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Capítulo 9

Buenos días mis amores. Deben saber que estoy muy, muy contenta de haber llegado a un K, por ello pienso que se merecen este nuevo capítulo.

Que lo disfruten


CAPÍTULO 9.

Vamos a dejar a Karen por ahora, ya la molestamos demasiado.

—Ay sí, vete. Necesito un descanso.

¡Cómo sea! Ahora veremos cómo estará nuestro querido volcán. ¿Estará en erupción? Eso ya lo veremos.

Verónica se encontraba como loca y de casa en casa en su vecindario.

—Hola, buenos días. ¿Han visto a mi sobrina Cristal? De pelo largo... bonita...

—No, señora. No la hemos visto.

—Ok, gracias.

Y así es como debería seguir la historia:

—¡Cristal! —Caminaba y caminaba cual maniática por las calles, las aceras, de puerta en puerta, pero la mayoría resultaba fallido.

Algunas personas hasta se asomaban en los balcones, o en los jardines. ¡Era un espectáculo ver a la seria de la sociedad dando gritos por las calles!

Los vecinos hasta se reían de ella.

—Señora, por favor. ¿Ha visto a Cristal, mi sobrina?

—No, señora. Lo lamento, no la he visto.

—Bueno, gracias. ¡Cristal! ¡Cristal, no te escondas! ¡Sé que me oyes! ¿Cristal?

No sabemos a cuántas puertas más tocó esta mañana, ni a cuantas personas les preguntó. Quería llamar a la policía pero tampoco se iba a rendir tan fácil.

Ya se encontraba en el otro vecindario, en la otra calle, con los brazos cruzados y dando gritos, mirando dentro de cada casa, a cada persona.

—Disculpe, señora. ¿La puedo ayudar en algo?

—Sí por favor. ¿Ha visto a Cristal, mi sobrina?

—No, lo lamento.

—Bueno, muchas gracias —agradeció y cuando se iba a dar la vuelta para seguir buscando, desesperada—, ¡Crist...! —fue interrumpida.

—Bueno —El señor se volvió a donde la tía—, ¿Usted es la que vive en la mansión Monserrat?

—Sí, la misma, por Dios. —Sus manos rezando—. ¿Vio algo?

—Creo que la vi bajando por el árbol ayer en la noche. Me llamó la atención que una jovencita trepara tan bien...

—Sí pero después, ¿no sabe a dónde fue?

—Lo lamento.

—Bueno, gracias de todas formas. —Y con esto se retiró.

Unas cuadras más, gritando y preguntando, hasta que en la típica cuadra solitaria, donde no se encuentran casas y solo árboles, encontró un objeto algo familiar.

—¡El celular de Cristal! —Abrió la boca y corrió olvidándose de las normas de buena postura.

Una vez allí tomo el celular en las manos.

—¡Sí, es el de ella! Tiene su foto. —Al tomarlo encendió la pantalla, agachada en el suelo.

No tenía contraseña el celular, ya que ella misma se había encargado de que no la tuviera para poder revisárselo cuando quisiera. Con dedos temblorosos, tanteaba la pantalla.

Tocó el ícono de llamadas y había dos llamadas perdidas de Karen.

—Karen...

Murmuró el nombre y fue a los mensajes, y ahí encontró la verdadera sorpresa.

Tranquila Cristal, que esta noche será tu noche, besos, Karen.

***


Casa de Karen.

—¡No puedo creer que hagas hecho una fiesta sin mi consentimiento! —le gritó la madre, muy enojada.

—Lo siento, mamá —respondió Karen bajando la cabeza.

—Y tú, Chantal. ¡No puedo creer que la hayas cubierto! Te dejé aquí para que la vigilaras, y te juntas con ella.

—Madre, detente. Chantal no tiene la culpa de nada, soy yo. Yo soy la que hizo la fiesta, yo. Si hay alguien a quien debes regañar aquí es a mí, no a Chantal —la defendió Karen.

Su madre, furiosa se giró hacia la mejor amiga de su hija y le pidió perdón.

—Lo siento, Chantal. ¿Perdona, si?

—No hay problema, señora. Me retiro. —Tomó el picaporte de la puerta y salió de casa.

—Y usted, señorita desobediente. ¡Está castigada una semana sin salir de la casa, sólo para la escuela!

—¡Pero si esta semana es la fiesta de fin de semetre, no puedo faltar!

—Eso lo hubieras pensado antes jovencita, ahora ve a tu habitación. —Karen se levantaba sonando el timbre de la casa—. Oh, mejor quédate aquí, por si acaso es otra de tus travesuras. —Karen se cruzó de brazos viendo como Verónica entraba a la casa.

—¡Oh, hola Verónica! Qué sorpresa, no te esperaba.

La mamá de Karen tenía un talento inmenso de cambiar de humor rápidamente.

—¡Tú cállate!

Karen, si sigues hablando conmigo pensaran que estás loca.

—Okey...

—¿Qué dijiste, Karen? —Su madre se giró hacia ella.

—No, nada.

¿Ves? ¿Ves?

—Shh..

Ok, ok.

—¿Podría hablar con su hija un momento? —inquirió Verónica.

—Sí, claro. Por favor, siéntese.

—No, no, es rápido. —La madre salió de la sala dejándolas a solas.

—Karen...

—¿Si?

—Sé que Cristal estuvo ayer aquí —Karen la interrumpió.

—No...

—No tienes que esconderme nada, ya lo sé todo. Pero, el problema es: ¿Dónde está ahora?

—Le soy sincera, en la mañana me resultó muy raro no verla aquí, creo que se fue ayer en la noche... No sé.

—Bueno, muchas gracias.

—¿Entonces Cristal...? —Entró la madre de Karen y Verónica terminó su frase.

—Desapareció.

***

Caía la noche, y en la pequeña habitación improvisada en un contenedor de barco de carga, Cristal miraba a la pared cuando vio como otro guardia metía a una chica de cabellos rizados y cortos, piel morena para luego cerrar la puerta.

La extraña joven se cambió de ropa y miró a Cristal quien tenía la mirada perdida en el techo.

—Oye tú... número. —Se fija en su top—. ¡Número 100! ¿Cuál es tu nombre?

Cristal la miró un poco desorientada y luego coordinó sus ideas.

—Ah, lo siento —se aclara la garganta—. Me llamo Cristal, me trajeron el día de hoy igual que a ti.  ¿Cómo te llamas?

—Mi nombre es Isabela. —Estira su mano hacia ella—. ¿Qué edad tienes?

—Tengo 17 años. —Toma con su brazo izquierdo el codo derecho—, y la verdad no sé cómo será mi vida a partir de ahora. —Se entristece—. ¿Qué edad tienes tú?

—Tengo 20 —suspira—. Estoy aquí por escapar de un infierno —Mira a sus alrededores—, pero parece que caí en otro.

—¿Un infierno, dices? —Cristal se acerca a ella—. ¿Por qué dirías que vienes de un infierno? ¿Te sucedió algo?

—Mi marido me pegaba y abusaba de mí, me obligaba a tener relaciones. —Le enseña el moretón de su abdomen—. Anoche escapé de casa y lo único que recuerdo es pasar por un parque que daba camino al aeropuerto, luego desperté en el camión.

—¿En serio no te acuerdas de nada? No lo sé... ¿Si alguien estaba detrás de ti o algo semejante?

—No. —Hace cara pensativa—. Es que no recuerdo, estaba muy asustada...

—Bueno, ahora ya pasó. Estás a salvo. —Bajó la mirada—. Yo recibí un gran susto, dos veces, y el último fue de alguien que me tapó la boca con un paño haciéndome imposible respirar.

—¿Pero qué hacías en la calle?

—Es una... larga historia. —Tragó—. Me escapé de mi casa a una fiesta y una vez allí un muchacho me quiso tocar. —Se podía ver que estaba incómoda—. Así que después de tratar de darle una bofeteada, él me agarró de las manos y... me quería llevar a un cuarto.

—Para —hace una pausa luego de detenerla—. Si no te sientes segura cuando hablas de esas cosas tal vez no deberías hacerlo.

Se levanta y se va a sentar a su lado.

—Aún eres pequeña. —Le abraza—. Tienes que prepararte para lo que viene ahora.

El cuerpo de Cristal se eriza en un momento.

—Para lo que viene... ¿Ahora? —Se empezó a asustar—. ¿Qué es lo que me espera, Isabela? ¿Has vivido esta situación? ¿Qué me harán aquí? —Cristal comienza a escandalizarse.

—Cristal, este es el puto infierno.

Hola chicos, espero que les haya gustado el capítulo. Aquí les dejo mis redes sociales por si quieren seguirme.

Mis nobles agradecimientos a esta bella personita CrazyGirl_Ari por hacerme este hermoso banner. Me ha encantado, ¿Qué dicen chicos? ¿Qué opinan?

Gracias hermosa.

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