Capítulo 54
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CAPÍTULO 54.
Luego de eso el teléfono fue colgado al otro lado de la línea escuchando un sonido de <<pi pi pi>>.
Monsolini se quedó un rato con el teléfono en su oído hasta que luego reaccionó. Corre por todo el pasillo hasta llegar a un local donde Pólvora se encontraba sacando su comida del microondas.
Perdón, Pólvora. Creo que hoy no vas a poder comer.
—Pólvora, recoge tus cosas y vamos.
—Pero Monsolini... —Mira su comida y luego la mira a ella con un puchero.
—Nada de peros, recoge tus cosas y vamos.
—Ya, ya, ya voy. —Deja su comida en la mesa y toma su arma para guardarla en uno de los porta armas de sus piernas. Luego sale corriendo junto a la detective y otros policías usando una máscara blanca en su rostro.
***
La señorita Karen se encontraba saliendo de un trabajo en una cafetería, al parecer se ha propuesto empezar a ganar su propio dinero.
—¿Quieres que te lleve? —Pregunta Rebecca, una chica de cabello rubio la cual era amiga de Karen.
—No, yo... me gusta ir sola. Además no anochece, no debería por qué haber peligro.
Su amiga asiente.
—Bueno, está bien. Pero cuídate nena. Nos vemos mañana. —Se despide con un abrazo tomándose sus manos por un momento y luego soltándolas, típico apretón juvenil.
Nuestra Karen saca su teléfono y le enganchó unos audífonos blancos para escuchar su canción favorita: "Boyfriend, de Ariana Grande"
Sus pies caminaron cuadras y cuadras mientras revisaba su Whatsapp e Instagram con las últimas fotos de su fiesta. Cuánto tiempo, ¿eh, Karen?
Cuando de repente mira hacia atrás a una camioneta que avanza lentamente, por lo que decide dejarse un audífono bajo para cruzar la calle; pero minutos después de caminata, la camioneta no ha pasado por su lado, sino que mantiene una cierta distancia de ella pero doblando sus mismas calles.
Al final se detuvo, y se zafó un audífono.
Miró hacia atrás.
La camioneta blanca se detuvo también y se bajaron unos hombres rudos quienes empezaron a caminar hacia ella.
¡Mierda, Karen!
Alarmas activadas, muévete.
La chica comenzó a correr y a correr siendo el centro de atención de personas sospechosas. Su aliento descontrolado por lo que decide guardar su teléfono en la mochila y seguir corriendo.
Ay Karen.
Ay mierda.
Ellos se acercan, Karen. Corre, nena.
Karen mira sobre su hombro y sí, la perseguían.
—Sé que fui un idiota, Karen. Lo sé y me lo merezco por no confiar en ti. Pero ahora solo vengo a decirte que te cuides mucho.
Cuando regresó su mirada al frente era demasiado tarde. Un hombre de negro estaba frente a ella y por la fuerza de la carrera calló directo a su depredador.
—¡Suéltame! Bandidos, suéltenme, carajo. —Se tiró al suelo forcejeando—. ¡Nooo! Déjenme en paz. —La chica gritaba pero la fuerza del hombre la superó esta vez, pues se las ideo para tomar sus muñecas y colocarlas detrás de su cuerpo con una sola mano mientras que por la otra buscaba algo que creo que todos lo sabemos—. ¡Déjame en paz, idiota!
El hombre la jaló del cabello haciéndola mirara hacia arriba.
—¡Calladita! Si no quieres que te...
Saca un pañuelo con un fuerte olor que hace que Karen comience a llorar y que su corazón lata a mil por hora.
Cristal...
Ay Cristal...
Ayuda...
No puedo... respirar...
El hombre colocó el pañuelo en su nariz y justo cuando lo iba a presionar, se escuchó el sonido de las sirenas.
—¿Qué? —El hombre mira alarmado a sus cómplices aguantando el cuello de la chica con su hombro.
La policía llega a la escena, varios autos se paran a su alrededor y llamando su atención antes de rodearlos.
Demasiado tarde, ya no pueden huir.
Pólvora se baja nada más el auto se detuvo, con una pistola en sus manos y la máscara blanca.
—¡Manos en alto! ¡Manos arriba, vamos, vamos! O disparo.
Atrás de ella los oficiales con pistolas de igual calibre dispersándose por el área y rodeándolos.
Aún se escuchaban las sirenas, vinieron más y los rodearon completamente.
—No la voy a soltar, si me disparan ella morirá primero. —Sacó una pistola y la puso en la cabeza de la chica amenazante—. ¿Quieren eso? ¡Quieren eso! —Su vozarrón resonaba en todos, pero Pólvora seguía al frente, siguiéndola Patricio.
Pólvora no baja su guardia, sino que alzó su mentón y puso el dedo sobre el gatillo.
—¿Le dispararás? —El hombre no habló—. Pues dispárale, hazlo.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Ahora tienes miedo?
El hombre no contestó y apretó aún más es cuello de Karen, sus ojos de cínico.
—Dime si le vas a disparar ahora, cobarde. Pero si lo haces, descuida, que miles de balazos no mantienen vivo a una persona.
Y en ese entonces, el cuerpo del secuestrador se llenó de mini puntitos rojos de las pistolas de todos: Monsolini, Patricio, Pólvora...
¿Ahora qué?
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