-—¡Octobel, me derrito al verte!, ¿para cuándo una salida? —planteó una de sus amigas, soplándose a si misma por el calor.

Sí, era la típica clase de persona que tenía varias amistades, especialmente chicas claro. Muchas decían que sería un infarto tenerlo en un efigie, no parecía mentira pues era; amistoso, agradable, inteligente y con un sentido del humor que nadie podía quitarle.

Risueño como nadie y agradable por sus comentarios.

Mientras tanto, hablaba con sus amigas.

—Ni que fueras hielo —bromeó el pulpo—. Gracias por tus palabras.

—Me fascinas.

—Bueno, ya me voy. Cosas que hacer —comunicó el ojiceleste.

'Cosas que hacer', no existían muchas, apenas iba de un lado a otro. Aún así, decidió alejarse sin motivo aparente.

A veces quería estar un rato solo.

—Mmm, una suerte. —Observó con asombro—. ¡Espera!, ¿no es lo qué creo?

Vio un bastón en el suelo, justamente en ese momento llegó una niña morena, con un inusual traje de vendas y sus ojos eran violetas, se notaba que buscaba algo. No la dejó de mirar, de cierta forma lo impresionó ella.

El objeto perdido se encontraba a pocos centímetros del lado contrario de la egipcia.

—Oiga, ser extravagante —lo llamó—, estoy buscando mi preciado báculo. ¿Lo ha visto?

El chico pulpo se puso a pensar—. ¿Ver algo? Perdón, no...

«¿Por qué no jugarle una broma?»

—¿Me está diciendo la verdad?

—Pues, sí.

—¿No mientes? —Entrecerró sus ojos con dudas.

El de tentáculos rió ante sus cuestiones, no las tomaba en serio—. ¿Y por qué hacerlo, querida?

Gracias a esto, sus mejillas morenas tomaron color de la vergüenza, entonces se marchó con su vista en el cielo e ignoró, de paso, sus últimas palabras.

«¿En qué pensé? Ni siquiera me servirá de nada el jugarle una broma, no la conozco. No puedo hacerle esto» razonó en silencio.

~~~•~~~

Había pasado la semana desde la conversación y de no haberle devuelto, quería regresarselo. Su especialidad eran los cristales, no tenía otras prioridades más que eso.

Por ende, fue a visitarla para devolvérselo.

—Me siento listo para esto, se lo daré y me iré —se dijo a si mismo.

Corrió con prisa por la vía pública, sus tentáculos no ayudaban mucho pero no iba a perder la oportunidad de verla de nuevo.

—¿Me veo bien?

De pronto, apareció la chica del Antiguo Egipto por las calles. Esa noche deslumbraba a todos con su brisa helada.

—Eh... ¡Qué tengas linda noche! —Se acercó, cambiando de su actitud de nervios a seguridad para empezar a hablar—. Tengo algo que decirte...

Ella curveo sus cejas extrañada—. ¿Tú otra vez?, ¿qué es esto? ¿un festival de seres raros?

—No, quiero devolverte algo.

—¿Qué es?

—Tu báculo, dulzura. —Se lo alcanzó.

—¿De verdad? ¡Oh, te lo agradezco, lo he estado buscando por todos lados! No sería nada sin esto.

—Lamento el malentendido. A propósito, ¿cuál es tu nombre?

—Soy Pharaoh Girl, la pronta emperatriz. —Le sonrió mientras lo miraba a los ojos muy cerca.

—¿Ah sí?, soy Octobel. No creí encontrar a... —De pronto sintió un beso en su mejilla derecha—. Wow, ¿por qué esto?

—Es una forma de agradecer, niño pulpo. Pero eso es por una parte.

—Gracias... Quisiera otro más.

—Pues no, no estoy para eso. —La morena se empezó a alejar.

—¡Oye!, lo siento pensé en voz alta...

Como les encantaba molestarse, el ojiceleste nunca vería a otra niña como la miraba a ella.