9- Consecuencias
Lunes, 12 de octubre de 2020
KARA
Desperté temprano para revisar el informe de Kane, mi paciente de máxima seguridad. Hoy tenía planeada una visita preliminar, para conocerla un poco. Pero con la ruptura de Alex y Maggie no había tenido tiempo de preparar nada.
Ayer fue un día extraño. Alex apareció en el apartamento en mitad de la noche después de haber tenido la cena de aniversario con Maggie.
Una cena en la que decidieron dar por finalizada su relación de cinco años. Me dolió mucho ver a mi hermana tan hundida, pero en el fondo sabía que tarde o temprano acabaría pasando.
Ella siempre quiso ser madre, quería serlo desde que éramos unas niñas y sabía que sería incapaz de renunciar a ese deseo, incluso por amor.
En cuanto a Maggie, aunque intenté hablar con ella para que lo reconsiderara parecía bastante segura de su decisión. Y, por desgracia, no parecía que fuera a cambiar de idea.
Sabía que vendrían tiempos difíciles para mi hermana. Pero tanto Nia como yo, estábamos decididas a apoyarla para ayudarla a superar la ruptura. Ambas estaríamos a su lado, dándole todo nuestro cariño y comprensión durante este periodo de adaptación a su nueva vida.
Una nueva vida donde, por caprichos del destino, acababa de aparecer Sara, su ex. Una mujer que había llegado en el momento más inoportuno. O más oportuno, según se mire.
Pero no es algo en lo que pudiera inmiscuirme. Alex y Sara se habían reencontrado, y solo ellas saben lo que pasará. Solo espero que Sara sea legal, y no se aproveche de la vulnerabilidad de mi hermana.
Empecé a ojear el informe de Kane y descubrí que tiene un trastorno de identidad disociativo debido a un trauma infantil.
Cuando era pequeña sufrió un accidente de coche en el que murió su madre y eso la dejó muy débil psicológicamente, volviéndola vulnerable a la manipulación.
Después de eso la secuestraron y estuvo encerrada con su secuestrador durante años, hasta su adolescencia.
Beth Kane sufrió tanto durante esa época que su psique acabó dividiéndose como mecanismo de evasión, y así surgió la personalidad de Alicia.
A diferencia de los trastornos de personalidad múltiple donde el paciente alterna dos o más alter egos diferentes, con la consecuente amnesia, la paciente no ha vuelto a mostrar signos de que Beth siga ahí.
Como si la personalidad de Alicia la hubiera absorbido por completo, haciendo desaparecer a la mujer que en su día fue la dueña de ese cuerpo.
Según el informe, Alicia es una asesina psicópata con una mente retorcida y una larga lista de asesinatos y atentados terroristas a sus espaldas. Es altamente manipuladora y experta en jugar con la culpabilidad de otros a su favor. Su máxima motivación es la venganza.
Estuvo encerrada en Arkham un par de veces, pero se escapó en ambas ocasiones. Y, aunque la Dra. Quinzel me aseguró que la zona de máxima seguridad de Kandor era segura, yo no acababa de fiarme. Era inevitable tener dudas con sus antecedentes.
Sin duda se trata de una paciente complicada y no estoy del todo segura de lo que la Dra. Quinzel y el señor Wayne esperan de mí.
Si quieren que intente traer a Beth de vuelta sé que será muy difícil, por no decir imposible.
Alicia lleva demasiados años tomando el control, así que llegados a este punto lo más sensato sería considerar que la personalidad de Beth hace mucho tiempo que murió.
Sabiendo esto, mi objetivo es centrarme en Alicia y en intentar calmar su sed de sangre. O, al menos, intentar descubrir por qué hizo lo que hizo. Aunque no estoy segura de sí podré corregir su comportamiento y esos impulsos homicidas.
Pero, al fin y al cabo, mientras esté encerrada y no sea un peligro para sí misma, ni para los demás, no debería tener de qué preocuparme.
Cuando tuve toda la información, salí de la sala de descanso y me dirigí a la zona de máxima seguridad, donde todo parecía mucho más intimidante.
Había más guardias y todos iban muy bien armados. Llegué al final del pasillo, donde estaba la celda de Alicia, y digo celda porque no podría considerarlo de otro modo.
A diferencia de las habitaciones de mis otros pacientes, ésta tenía una pared de vidrio blindado tras el cual se veía toda la estancia. Así que tenían cero intimidad.
Supongo que debía de ser así, para poder tener a los presos bien vigilados y poder controlar en todo momento sus movimientos, por si se comportaban de forma sospechosa.
Uno de los guardias de seguridad de la zona me avisó de que el protocolo de los médicos era hablar a través de aquella pared de vidrio, que estaba preparada con unos pequeños orificios redondos por toda su extensión para facilitar la comunicación.
Según él, era para evitar que pudiéramos ser agredidos por los presos. Esa última frase retumbó en mi cabeza, pero aquel hombre me tranquilizó diciéndome qué no debía temer, pues tenían todo controlado y era muy seguro.
Aun así, insistió en que si necesitaba algo se lo hiciera saber y eso calmó un poco más mis nervios.
Cuando el guardia se marchó miré hacia la celda y me encontré con Kane, que estaba paseando de un lado a otro de la habitación, caminando mientras miraba sus pies. Parecía distraída en sus pensamientos, así que levanté la voz, haciéndome notar.
-Kara: Buenos días Kane, soy la Dra. Danvers. A partir de hoy seré su médico. ¿Cómo está?
-Alicia: Alicia
-Kara: ¿Qué?
-Alicia: Que me llamo Alicia
-Kara: Discúlpeme, según el protocolo tengo que llamarla por su apellido. De ahí lo de Kane. En todo caso - dije, mirando el informe- aquí indica que su nombre es Beth
-Alicia: Es un error
-Kara: ¿Cómo dice?
-Alicia: Yo no soy esa mujer
-Kara: Entiendo, lo consultaré – dije, haciéndome la despistada
-Alicia: ¿Y usted dice que es mi médico? ¿Y no ha comprobado mi historial?
-Kara: Sí, pero debieron de darme el de otra persona. Le pido disculpas. Creo que debería marcharme y volver otro día
-Alicia: Pues sí que ha sido rápida su visita. ¿No le gustaría quedarse a tomar el té?
-Kara: ¿El té? ¿A las once de la mañana?
-Alicia: ¿Y por qué no? Cualquier hora es buena para el té. ¿Podría decirle a ese amable guardia de ahí que nos traiga un par de tazas?
Miré al guardia, que estaba pendiente de nuestra conversación y negó con la cabeza.
-Kara: Creo que no va a poder ser
-Alicia: ¡Lástima!
Suspiré y le hice creer a Kane que me marchaba de allí, pero solo salí un momento al aseo para pensar en mi próximo movimiento.
Estaba claro que no había sido ningún error, pero le hice creer que sí. Quería ver su reacción y realizar un análisis rápido de su comportamiento.
Hice tiempo, durante al menos unos diez minutos, y volví a entrar.
-Alicia: ¡Oh! Ha vuelto
-Kara: Sí, quería informarle de que ya sé cuál es el problema
-Alicia: ¿Y bien?
-Kara: El problema – dije, acentuando la palabra problema- Es que esta todo en orden
-Alicia: No entiendo
-Kara: Es usted quien me está mintiendo– dije, cruzándome de brazos - ¿Estoy en lo cierto? ¿Está intentando engañarme?
-Alicia: Es posible...
-Kara: ¿Entonces es usted Kane?
-Alicia: No, ya le dije que no tengo nada que ver con esa mujer
-Kara: Esta bien. ¿Podría explicarme entonces quién es?
-Alicia: ¡Por la reina de corazones! ¿Otra vez? - dijo, quejándose
-Kara: Si, por favor
- Alicia: Soy A-li-ci-a – dijo, puntualizando cada sílaba
-Kara: Esta bien, Alicia. ¿Y sabría decirme por qué el señor Wayne cree que usted es su prima?
-Alicia: Porque quiere creerlo. Se niega a aceptar que Beth está muerta
-Kara: ¿Cómo sabe que murió?
-Alicia: Porque yo la maté – dijo, como si nada – Le diría que le envíe recuerdos a Kate, pero no creo que le importe mucho su perdida
-Kara: ¿Su hermana? ¿Y por qué no iba a importarle?
-Alicia: Porque nunca la quiso, nunca la apoyó. La dejó sola cuando más la necesitaba... - dijo, con cierto tono de reproche
-Kara: Así que usted estaba cumpliendo condena en Arkham, antes de que la trasladasen a Kandor, por la muerte de Beth Kane. ¿Es así?
-Alicia: Sí, bueno. Por homicidios varios en realidad. Al parecer soy una psicópata y no puedo evitar manipular, torturar y asesinar a mis victimas a sangre fría
-Kara: Está bien, creo que hemos terminado por hoy. Volveré la semana que viene
Kane parecía tan lúcida que consiguió ponerme nerviosa. Así que preferí dejar la conversación para otro momento.
Cuando salí de la zona de máxima seguridad suspiré, relajándome.
Mi primer encuentro con esa mujer fue muy incómodo. Pero esperaba haberme contenido lo suficiente para que ella no se diera cuenta. Cómo su médico debía hacerme respetar.
No podía permitir que se me fuera de las manos cómo me ocurrió con Luthor, aunque lo que me ocurre con Luthor no tiene nada que ver con sentirme intimidada por una asesina psicópata.
A pesar de que ella también cometió un homicidio, al estrangular a su pareja, estaba segura de que había sido un accidente.
En cambio, Alicia parecía que disfrutaba matando. Así que las sensaciones eran bien distintas.
Además de que con Luthor tenía una tensión que... sí continuaba así tendría que reconocer qué era sexual.
Sobre todo teniendo en cuenta qué a la mañana siguiente de acariciar su miembro acabé masturbándome en la ducha, después de mucho tiempo sin tener el más mínimo interés por el sexo.
Y lo peor es que sospechaba qué no iba a quedarse en un caso aislado.
LENA
Cuando Sam y Ruby se marcharon me quedé sentada en la cama, analizando los pequeños cuadros que me había regalado.
Mi sobrina tenía un verdadero talento para el arte. Lástima que probablemente Lionel tenga otros planes para ella.
Seguramente le espera alguna carrera universitaria de empresariales, para poder tener presencia en los negocios de los Luthor. Pero apenas tenía once años, así que aún era pronto para preocuparse por eso.
Observé el cuadro del verano y cerré los ojos, hasta que empecé a notar el calor del sol sobre mi piel.
Mi imaginación era realmente buena. Recordé esas tardes de verano con mi hermana y mi sobrina, paseando por la playa y bañándonos en el mar.
Después abrí los ojos y me quedé mirando el cuadro con la escena invernal, con aquel lago helado y las montañas nevadas y mi imaginación me llevó a la cabaña familiar.
Una cabaña que no tenía nada que envidiar a ninguna de la zona, pues tenía capacidad para veinte personas. Aunque la mayoría de las veces solo ocupábamos unas pocas habitaciones y las demás solíamos cederlas para familiares cercanos o amigos. Sobre todo durante la temporada de esquí, que es cuando solía estar más concurrida.
De pronto escuché unos golpecitos en el marco de la puerta, y alcé la vista para encontrarme con la Dra. Danvers.
Sabía que era ella porque siempre hacía notar su presencia de la misma forma. Escondí los cuadros detrás de mí, bajo la almohada.
-Kara: Buenos días Luthor ¿Cómo se encuentra hoy? – dijo, acercándose – Tengo entendido que ha recibido la visita de su hermana y, por lo visto, no venía sola
-Lena: Sí, ha venido con Ruby
-Kara: ¿Sí? ¿Al final ha podido traerla? Me alegro mucho, es bueno que esté retomando el contacto con su familia
-Lena: Sí, solo espero que no tengan problemas por mi culpa
-Kara: No se preocupe. Su hermana es una mujer inteligente, seguro que sabrá arreglárselas – dijo, intentando tranquilizarme- Bueno ¿Empezamos?
-Lena: Esta bien. ¿De qué quiere hablar hoy?
-Kara: ¿De Diana, tal vez?
-Lena: ¿Diana? – dije, nerviosa. Después de nuestra última conversación no creí que me fuera a preguntar por ella otra vez – Yo... no sé si...
-Kara: Lo lamento, no es mi intención removerle el pasado. Pero después de lo que me contó sobre el día que murió...
-Lena: Querrá decir el día que la maté – interrumpí. No pude evitarlo, me sentía realmente culpable por lo que le hice.
-Kara: Escúcheme Luthor... eso fue un trágico accidente. Debería dejar de culparse por ello. Si no la culpa no la dejará avanzar
-Lena: ¿Avanzar...? Ni siquiera tengo expectativas de futuro ni grandes sueños, ya no...
-Kara: No diga eso, algún día saldrá de aquí. Con suerte en un año o puede que menos. ¿No le gustaría rehacer su vida? ¿O... volver a enamorarse?
-Lena: No. Solo me enamoré una vez y mire como acabó
-Kara: Esta bien, deje de pensar por un momento en cómo acabó. Y cuénteme cómo empezó. ¿Cómo conoció a Diana? ¿Por qué se enamoró de ella? Tengo entendido que nunca quiso implicarse emocionalmente con ninguna mujer. ¿Por qué con ella sí? ¿Qué la hacía tan especial?
La Dra. Danvers empezó a amontonar preguntas, sin darme tiempo a pensar en las respuestas y de pronto mi mente me llevó al momento justo en el que conocí a Diana, en aquella fiesta universitaria.
**FLASHBACK**
Viernes, 26 de mayo de 2017
Estaba en una fiesta que celebraba Kappa Kappa Tau intentando llevarme una mujer a la cama.
Hacía un par de años que me había graduado en administración y dirección de empresas, pero de poco me servía ya, pues Lionel me dejó bien claro que me quería lejos de la familia Luthor, y eso incluía todo lo relacionado con los negocios.
Cuando terminé la carrera volví a la mansión Luthor para pasar el verano con la familia y la situación se descontroló. Me llevé a un ligue para restregársela a Lionel y me la follé en su despacho.
Supongo que eso fue lo que agotó su paciencia y, unos días después de llevarme a un médico que me diagnosticó mi adicción al sexo, me echó de casa.
Después del verano no sabía a donde ir y acabe de vuelta en la universidad. Intenté aprovecharme de mi apellido para ganarme los favores del decano y me dejó seguir asistiendo a las clases como oyente, pero ya no tenía derecho a residencia.
Adoraba las matemáticas y la física, pero me di el capricho de asistir a clases de literatura, arte, historia... No tenía nada mejor que hacer con mi tiempo así que intentaba mantenerme ocupada durante el día.
Y por las noches tampoco tenía problemas. Prácticamente todas las estudiantes conocían mi condición, pues apenas me matriculé el rumor se extendió cómo la pólvora.
Así que siempre tenía un colchón con una mujer desnuda a mi disposición. Podía disfrutar del sexo y dormir hasta el día siguiente, sin tener que preocuparme.
Las fiestas universitarias de las hermandades y las fraternidades eran las mejores, porque la mayoría de veces acababan viniendo estudiantes de fuera del campus y eso me daba la oportunidad de conocer mujeres nuevas a las que sorprender.
Una de las ventajas de follar con una mujer diferente cada noche es que siempre era como la primera vez. No sabías lo que le gustaba a cada una hasta que intimabas con ellas y eso me encantaba, pues nunca sabía lo que me iba a encontrar. Era muy emocionante y disfrutaba mucho experimentando.
Fueron muchas las mujeres que se acercaron a mí en estos años dispuestas a probar lo que tengo entre mis piernas.
Pero últimamente me estaba costando más, es como si cada vez hubiera menos presas para cazar.
Aunque era de esperar, pues había follado con muchas mujeres, demasiadas. Tantas que perdí la cuenta. Disfruté de todas y cada una de ellas. Pero mi manía de no querer repetir con ninguna hacía que cada vez fuese más difícil encontrar una mujer que quisiera llevarme a su cama.
Pero no quería arriesgarme a caer en sentimentalismos, no podía permitirme el lujo de implicarme emocionalmente con ninguna.
Sí me las follaba solo una vez no había riesgos. Aunque reconozco qué pequé con más de una. Algunas mujeres me volvían tan loca en la cama qué acababa follándomelas durante toda la semana. A veces incluso dos.
Realmente tenía un problema con el sexo, diagnosticado eso sí, y no me importaba lo más mínimo.
Además, ahora tenía una excusa, era una necesidad para poder sobrevivir.
Lionel me había congelado las cuentas, mis tarjetas estaban bloqueadas y estaba prácticamente sin blanca.
Sam me insistió muchas veces en qué podría buscarme un trabajo, pero no me veía siendo explotada durante más horas de las que tiene el día por un sueldo de mierda.
Afortunadamente ella me prestaba dinero de vez en cuando y con eso me las apañaba para cubrir mis necesidades básicas, cómo comer y comprar condones.
Estaba sentada en un sofá qué había en un rincón, disfrutando de mi copa mientras observaba a todas las mujeres qué se cruzaban por delante de mi campo visual, preguntándome cual sería la afortunada que tendría la suerte de disfrutar de mis ganas de sexo, unas ganas qué se intensificaban a medida que pasaban las horas.
De pronto se me acercó una mujer que me dejó sin palabras nada más verla. Era alta, morena, con rasgos del medio oriente, muy exótica.
Llevaba un vestido negro muy ajustado, que marcaba su figura y unos tacones qué estilizaban sus piernas perfectamente tonificadas.
Sin duda tenía un cuerpo espectacular y no veía el momento de arrancarle ese vestido y encontrarme con sus pechos, los cuales intuía que tenían el tamaño perfecto para cubrirlos con mis manos.
Aunque lo que más me apetecía era sentirlos en mi boca y humedecer sus pezones con mi lengua y ponérselos bien duros.
-Diana: ¿Eres Lena Luthor?
-Lena: Sí
-Diana: Lo sabía... - dijo, mirando mi entrepierna con descaro- Soy Diana Prince – sonrió. Y su sonrisa me dejó completamente fuera de combate – ¿Estás con alguien?
-Lena: No. Estoy sola
-Diana: Que suerte la mía – dijo, sentándose a mí lado – Me han hablado mucho de ti ¿sabes? – dijo, poniendo su mano sobre mi pierna, acariciando el interior de mi muslo- Dicen que es enorme...
Enseguida supe qué venía buscando guerra y que esas caricias tan cerca de mi zona sensible no tardarían en hacerme reaccionar.
Diana es justo lo que necesitaba esta noche, una mujer espectacular con la que sabía que me divertiría mucho.
-Lena: ¿Quieres comprobarlo? - dije, directamente
-Diana: ¿Puedo...? – dijo, desabrochando el botón de mi pantalón y deslizando la cremallera para conseguir acceso. Después metió su mano dentro de mi bóxer, y empezó a acariciar mi miembro- ¿Quieres que...?
-Lena: Sí... - jadeé. Diana comenzó a estimular mi miembro y se sentía realmente bien- Joder, espera... - dije, cuando la sentí subir el ritmo- Aquí no...
-Diana: Sí... - dijo, mordiéndose el labio- Aquí sí...
En cuestión de segundos mi miembro estaba completamente rígido y preparado para ella.
-Lena: Vamos a una habitación... - susurré en su oído
-Diana: No... necesito probarlo ahora... – dijo, liberándolo de mi bóxer e inclinándose para lamerlo, mientras me miraba fijamente a los ojos.
-Lena: ¡Joder...!
Aparté unos segundos mi atención de ella y observé que la mitad de las personas a nuestro alrededor se quedaron mirándonos.
Era una situación nueva para mí y reconozco que al principio me sentí incomoda. Pero Diana estaba tan concentrada en sus atenciones qué decidí cerrar los ojos, para ignorarles, y disfrutar del momento.
Me dejé llevar, concentrándome en las sensaciones que me provocaba esa mujer, mientras disfrutaba de mi miembro en su boca, completamente hambrienta de mí.
Estaba tan inmersa, disfrutando de las habilidades de Diana con su lengua, que cuando me quise dar cuenta estaba sentándose sobre mí.
Rodeó mi cuello con sus brazos y se inclinó para lamer y morder mi cuello, mientras se rozaba con mi miembro. Y enseguida me di cuenta de que no llevaba bragas porque pude sentir su humedad al instante.
-Lena: Joder, estás muy mojada... - dije, completamente excitada. Sentir la humedad de una mujer siempre me hacía enloquecer y ahora necesitaba con urgencia estar dentro de ella – Espera, tengo un condón en el bolsillo del pantalón...
Diana no tardó ni dos segundos en sacar el condón del bolsillo, rasgó el envoltorio con sus dientes y me lo puso, deslizándolo por toda mi extensión.
Después se acomodó sobre mí y apenas noté mi miembro en su entrada no tardé en sentir cómo se resbalaba hasta el fondo en su interior, empapándome de ella.
-Diana: Fóllame– susurró en mi oído – Fóllame como sólo tú sabes... - suplicó, mientras empezaba a moverse rítmicamente sobre mí
La sujeté por las caderas y acompañé sus movimientos, con la brusquedad que me caracterizaba.
Luego sentí sus manos deslizándose por debajo de mi camisa, acariciando mi espalda en busca de mi sujetador. Pero cuando se dio cuenta de que no llevaba fue directa a acariciar mis pechos, y los estrujó con ganas entre sus manos.
Mi excitación se disparó y tuve el impulso de deslizar mis manos desde sus caderas hacia arriba arrastrando su vestido para quitárselo, pero no creo que fuera buena idea dejarla completamente desnuda y expuesta a las miradas de aquellos estudiantes aprendices de voyeur.
Diana comenzó a brincar sobre mí como si no hubiera mañana, dejándose llevar por su excitación, jadeando y gimiendo con ganas mientras disfrutaba de mi erección.
Sus movimientos eran tan intensos que sentí que en cualquier momento me rompería en dos. Pero no tenía intención de dejarla a medias, la dejaría disfrutar de mí tanto cómo necesitase, aún a riesgo de acabar en las urgencias del hospital.
Al menos así tendría una cama en la que pasar la noche. Aunque esperaba que mi noche acabase con Diana a mi lado agotada de tanto placer, pues si sobrevivía a este polvo estaba dispuesta a repetir y disfrutar del sexo con ella hasta el amanecer.
-Lena: ¡Joder, estoy a punto de...! – gemí, mientras trataba de controlar las convulsiones de mi cuerpo
-Diana: Y yo... - jadeó, subiendo aún más el ritmo. Algo que creí que ya sería imposible.
Esa mujer me tenía completamente a su disposición y ella lo sabía. Me estaba volviendo tan loca de placer qué sentí que en el momento en que llegase al clímax, explotaría con tanta fuerza que reventaría el condón. Afortunadamente no pasó.
Cuando Diana gritó, llegando al orgasmo, me relajé y sentí el calor de mi semen envolviendo mi miembro, exhausto de ella.
Unos aplausos me hicieron volver a la realidad, pero estaba tan agotada que apenas le di importancia.
Me quedé dentro de ella durante algunos minutos, mientras recuperábamos el aliento.
Después se apartó, saliéndose de mí y me quitó el condón, anudándolo y tirándolo dentro de un vaso vacío.
Se acomodó el vestido y yo volví a esconder mi miembro, ahora relajado, en mi bóxer y me abroché el pantalón.
-Diana: Sigamos con la fiesta en una habitación – dijo, tendiéndome la mano- Te quiero para mí toda la noche... - dijo, y sonó tan tentador qué no pude rechazar su oferta.
**FIN FLASHBACK**
Noté que la Dra. Danvers no reaccionaba.
-Lena: ¿Está usted bien...?
-Kara: Sí, es sólo que... No me lo esperaba tan intenso – dijo, sonrojándose
-Lena: Pues mejor no le cuento lo que ocurrió cuando subimos a la habitación. Esa noche fue una de las mejores de mi vida – sonreí, al recordarlo
-Kara: Bueno – dijo, mirando el reloj- Creo que eso tendrá que dejarlo para otro día. Se nos acabó el tiempo
Cuando la Dra. Danvers se marchó por la puerta, me tumbé de nuevo sobre la cama, con los brazos por detrás de la cabeza y seguí recordando todos los buenos momentos que pasé con Diana.
De pronto empecé a sentirme un poco mejor y, de algún modo, mi sensación de culpa se calmó.
Ella sabía qué la quería con toda mi alma, y que nunca le habría hecho daño a propósito. Sólo esperaba que allá donde estuviera me hubiera perdonado por lo que le hice.
NIA
Estaba intentando repasar unos apuntes en la biblioteca. Me había pasado toda la mañana muy perdida, y es que apenas pude concentrarme en las clases.
Me costaba procesar qué mi hermana y Maggie ya no estuvieran juntas. Y, aunque sabía que era injusto molestarme con Alex, no podía dejar de pensar en qué Maggie estaba sola en un hotel mientras mi hermana estaba divirtiéndose con Sara.
Bueno, en realidad no podía asegurar que hubiera pasado algo entre ellas, pero cuando alguien se va con un ex después de una ruptura es uno de los riesgos.
Alex estaba destrozada y vulnerable y yo solo esperaba que Sara no se aprovechase de ella.
Odiaba pensar mal de ella, pero esa mujer engañó a mi hermana con su secretaria y nunca se lo perdonaré.
Después de eso Alex estuvo todo el verano intentando superarlo acostándose con muchas mujeres.
Ella decía qué solo se estaba divirtiendo y disfrutando de su soltería. Pero yo la conozco y sé que hacia todo eso para no pensar en Sara.
Cuando conoció a Maggie poco a poco se fue recomponiendo. Esa mujer la hizo ilusionarse de nuevo y le estoy muy agradecida por todo el amor que le dio a mi hermana.
Alex de pronto volvía a ser feliz y cuando pasaron los años estaba cada vez más convencida de que formarían una familia juntas.
Por eso en el fondo tampoco podía evitar reprocharle a Maggie qué no cediera por Alex, pues al final sólo consiguió tensar su relación hasta el punto de romperla.
Y ahora no podía dejar de pensar en que mi hermana, en vez de ahogar sus penas con desconocidas, se dejaría querer por su ex.
-Caitlin: Hola Nia ¿Qué haces?
-Nia: Intento repasar, pero siento que la cabeza me va a explotar
-Caitlin: ¿Y eso? ¿Te ocurre algo? – dijo, sentándose enfrente
-Nia: Mi hermana Alex...
-Caitlin: ¿Qué pasa con ella?
-Nia: Maggie y ella ya no están juntas
-Caitlin: ¿Qué? Pero ¿Por qué? – preguntó, sorprendida – Se las veía tan bien.... ¿Qué ha pasado?
-Nia: Alex quería tener hijos y Maggie no. Ese sería el resumen
-Caitlin: Vaya... no tenía ni idea. Es decir, siempre supe que Alex quería ser madre, pero no sabía que su pareja...
-Nia: Sí – interrumpí- Alex llevaba el último año intentando convencerla, pero al final se rindió con ella
-Caitlin: Debe de ser difícil tener que elegir
-Nia: Sí, aunque al final fue Maggie quién tomó la decisión por las dos. Supongo que se cansó de ser egoísta con mi hermana
-Caitlin: ¿Y cómo está Alex?
-Nia: Pues ni idea, ayer desapareció con su ex y no he vuelto a verla
-Caitlin: ¿Qué? ¿Se fue con su ex?
-Nia: En realidad estábamos las tres en el parque cuando la vimos por casualidad. Kara y yo intentamos darnos la vuelta, pero Alex la vio y quiso ir a hablar con ella. Pasaron toda la tarde juntas y... supongo que también la noche. Aunque no lo puedo asegurar
-Caitlin: ¿Crees que se acostaron?
-Nia: Sospecho que sí... No sé
-Caitlin: No lo creo Nia. Seguramente tu hermana solo necesitaba hablar con alguien y compartir su dolor. Debe de sentirse fatal ahora mismo
-Nia: Ya, precisamente lo que me preocupa es cómo Alex gestiona el dolor y, dados sus antecedentes, es probable que se deje llevar con Sara, en un intento de llenar ese vacío emocional
-Caitlin: Bueno, tu hermana es una mujer soltera ahora mismo. Así que puede hacer lo que quiera ¿No crees?
-Nia: Pues sí, quizás tengas razón
En el fondo quién era yo para juzgar lo que mi hermana hacía o dejaba de hacer. De todos modos, era imposible que volviera con Maggie. Así que dadas las circunstancias Alex podía hacer lo que quisiera con su vida.
Y sí le apetecía volver con Sara estaba en su derecho de hacerlo. Aunque ojalá todo hubiera sido diferente.
ALEX
Después del encontronazo tan incómodo que tuve con Maggie esta mañana en la comisaria cada vez estaba más convencida de que tomarme esas dos semanas de vacaciones había sido la mejor decisión.
Así tendría tiempo de alejarme de ella y empezar a verlo todo con perspectiva.
Cuando crucé la puerta del apartamento vi algunas cajas de mudanza con las pertenencias de Maggie.
Supuse que se habría ido con lo básico y qué en los próximos días volvería para llevarse todo lo demás. No pude evitar echar un vistazo en algunas de las cajas.
Había un montón de recuerdos nuestros y no podía dejar de pensar en sí estaríamos haciendo lo correcto.
En cuanto a mí, no dejaba de preguntarme una y otra vez sí sería capaz de superar la ruptura o sí podría vivir sin Maggie. La respuesta a todas las preguntas que pasaban por mi cabeza tenían algo en común, todas eran negativas.
Y es que, teniendo en cuenta mi estado de ánimo actual, dudaba mucho que fuera capaz de superar la ruptura. Así como tenía claro que tampoco podría vivir sin Maggie, definitivamente no podría hacerlo.
Pero tenía que intentarlo. Lo nuestro se había acabado y cuánto antes empezase a asimilarlo mejor para mí. Al menos esperaba que estas dos semanas alejada de la comisaria, y de ella, me ayudase a gestionar todas estas emociones que me invadían.
Observé la cama, y me trajo tantos recuerdos bonitos que sentí un dolor agudo en el pecho, pues la realidad es que todo eso ya formaba parte de mi pasado.
Maggie ya no estaba en mi vida y no podría volver a tenerla entre mis brazos. No podría volver a sentir sus besos, ni sus caricias... no podría volver a hacer el amor con ella.
Nunca podré olvidar la última vez que nos acostamos y lo que significó para mí. Todo fue muy intenso entre nosotras e hice lo posible por disfrutarlo, pues sabía que sería la última vez.
No sé si Maggie pensó lo mismo, pero pude sentir lo mucho que me amaba en cada caricia y en la pasión qué puso a sus besos.
Sabía que me esperaba un largo camino, en el que tendría que luchar día a día por olvidar a la mujer de mi vida.
Un camino en el que necesitaría del apoyo y el cariño de mi familia, pues sabía que sin ellas no sería capaz de superarlo. De hecho, estaba casi segura de que nunca podría superar a Maggie.
Nunca podré olvidar sus ojos cuando cruzamos nuestras miradas y le dije adiós por última vez, un adiós que sonó tan definitivo que no pude evitar sentir un nudo en la garganta.
De pronto reaccioné, intentando no seguir pensando en el peor día de mi vida, y me acerqué al armario. Alcancé una maleta que había en la parte superior y empecé a meter algo de ropa y artículos de aseo.
Después de todo lo que había pasado no podía quedarme en este apartamento. Necesitaba salir de aquí y desconectar de la vida que, hasta hace dos días, había estado compartiendo con Maggie.
Sara estaba en la recta final de su embarazo y esperaba poder acompañarla.
Sabía que mi ayuda le vendría bien y eso también me ayudaría a mí, porque me mantendría distraída. Ambas nos necesitábamos, así que era perfecto.
Terminé de preparar la maleta y abrí la puerta, saliendo sin echar la vista atrás. Después salí a la calle y paré un taxi, que me llevó hasta el apartamento de Sara.
Cuando llegué llamé a la puerta, pero parecía que no había nadie y no podía llamarla porque cuando todo acabó entre nosotras estaba tan enfadada qué decidí eliminar su número.
Así que me senté en el suelo, apoyándome en la puerta, esperando que no tardase mucho.
Unos cuarenta minutos después mi estómago comenzó a rugir de hambre. Por suerte al momento escuché la risa de un niño, una risa que me resultaba muy familiar, y me sentí aliviada.
Cuando vi aparecer a Sara con el pequeño Alex por el final del pasillo, no pude evitar sonreír mientras se acercaban a mí.
Inmediatamente me levanté del suelo.
-Sara: Alex ¿Qué haces aquí?
-Alex: Sara yo...
-Sara: ¿Y esa maleta?
-Alex: Lo siento, no debería... – dije, poniéndome nerviosa – Será mejor que me vaya
-Sara: No, quédate. Tendrás hambre
-Alex: Gracias, la verdad es que me muero de hambre
Sara abrió la puerta y entró con el cochecito. Sujeté la maleta y entré dentro, cerrando la puerta tras de mí.
-Sara: ¿Me vas a decir por qué trajiste una maleta?
-Alex: ¡Ah, sí! Eso... - dije, soltando la maleta- Me gustaría saber si podría quedarme en tu apartamento unos días. Si no te importa claro. Entendería que no quisieras yo...
-Sara: Está bien, puedes quedarte
-Alex: ¿No te importa?
-Sara: No. Imagino que tu apartamento te traerá demasiados recuerdos. ¿Me equivoco?
-Alex: Sí, demasiados... -suspiré- ¿De verdad que no te molesto?
-Sara: No, en absoluto. El apartamento es lo suficientemente grande para las dos, no serás ninguna molestia, quédate tranquila. Además, creo que le gustas a Alex – dijo, esbozando una sonrisa- Dejaré que te instales en la habitación de invitados, ya que te gustó tanto el colchón... - bromeó
-Alex: Gracias Sara, no sé cómo voy a agradecértelo
-Sara: Bueno, a mí se me ocurre una forma
-Alex: ¿Qué quieres decir? – dije, nerviosa
-Sara: Tranquila Alex, tengo intención de aprovecharme de ti. Pero no de ese modo. Ven, sígueme. Te lo enseñaré
La seguí, cruzando el pasillo, hasta una habitación. Abrió la puerta, y nos asomamos.
Observé una habitación vacía, con algunos muebles empaquetados, aún sin montar y unos cubos de pintura en el suelo. Además de elementos decorativos sin colocar y una caja llena de cosas de bebé.
-Alex: Espera ¿Esta es...?
-Sara: Sí, la habitación de los mellizos – interrumpió- Bueno, el proyecto de habitación en realidad – dijo, riendo
-Alex: Pero... ¿Por qué está así? ¿Por qué no hiciste nada aún? Sabes que los bebés están a punto de nacer ¿verdad? La habitación ya debería estar lista para ellos
-Sara: Lo sé Alex. No tengo excusa, soy un desastre. Pero han sido meses de mucho trabajo en el bufete y cuando tenía tiempo libre quería pasarlo con mi hijo
-Alex: Te entiendo, tu niño es un amor. Yo habría hecho lo mismo
-Sara: ¿Me ayudarías a tenerlo todo listo para cuando lleguen los mellizos? No creo que pueda hacerlo sola. Estos dos me están consumiendo la vida
-Alex: Tranquila, apenas te quedan un par de semanas. Cuando menos te lo esperes estarás en el hospital dando a luz a dos bebés preciosos
-Sara: Sí... no veo la hora de que llegue ese momento – suspiró- Entonces ¿me ayudarás con la habitación?
-Alex: ¡Por supuesto! No tenías ni que pedírmelo. Lo haré, me encargaré de todo. Alex será mi pequeño ayudante
-Sara: ¿Sabes que solo tiene dos años, verdad?
-Alex: Bueno, algo podrá hacer ¿no?
-Sara: No lo creo – dijo, sonriendo
-Alex: No importa, pues me encargaré yo de todo y él me supervisará – reí- Tranquila, yo le cuidaré. Tú mientras tanto aprovecha estos días para descansar. Y sobre todo aprovecha para dormir, ya sabes que cuando nazcan los bebés no podrás hacerlo
-Sara: No me lo recuerdes. Si tú supieras lo mal que lo pasé los primeros meses con Alex... No me quiero imaginar con los mellizos. Creo que me explotará la cabeza
-Alex: Lo siento, no era mi intención...
-Sara: Tranquila
-Alex: ¿Comemos? Sigo teniendo hambre
-Sara: Sí claro, vamos – dijo, cerrando la puerta
Salimos a la cocina y Sara sirvió un par de platos para nosotras y después empezó a darle la papilla a Alex.
Cuando terminó, se lo llevó en brazos hasta la habitación para acostarle y yo me quedé recogiéndolo todo mientras esperaba. Sara tardó alrededor de veinte minutos en aparecer.
-Sara: Ya está durmiendo – dijo, acercándose- ¿Qué haces?
-Alex: Estaba fregando los platos
-Sara: No tenías por qué, pero te lo agradezco
-Alex: Creo que tú también deberías dormir la siesta – dije, cuando la vi bostezar- Yo me ocuparé de todo, no te preocupes
-Sara: ¿No te importa? Lo cierto es que estoy reventada...
-Alex: Qué menos que hacer la vida de mi anfitriona más cómoda – sonreí- ¡Anda, ve! Yo me encargaré de vigilar a Alex. Estaré pendiente por si necesita algo
-Sara: Esta bien, pero porque no aguanto más en pie...
-Alex: Si necesitas algo avísame ¿vale?
-Sara: Gracias – dijo, dándome un beso en la mejilla
Después se fue hacia su habitación y yo me senté un rato en el sofá, pensando cómo me iba a organizar para tener lista la habitación de los bebés antes de que nacieran.
Era un reto, pero era lo mejor que me podía pasar en este momento, ocuparme de aquella habitación era la distracción perfecta para mí.
SAM
Estaba en el sofá, intentando leer un libro mientras Ruby se ponía al día con la tarea pendiente, pero no conseguía concentrarme.
Había leído la misma frase al menos una veintena de veces hasta que me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo y decidí soltar el libro sobre la mesa.
No paraba de mirar el reloj, angustiada a medida que pasaban los minutos y las horas. Estaba tan nerviosa que juraría que podía escuchar el tic tac qué las manecillas hacían al moverse.
Aún faltaban un par de horas para que llegase Morgan, pero estaba cada vez más intranquila.
Empezaba a arrepentirme de haberle desobedecido cuando me fui con Ruby esta mañana y no volví, como él me pidió que hiciera.
Pero no podía negarle a mi niña la oportunidad de ver a su tía, y más después de comprobar lo mucho que habían disfrutado ambas durante la visita.
Así que no debería arrepentirme de haberlo hecho, pero no podía evitarlo, no podía evitarlo por las consecuencias que eso tendría para mí.
Empecé a ponerme muy nerviosa y decidí llamar a la madre de la mejor amiga de Ruby, para preguntarle si mi hija podía quedarse a dormir allí esta noche.
Normalmente aceptaba sin problemas. No era la primera vez que le pedía ese favor y lo mejor es que nunca hacía preguntas. En ese sentido era una mujer muy discreta y eso era un buen punto para mí.
Cuando Ruby terminó la tarea de la escuela me asomé a su habitación para decirle qué preparase sus cosas para mañana, qué la dejaría en casa de Ellie y su madre las llevaría a clase por la mañana.
Ella me miró preocupada y yo le dije que estaba todo bien. Ruby era una chica muy inteligente y sabía qué tenía sospechas de que algo no iba bien, pero yo siempre trataba de desviar su atención hacia otro tema para salir del paso.
Salimos y dejé a Ruby en casa de su amiga, le agradecí a su madre por el favor y me fui hacia el apartamento.
Aunque de camino se me ocurrió pasarme por una carnicería gourmet qué le encantaba a Morgan y compré carne de buey de Kobe, esperando que hacerle una de sus carnes preferidas para cenar me ayudase a calmar su carácter esta noche.
Cuando llegué a casa me di una ducha para intentar calmar mis nervios y después fui a la cocina.
Miré el reloj y Morgan estaría aquí en unos veinte minutos, así que me puse a preparar la cena, esperando que la carne me quedase en su punto exacto de cocción.
En cuando escuché las llaves en la cerradura un escalofrío recorrió mi cuerpo, emplaté la carne y la dejé un momento en la encimera para ir corriendo a abrir la puerta.
-Morgan: ¡Maldita sea! ¿Pero qué le pasa a esta cerradura? ¿Por qué nunca consigo abrir la maldita puerta?
-Sam: Sí, a veces se atasca – mentí. Esa cerradura nunca me dio problemas, pero por alguna razón a Morgan siempre se le resistía - ¿Qué tal te fue el día, cielo?
-Morgan: Sé lo que estás haciendo y no va a funcionar
-Sam: ¿Qué quieres decir? ¡Anda, trae! – dije, sujetando su bandolera y colgándola en el perchero de la entrada – Siéntate, la cena ya está lista
-Morgan: ¿Por qué no volviste? – dijo, sentándose
-Sam: ¿Qué?
-Morgan: Te pedí que volvieras después de dejar a Ruby en la escuela – dijo. Aunque en realidad más que pedírmelo me lo exigió con amenazas.
-Sam: Lo siento cariño, pero hoy había una reunión con sus profesores. Lo olvidé por completo. No lo supe hasta que llegué a la escuela
Me acerqué a por los platos y los llevé hacia la mesa. Morgan se sorprendió al ver la cena y su expresión se relajó, lo que me hizo sentir un poco más aliviada.
-Morgan: Huele muy bien – dijo, lo cual me sorprendió, pues normalmente no me hacía cumplidos. Quizás mi plan estaba funcionando. Ojalá lo hiciera.
-Sam: Gracias, espero que esté a tu gusto
-Morgan: Quiero beber vino esta noche, trae una botella – dijo, y aunque no me gustaba la idea de que bebiera esta noche sabía que no podía negarme así que me acerqué a por una botella de un vino que le gustaba mucho y se la acerqué- Gracias, hoy estoy de celebración
-Sam: ¿De celebración? – dije, sentándome
-Morgan: Sí ¿recuerdas aquella farmacéutica? Pues conseguí cerrar el acuerdo
-Sam: ¡Eso es estupendo! – dije, contenta. Y no fingía. A pesar de todo me alegraba de sus éxitos, pues sí estaba contento al final eso me beneficiaba a mí también.
-Morgan: Anda, bebe conmigo – dijo, sirviéndome una copa sin esperar mi respuesta.
Después se quedó mirando, esperando que bebiera y lo hice. Quizás no era tan mala idea, beber y emborracharme hasta el punto de perder la consciencia.
El resto de la cena lo pasamos en silencio, un silencio bastante incómodo qué no me hubiera importado alargar eternamente, pues la incertidumbre de lo que podría ocurrir después me angustiaba aún más.
-Morgan: ¿Dónde está Ruby? – dijo, cuando terminamos de cenar
-Sam: Esta en casa de una amiga, pasará la noche allí – dije, levantándome para retirar los platos.
Me acerqué a la cocina y los dejé en remojo para lavarlos más tarde.
-Morgan: Que suerte que Ruby no esté... - dijo, acercándose por detrás. Sentir sus manos rodeándome y su aliento en mi nuca me revolvió el estómago – Tengo muchas ganas de ti... - dijo, presionando su erección contra mi trasero, haciéndome sentir que podría vomitar en cualquier momento.
Morgan apartó mi cabello a un lado y comenzó a besar mi cuello, de una forma muy desagradable mientras deslizaba sus manos bruscamente por debajo de mi blusa y manoseó mis pechos sin ningún tacto al mismo tiempo que se restregaba contra mí.
-Sam: Morgan, para. Aquí no... - dije, muy incómoda
-Morgan: Te tomaré donde me apetezca – dijo, intentando desabrocharme el pantalón
Pero yo le aparté las manos y me liberé, girándome para quedarme frente a él.
-Sam: ¡No! – dije, empujándole
Enseguida me arrepentí de haberlo hecho. Su expresión cambió totalmente. Estaba visiblemente molesto y me tenía completamente arrinconada.
-Morgan: ¡Ponte de rodillas! – exigió, mientras se desabrochaba el pantalón y liberaba su miembro ligeramente erecto - ¡Vamos! ¿Qué esperas? – dijo, sujetándome por el cabello y tirando de mí hacia abajo, bruscamente – Empieza...
Me quedé de rodillas, frente a su miembro, sintiendo muchísimo asco solo de pensar qué tendría que metérmelo en la boca.
Odiaba cuando me lo pedía, pues era muy desagradable para mí y por la forma en la que me lo exigía hacía que pareciera un acto aún más denigrante.
Quise negarme, pero para cuando pude reaccionar Morgan me sujetó, obligándome a hacerlo. Me obligó a abrir la boca y me lo introdujo sin más.
Apenas noté el contacto empecé a sentir como se endurecía y cómo mi capacidad para tenerlo dentro disminuía a medida que crecía. Sentí que me ahogaba, pero no le preocupó lo más mínimo.
Empezó a embestirme con ganas, golpeando contra el fondo de mi paladar, como si quisiera abrirse paso hasta mi garganta, y eso me provocó una nauseas horribles.
Tuve tentaciones de morderle, para hacer que parase, pero sabía que sería peor.
Así que en vez de eso le empujé con todas mis fuerzas, apartándole de mí y, cuando conseguí liberarme, comencé a buscar oxígeno, inhalando con desesperación.
-Morgan: ¿¡Qué haces!? – dijo, sujetándome por el cuello y levantándome del suelo de un tirón – ¡Ven aquí! – dijo, girándome bruscamente.
Me sujetó por el cuello con fuerza, inmovilizándome y con su mano libre, desabrochó mi pantalón, arrastrándolo junto con mis bragas.
Después se acomodó detrás de mí, utilizando sus rodillas para separar ligeramente mis piernas y me penetró con tanta fuerza que dolió. Pero ni siquiera le importó.
Comenzó a embestirme con violencia, sin darme ni un segundo de tregua, mientras yo solo podía esperar a que acabase pronto con esta tortura.
Me embistió unas cuantas veces más, golpeando mi cuerpo contra la encimera, hasta que le sentí correrse en mi interior y se salió.
Mis piernas flaqueaban y cuando me soltó no pude evitar que cedieran, haciéndome caer al suelo.
-Morgan: Date una ducha antes de venir a la cama... - dijo, marchándose
Me quedé tirada en el suelo durante un rato, llorando de la impotencia y pensando en que Lena tenía razón, debía dejar a Morgan.
Pero no sabía cómo, no sabía cómo escapar de este matrimonio sin que tuviera consecuencias para Ruby y para mí.
Cuando conseguí tranquilizarme me levanté del suelo, con cuidado, y caminé hasta el baño.
Me desnudé, metiéndome en la ducha y abrí el grifo, dejando que el agua cayera sobre mi cuerpo, eliminando las evidencias de lo que acababa de pasar.
Me quedé durante un buen rato, con la esperanza de que al salir Morgan ya estuviera dormido.
Después de la ducha me sentía un poco mejor, me puse ropa interior limpia y el camisón.
Cuando salí del baño noté que aún estaba despierto y eso me preocupó. Intenté que no me notase nerviosa y me metí en la cama con él, mirándole, buscando algún indicio de arrepentimiento en su comportamiento.
-Morgan: Date la vuelta – dijo, girándome bruscamente y acercándose a mí – Joder, que bien hueles... - dijo, respirándome en la nuca
Cuando sentí sus manos manosear mi cuerpo otra vez supe qué iba a ser una noche muy larga, así que simplemente desconecté y dejé que se aprovechase de mí hasta que se quedó a gusto.
Cuando terminó conmigo me dejó tan agotada que sabía que sería incapaz de moverme de la cama hasta la mañana siguiente. Y eso con suerte.
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