Capítulo 29
¡Feliz Navidad!
Bienvenido a la doble actualización.
CAPÍTULO 29.
Al frente de la casa de Verónica, con Esteban y Miranda observando a través de su ventana, tocaban el suelo dos adultos, más bien una pareja de, al parecer, años casados.
—Parece que es una pareja —dijo Miranda fijándose en estos últimos
—Eso es, mi amor.
Se encontraban bajando paquetes, javas y envolturas del auto, muebles desarmados y una bicicleta. Dentro, quedaba alguna persona, a la que el hombre le hizo una seña para que se bajara.
Casa Méndez.
—Estoy muy emocionada, Cristal. Hace mucho tiempo que no veo a mi sobrina. —La señora saltaba sobre sus pies mientras Cristal reía.
—Vamos, señora Cela. —Ríe—. ¡Se puede caer de tanto saltar!
—No me importa, seguiré siendo feliz, aun con un pie roto. —La muchacha la miraba bailar en la cocina, más bien, no podía mantenerse quieta.
—¿Cuándo viene su sobrina?
—En dos días... —Cristal desvió su mirada al lavaplatos, concentrándose en las palabras de Cela.
—¡Me alegro mucho, señora Cela! —Sonrió y abrazó a la anciana, aunque en sus ojos se reflejaba la curiosidad.
¿Conoce a Hansel? ¿Se llevarán bien? Oh, Cristal. No creo que te preocupe la sobrina de Cela. A lo mejor no se conocen...
—Quiero hacerle una cena de bienvenida. —Cristal ladeó su cabeza, mirando a la mujer juntando sus dedos frente a sus labios—. Vamos Cristal, ayúdame a pensar. —La chica frunció el ceño—. ¿Qué le puedo ofrecer a mi sobrina?
Presionó sus labios, pensando.
—¿Qué tal un pastel? —Cela la observó con los ojos expresivos, irradiando felicidad.
—¡Claro, Cristal! ¿Cómo no se me ocurrió antes? —Le dio una palmada en la cadera—. Gracias, nena.
Cristal esbozó una sonrisa, antes de voltearse de espaldas y pensar.
—¿La sobrina de la señora Cela y Hansel...? No, vamos Cristal, espabila. ¿Ahora tienes celos...? No, no son celos, son sospechas. Sí, eso debe ser.
Oh, oh. Creo que aquí hay alguien celoso... Mejor lo dejamos así. El tiempo responderá al final, solo queda esperar.
***
—¿Es en serio? —decía Pólvora mirando todo—. ¿Dónde están?
Solo quedaba polvo... Miraban dentro de cada contenedor, y nada, absolutamente nada daba señales de vida.
—Es el final —Verónica palmeó sus muslos y se sentó en una piedra gigante—, se acabó todo... ¿Ahora cómo la encontraremos?
Pólvora se acercó, mirando a donde la bibliotecaria.
—Todavía tengo fe en que la vamos a encontrar. —Eso cautivó la atención de Verónica, quien la miró tristemente.
—¿En serio lo crees? —Pólvora asintió y la cuarentona devolvió su mirada al suelo.
En ese lugar, tantas escenas pasaron por la mente de Verónica... Escenas oscuras, aterradoras, como la vida de una persona en esos lugares. De seguro todos pensaban lo mismo, incluso Pólvora, quien le tocó el hombro a la mujer.
—Recuerda, que al final de la oscuridad siempre se ve la luz.
Y como si lo dicho retumbara en el destino, en la casa Monserrat, había ojos que aún miraban una persona que acababa de bajarse del auto.
Una jovencita de 18 años aproximadamente, cabello lacio, largo por la cintura, delgadita, labios carnosos y ojos carmelita claro.
—¡Miranda! ¿Miranda, qué te pasa? —La mujer se debilitó y tuvo que sostenerse de una silla, antes de que Esteban cargara con ella y la sostuviera. Señaló hacia la muchacha, sonriente como su hija, o quizás, su hija. ¿Cristal?
—No puede ser... —Esteban tenía la boca abierta.
—Esa es mi hija... —Sus ojos se cerraban—, Cristal —perdiendo totalmente el conocimiento.
Por otro lado, mientras todo era una confusión de la casa Monserrat, hasta para mí que estoy narrando esta historia, nuestro querido papacito de Hansel disparaba al blanco acompañado de guardias que le protegían las espaldas.
Me pregunto dónde estará la cabeza de Hansel. Sus disparos son excelentes pero parece inseguro.
La inseguridad y la debilidad nos deberían existir...
Son palabras que llegan a su mente, y los disparos se vuelven más agresivos y rápidos.
Los débiles no tienen derecho a vivir
Un disparo y un llanto protagonista en sus recuerdos.
¡Eres malo!
—Todos somos malos en esta vida, todos tienen pecados y pensamientos no debidos
—No tenías derecho de quitarle la vida.
La imagen de un cachorro pastor alemán lleno de sangre entre los brazos de Hansel era aterradora.
—Él era débil.
—No, no lo era.
Un arma apuntando la cabeza de un niño de menos de ocho años.
¿Eres débil?
Los ojos de Hansel tienen un semblante frío y sin sentimientos.
—No lo soy y nunca lo seré
Se escucha un gran sonido de otro disparo.
***
Como mismo un auto va hacia un lugar, regresa de donde vino. Dentro del coche, muy desesperanzados todos ante una derrota mental, el silencio reinaba en las mentes de Pólvora y Verónica, aunque el radio seguía sonando. No es fácil llegar tan lejos para no obtener nada de gratificación, por el contrario es muy difícil.
Nuestro volcán miraba por la ventanilla del auto los carros pasar en la autopista, sollozando con la uña en el diente. Pólvora suspiraba, dudando si decirle algo para consolarla o dejarla así, ya que resultaba muy sospechoso su carácter.
Opino que todos tenemos nuestras recaídas, algunas duelen tanto como fuego en la piel, y nos dejan quemaduras que después se harán cicatrices.
El teléfono de Pólvora sonó interrumpiendo sus pensamientos, de parte de la comisaría. Ella frunció el ceño antes de llevárselo a su oreja
—¿Diga? —El conductor apagó la radio para que la chica continuara—. Si, estamos de regreso... —Verónica centró su atención en la muchacha—. ¡¿Cómo?! —Gritó Pólvora—. ¿La encontraron?
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