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Capítulo 13

CAPÍTULO 13.

Los ojos de los chicos formaban una mirada conectada. Ambos pensaban lo mismo, y sinceramente no se lo podían creer. Era un hecho lo que estaba ocurriendo.

<<Siento que te conozco>> Palabras que retumbaban sobre sus mentes.

El chico por fin decide hablar, aún dentro de su trance y aura de telenovela. ¿Acaso la magia existe? ¿Acaso sueñas con alguien y te aparece en un día tan dichoso?

Cristal, por el secuestro; un hecho que no es esperado y sobre todo porque es algo completamente ilegal y aun así, la policía no está al tanto de lo que sucede. Hansel, por su cumpleaños número 20.

—No sé por qué, pero... —Hansel avanza unos pasos hasta que sus ojos tienen que descender para mirar el rostro de Cristal—, siento que te he visto en algún lugar.

Cristal no se lo podía creer, sus ojos se cristalizaron de repente.

<<Yo también, te he pintado sin siquiera conocerte.>> Quería decirlo, pero ese miedo intenso le impedía soltar siquiera una palabra.

Hansel la miraba y comprendía que quería decir algo, pero no podía. De su boca no salían palabras, sin embargo de los ojos lágrimas descendían; su labio inferior temblaba al igual que el resto de su cuerpo.

<<Pobre chica. Es muy joven aún, está aterrada. No le puedo hacer esto, no soy capaz, mi corazón no me lo permite.>> Pensó Hansel.

Cristal, bien orientada por lo que tenía que hacer, procedió a abandonar las telas que la cubrían y quedarse solo en lencería.

De repente, algo en Hansel le hizo quitarse su camisa y correr hacia ella poniéndosela sobre su tembloroso cuerpo.

—No, no, no lo hagas. —La detuvo.

Cristal lo observó sorprendida y a la vez, atontada.

<<¿Qué estás haciendo? Se supone que...>> Pensó la chica.

Estaba perdida en sus ojos, mirando sus movimientos mientras cubría su cuerpo desnudo, en un tacto respetuoso y delicado.

<<¿Qué está pasando?>>

—Permíteme, no lo hagas. —Él la miraba a los ojos, esos ojos con los que tanto había soñado, que tanto se habían metido dentro de su mente. Ella estaba interrumpida por el pavor, la sorpresa, el chico de sus cuadros, el chico de sus sueños: todo era una señal, todo—. ¿Cuál es tu nombre?

Cristal no entendía nada. ¿Este chico la estaba salvando por alguna casualidad?

Recordando el número lentamente su mente encontró el correcto.

Vamos Cristal, dile.

—El número 100 —respondió ella.

—No pregunté tu número, pregunté tu nombre —le dijo el chico tomándola por sorpresa.

—Me llamo Cristal. —Hizo una pausa, mirándose ambos a los ojos—. Cristal Monserrat...

***

Y volvemos a la casa Monserrat, una mansión que se estaba tragando viva a aquella mujer obediente de Dios.

—¡¿Pero qué es eso de ponerla en un convento?! —El padre de Cristal y hermano de Verónica le gritaba a los cuatro vientos a las dos mujeres frente a él.

—Pensábamos que era lo mejor para ella. —Intervino Miranda defendiendo a su cuñada y a sí misma—. Además, ahí iba a ser dedicada a la obra de Dios y ser una mujer pura. Estaría protegida de los malhechores.

—¡Al diablo lo puro! —Regañaba Esteban—. Miren a donde ha llegado la pureza de ustedes. ¡Por su culpa mi niña ha desaparecido!

—¿Pero cómo ella supo eso? Lo del convento. —Miranda estaba confundida en medio de aquellos gritos y miró a su cuñada Verónica en busca de respuestas—. ¿Llegaste a contárselo alguna vez, Verónica?

—No... ¡No! ¡De ninguna manera! —negó la tía volcánica—. El día que hablé contigo fue cuando Cristal se escapó de la casa y fue a la fiesta de una amiga de la escuela. Ella nunca había hecho eso en su vida.

—¿El día que hablaste conmigo?—Frunció el ceño la mujer—. ¡El día que hablaste conmigo se lo debías haber contado! Mira hasta donde llegamos por esto.

—Lo sé, lo sé... —Repetía verónica jalándose los cabellos—. Todo es culpa mía, ya. Si quieren echarme la culpa háganlo. ¿Pero ahora? ¿Ahora? Culpándome con van a arreglar nada aquí, nada, absolutamente nada. Debemos esperar a que la policía nos traiga noticias.

—¿Y cómo lo harán? ¿Tienen algo para encontrarla? —preguntó preocupada la aislada madre de la chica.

—Sí, una foto —respondió Verónica secándose el sudor de la frente y de las mejilla con los dedos.

—¿Una foto? ¡Una foto! ¡Quiero ver esa foto! —Reaccionó escandalizándose su cuñada—. Muéstrame la foto, Verónica. Muéstrame la foto, por todos los cielos.

—¿Qué foto? —Intervino Esteban acercándose a ellas. Pronto dirigió la mirada a su hermana—. ¡No te demores más y traila!

—Es esta. —Señaló Verónica después de revisar temblorosamente el celular, poniendo la imagen frente a los ojos de Miranda, quien le arrebató el móvil de sus manos para mirarla de cerca.

—Mira, Esteban —llamó a su marido y él se acercó y miró la foto de Cristal en la fiesta.

—Ay mi niña preciosa... —dijo mirando a Cristal con ojos de corderito, antes de que su esposa gritara:

—¡Pero está demasiado descubierta aquí!

***

Karen se encontraba realizando las tareas de la escuela, pero castigada en su cuarto. Esa fiesta del viernes le había costado la ausencia a otras, que recién se estaban celebrando por la preparatoria. Cuando termina de hacer algunas, decide conectar el teléfono a la Wi-Fi en búsqueda de una vía para socializar.

Al instante, su celular comenzó a vibrar y a emitir un sonido tras otro mientras la bandeja de entrada de mensajes iba subiendo sus números en color rojo. Llegaron a su teléfono un montón de notificaciones de su última publicación de Facebook e Instagram, e invitaciones a fiestas; así como mensajes con las palabras "Feliz Cumpleaños" adornaban sus ojos de alegría.

Ya Karen podía ser Karen.

Las notificaciones de reacciones en Instagram no tardaron en aparecerse una debajo de la otra.

Chantal_V reaccionó a tu foto.

Chantal_V comentó tu foto.

JamesAbarbosa ha comentado tu publicación.

Chantal_V y 117 personas más reaccionaron a tu foto.

—¡¿Pero, qué mierda es esto?! ¿Desde cuándo yo no abro mi teléfono? —Suspiró—. Esto es grave.

Y las notificaciones seguían...

Tienes 24 llamadas perdidas, 86 mensajes no leídos

—¡¿Pero qué carajos?!

209...

211...

212 mensajes en Whatsapp

Pueden notar que Karen es muy popular. De más está decir que al hacerla se pasaron en el ingrediente principal: Fiesta.

—¿Por qué? ¿Por qué es cuando no puedo ir?

Quizás porque eres una irresponsable.

—¡Cállate, puta conciencia!

Tienes un nuevo mensaje.

—Oh, este mensaje debe ser reciente. Vamos a ver —dijo Karen tocando el nuevo mensaje en su bandeja y entrando al nuevo chat.

James: Hola Karen

<<Wow, James escribiéndome ahora. ¿Qué se trae?>> Pensó Karen, algo intrigada.

Karen: Hola, James. Todavía estoy molesta.

James: ¿Por qué?

Karen: ¿Acaso se te olvidó lo que hiciste?

James: Ahh, perdona Karen, ya me disculpé.

Karen: Sí pero...

James: Gracias a Dios todo salió bien.

Karen: ¿Todo salió bien, seguro?

James: ¿Sucedió algo?

Karen: Estoy castigada, mis padres lo descubrieron todo.

James: ¿Pero, cómo?

Karen: Gracias a una personita que se limpió con las cortinas.

James: Si wey, pero no fue a propósito. ¿Cómo se enteraron?

Karen: El paquete llegó cuando mis padres estaban en casa.

James: Uff, lo siento Karen.

Karen: Eso no se resuelve así como así.

James: ¿Ni diciéndotelo en la cara?

Karen: ¿Eh?

En este preciso momento la ventana de Karen se abrió sorpresivamente, dejando entrar a un James al cuarto.

—Lo siento.

—¿Qué? —Karen se dio la vuelta con la mano en el pecho aguantándose el corazón—. ¿James? ¿Qué carajos haces aquí?

—Sinceramente solo me dieron ganas de trepar a tu ventana. —Ironizó.

—No se trepa a la ventana de una dama así como así. Algo tienes que querer.

—Tenía que decírtelo... —vacilaba James.

—¿Decirme, qué?

—Tú me gustas, Karen.

***

Cristal había permanecido perdida en la mirada de esos intensos ojos, antes de que Hansel decidiera dejarla libre.

—Te puedes ir, Cristal. —A lo que ella aceptó, aún temblorosa.

Con la mirada en el suelo llegó a la puerta. Con la palma de la mano en el marco, sus ojos y los de él hicieron contacto visual por un momento, luego salió dejando a un Hansel pensativo en la habitación.

—Cristal... —murmuró su nombre.

<<Se llama Cristal.>>

La chica corrió asustada por los pasillos, cuidando de que su presencia no fuera vista por ningún guardia.

Escuchaba pasos y su larga cabellera la apoyaba en la pared, la cual utilizaba para cubrirse un poco su cuerpo semidesnudo.

Al llegar a la primera escalera, sus pies no se veían por lo rápido que avanzaba, lo que produjo que al final de estas le diera el impulso de correr sin el miedo de ser vista.

—¿Número 100? —Esa voz... voz que paraba corazones con su tono tan firme, hizo que la muchacha se detuviera en seco, tragándose su último aliento y sudando frío. Las botas del señor se acercaban a la sombra de su espalda—. ¿Qué hace corriendo por los pasillos?

—Ehh... —Cristal estaba muy asustada, apenas podía transmitir una palabra. Eduard cuando hablaba parecía el mismo demonio, quizás por eso su empresa o lo que sea que creó se llamaba así.

—Te he hecho una pregunta. —La toma por el brazo—. ¿Te has escapado de mi hijo?

La muchacha reflejaba el miedo en su mirada, mirada que luchaba para no lagrimear ante los ojos del jefe.

—Creo que tendré que tomar medidas serias contigo. —Amenazó sin ningún rastro de normalidad, sino que mostraba ser una persona fría y sin sentimientos—. ¡02, ven aquí de inmediato!

Su llamado atrajo a un hombre de gran fortaleza, que si más no recuerdo vigilaba el camión donde Cristal fue traída. —¿Si, señor?

—Llévala a azotar.

Hey, esperen. ¿A azotar? ¡No, Cristal!

—¿A azotar? ¿Me golpearán? —Una bofetada le viró la cara al lado contrario.

—¡Cállate, perra! —le dijo Eduard. Si las miradas mataran...—. ¡Llévensela!

Oh, no, no, no. ¡Cristal!

Ordenó Eduard y el guardia, junto a otro a su lado, tomaron a Cristal por los brazos; aunque ella hacía que tuvieran que llevar mayor peso por su clara rabieta.

—¡Suéltenme! ¡Basta!

Todo iba muy bien para el señor Eduard, quien presenciaba la obra con la mayor sonrisa del mundo, hasta que sus labios se curvaron hacia abajo cuando escuchó la voz que menos esperaba en esos momentos.

—¡Padre!  

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