Capítulo 2
Giyuu está demacrado. Ha pasado más de una semana desde su "encuentro" con Shinobu en el laboratorio después de clases y todo parece irse desmoronando poco a poco, al igual que su cordura. No puede pisar la escuela sin que un aura de culpabilidad tarde en envolverlo, pero con ella llega una extraña excitación que solo logra empeorar sus sentimientos. Se siente un enfermo por encontrar gusto a algo que no debería tenerlo. Lo que hace no es moral, no es ético y, sin embargo, ahí está anhelando ocasión oportuna para repetir su acto.
Pero, aunque se presentara, Shinobu se ha estado mostrando evasiva, confundiendo más al azabache. El maestro había querido hablar de lo sucedido con ella, invitarla a cenar y hacer lo propio de un caballero para demostrarle que no era solo un impulso sexual, que si se arriesgaba por ella quería algo serio. No obstante, la chica fingió demencia apenas Giyuu intentó tocar el tema y eso había costado incluso que ella llegara al grado de evitarlo. La tensión entre ellos dejó de ser sexual para volverse meramente incómoda.
Y ahí está Giyuu, con la cabeza hecha un lío, sentado en su escritorio después de clases. Todos se han ido y él debería hacerlo también, pero ha perdido la noción del tiempo metido en su cabeza, en incipientes fantasías que no dejan de surgir una tras otra. Shinobu había sido la detonante de estas. Ese día le tocó a la clase de tercer año asistir a deportes y fue cuando la vio envuelta en esos diminutos shorts del uniforme que su mente empezó a acelerarse, sucumbiendo a sus instintos más bajos. ¿Cómo no hacerlo? Su piel brillaba por el sudor del ejercicio y era imposible para el azabache ignorar esa boquita que la joven posee. Todo había logrado transportarlo a esa tarde.
Apoya los codos sobre la mesa y oculta su rostro entre sus manos. Quiere olvidarse de aquello, obligar a su mente a deshacerse de esas imágenes que parecen grabadas en fuego. Tiene que controlarse, imitar a Shinobu que parece ser quien es la que está poniendo el ejemplo. Fingir que lo que sucedió entre ellos en realidad nunca pasó. Giyuu aprieta los ojos. Si tan solo fuera tan fácil...
El sonido de la puerta abriéndose de golpe lo trae de vuelta a la realidad. Se endereza de inmediato y mira hacia la presencia que acaba de entrar a la habitación, esperando que sea alguno de sus compañeros maestros. La imagen de su verdugo se materializa fuera de sus fantasías: Shinobu es la que ha entrado en la sala y es quien ahora se acerca hacia él. Lleva puesto justo su uniforme de gimnasia, a pesar de que hace horas debió haberse cambiado.
—Si buscas a tu hermana ya se fue —informa el azabache desviando la mirada. No se atreve a ver esos ojos violetas otra vez. Ha bastado un encuentro para que se vuelvan su debilidad.
Shinobu camina con un paso demasiado lento, casi tortuoso para Giyuu, hasta su escritorio. Se pone delante de él. No quiere que la ignore y el azabache se percata de eso. Por primera vez levanta la cabeza, permitiendo que sus ojos azules se encuentren con los de ella que brillan igual a los de una niña a punto de cometer una travesura.
—En realidad, venía a buscarte a ti —explica Shinobu poniéndose en cuclillas delante de él-. Tú y yo... tenemos algo pendiente, ¿no? Lo siento mucho por evitarte. He estado muy confundida... pero vine aquí a aclararme y... también a disculparme...
El corazón de Giyuu late tan fuerte que casi siente que se le va a salir del pecho. Desea decirle que no, que puede irse, que era un completo error lo suyo y que no tienen que regresar a ese vórtice del horror juntos. Pero se queda estático con la boca medio abierta por las palabras de la chica, quien ya se ha arrodillado delante de él. Las manos de Shinobu acarician las piernas de Giyuu subiendo por sus muslos y dando un leve masaje que va poco a poco endureciendo su miembro ante la excitación que le produce su tacto, a pesar de que lleva ropa puesta.
Shinobu sonríe y toma el elástico de su pantalón, sabiendo perfectamente lo que va a hacer. Parece que ya se maneja como una experta. Desciende las prendas. El falo de Giyuu queda expuesto ante ella, erguido y palpitante, anhelando su toque al que tan adicto se ha vuelto. Shinobu, como adivinando eso, lo acaricia lentamente, sintiendo entre sus dedos cada centímetro que lo compone.
Giyuu gime por su tortuoso acto, pero tampoco quiere verse desesperado. Muerde su labio inferior con ansias, solo queda acostumbrarse a ella. Shinobu le sonríe y hace algo que no se espera: se acerca al miembro para ponerlo a escasos centímetros de su boca. Todo el vello del azabache se eriza ante la excitación que siquiera le produce sentir el suave aliento de la joven chocar contra su glande.
—¿Con esto... me perdonarías? —pregunta Shinobu con dulzura y antes de que Giyuu pueda decir algo en respuesta sus labios rozan la punta ya húmeda de su miembro.
—S-Shinobu ... — Giyuu corea en una oración, echando la cabeza hacia atrás por el éxtasis del momento. Ya no aguanta más.
No solo es el acto. Es todo lo que conlleva. La culpa, el anhelo constante, la calentura que pide ser atendida con apego carnal... ese juego del que un inicio no quería ni ser parte y ahora disfruta tanto. Shinobu dirige su lengua en círculos sobre la cabeza del falo de Giyuu, remarcando su contorno y conociendo con ella cada centímetro de él. El azabache pone una de sus manos sobre la cabeza de la chica e invita con un leve empuje a que lo introduzca al menos un poco en su boca.
Shinobu entiende el gesto. Abre la boca y con cuidado permite la entrada del miembro en sus fauces. Su mano mientras agarra lo que no alcanza a introducir dentro de ella y empieza a alternar la masturbación con la ávida lamida que está dando. Su saliva se desprende de su lengua, permitiendo que su mano se deslice con más facilidad. Giyuu en cambio sigue dando empujes cortos contra su boca tomando el cabello de Shinobu entre sus dedos para sentir que es quien maneja la velocidad en sus penetraciones.
Se siente explotar de placer. Son emociones que nunca ha llegado a experimentar. Su ojos están fijos en la cara de Shinobu, quien le sostiene la mirada aumentando su excitación. De pronto la puerta de la sala de maestros se abre de golpe, interrumpiendo la sexosa fantasía. Giyuu abre los ojos y levanta la cabeza para ver quién acaba de entrar.
Los ojos rosas de Kanae se encuentran con él, quien es el único que queda en la sala de maestros. La azabache le dirige una amable sonrisa y camina directo hacia su escritorio.
—¿Puedes creer que me olvidé de las llaves de mi casa? —pregunta despreocupada sacando su bolsa de debajo de su lugar de trabajo. Se la echa al hombro y ríe con diversión—. ¿Se puede ser más despistada? No te vayas muy tarde, Tomioka-kun, necesitas descansar.
Kanae sale de la habitación, volviendo a dejar solo al hombre, quien no ha podido reaccionar hasta ese momento. Todo lo que había sucedido no era más que otra enfermiza fantasía y la presencia de Kanae solo aumenta el sentimiento de culpabilidad que envuelve a Giyuu. Se siente basura. Se ha dado cuenta de que está fallando también a una de sus compañeras de trabajo que no merece que un desequilibrado como él arruine a su familia. Otra razón más para hacer caso al ejemplo de Shinobu y fingir que el juego en el que los dos se estaban divirtiendo nunca pasó.
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N.A: Originalmente esta cosa no iba a tener continuación, pero mis queridas: Maoyess y Olly_Sophie me animaron muchísimo a seguirle, y como yo vine a este mundo a complacer me las arreglé para sacarme otro capítulo del trasero.
Agradecimiento especial a Bambirille quien es una beta increíble y me ayudó a aclarar mis ideas para darle un poquito de rumbo a este desastre cachondo.
Y bueno, gracias mis queridos lectores por acompañarme en mi primer libro vaquero (en verdad no pensé que un desahogo personal fuera a gustar tanto). Espero subir el tercer y último capítulo la siguiente semana (人 •͈ᴗ•͈)
Estén al pendiente de la programación si les interesa ver cómo Giyuu termina por deslizárse hacia la locura.
Besitooooos
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