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Capítulo 44

CAPÍTULO 43.

DÍA SIGUIENTE. 3:05AM.

—Chicas, atiendan. Esto ya va a comenzar —se escucha la voz de Andrea en el amplio pasillo de luces tenues y parpadeantes. Sus manos permanecían contra la pared.

—Tengo miedo. —La rubia frotaba sus palmas y tomaba su cabello como si fuera una coleta para la empujarlo hacia atrás de nuevo. 

—Calma, Cloe —susurra Andrea en su defensa—. Esto tiene que resultar lo más natural posible. 

—¿Dónde está Verónica? —se escucha una tercera voz detrás de la rubia.

—Ya está en su lugar, esperando a que todo inicie. Ya yo tengo que ir a mi sitio, recuerden que todo esto es por nuestra amiga. 

Las tres se dan un fuerte abrazo y Andrea desaparece por el final del mismo pasillo en donde estaban. 

Cloe toma un largo suspiro y abriendo la palma de su mano observa la pequeña piedra que guardaba. La vuelve a apretar y cierra sus ojos un segundo. 

Vamos, Cloe. Yo sé que tú puedes. 

Solo hazlo.

La rubia abre sus ojos nuevamente y lanza la piedra hacia el final del pasillo que se encontraba al frente de ella. 

La atención de los guardias se activa, pronto pasos se escuchan en el pasillo cada vez más altos. Las muchachas observaron sus espaldas yendo al pasillo frente a ellas, buscando el ruido.

Vamos, chicas.

Con cuidado de no hacer un solo ruido, se apoyaron de la esquina de la pared como agentes secretas. 

Los guardias notaron un reflejo rápido por la esquina de sus ojos. 

—¡Oigan! ¡Deténganse!

Se prendió esta mierda. 

Cloe agarra rápidamente la muñeca de Zoe, corriendo junto a ella. Sus ojos en el final del pasillo. Sienten la adrenalina en sus venas haciendo algo completamente distinto de todos los días.

El guardia que vigilaba la puerta estaba completamente dormido, con una boina en su cara. Las chicas pasan a su lado tan rápido que el viento le tira la boina al suelo.

—¡Se escapan! ¡02!

El guardia dormido se despierta de golpe, abriendo los ojos como platos. Los otros dos le pasan delante de sus narices tan rápido que dolía el impacto del viento en su piel. 

***

Verónica se encontraba en el edificio trasero vigilando todo, esperando la señal. 

De repente, escucha el sonido de las alarmas y se coloca la capucha negra sobre su cabello. 

Por otro lado, Eduard estaba sentado en la silla de su oscuro departamento, atendiendo una llamada frente al monitor. 

—Claro, la siguiente caza va a ser el... —De pronto, hace silencio escuchando las alarmas sonar. Frunce el ceño—. ¿Qué es eso?

Se disponía a salir cuando la puerta del departamento se abre y se cierra fuertemente con el cuerpo de Andrea bloqueando la entrada. 

—¿Andrea? —Pregunta Eduard confundido levantándose de su silla—. ¿Qué? ¿Qué estás haciendo aquí? —Mira hacia arriba evaluando el sonido de las alarmas. 

—No lo puedo decir, señor. 

Sus ojos vagaron por las llaves dentro de los pechos de Andrea. 

—¿Qué sucede?

—Tampoco puedo decirlo, señor.

Con un suspiro rabioso, se dirige a buscar las cámaras de seguridad en el monitor, haciendo a un lado los papeles, bolígrafos y tazas de café que estaban encima del teclado. 

Comenzó a buscar rápidamente apretando las correspondientes teclas para cada cámara donde solo se veían guardias corriendo detrás de muchas chicas. Pero entonces ocurre. 

Eduard se da cuenta de algo, algo que lo hace apretar los botones más rápido y más desesperado que antes, fruncir el ceño y hacer que sus cejas se juntaran, para luego cerrar el puño y pegar un fuerte golpe en la mesa, que hizo que el lapicero saltara de su lugar

—¡Mierda! —exclamó y se paró correctamente pasando sus dedos por su cabello y lamiendo sus labios secos.

Parece que se te escapa tu gallina de los huevos de oro, querido señor Z.

—¡Idiotas! —gritó arrugando su nariz y apretando los labios en un aspecto furioso. Agarró con fuerza el micrófono encima de la mesa mientras seguía alternando los ojos—. ¡La que se escapa es la número 11, Verónica! ¡Atrápenla, la quiero sin un rasguño!

Aventó el micrófono contra la mesa, sus ojos ardiendo en furia. 

Andrea miró hacia Eduard, aún sobre la puerta. 

<<Ya nosotras hicimos nuestra parte, Verónica. Ahora, por favor, logra escapar tú.>> Pensó la chica ansiando para sus adentros que todo saliera como lo habían acordado. 

Las hojas estaban crujiendo bajo sus pies rápidamente mientras se daba ligeros tropezones. Sin embargo, no se detenía. Los perros ladrando a sus espaldas le daban pavor, mas seguía corriendo y corriendo.

Dentro del bosque todo estaba oscuro, no se veía nada, absolutamente nada. No se detuvo esta vez, su garganta estaba seca por el viento que chocaba contra su cara. 

Sacó de sus bolsillos una pequeña linterna para iluminar el camino. Eran casi las 4 de la mañana, el horario más oscuro.

A sus espaldas escuchaba las alarmas sofocantes que no dejaban de sonar y comenzaba el reciente tiroteo por el edificio.

<<Eduard ya lo sabe.>> La afirmación la hizo tomar fuerzas para aumentar su velocidad. 

Corre...

No mires atrás...

De repente, ve que su sombra se ilumina hacia adelante; una luz la estaba alumbrando, por lo que tomó una ruta distinta a la que tenía y se escondió detrás de un árbol. Tres guardias pasaron corriendo.

Su respiración estaba agitada pero trataba que no hiciera mucho ruido, y más porque otros guardias pasaron por su anterior camino desde el cual podrían escuchar a Verónica. 

No hay nadie, es hora de seguir corriendo.

Sus pasos se apresuraron cada vez más, lo que para el tiempo fue segundos, para ella fue una eternidad llegar a la gran carretera. Tuvo que seguir corriendo por precaver y alejarse del lugar. 

Los minutos pasaron y las horas también, haciendo que el Sol empezara a despertar detrás de las grandes montañas que le servían como una manta fría. 

Las piernas de Verónica estaban temblando por el largo recorrido que ha hecho. Debajo de sus ojos cargaba enormes ojeras. Sus manos sostenían bajo su vientre la pequeña barriga donde se estaba creando una nueva vida.

Escuchó un trote y Verónica se dio la vuelta. Un caballo de pelaje negro venía arrastrando una carreta, donde un hombre vestido de campesino, al ver a Verónica, hizo que este parara a un lado de ella. 

—So... —Verónica alzó su mirada para observar a aquel hombre—. ¿Señorita, se encuentra bien? ¿Quiere que la ayude? 

Verónica lo miró y dudó en hacerlo, ya que la escena de Eduard brindándole ayuda le vino a la mente en ese momento.

Sacudió la cabeza y miró al señor. — ¿Me podrías llevar a la ciudad? 

—Claro, señorita. Ahí es donde voy. ¿Alguna dirección es específico? 

—Sí, pero... se lo digo en el camino. 

El hombre estiró su mano, agarrando la pálida mano de Verónica y subiéndola al coche. 

***

Una pareja de recién casados estaba en la sala de su casa, sentados en el gran sofá, mientras el del género masculino estiraba su brazo por detrás del cuello femenino, quien acariciaba su vientre de unos tres meses de embarazo. 

Al sentir la puerta tocar en estos tiempos lluviosos, buscó con su mirada al rostro de su esposo. Le dijo que iba a abrir ella, que con el embarazo aún se podía mover. 

Esteban estaba muy sobreprotector.

Caminó hacia la puerta y lo que vio la sorprendió.

Una chica de cabellos y ropa mojados, abrazándose a sí misma y titiritando. Miranda recorrió con la mirada a la chica, de pies a cabeza, arrugando el ceño. Cuando la confusión la dominó, miró sobre su hombro en busca de su amor.

—¿Esteban?

Responde a lo lejos. —Dime, amor.

—Hay una chica aquí en la puerta, toda mojada. 

Esteban juntó sus cejas a señal de que no entendía nada, mientras evaluaba el rostro escondido detrás de los cabellos mojados. De repente ella ladeó la cabeza para dejar ver su cara, que fue totalmente reconocida por Esteban a metros de distancia. 

No lo creía... 

—¿Verónica? —Miranda aún con la mano sobre la puerta tapó su boca con la otra—. ¡Mierda! —Corrió hacia ella.

Las rodillas de Verónica se debilitaron, dejando caer su cuerpo exhausto en los brazos de Esteban, justo antes de perder el conocimiento.

¡AAAAAAAHHHH! ¿Van a gritar con nosotras? ¿Se sintió la adrenalina? Dígannos qué creen de nuestra Verónica. Espero que estén muy bien con esto del covid, ¿Ya regresaron a las escuelas? ¿Sus familiares bien? Cuidense mucho, perfectos imperfectos y soñadores. Por aquí las Hermanas Lenas, Lenacolorado y aylenitaRR estamos bien y preparando sorpresitas.

Por fin Verónica escapó,
Se liberó del demonio
El plan de las chicas resultó
Pero en ella queda el odio.

¿Qué pasará ahora?
¿Con Esteban? ¿Con Miranda?
¿Cuando se acabará el recuerdo
De Verónica? Poco falta.

Chicos, el capítulo que viene
Les aconsejo que estén alerta,
Pues el segundo culpable
De todo lo que dicen
Puede estar frente a sus narices
Y tal vez no se den cuenta.

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