CAPÍTULO 5
¡Juaaaan!- gritó Meg corriendo hacia su mejor amigo, quien la recibió con un abrazo.
Así es pequeña, nos hallamos los 4 reunidos otra vez- dijo amable su amigo- ayer tenía unos trámites que hacer, por eso no pude venir, pero calma que aquí hay Juan para rato-dijo enérgicamente mientras llevaba a Meg rodeándola con sus fuertes brazos.
-Y cuéntame Meg, ¿qué hay de nuevo con tu amigo pizza?- preguntó el muchacho.
-Se llama Andrie no amigo pizza-respondió propinándole un pequeño codazo en el estómago.
-Auch, me lastimas- dijo fingiendo dolor.
-Ajá si claro- replicó Meg -¿3 años de Taekwondo para sufrir por un codazo mío?
Ambos rieron y siguieron charlando de Andrie mientras se dirigían hacia la puerta del colegio, cuando unos ojos plateados se posaron en el rostro de Meg. La aludida, sintiéndose observada echó un vistazo hacia todos lados, sin distinguir al joven que se había escondido.
Nuevamente los mismos ojos se posaron en Meg, y ésta vez su mirada no se esfumó tan rápidamente.
El joven pudo jurar que sintió como por cuestión de sólo milésimas de segundos, sus miradas coincidieron. Sólo éso bastó para que el corazón de él marchara más rápido de lo normal, sintió como esos ojos pardos develaban su ser, dejándolo allí inmóvil y sin aliento, todo esto únicamente en fracción de segundos.
Afortunada pero tristemente los ojos de Meg no se mantuvieron allí, dejando pasar inadvertidamente el gran acontecimiento para el chico.
En tanto la confusión en la mente de Meg surgía prontamente, al igual que su nerviosismo.
La primera clase sucedió tranquilamente mientras realizaban un trabajo de Matemáticas, los cuatro chicos en sus puestos: María Emily, Juan y Meg, tal como llevaban haciendo desde 4 años, cuando el grupo había nacido.
Emily y María se miraban maliciosamente a ratos, siendo completamnente desapercibidas por Meg, la cual estaba absorta en su guía.
"[43-32×xi]
3×3=6"
-Ratas! Me he vuelto a equivocar, esta clase se me está haciendo larguísima, iré al baño.- dijo internamente Meg.
Acto seguido se levantó de su puesto para pedirle permiso al profesor.
Momento preciso para que María dejara rápida y silenciosamente una particular notita entre sus cuadernos.
Sonó el timbre que indicaba un receso de 20 minutos, y Meg se hallaba sacando su colación, cuando sintió una voz masculina a sus espaldas.
-Meg ¿eres tú?- preguntó tiernamente el joven de cabello castaño.
La aludida volteó rapidamente para encontrarse, ni más ni menos, que con Paul.
-¡Paul! ¿Cómo estás? ¿Te agrada el colegio?
-Por ahora me gusta bastante, aunque claro, las clases no mucho- dijo llevándose la mano al cabello, y provocando una pequeña risa en Meg.
Ésta se puso de pie y se dispuso a guardar sus cosas, haciendo tiempo, como decía siempre María, para idear un tema de conversación.
Pero su mente no se hallaba en algún tema en específico, estaba observando al joven que sacaba unas papas fritas.
-¿Quieres papas Meg?-ofreció Paul amablemente.
Definitivamente Paul sabía como vestir, venía con un gorro negro, polera blanca y poleron negro, pantalones oscuros y vans, pero lo que más llamaba la atención era su rostro, algo sonrosado y de ojos brillosos, labios suaves y sonrientes. Su potente mirada se hallaba fijamente en Meg, al parecer esperando una respuesta de su parte.
-Gracias Paul, eres muy amable- dijo mientras sacaba unas cuantas papas.
El chico como respuesta asintió levemente y respiró algo agitado, algo que solo un buen espectador hubiera notado.
-Y cuentanos, Paul - comenzó María - ¿Que te gusta hacer?
-Mmm de todo un poco diría yo, me gusta la música, en mis tiempos libres toco el teclado. Me gustan los libros y más que nada amo pasar tiempo en el aire libre. -respondió algo nervioso.
-Vaya vaya. Nos disculparás un momento Paul, Emily y yo iremos al baño. - dijo María guiñandole el ojo a Meg, que las miraba alejarse sintiéndose algo desesperada.
Luego de mirar a su alrededor y notar que Juan no estaba en el aula, sintió como su corazón comenzaba a palpitar aceleradamente.
-Meg- rompió el silencio que comenzaba a hacerse incómodo- ¿Qué te gusta hacer?- preguntó mientras la miraba directamente a los ojos.
-Eh, bueno, yo, eh, yo libros leo, y ehh, amo chocolate y la pizaa me encanta. - respondió incoherentemente.
-Entiendo, eres tímida al igual que yo- dulcemente repuso Paul al observar que la joven ni proseguía su corto discurso- Pero ¿Sabes? Las personas tímidas son las que más aprecio, porque a pesar de ser calladas, siempre sabrán el momento perfecto en el cual intervenir.- dijo Paul causando que un pequeño rubor subiera al rostro de Meg, pero antes de poder notarlo, volteó dandole la espalda, sin saber que hacer ni responder.
Luego de uno o dos minutos de silencio. Una leve pero percibible respuesta salió de sus labios.
-Gracias.
-No hay de qué - contestó el joven que había aguardado pacientemente reposando en una mesa que se encontraba allí.
-Así que... ¿libros eh?- recordó afortunadamente la chica.
-Jajaja, por supuesto Margaret, me gusta más que nada la poesía y el romance, ¿Muy cursi no?- rió alegremente cruzándose de brazos.
-La verdad, no mucho, a mi también me agrada la poesía, pero no logro entenderla- repuso tristemente Meg.
-A veces yo tampoco la entiendo, pero cada quien sabe darle la interpretación correcta. Sólo está aquí- dijo señalando su pecho- en el corazón. Si lees con los ojos, jamás entenderás nada Margaret, pero si ves más allá, verás la hermosura que contienen las letras de la poesía.
Meg estaba maravillada observando a Paul. Le impresionaba estar escuchando una explicación tan completa y a la vez sencilla, proveniente de un joven, de probablemente su misma edad, que daba a entender un verdadero amor a la literatura.
No fue si no hasta que sintió la mirada del joven en sí, que recobró el sentido de la realidad.
-Perdona, estaba pensando.
-Nadie te ha culpado de nada Margaret.- dijo sonriendo Paul, provocando nuevamente que Meg sonriera.
-No es necesario que me llames Margaret, Paul.
-Si mal no recuerdo, sólo tus amigos podían decirte Meg, ¿me equivoco?
-No, así es Paul, pero sólo una persona me llamaba así-rápidamente el brillo en los ojos de Meg se esfumó, al igual que su sonrisa.
Paul advirtió instantáneamente ese repentino cambio, por lo que dijo.
-¿Hice algo indebido Meg? ¿Ahí sí? ¿Meg?
-No es nada, sólo que...nada. Creo que ya van a tocar el timbre.- ambos guardaron silencio.
Paul se había enojado consigo mismo por haber provocado ese cambio en ella. Mientras que los recuerdos de Meg salían a flote melancólicamente, pero antes de que decayera su ánimo, dijo.
-¿De qué tienes clases ahora Paul?
-Lenguaje, me encanta esa materia, ¿y a tí?
-Química. ¿Sabes como llegar a tu sala?- preguntó divertida.
-Me ofendes- exageró el joven alegremente, pero algo impresionado por el cambio.
-Nos veremos más tarde, Meg.- despidióse mientras se encaminaba a la puerta, siendo seguido con la mirada por ella.
El timbre sonó y vió como sus amigas entraban casi corriendo, lo habían escuchado todo.
Paul, aún extrañado por el cambio de Meg, se dirigió finalmente a su clase, sonriendo para sus adentros.
Bravo jovencito, creí que saldrías corriendo.
Vaya fe que me tienes querido cerebroconciencia lo que sea.
Por supuesto. Ayúdala Paul, tiene una pena.
Lo sé, espero que todo siga su curso.
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MHilaalalanndnd
Hola! Me extrañaban?
Traje un cap super "largo"
Eso ps, nos vemos me duele la cabeza canguritos.
¡los quiero!
_Cangura
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