Capítulo 34
¡Bienvenidos a la doble actualización! Allá atrás hay otro capítulo, espero les guste.
CAPÍTULO 34.
Días después, Eduard la había llevado consigo a un lugar entre edificios y buques de carga de barcos, contenedores pintados de los colores naranja y azul.
Había muchas jóvenes llorando, a quienes Verónica miraba algo apenada. Por suerte ella tenía a Eduard.
Esperen... ¿Tener? No lo tenía, acababa de conocerlo y no tuvo nada más que ofrecerle que ser prostituta, de vender su cuerpo a los extraños, o incluso, hasta a él.
—No te sensibilices con esas personas, solo son esclavas. Al caer en este mundo ya no pueden salir.
—Sí, señor.
—Ya eres mía, no podrás escapar.
<<¿Quién podría escaparse de ti?>> —pensó, pero ni siquiera lo dejó salir en un mísero murmuro.
Ella solo miraba sus músculos sobresalientes por debajo de su camisa de botones desabrochados en la zona de su pecho, y sus zapatos brillosos como se movían airosos sobre las escaleras.
—¿Qué es esto? —preguntó mirando las paredes de la edificación a la que se adentraba.
—Es el edificio donde se encuentra mi trabajo...
—¿Y qué es exactamente? No puedo creer que las chicas se dignen a prostituirse solo porque necesiten dinero.
Eduard la observó.
—Te caracterizaste a ti. —Sonrió y devolvió su mirada al frente del camino.
Verónica carcajeó. —Oye —Le dio con su mano en el hombro a modo de juego, desmoronándose de la risa—, Eso no se hace.
—Yo sí puedo, ya te tengo para mí.
—Qué arrogante eres...
***
—Verónica, este es el bar, está conectado con el edificio. Todo esto se trata de nuestro trabajo.
—Ya veo. —La muchacha miró el letrero que decoraba las letras "Bar de Luna" antes de entrar—. Bonito nombre.
—¿Eh? —Eduard se volteó.
—El del bar. —Sonrieron ambos.
—Ajá, sí es bonito. —Verónica lo miró, de la manera en que admira una madre a un hijo—. Ven, entra.
Al entrar se encontró con muchas mujeres que carecían de prendas de ropa, y no por ser pobres, sino que dejaban a relucir todos sus muslos y piernas, montadas en sus tacones de punta fina. Ellas les bailaban a los hombres, quienes se arrecostaban esperándolas en las sillas del Bar. En el mostrador bailaba un joven hombre ofreciendo bebidas de distintos colores, provocando los gritos de las chicas de la barra.
—Chicas...
La voz de Eduard era muy apreciada, que a su vez terminaba provocando que todas centraran su atención sobre él y su nueva acompañante.
—Tenemos una nueva para el trabajo. —Los muchachos hacían piropos a la recién llegada.
Ella solo asentía.
—¡10! —bramó Eduard.
—Diga. —Una joven avanzó hacia él.
—Tú serás la que le explique todo, las chicas que también hagan su parte. Recuerda mostrarle todas las ropas que debe usar y las reglas, sobre todo la de nunca salir más allá de la reja de recepción, ¿ok?
—Sí señor. Venga, sígueme, nena.
Verónica le dio una última mirada a Eduard antes de ser jalada por la mano de esa chica desconocida pero que ante sus ojos parecía amigable.
***
—Hey, chicas, deténganse. ¿Me explican primero todo lo que tengo que hacer antes de ponerme la ropa?
Una de ellas se adentró en el guardarropa para buscar la indicada.
—Es simple —dice una masticando chicle en el sofá, de lado—: Vestirse bonita y seducir a los hombres para que te paguen.
—¿Podrías ser menos cruda? —habla 10.
—¡Ay, cielos, Andrea! Sabes que ellos son peores y los soportas —le respondió la chica del mueble a 10, para luego mirar a Verónica—. ¿Qué número eres?
Verónica frunció el ceño —¿Disculpa? ¿Número?
—Sí, número. Andrea es el 10, yo el 8. —Busca con la mirada a Andrea—. ¿Andrea?
—¿Eh? —responde ella con una pila de ropa en su mano derecha avanzando hacia las chicas.
—¿Fuiste la última, no?
—Sí.
—Perfecto —Andrea la interrumpió colocando la ropa encima de los muslos de Verónica.
—Eso es todo —le mostró—, ahí tienes vestidos de todo tipo, ropa interior, sabes las—
—Andrea...
—¡Cielos, Alexia! Déjame hablar. —Silencio en la sala—. ¿Sabes qué? Olvídalo, venga que te voy a conducir a tu habitación.
Pronto sacó a Verónica del lugar, ayudándola con el montón de ropas y adentrándola en el atenuante pasillo del edificio.
—Esta es mi habitación. —Señaló a una con el dígito 10 enmarcado en la puerta. Luego avanzó a la de al lado—. Y esta es la tuya.
Giró sus llaves para abrir la crujiente puerta.
—Venga, para enseñarte cómo funciona todo —ordenó Andrea y avanzaron ambas hacia el interior de la habitación.
***
—¿Y cuál es la principal regla? —decía 10 sobre sus tacones a la par de Verónica.
—No salir del área cercada... —repitió por tercera vez.
—Muy bien. ¿Cómo nos llama el jefe?
—Por números... —10 le hizo un gesto con la mano para que continuara—. Soy la número 11.
—Correcto. ¡Por cierto, te queda genial ese vestido rojo! Resalta tus curvas —exclamó apreciando la ropa distinta de Verónica.
—Oh, gracias. —Se miró—. Es algo incómodo. ¿No te da frío?
—Pronto te acostumbrarás...
Llegaron al final del recorrido: al bar. Estaba adornado con luces de disco y música muy alta. El olor a alcohol le mareaba los sentidos a nuestra chica.
—Ahora te presentaré a las chicas —dijo 10 en alta voz para que la escuchase.
***
—Es un gusto, 11. Soy la número 5, me llamo Marcela.
—El gusto es mío. —Marcela miró a las espaldas de Verónica a un hombre que la llamaba—. Este es mío, chicas. Deséenme suerte.
—Suerte —dijo 8, una chica llamada Zoe antes de mirar de vuelta a Verónica—. ¿Conoces al señor Z?
Ella se volteó a mirar a sus espaldas, luego confundida recalcó: —¿El señor Z?
—Sí, es el jefe de todo esto. Te vi con él cuando llegabas. Pensé que sabías...
—No, al parecer 10 me lo explicaría más tarde. Lo habrá olvidado —confesó Verónica.
—Nadie aquí conoce su verdadero nombre, es un muchacho muy desconfiado para su edad. Muchas veces pienso que es un vejestorio. —Bufó Zoe, causando que Verónica pusiera sus neuronas a funcionar.
—Interesante teoría.
<<¿Por qué me habrá dicho a mí su verdadero nombre? ¿Para convencerme?>> —pensó.
Verónica continuaba mirando a Eduard, o mejor conocido como el "Señor Z" de ahora en adelante, hasta que llegó 5 caminando por las espaldas de esta.
—¿Qué sucedió? —preguntó 10 causando que Verónica se volteara a recibir a la chica llamada Marcela.
—No era para mí —Se volteó hacia Verónica—, al parecer quiere probar carne fresca.
—Uh... —Alguien dijo atrás ella.
—Ándale —le animó 10 alzándole las cejas.
—No me has explicado esa parte.
—Eso estoy segura de que lo sabes —la miró con una ceja enmarcada.
Se volteó entonces y miró al hombre, el cual tenía sus ojos sobre ella.
Ok, Verónica. No te debes poner nerviosa. A fin de cuentas es solo eso "sexo", no es nada malo.
Recordó las preguntas de ingreso que le hizo 10.
—¿Eres virgen?
—No.
No era virgen entonces. A fin de cuentas era independiente con sus veinte años, podía hacer lo que ella quisiera, donde y cuando deseara.
—Hola... —le dijo al hombre con una pequeña sonrisa y un muro de nervios por dentro.
—Hola, preciosura. ¿Te mantienes activa esta noche? —Le tomó el cabello entre sus dedos.
—Pues sí. Estoy dando servicio, es mi primera velada. —El hombre se acercó a ella más, su aroma a alcohol hacía que Verónica se alejara un poquito.
—Pues supongo que soy afortunado en ser el primero en... —Fue interrumpido por un hombre a sus espaldas.
—Lamento decir que su cena no está programada para este día. —Eduard la tomó del brazo y se interpuso entre ambos.
—Perdona, amigo. —Rió maliciosamente el cliente—, pero yo elijo con quién pasar la noche.
Miró a Verónica —Fue suficiente por hoy —y la sacó del lugar, provocando los gritos de ese hombre.
—¡Eso no se debe hacer! ¿Oíste...? —Sus gritos fueron ahogados tras la puerta de una habitación cerrarse.
— Qué? ¿Qué hice? ¿Hice algo mal? ¿Metí la pata? —preguntaba Verónica.
—Creo que fui yo, fuimos ambos, me faltó por mencionarte algo. —Exhaló—. Estos días no vas a trabajar, debo explicarte primero cómo conseguir y manejar el dinero.
—Pensé que sería algo más importante... En fin.
¿Qué ganas con hacerte ilusiones, Verónica? ¿Creíste que él estaba flechado por ti?
Pues ya ves que no. Ni al caso
Eduard al culminar, cerró la puerta de la habitación de Verónica.
Buenas, buenas, buenas mis amores nos vemos otra vez como todas las semanas, mis perfectos imperfectos. ¿Qué tal sus vidas? Cuénteme
Un capítulo delatador no?... a que no se esperaban que esta fuera la historia de Verónica y el padre de Hansel.
Bien, nosotras las Hermanas Lena tenemos una página en Facebook con el mismo nombre donde a partir de ayer comenzamos a publicar escritos.
Sólo eso, serán bienvenidos.
¡Cuidense y espero les haya gustado esta doble actualización!
@aylenitaRR :
Holiiii oigan hace rato que no hacíamos notas separadas, a ver dejen que les cueste algo de mi.
Bueno, sigo solterona, igual de sata, igual de creativa pero con 17 años a y en cuarentena.
Jajajajajaja
¿Bueno que creen de este pasado de Verónica? 😱
Estoy cada día más sorprendida con las ocurrencias de nuestra tía volcánica
De Pipi.
Bueno pregunta de la semana:
¿que tipo de historias prefieren?
Besoooos
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