Capítulo 59
❤Bienvenidos al segundo capítulo de la actualización.❤
CAPÍTULO 59.
Empresa los Demonios.
Rápido...
¿Alguna vez han visto algo rápido? De seguro que sí.
Yo lo asemejaría con los latidos de un corazón, uno muy asustado, apresurado, queriendo salir de un atasco y no poder.
Así estaba Eduard Méndez.
Sobre su mesa habían varias maletas abiertas con dinero.
Eduard tomaba los billetes con desesperación.
—No, no, no. ¡No puede ser!
Tiró la maleta con furia hacia otro lado y buscó en la otra.
—No, no, no, no, no. Tiene que haber más dinero. ¡Tiene que haberlo, caramba!
Contratiempo...
Eduard estaba sudando frío.
—¡No me da! ¡Nooo! —Quería destrozar la calculadora que tenía en sus manos.
La furia hizo tirar todas las maletas al suelo, provocando un estruendoso sonido. El dinero se había desplomado por todo el piso, la mesa, la silla. Por todo, volaba por los aires.
Eduard se pasó la mano por la cabeza.
—¿¡Ahora como carajos yo pago esa deuda!? ¡Argsh!
La chica de nombre Gertrudis, aquella que atendió a Cristal y la peinó el día que se la iba a dar a su hijo, entró en la oficina en medio de todo aquel desastre.
—Señor Z, aquí había una chica muy bonita que podría costar oro, pero usted quiso regalársela a su hijo.
Eduard colocó su mano en su cabeza. Un recuerdo estaba llegando...
—¿Número 100?
Esa voz...
Voz que paraba corazones, hizo que la muchacha se detuviera en seco, tragándose su último aliento y sudando frio. Las botas se acercaban a la sombra de su espalda.
—¿Qué hace corriendo por los pasillos?
—Ehh... —Cristal estaba muy asustada, apenas podía transmitir ni una palabra.
—Te he hecho una pregunta. —La toma por el brazo—. ¿Te has escapado de mi hijo?
La muchacha reflejaba el miedo en su mirada, mirada que luchaba para no lagrimear ante los ojos del jefe.
—Creo que tendré que tomar medidas serias contigo. —El hombre amenazó sin ningún rastro de normalidad, sino que mostró ser una persona fría y sin sentimientos—. ¡02, venga aquí de inmediato!
Su llamado atrajo a un hombre de gran fortaleza, que si más no recuerdo vigilaba el camión donde Cristal fue traída.
—¿Si, señor?
—Llévala a azotar.
Hey, esperen, ¿a azotar? ¡No, Cristal!
—¿A azotar? ¿Me golpearán?
Una bofetada le viró la cara al lado contrario.
—¡Cállate, perra! —le gritó Eduard.
Si las miradas mataran...
—¡Llévensela!
Ordenó y el guardia junto a otro a su lado tomaron a Cristal por los brazos, aunque ella hacía que tuvieran que llevar mayor peso por su clara rabieta
—¡Suéltenme! ¡Basta!
Todo iba muy bien para el señor Eduard quien presenciaba la obra con la mayor sonrisa del mundo, hasta que sus labios se curvaron hacia abajo cuando escucho la voz que menos esperaba.
—¡Padre!
Después de que el eminente recuerdo llenara los vacíos de su mente en forma de una idea demasiado peligrosa para Cristal, expresó con total alivio:
—Caramba. ¿Cómo no pude haber pensado en eso? Tan cerca que la tenía.
Entonces tomó su teléfono y tecleó varios números, tan rápido que parecía melodía.
—Le habla el señor Z... Sí, pueden venir en 8 horas, ya les tengo su dinero.
***
Mansión Méndez.
Los tortolitos después de desayunar como reyes en la cama, decidieron tomar un baño juntos.
Oh, está fuerte el asunto.
¡Bueno! Como seguía...
Hansel llevaba la toalla a mitad de la cintura y Cristal una en su cabeza y otra en su cuerpo. Iban riendo por los pasillos, el chico trataba de hacerle cosquillas y Cristal se alejaba intentando escapar.
—Para, Hansel, detente. —Rió—. No es juego, lo digo en serio, detente.
Hansel seguía riendo. —¿Pero por qué? Venga, ven acá.
Pero Cristal se puso seria y pálida, apartando a Hansel de ella. Cuando el chico se dio cuenta de lo que pasaba se alejó de ella, y se calmó. La miró confuso y con el ceño fruncido.
Una vez que comprendió que era serio, le preguntó.
—¿Qué pasó? ¿Qué sucede? Estabas tan feliz riendo conmigo y ahora esto. Cri... Cristal, estás... Estás pálida, amor. ¿Qué te sucede?
—No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento. —Guió su mirada a la piel de su brazo y observó cómo se erizaban cada uno de sus vellos—. Mira, Hansel. Para que veas que lo digo en serio.
A veces simplemente suponemos que algo malo va a pasar, no es porque no los dicen ni nada parecido, solo ocurre. Así estaba ella.
—Tranquila, nada malo te va a pasar mientras yo esté junto a ti. —Hansel envolvió a Cristal en sus brazos apoyando su mentón sobre la toalla que cubría su cabeza—. Confía en mí, conejita. Confía... en mí.
Abrazados se vistieron y se dirigieron a la sala a ver películas. Y así pasaron las horas...
***
5:47 pm...
El cielo estaba teñido de colores, colores diferentes pero tan unidos que parecía arte. Pareciera que Cristal hubiera dibujado el cielo para el atardecer. En unas horas iba a anochecer y Cela estaba lista para preparar la cena.
Mientras juntaba y lavaba las legumbres, miró a través de la ventana como se detenía un auto negro justo al frente de la casa.
Hansel estaba sentado en su despacho, viendo unos documentos importantes del trabajo. Desde que terminó la película se dirigió hacia allí y había llevado a Cristal con él, la cual estaba sentada sobre sus piernas.
Cela tocó la puerta.
—Pasa —dijo Hansel desde la silla del escritorio mientras hacia sus cuentas en la laptop.
Cela entró en la habitación.
—Creo que el señor Z está aquí. —Hansel dejó de mirar la calculadora para atender a Cela. Sus cejas se unieron.
—¿Qué hace mi padre aquí? —Cela solo respondió alzando sus hombros y llevando las comisuras de sus labios hacia abajo.
La puerta se cerró.
—¿Y ese milagro que estás por aquí, papá? —preguntó Hansel chocando su puño con el de Eduard.
El hombre puso de vuelta las manos en su bolsillos.
—He venido a recoger algo para pagar la deuda, y te guste o no, vas a tener que dármelo.
Hansel hizo una mueca y alzó los hombros, tratando de entender.
En ese momento entraron dos hombres a la sala y se dirigieron hacia atrás.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen? ¡Suéltenme! ¿Por qué me agarran? —se escuchaba la voz de Cristal desde el despacho.
Hansel devolvió su mirada a Eduard. —¿Qué está pasando, papá?
—No te puedo explicar todo, Hansel. Me la voy a llevar.
—No, no, no. No te la puedes llevar. Cristal es mi novia.
—Patético. Una sirvienta sexual como novia de mi hijo. A quién se le ha ocurrido eso.
Los hombres empezaron a jalar a Cristal hacia afuera.
—¡Noooo! ¡Suéltenmeeee! ¿Qué se creen ustedes? ¡Déjenme ya! ¡Me están lastimandoooo!
Hansel fue tras Cristal sin mirar al suelo. Los ojos fijos en ella, y los pies de prisa.
Cela desde atrás le imploró a Hansel con las manos unidas, entrelazadas.
—Niño, no dejes que le hagan nada, por favor. Te lo suplico.
Y Hansel salió de la casa detrás de Cristal. Pero ya no había nada, ya la habían montado en el carro y se veía a lo lejos como aceleraba.
Corrió...
Un sonido de la puerta del auto al cerrarse...
Motor arrancando...
En su auto, Hansel persiguió a su padre, acelerando y esquivando a quien tuviera en el medio, pero Eduard ya llevaba cierta ventaja.
¿Por qué Cristal? ¿Qué no le podía explicar? La mente estaba tratando de atar cabos sin resultados, sin embargo sus ojos permanecieron fijos en el auto negro que estaba frente a él cada vez más pequeño.
***
Comisaría.
Pólvora y Verónica se encontraban conversando muy apresuradamente en la comisaría. Ella le contó todo.
Ya sabían dónde estaba Cristal.
—¿Y entonces por qué carajos no han ido? —dijo Verónica confundida, sorprendida mientras alzaba sus hombros y cargaba aire con sus manos.
—No es tan fácil como parece, Verónica —explicó Pólvora—. Si no terminamos de resolver algunas cosas, podría pasar algo malo. Es muy arriesgado, entiéndeme.
Interrumpiéndola, un ruido proveniente de su teléfono le avisaba que tenía una llamada entrante. Verónica guardó silencio para prestar atención y Pólvora se lo llevó al oído, contestando.
—Con calma. A ver, ¿qué pasa?... ¿Estás seguro de eso?... Está bien, vamos para allá enseguida. Avísale al cuartel.
Se escuchó el sonido de un botón de teléfono.
Pólvora se levantó y comenzó a ponerse una chaqueta que tenía detrás de la silla donde estaba sentada. Verónica le siguió.
—¿Qué pasó?
Pólvora respondió de inmediato. —Nos vamos ahora mismo a donde tienen encerrada a Cristal, y como están las cosas puede que sea peligroso.
Verónica le tomó lo muñeca, deteniéndola. —Yo voy a ir contigo.
—No, es muy arriesgado.
—Es mi sobrina, voy a ir. Yo me responsabilizo de mis actos. —Pólvora suspiró.
—Está bien, vamos.
A la salida de la estación de policías aparcó una camioneta tan rápido que el ruido resonó por toda la zona.
Pronto se montaron y se perdieron en la carretera.
***
—Ella no está, querida —dijo Miranda en el marco de la puerta—. Acaba de salir hace un rato para la comisaría.
Patricia suspiró. —Bueno... ¿Cuándo regresa? No quiero estar molestando.
Miranda negó.
—No, cómo crees. Eres mi sobrina.
En ese momento resonó el teléfono por toda la casa.
—Espérame un momento mientras contesto. Pasa y siéntate en tu casa.
Esteban se acercaba y Miranda descolgó el teléfono y lo puso en altavoz para que su esposo escuchara.
—"Ya voy a buscar a Cristal. ¡Ya voy a buscar a Cristal!"
Y se cortó la llamada.
Sin señal.
Al escuchar la voz de Verónica, ambos esposos se quedaron sorprendidos mirándose entre ellos.
¡Hola, hola! A todos saludamos.
¿Cómo están esas cabecitas
Pensando y pensando?
Este capítulo es interesante.
¿Por fin a Cristal encontrarán?
La llamada más deseada
Por fin pudo allí llegar.
Tenemos portada nueva
En conmemoración a la verdad
Que es que en pocos días
Llegaremos al final.
Despedirnos de la tía
Y de Cristal puede ser
Un poquito doloroso
Y triste a la vez.
Y como toda historia buena
Se acerca a su final,
Con eso quiero decirles
Que faltan dos semanas nada más.
Pero ahora es cuando empieza
La verdadera complicación.
Una sorpresa bien guardada
Para la próxima actualización.
😉
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