Rómpeme el corazón de nuevo, destruye cada una de mis barreras, para que esta vez sea la última y mate mis esperanzas, para que no vuelva a decirte las dos palabras que una vez te dije, y me iré, saldré por esa puerta y te dejaré en paz y no volveremos a vernos, aunque habites mis pensamientos las 24 horas del día. Tomaré esto como una linda casualidad que duro un poco más de lo que debería y te dejaré ir. —sus ojos se llenan de lágrimas— Pídemelo como hace cinco años y te prometo que esta vez, será para siempre.

El hecho de saber que no volveré a verla, me hace entrar en pánico, no quiero eso, claro que quiero verla, que quiero volver a verla, la extrañé demasiado y jamás dejé de amarla, pero ahora está con Gabrielle y no quiero que ella sufra por mi culpa, aparte no sé que tanto puedo ofrecerle aún y es egoísta de mi parte hacer esto, pero por una vez quiero ser egoísta y tenerla a mi lado, en mi vida, pero también recuerdo a Gabrielle y ella no se merece esto.

—Estás con Gabrielle —me alejo un paso y ella sonríe.

—Te lo dije D'Artagnan. —seca sus lágrimas al borde de sus ojos—. Ella sabe lo siento por ti, también lo que siento por ella y no tiene problema con eso, yo he sido clara y de hecho le gustas bastante, como sé que a ti ambas también te gustamos, no hay porqué elegir si puedes tener a ambas. Ahora respóndeme lo que yo pregunté primero.

—Lo sabes.

—Lo sé, pero eso no significa que no necesite confirmación. Dilo Lori, quiero y me merezco escucharlo.

Yo trago y siento mi corazón latir

«¿Puedo sincerarme con ella? ¿Qué debo decirle? ¿Hasta dónde puedo dejarle saber? ¿En serio puedo tener a ambas?»

Pero entonces solo me quedo petrificado como si tuviera el Windows 98 en mi cabeza, procesando todo de manera lenta. Ella se cansa de mi lentitud o se exaspera y decide que si no le doy una respuesta, la encontrará por ella misma.

El contacto con su boca después de cinco malditos e insufribles años sin probarla me deja atontada, mi mano se afloja y deja caer la camiseta al suelo, para devolverle el beso, un beso cargado de una necesidad tan vital como el aire que necesito para respirar. Nos besamos un tiempo que supongo que es demasiado, porque en algún momento necesitamos respirar, pero no puedo permanecer muy lejos de su boca y como antes me separo y beso ese lunar que tanto me gusta.

—Conservas ese viejo hábito de besar mi lunar.

—Me encanta y estuve conteniendome demasiado.

—No lo vuelvas a hacer —me separo y la observo extrañada—, a contenerte, cada vez que quieras me besas, tienes mi autorización para siempre.

Sonrió y se vuelve a prender de mi boca, tomo su cuerpo más cerca del mío ¿Cómo pude haber sobrevivido 5 años lejos de sus labios? Y ahí está la respuesta, sobreviví, porque ahora estoy viviendo al besarla de nuevo, estoy volviendo a vivir. Los golpes en la puerta nos sacan de nuestro beso, creo que si por nosotras fuera, estaríamos así horas para compensar los años.

—La respuesta es que en cinco años no te he olvidado, ni dejado de sentir lo que siento —le diría que aún la amo, pero com qué derecho después de todo el daño que nos hice—, Ava, pero a pesar de eso, no estoy segura de que haya algo que pueda ofrecerte.

—Eso —toma la camiseta y me la da—, será algo que iremos viendo —deja un beso corto en mis labios y abre la puerta—. Después de todo si el plan A no funcionó, quizás es mejor nuestro "plan B" siendo tres.

Abre la puerta y la castaña entra molesta extendiendo la mano hacia la pelirroja que tiene dibujada una sonrisas cínica en el rostro, me da la espalda y veo lo bien que el pantalón de vestir se le marca. Gabrielle está bien ejercitada y el traje que usa para trabajar le queda hecho a medida y demasiado bien.

—Dame mi reloj, maldita ratera de manos ágiles.

—Hola, cariño —la toma de la nuca y la besa—, puedo decir que cumplí varías veces con algo de mi lista, robarle a un policía —dice riendo.

—Que lista más rara la tuya —su enojo se le pasa con el beso de Ava. Dibuja una sonrisa dejándole un beso fugaz y luego me mira levantando las cejas sorprendida y alternando su mirada entre Ava y yo. Supongo que ya notó nuestros labios algo hinchados.

—No querrás saber lo otro que tengo anotado, tiene que ver con mi número de la suerte —me mira—, el tres —me guiña un ojo y siento calor en mi rostro.

—Yo voy al baño —digo rápidamente.

—Ay duquesa, no seas tan vergonzosa —comienza a reír—. Te pusiste roja por nada, ni siquiera sabes lo que iba a decir. No es lo que estás pensando.

—Idiota —murmuro— ¿Qué ibas a decir a ver?

—Un trío las tres —hago un gesto de incredulidad y me toco las mejillas calientes dándole la espalda, lo que la hace soltar una carcajada.

—Pensé en que eso exactamente querías.

—Pensé que pensabas en un beso de a tres, eso tampoco lo he hecho, podría sumarlo a la lista ¿No me cumples con Gabs el sueño?

—¡Cállate!

Cierro de un portazo la puerta del baño y escucho su carcajada aún desde adentro del baño, me miro al espejo y estoy roja, entonces recuerdo lo que me dijo de ser las tres, y lo que dijo de un trío viene a mi mente también y vuelo a verme aún más roja, mojo mi rostro tratando de que la temperatura baje para que mi cara recupere su color natural. Abro la puerta y ahí está Gabrielle parada afirmada sobre un costado ¿Es normal que me parezca tan sexy? Porque la mujeres en uniforme tienen lo suyo, pero las mujeres con traje me pueden de una manera casi irreal.

—No le hagas caso o dejes que te afecte, Ava tiende a meterse en tu mente si ve la puerta apenas abierta —sonrío y bajo la mirada asintiendo— Por cierto, ya me dijo que hablo entre otras cosas, contigo —¿Cuánto me demoré que se pusieron al día?—, como te dijo estoy de acuerdo, empezamos con el pie derecho, luego nos torcimos el pie —me río—, pero aún quedan pasos para dar, claro si te sientes lista y cómoda.

—Lo pensaré.

—Genial —sonríe—, ya está servido el café por cierto... —me dice con una sonrisa y noto sus hermosos hoyuelos que ví en nuestro primer encuentro y se le forman cuando sonríe, aunque la ciencia los considera un defecto, en ella se ven hermosos— ¿Estás bien? —pasa una mano frente a mí— te quedaste mirándome.

—Me gustan tus hoyuelos, son hermosos cuando sonríes.

—Gracias —vuelve a sonreír—, a mí me gustas tú —se acerca a besarme en la mejilla, da media vuelta y se va, otra vez siento calor.

Estás dos definitivamente me van a provocar una arritmia, ni quiero saber que hacer si llegamos a estar juntas en una misma cama y no para dormir, Dios me van a dejar cuadripléjica.

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