Capítulo 45
Capítulo 45
DOS DÍAS DESPUÉS
—¿Cómo está? —Preguntó su esposa apoyada en la pared y de brazos cruzados.
Esteban revisaba los trastes de la cocina, mientras le añadía una pizca de sal a la sopa que preparaba. Al parecer tenemos un buen cocinero en la familia.
Con una mano servía un recién hecho jugo de mango y con la otra, colocaba la batidora y entre otros trastes sucios en el lavavajillas.
—Recién despertó, no ha ingerido nada por haber dormido toda la noche —dijo Esteban a su esposa.
Sirvió la sopa en un tazón de cerámica y limpió los bordes que quedaron sucios.
—Pobrecilla —habló Miranda acariciando a su esposo por detrás—. ¿No le pudiste preguntar nada?
—No. Ayer despertó al mediodía con una fiebre por los cielos. No podía ni decir una palabra. ¿Crees que en esas condiciones le voy a preguntar cómo estuvo?
—Es verdad, amor. No sé en donde tengo la cabeza. —Exhaló y miró dos hielos flotando en el vaso de jugo, como bailaban de un lado a otro.
—En algún momento tendré que averiguar en donde estuvo, y con quién. Además, me estoy preparando mentalmente. —Esteban dibujó una sonrisa triste en su rostro.
—¿Para qué, amor?
—Para cuando le cuente sobre la muerte de nuestros padres. No los ha visto hace años pero aun así, es un tema delicado.
Miranda dudó por un momento. —¿Crees que te cuente sobre dónde—
—Trataré —la interrumpió y esta asintió—. Aún no me creo que mi hermana haya vuelto.
Este hombre tenía una sonrisa tonta en su rostro. Por fin su hermana adorada estaba en casa, había regresado ella sola. Todo lo que creyó perdido para siempre se le había devuelto a sus brazos.
—Me encanta verte con esa sonrisa tonta. —Miranda sonreía abrazando el cuello de su marido. Él la miró con pura felicidad.
—Mi hermana volvió... ¡Por fin mi hermana volvió! —Rió y Miranda depositó un beso en su mejilla riendo también.
—Ve, amor. Te está esperando. —Le acarició su espalda y luego su propia pancita, y le dio un leve empujón a su esposo para que avanzara al cuarto.
—Buenos días, Verónica. —Sonrió tímido—. ¿Cómo... cómo amaneciste hoy?
Verónica se sentó en la cama. —Mejor que ayer, he recuperado fuerzas —dijo observando cómo su hermano le colocaba una pequeña manta sobre sus muslos y luego el plato con la sopa. Le sonrió—. Gracias, Esteban.
Esteban se sentó en la cama, admirándola. —Aún no me creo que hayas vuelto.
—Y yo, aún no creo que siga viva.
—¿Qué dices?
Verónica dudó. —Que siga viva, Esteban. No sabes lo que tuve que pasar para llegar aquí.
La mirada de su hermano lo decía todo.
—Te contaré, pero más vale que mantengas la calma.
Tiempo después...
Verónica daba pequeños sollozos mientras se limpiaba la nariz.
—Desgraciado, maldito mujeriego inmundo. ¿Dónde está, Verónica? Juro que lo mato, lo mato.
—Calma, Esteban—
—¿Cómo me voy a calmar? Verónica, ese hombre es el puro diablo. ¿Cómo se atreve a decirte eso? Si yo lo encuentro yo...
Verónica se trató de levantar. —No, no, no. Esteban, tranquilo. Él es muy peligroso y tengo miedo de lo que pueda hacer.
—¿Así que el señor Z, eh? Ni la Z le va a quedar en su nombre si lo logro encontrar. ¡Le mataré!
—No, no. ¡Ahh! —Verónica sintió un dolor muy fuerte bajo vientre y se tocó la panza, cayendo de rodillas en el suelo—. Ahh...
—¿Verónica? —Esteban avanzó hacia ella, tratando de levantarla.
—No, déjame, déjame, es normal. ¡Ahh! —Se levantó y se sentó en la cama—. Hay algo que aún no te he contado. —Los ojos de Esteban se agrandaron—. Estoy embarazada, Esteban.
Meses después...
—Vamos, tú puedes. Un poco más. ¡Vamos, ánimo!
—¡Ahhh! —Gritaba Verónica con un paño en la boca.
—Vamos, otra vez.
—¡Dios!
Sudor...
Dolor...
Satisfacción...
Todo eso se siente cuando viene un bebé al mundo, es lo que dicen. El día de hoy Verónica Monserrat estaba dando a luz a una linda niña con el llanto tan fuerte que silenciaba oídos.
—¡Pero qué linda niña...! —decía la partera en el cuarto de Verónica.
—¿Una niña? —Sonreía ella—. Quiero verla, quiero ver a mi hija. —Sonreía desplomándose en la cama.
—Espérese un momento... —dijo la partera.
Al instante, Miranda entró para darle apoyo a su cuñada, sonriéndole y mostrándole la gran barriga que pronto obtendría a otro bebé.
—¿Estás feliz? —preguntó Miranda.
—Muy feliz, mi hija. Soy madre, Miranda. Soy madre. —Reía junto a ella—. Igual que tú dentro de poco.
Miranda sonrió. —Ya tengo un nombre para mi pequeña.
Verónica se secó una lágrima y miró a la mujer. —¿Si? ¿Cuál?
Miranda le sonrió. —Cristal Monserrat, mi pequeña Cristal.
—¡Qué bello nombre! Ya quiero que juegue con la mía. —Reían mientras la partera entraba sola a la habitación y ambas dirigieron su mirada hacia ella, quien tenía una cara muy seria.
—Tengo una mala noticia —exhaló. Las dos muchachas se miraron asustadas al ver que la bebé no estaba y al escuchar la puerta trancarse—. La niña... la niña nació muerta, lo lamento.
Lo que pasó después se escuchó a través de la lluvia que caía fuera de la casa. Los gritos y llanto de Verónica resonaban por todo el lugar.
<<No puede ser...>>
<<Mi hija no...>>
<<Esto no puede estar pasando...>>
La enfermera salió de la casa, acomodando unos billetes entre sus senos y dando palmadas sobre estos.
Y fue así como en la noche lluviosa de primavera, un hombre con capucha negra se adentraba en la oscuridad de la calle, caminando kilómetros sin sombra que lo acompañara. En sus brazos se escuchaba el llanto de un bebé, hasta que llegó a ese lugar que su cartel fue iluminado con un rayo.
"Orfanato de Sunny Side"
Dentro le entregó el bebé a una enfermera con una sonrisa y se marchó. Esta miró a la de su lado quien cargaba a otro bebé en su regazo.
—Qué casualidad que en esta noche dos bebés recién nacidas hayan sido abandonadas en este orfanato —comentó la enfermera.
El hombre se dio la vuelta y caminó por donde mismo vino, su capucha lo protegía de la lluvia y de miradas.
Y ese hombre misterioso se quitó la capucha...
Dejando a relucir su rostro...
Y era nada más y nada menos que...
El tío de la pequeña.
Esteban.
¿Qué? Seguro deben estar con los ojos fuera de las órbitas.
Meme de la semana:
En el próximo capítulo
Una pelea habrá.
Alguien será atacado
Con puñatazos y demás.
Alguien será castigado
Con un jalón de pelos.
Mientras otro desgraciado
Estará muerto de celos.
¿Quien será?
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