Su aspiración de entrar a la mejor universidad del país a estudiar la carrera de sus sueños junto a la falta de dinero que necesitaba para ello definitivamente fue lo que terminó por orillarlo a aceptar aquel humilde trabajo como repartidor de pizzas.

Uno qué, sin desearlo ni preverlo, le llevaría a conocer y hacerse amigo de las personas más idiotamente leales que pudiera encontrar. Pero por sobre todo, un trabajo que además traería consigo a un directo, molesto, problemático, insistente, misterioso y guapo cliente como lo sería Todoroki Shōto.

Un chico un año mayor que sin razón, sospecha o motivo aparente para él, lo convertiría en su repartidor de pizzas personal únicamente para conocerlo y hacerlo su novio.

¿Pues cómo no hacerlo, si literalmente, el amor había tocado a su puerta?

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Y así fue como la ansiedad por subir esto pudo conmigo </3

Ahora me voy a escribir mis otras historias, nos vemos :'3