Capítulo 51
CAPÍTULO 51.
—¿Tanto se me nota? —Hansel se muerde el labio y mira hacia las escaleras.
—¿Eso es un sí?
—Eso es un tal vez. —Mira su taza de café y revuelve este—. Ya hace rato que he tenido conflictos en mi cabeza desde que llego. Solo no quiero que me pase lo de siempre... no quiero encariñarme o enamorarme y luego perderla.
—Entiendo... —Sabrina llevó sus manos al hombro del chico.
—Bueno, vamos a dejarnos de discusiones y vamos a tomarnos este rico café —dice Hansel antes de darle un sorbo a su taza de café.
La cara de Hansel se contrajo ante el sabor salado en su boca. Sin poder aguantarlo más y escupe todo ese líquido y la desafortunada que estaba delante de él fue la que se encargó de recibirla toda en su cama.
—Mierda, ¡está salado!
—Sí, lo sé —dice Sabrina y Hansel la mira. Las gotas de café y saliva paseaban por toda su frente hacia sus mejillas y terminaban mojando el pelo al lado de su cara—. Extraño... el mío está delicioso. —Pasó su mano por la cara quitándose el café.
—Olvídate de lo que te dije de que sentía algo de cariño por ella, pero ya veo que no.
—Que infantil eres, Hansel.
—Prometo vengarme —le dice a Sabrina antes de compartir estruendosas risas que llegaron a los oídos de Cristal.
Estaba en su cama abrazando a los peluches intentando no llorar hasta escucharlas risas. Sus ojos se aguaron y tiró uno de los peluches hacia un lado, dando contra el closet.
—Maldigo la hora en me enamoré de ti y de tus ojos verdes, Hansel Méndez. Maldita cafetera.
***
En la tarde de ese mismo día en las lluvias del pronosticado otoño, unos padres adoptivos caminaban de un lado a otro, preocupados, sabiendo que su hija no ha asistido a clases y tampoco estaba en casa de su antiguo novio. La madre ya estaba tomando pastillas por los nervios y el padre no separaba el teléfono de sus manos.
Todos tenían un miedo.
Pensaban que había la posibilidad de que los mismos secuestradores de Cristal se hubieran llevado a su hija, pero todos aquellos miedos se fueron en el momento en el que el timbre sonó.
—Yo voy —dice el hombre de manera rápida, mientras se escuchaba el eco de la lluvia caer y alguno que otro trueno. Soltó el teléfono de sus manos y se dirige a la puerta mientras que su esposa miraba sus pasos.
Al abrir la puerta una chica se lanza a sus brazos temblando de frío mientras su cabello húmedo colgaba hasta sus codos. Su ropa húmeda se pegaba a su cuerpo como una segunda piel.
—Papi...
—Tranquila, princesa. Estás bien —dice el hombre acariciando el cabello de ella quien sollozaba, para luego decir su nombre—. Todo está bien, Karen. Todo está bien.
***
—Señora Vero.
—Patri, ya te dije que dejes de llamarme señora Vero, dime Vero o Verónica, a final de cuentas soy tu madre.
Verónica estaba en estos momentos de lluvia en casa de sus nuevos vecinos, tomando una taza de chocolate caliente mientras se abrigaba con un grueso abrigo. Parece que ya ella y su hija empiezan a tener una bonita relacen de amistad.
—Lo siento, es... costumbre de educación.
—Entiendo. Me enorgullece que seas una chica tan educada. Te pareces tanto a mi Cristal...
—Seño... digo, Vero —hace una pausa antes de hablar—. Ya me has hecho la historia de lo que le ha pasado a Cristal, pero aún no me cabe en la cabeza de que ella y yo seamos prácticamente idénticas, casi gemelas.
—Yo tampoco me lo creía en el momento, tal vez sea la genética.
—¿La genética?
—Sí, hay muchos casos donde... personas suelen... Suelen tomar la apariencia de familiares que están o no están con nosotros, casi reencarnándose en otras personas. —Verónica se lleva la taza de chocolate caliente a sus labios y toma un sorbo antes de estornudar—. Y en este caso ustedes dos son idénticas casi la reencarnación de mi madre.
—Oh —dice Patricia—. Eso sí es sorprendente.
—La verdad es que sí, uno de estos días te enseñaré una vieja foto que tengo guardada por algún lado de mi closet. —Verónica vuelve a estornudar.
***
El sol se ocultó cada vez más entre las montañas muy cerca de la casa Méndez, y nuestro querido protagonista de ojos verdes se encuentra sentado al lado de la durmiente Sabrina leyendo un libro.
—Y así fue como el demonio se quedó con aquella pequeña ángel que ante sus ojos cayó del cielo. Fin. —El chico cerró el libro y al mirar hacia su izquierda vio a la Sabrina soñando—. Descansa...
Hansel se levanta y pone el libro sobre su mesita para acobijar a la chica.
Apagando la poca iluminación que le brindaba la lamparita se colocó las pantuflas y sale de aquella habitación, tomando rumbo al final del pasillo pasándole por al lado a la escalera.
¿Estará dormida?
Algo me huele a venganza.
Hansel puso su mano sobre el picaporte de la puerta dudando de lo que haría hasta que se decide por abrirla encontrándose con la habitación de Cristal vacía.
—¿Cristal? —Hansel frunce el ceño en confusión y entra al lugar para revisar, pero aun así no hubo señales de vida—. No está...
Los ojos de Hansel divisaron algo bajo los peluches y al acercarse vio un cuaderno. La curiosidad mató al gato, dicen, pero esta vez Hansel se decide a terminar de apreciar lo que el otro día le parece curioso.
Segundos más tarde ya tenía el cuaderno en las manos, mirando impresionado los dibujos que había hecho Cristal, principalmente el de una pareja feliz que estaba marcado en su totalidad.
¿Esto no te lo esperabas, verdad Hansel Méndez?
—Wao. —Pasaba las páginas sorprendido, observando la calidad que portaba a sus ojos cada uno de esos dibujos—. Son hermosos... —Se quedó pensativo por un momento con los ojos más que grandes mirando el dibujo—. Pero ahora que recuerdo...
—Sí, me gusta pintar. Es mi mayor sueño en esta vida —al escuchar eso Hansel se quedó quieto en la escalera, escuchando la conversación sin ruido alguno.
—¿Y por qué no lo haces, mi niña?
—Es que... mi tía me molestaba mucho con mi sueño de ser una pintora famosa, y por lo tanto, como ella no me dejaba tenía que pintar bajo sombras. Ya sabe, escondida.
Hansel había escuchado una conversación de Cristal y la señora Cela un día cuando llegaba del trabajo.
Al cerrar el cuaderno decide completar su fallida búsqueda de Cristal. Dejó el cuaderno en su lugar y sale de la habitación cerrando la puerta suavemente como espía secreto.
—En el baño entonces.
Ay Hansel, de seguro recordaste esa vez que...
—Cállate.
Se sonrojó. No lo digo por nada malo Hansel.
—Que te calles.
Ok, ok.
Entró al baño y nada, intacto. Las cortinas secas, definitivamente no estaba ahí.
¿Y si se ha intentado escapar? Oh, Dios.
—Mierda, mierda, mierda... —Sale corriendo del baño, asustado y preocupado, decidido bajar las escaleras que llevaban a la oscura sala, cuando algo lo hace pararse en seco.
Escuchó unas risitas que no venían exactamente de la lluvia. Ni que la lluvia se riera. Sino que venían de la cocina junto con una puerta cerrándose. Al bajar un poco más las escaleras vio a Cristal riéndose muy alto en la compañía del jardinero Herculano.
—Espera que te voy a secar la camisa —escuchó más risitas a través de las palabras—. Siéntate ahí que te prepararé algo caliente para tomar. —Después pasos y una silla arrastrándose por el suelo.
Hansel aprieta los puños, furioso.
Cristal venía con una toalla muy sonriente, aun con su cabello mojado y la ropa pegada al cuerpo, para dársela a Herculano, hasta que...
—¿Qué pasa aquí? —Hansel entró en escena.
Cristal se queda como estatua mirando a Hansel parado en la puerta de la cocina, sin decir una palabra.
—Señor, solamente...—
—Tú cállate, Herculano. —El hombre asiente y mira Hansel a Cristal, para volver a repetir—. ¿Qué pasa aquí?
Cristal responde sin más, seria y con la barbilla en alto. —¿Te debo alguna explicación?
—Eres mi sirvienta, claro que me la debes.
—Claro. ¿Siempre soy eso, no? Tu jodida sirvienta.
Él la mira confuso provocando que Cristal mirara al muchacho presente en la cocina, quien se levanta.
—Gracias por ayudarme, con permiso —dice y se va de la cocina, dejando a los dos solos.
—¿Cristal, te está sucediendo algo conmigo?
—¿Debería?
—Te estás comportando muy extraña últimamente.
—¿Yo, extraña? No, señor, solo me comporto como cualquier sirvienta debería comportarse.
Hansel la toma de la muñeca. —Cristal, ya deja de jugar conmigo.
—El que está jugando conmigo eres tú.
—Yo no estoy jugando contigo.
—Sí, estás jugando con mis sentimientos. —Se tapó la boca tan rápido como lo dijo, Hansel quedó confuso, acercándose cada vez más a ella.
—¿Tus sentimientos?
La cara de Cristal estaba más roja que un tomate.
—Cristal... —Intentó fracasadamente acariciarle la mejilla, pero el miedo de la chica la hace correr de ahí para trancarse en su cuarto.
Hansel sin embargo, se ha quedado en la cocina sonriendo como un estúpido pues Cristal le acababa de confesar que tenía sentimientos por él.
¡Holaaaa! Solo un número: 10. Diez CAPÍTULOS PARA QUE SE ACABE ESTA HISTORIA. Vamos a llorar 😭. Aquí un pequeño anuncio de nuestra nueva historia paranormal/misterio en el perfil de aylenitaRR El Reflejo de Mara.
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