Capítulo 03
«Los Todoroki»
🍕
—Familiar de pepperoni, queso y champiñones más una normal de piña a pedido de Dabi. La entrega demoró menos de veinte minutos, así que el total sería de cuatro con cuarenta y cinco yenes más una módica propina por el servicio de entrega a domicilio, ¿desea pagar con efectivo o tarjeta?
Fue lo que dijo Bakugō apenas se abrió la puerta color marfil en tanto él se centraba en extraer las cajas de pizza de su respectivo bolso térmico. Sin darse cuenta entonces de cómo el chico que le había abierto la puerta le miraba detenidamente de arriba abajo con ligera sorpresa en su mirar heterocromático.
Y es que cuando Shōto despertó esa mañana, lo que menos esperó fue encontrar horas más tarde al amor de su vida vestido como repartidor de pizzas tocando a la puerta de su casa.
Ya que definitivamente de haberlo sabido con anticipación, se habría preocupado al menos de prepararse mentalmente para su llegada y todo lo que ello acarrearía a su vida. O quizás simplemente habría ignorado la petición de su hermano mayor en abrir la puerta para así evitar que aquel desafortunado encuentro se hubiese llevado a cabo.
Porque sí, aquel encuentro no era más que desafortunado para Shōto. Quién bajo la presión social que su propio padre se encargaba de ejercer sobre él, era más que suficiente para deshacerse de cualquier pensamiento en donde él encontrara pareja por sí mismo. Pues desde hacía ya años que el patriarca de su familia le había aclarado que él se encargaría de buscarle una refinada e inteligente esposa que pudiese mantener el estatus social que de por sí los Todoroki tenían y merecían.
Una esposa como Yaoyorozu Momo, una chica que Shōto apreciaba como una buena amiga, pero no más allá de eso. Misma que su padre anhelaba que se casara con su hijo por ser ésta la futura heredera de las empresas Yaoyorozu.
Sin importarle en lo más mínimo que Shōto no quisiese nada con ella, ya sea porque sólo la consideraba su amiga, o porque en verdad nunca podría llegar a sentir nada más que inmenso cariño u amistad por una mujer. Jamás amor.
Porque el amor y deseo de pareja era un sentimiento que únicamente un hombre podía despertar en él. De eso estaba ciento por ciento seguro.
Y por ello, aquel joven de rubios cabellos ceniza que se encontraba justo delante de él en ese instante le pareció ser una mala broma por parte del destino.
Mostrándole a un chico físicamente atractivo y vocalmente placentero de oír, pues su voz medianamente grave y rasposa le daba un algo especial que Shōto sentía podría oír por horas y horas, y si a aquella voz le sumaba aquel ejercitado físico que se sabía tenía —y él sabía que tenía con sólo ver sus trabajados brazos descubiertos—, entonces también sabía que ese desconocido sería su fin.
Empezando por esa mirada, oh, esa intensa y ardiente mirada rojiza sin duda sería lo primero que lo llevaría a la ruina.
Y puede que sí, quizá parecía algo exagerado e imposible decir que aquel chico de rubios cabellos y salvajes ojos color rubíes parado frente a él era el amor de su vida, pero es que había ese algo en su presencia que lo llamaba, ese algo que no había logrado ver o captar en nadie más a primera vista.
Había algo en esa fiera, firme y apasionada mirada que lo veía ahora directamente que lo atraía a formar parte de su vida.
De acuerdo, quizás no era amor. Tal vez era atracción, una muy fuerte cabe decir. Una que lo impulsaba a perder la noción de su alrededor con sólo ver al contrario.
Pero bueno, ¿quién no podría obviar todo lo demás con semejante hombre a sólo un metro de distancia?
El cual por lo demás, no hacía otra cosa que verlo con el entrecejo fruncido y una desagradable mueca que de pronto se formó en esos pálidos y apetecibles labios.
Y aún así, con aquel semblante aparentemente molesto u disgustado, Shōto lo siguió considerando hermoso.
—¿Señor? —oyó decir luego al bonito repartidor, sacándolo de sus absortos pensamientos para ahora sí concentrarse en lo que el rubio iba a decirle— ¿Está sordo o qué mierda tiene por oídos que ni una sencilla pregunta puede oír y responder de una puta vez?
Soltó el otro entonces, descolocándolo de inmediato por lo mordaz que habían sido emitidas esas palabras al mismo tiempo que Bakugō parecía morderse la lengua por lo recientemente dicho.
—¿Disculpa?
—Ni mierda, olvídelo —terminó diciendo Bakugō en tanto detenía su hablar y tomaba un fuerte respiro para serenarse. Dios, sabía que tratar con las personas no sería fácil, en especial para él que era tan poco paciente, pero debía hacer el intento o bien podría terminar perdiendo aquella oportunidad que con suerte le habían dado—. ¿Efectivo o tarjeta? Debo hacer otras entregas.
Mintió el rubio ceniza sin titubeos sólo para irse ya de ese lugar, y es que lo suyo era entregar pizzas, no ser el objetivo de idiotas como éste que malgastaban su tiempo mirándolo como si le hubiera salido una cabeza extra.
—Efectivo, pagaré con efectivo —se apresuró a responder Shōto, notando la tensión que se había formado en el ambiente de pronto y la cual por supuesto, no deseaba acrecentar si quería volver a estar en presencia del rubio—. Iré por el dinero, no te vayas, por favor.
Pidió el heterocromático chico dejando a Bakugō con una de sus finas cejas rubias levantadas por ello, ¿y es que acaso ese tipo creía que se iría o qué? Para empezar él no pensaba irse sin el pago ni su merecida propina y mucho menos había recorrido todo el tramo de la pizzería hacía allí en vano.
Por otro lado, por supuesto que quería largarse lo más rápido posible y dejar de tener que soportar a aquel estúpido cliente. Estúpido y adinerado cliente, quizá si mantenía un poco más la paciencia podría irse con una buena propina.
Y oh, más le valía a ese cara quemada que fuera buena.
Así que esperando a que su cliente bajase pronto a completar el pago para así poder marcharse sin inconvenientes, Bakugō optó por apoyarse de espalda momentáneamente en el marco de la puerta entreabierta mientras oía de repente ciertas voces y gritos en el interior sin tomarles la más mínima atención, después de todo lo que pasaba dentro de esa casa no era asunto suyo.
Él tan sólo era un simple repartidor de pizzas.
—¡¿Una pizza? ¿En serio pediste una maldita pizza para el desayuno?! —había gritado el hombre de pelirrojos cabellos con molestia dirigida al más rebelde de sus hijos, Tōya— ¡No somos pobres para que ordenes comida preparada por personas de tan miserable y baja clase!
—¿Ahora resulta que uno tiene que ser pobre para disfrutar de la buena comida? —le debatió Tōya con una sonrisa burlona en sus labios, pues no le daría a su viejo el gusto de verlo molesto o intimidado, eso jamás— Porque esa comida es mil veces mejor que esa mierda diminuta y sofisticada que cocinan aquí.
—¡Tōya, ya deja de pelear con papá! —intervino Fuyumi entonces parándose en medio de ambos hombres con los brazos puestos en jarra sobre sus caderas, dedicándoles tanto a su hermano mayor como a su padre una mirada molesta que los hizo callar a ambos a la vez— ¡Y papá, todos acordamos que Tōya elegiría lo que comeríamos hoy, así que déjalo encargar lo que guste!
—¿Lo ves viejo? Hasta tu hija consentida también quiere comer comida de verdad, de esa que la miserable y baja clase como tú les llamas cocina.
—Tōya, ¿qué es lo que acabo de decir?
—Sí “mamá”, ya entendí, y por si se te olvida, ahora tienes que llamarme Dabi —respondió el pelinegro con un suspiro.
Cansado de que Fuyumi siempre interviniese en las discusiones que tenía con su padre y no sé acostumbrase a su nuevo nombre, por lo que en lugar de seguir con ello, decidió caminar hacía la entrada para saber porqué su hermanito tardaba tanto en recibir, pagar y entrar unas míseras cajas de pizza.
Más sin embargo, al dirigirse a la puerta principal de su hogar únicamente encontró ésta entreabierta, sin señal alguna de su hermano.
Pero así como el menor de ellos no estaba a la vista de Dabi, sí había alguien al otro lado que el pelinegro pudo apreciar de reojo por la rendija de ésta última.
—¿Mhm? Veo que tenemos público —soltó entonces a la vez que abría la puerta con una media sonrisa torcida, viendo con diversión al rubio de fuera que sólo le devolvía una molesta mirada en silencio— ¿Y qué tal? ¿Fue divertido oír una discusión familiar de personas ricas? ¿Sobre todo tratándose de comida? Cualquiera pensaría que éstas cosas no le pas-
—Sean ricos o pobres, una discusión le pasa a todos, y ni mierda son divertidas ni menos de mi puto interés si no tienen nada que ver conmigo —interrumpió Bakugō tajantemente, ya harto de que además de tener que seguir esperando ahora tuviese que lidiar con otro tipo extraño.
—¿Oh? Pero por supuesto que tiene que ver contigo, o más bien, con la razón por la que estás aquí, rubia —dijo Dabi aún con una sonrisa en su rostro en tanto veía las cajas de pizza en sus manos momentáneamente, más sin embargo, la diversión de un inicio había sido reemplazada por una mirada llena de interés mientras escaneaba al repartidor de abajo arriba, deteniéndose súbitamente en su rostro justo en el momento preciso que éste fruncía aún más su entrecejo, si eso era posible.
Vista que por lo demás, no lo decepcionó en lo absoluto.
El chico con o sin esa expresión, seguía siendo igual de bonito.
—¿Hah? ¿Estás buscando que te dé una paliza, imbécil? Porque si esa mierda quieres...
Por lo oído, el chico también tenía un carácter fuerte. Lo que llamó mucho más su atención hacia él.
Era tal y como le gustaban.
—¿Cómo te llamas? —preguntó interrumpiendo la aparente amenaza del repartidor, quien por supuesto, en lugar de darle la información que el otro requería, le chasqueó la lengua disgustado— Mhm, ya veo. Supongo que puedo llamar a la pizzería entonces para poner una queja por el conflictivo comp-
—Bakugō —terminó respondiendo Bakugō con los dientes apretados y la mandíbula tensa, más que molesto con ese idiota por hacerlo tragar su orgullo.
Y todo para no tener que perder su trabajo de mierda.
—Estoy seguro que a ese apellido le falta un nombre, ¿no te parece, rubia? —agregó el pelinegro luego formando una sonrisa engreída en sus labios.
Y bueno, nadie podía decir que Bakugō Katsuki no había intentado mantenerse sereno.
—Mira pedazo d-
—¿Tōya? ¿Con quién estás hablando?
Genial. Sencillamente estupendo.
Como si la irritante y molesta situación no pudiese empeorar más para él y su poca tolerancia temperamental hacia esta gente que no hacía otra cosa más que malgastar su tiempo y paciencia, resulta que ahora aparecía otra persona más en escena.
—¿El repartidor? ¿Por qué aún sigue aquí? —preguntó la chica de largos cabellos albinos a continuación, rápidamente frunciendo el entrecejo confusa al notar la molesta expresión del chico rubio delante de ella, para entonces parecer llegar a una conclusión inmediata, dirigiendo una grisácea mirada llena de reproche al tipo a su lado— No me digas que no le has pagado, Tōya.
—En eso estaba hasta que llegaste, y ya deja de llamarme así —volvió a hablar el pelinegro dirigiéndole una molesta mirada a su hermana menor, sin embargo, poco duró esa mirada después de que volviera a mirar directamente a aquellos rubíes que le seguían viendo con aparente enfado—. Mi nombre es Dabi.
Ah, así que ese idiota era el que había hecho los pedidos para empezar.
Bien, era bueno saberlo de antemano.
—Por Dios, disculpa las molestias que seguramente mi irritante hermano pudo haberte hecho pasar, ¿cuánto es lo que debo darte por las pizzas? —preguntó la chica con premura en tanto sacaba una billetera blanca de su pantalón y, finalmente sin dejar siquiera que Bakugō pudiese responder a su pregunta, buscó, sacó y le tendió un monto indefinido pero cuantioso de dinero al joven repartidor, el cual vio los billetes ofrecidos con sorpresa— ¿Imagino que esto es suficiente?
—Es más que suficiente —comentó el rubio ceniza aún algo sorprendido, entregando las cajas de pizza al idiota de Dabi que con gusto las aceptó, sin perder la oportunidad por supuesto, de rozar la mano contraria con diversión. Aunque poco le importó a Bakugō eso en ese momento, ya que su mente se encontraba trabajando en la cantidad exacta que debía dar de cambio—. Déjeme buscar su cambio.
—Oh, por favor no te preocupes —contestó la chica resueltamente con una amable sonrisa—. Lo que sobre tómalo como la propina que te mereces por las molestias caus-
—Lamento mucho la tardanza, surgió algo y tuve que... —intervino otra conocida voz de fondo, una que al instante siguiente se apagó cuando se encontró con tres miradas fijas sobre él. Una molesta, la segunda burlona y la última confusa, muy bien, ¿qué era lo que se había perdido?— Fuyumi, Dabi, ¿por qué están aquí?
Cuestionó el recién llegado formando una casi imperceptible mueca de disgusto en sus labios, y es que, si bien él era consciente de que tardó más de lo esperado en traer el dinero de la pizza junto a la propina adecuada para su hermoso repartidor, aún así quería volver a encontrarse a solas con éste para intentar sacarle algo de plática practicada en el camino a su reencuentro. Y por último si la conversación no funcionaba, esperaba obtener un nombre para el que de seguro se convertiría en el protagonista de sus próximas divagaciones románticas.
Claro que, no contaba con que tanto su hermana como hermano mayor se viesen envueltos sin saber sobre sus planes.
—¿Entonces eras tú quién no le había pagado? Y yo que estaba culpando a Tō- digo Dabi —fue la albina, ahora llamada Fuyumi, quien respondió primero en tanto quitaba las cajas de pizza de las manos de su hermano—. Bueno Shōto, dado que ninguno de ustedes dos pudo hacer algo tan sencillo como pagar unas pizzas tuve que hacerlo yo, y por eso estoy aquí.
Dabi por otra parte, en lugar de responder algo tan sólo se dedicó a mirar fijamente a Bakugō con un brillo interesado en sus ojos. Lo que confundió a Shōto y molestó un poco más a Bakugō.
Quién por cierto, felizmente ya no tenía ninguna razón para seguir allí.
—Gracias por preferir a la pizzería Plus Ultra, cualquier consejo, queja u opinión con respecto a nuestros productos y trato personal serán bien recibidos si llama a la línea de servicio al cliente —soltó Bakugō lo que hace unos días atrás le hicieron aprenderse de memoria para despedir a los clientes—. Aquí tiene su recibo, espero tengan un buen día.
Terminó lo último intentando formar una cálida sonrisa. Una que claramente no logró recrear y terminó transformándose en una mueca extraña para los ojos de los tres hermanos Todoroki.
—Está bien... gracias, hasta luego —Fuyumi fue la primera en responder y despedirlo, puesto que veía innecesario alargar la presencia del otro, además de que notaba que el repartidor desde hace ya un rato atrás se encontraba algo incómodo y molesto.
Y que por supuesto, lo único que deseaba era irse.
Podía ser que usase lentes, pero no era tan ciega como para no notar las expresiones de quienes le rodeaban.
Así que Bakugō sin esperar nada más por parte de los otros presentes, simplemente dio un asentimiento en respuesta y se dio la vuelta con rapidez para marcharse de una buena vez.
Claro que, no contaba con que tanto Dabi como Shōto no lo dejasen ir tan fácilmente.
—Espera.
—Rubia.
Hablaron los dos al mismo tiempo, ambos extendiendo sus manos derechas con una distinta cantidad de dinero en cada una. Siendo la diferencia más notaria el hecho de que mientras uno lo veía con una mirada brillante y expectante, el otro lo hacía con una profunda y determinada.
Y para qué negarlo, Bakugō se encontró a sí mismo desconcertado e intrigado por ambas.
—¿Qué se supone que están haciendo ustedes dos? La pizza ya está pagada, dejen de hacerle perder el tiempo al pobre chico que de seguro tiene otras entregas que hacer.
—Es justamente por las molestias que quiero darle esto como compensación —contestó Shōto a su hermana, volviendo a centrar toda su atención en el rubio ceniza—. Pido disculpas otra vez, puedes tomar esto como parte de tu propina por las molestias que te cause. Lo siento —soltó lo último haciendo una rápida reverencia al final.
Y bueno... si bien a Bakugō no le estaba disgustando para nada la idea de que le pagaran más de lo que claramente deberían, intuía que quizá aquello pudiese ocasionarle algún problema con su jefe. Eso y que se sentía algo mal por el idiota que además de pasársela disculpándose cada vez que abría la boca, también tuvo el atrevimiento de hacerle una reverencia en señal de disculpa.
En serio, ¿qué le pasaba a ese cara quemada?
—No se preocupe, no es necesario. Ya me pagaron así qu-
—Por favor, insisto en que tomes lo que te ofrezco, y sino es suficiente podría pagarte de otra manera, como invitánd-
—Oye Shōto, de verdad, ya detente. Tu intento de coqueteo da vergüenza ajena —interrumpió Dabi entonces sin dejar hablar a su hermano menor, quién sólo pudo cerrar su boca de inmediato en tanto su mirada cambiaba a una de sorpresa por lo recién oído.
A Bakugō ni siquiera pareció sorprenderle el hecho de que el mitad-mitad no se haya dado cuenta de lo que sus palabras parecían querer decir en segundo lugar. Y es que para él, a simple vista el cara quemada era un idiota despistado.
No lo conocía, pero su primera impresión sobre las personas no solía equivocarse con regularidad. Por lo que el aparente coqueteo no le preocupó, incomodó ni molestó en absoluto, ya que para empezar, no existían esas intenciones escondidas.
Y si las hubiese habido, él mismo rechazaría al idiota de cara quemada.
—En fin rubia, sólo acepta nuestro dinero y vuelve al trabajo, ¿de acuerdo? —soltó Dabi a continuación quitándole de la mano a Shōto los billetes que poseía, para luego tomar todo en su mano derecha mientras que la izquierda salía del bolsillo de su chaqueta y tomaba una de las muñecas de Bakugō para depositar rápida y bruscamente las monedas y billetes que había estado sosteniendo hace pocos segundos y minutos antes— A nosotros nos sobra, y si aún no te parece bien recibirlo, siempre podemos llamar a servicio al cliente para quejarnos del repartidor por hacernos perder el tiempo con mierdas pequeñas como éstas.
—¡Dabi! —gritaron ambos hermanos indignados e incrédulos a la vez ante el descaro del mayor de ellos por querer manipular al otro con una más que posible amonestación laboral.
Por lo que, Shōto y Fuyumi intentaron inmediatamente reprocharle a Dabi por su comportamiento inapropiado.
Sólo intentaron, claro, porque al momento en que estaban ambos a punto de abrir sus bocas, una risa alta y despreocupada disipó el ambiente tenso de hace solo un minuto.
Encontrándose los tres hermanos Todoroki ahora, admirando la vista del repartidor de cabello rubio ceniza y ojos color rubí parando de reír mientras tiraba de su mano para soltarse del agarre de Dabi, sólo para que luego de eso terminase mirando directamente a cada uno de ellos superficialmente, viendo al final con seriedad e ira contenida al pelinegro de tatuajes y piercings, quién respondió a su mirada con otra burlona y engreída color turquesa.
—Bien, bastardo, tú ganas ésta vez —terminó diciendo Bakugō en un tono bajo y peligroso, muy diferente al tono un tanto agudo que había dejado escapar antes con su risa—. Pero a la próxima, te sugiero que tengas cuidado con la mierda que sueltes por tu boca.
—¿Oh, es eso una amenaza? —preguntó Dabi con una media sonrisa.
—Sólo una advertencia, no puedo amenazar o golpear a los clientes imbéciles con el uniforme puesto. Política laboral —contestó Bakugō también con una leve sonrisa, solo que la suya luego de un segundo dejó ver sus caninos—. Claro que no llevaré siempre el uniforme, y cuando eso pase, puedo sacarle la mierda a quien quiera.
Finalizó diciendo apretando sus puños con fuerza, sin importarle que con esa acción doblaba todos los billetes en su mano.
Al final, resultó que si aceptaría todo por las molestias.
Así que una vez todo dicho y aceptado para sí mismo, finalmente se dio la vuelta para caminar hacia la motoneta que lo esperaba a pocos metros de distancia sin voltear en ningún momento. Y una vez subido al vehículo, guardo todos los billetes y monedas en uno de los bolsillos con cierre de su pantalón, se puso el casco y de dos movimientos arrancó la motoneta por la carretera de vuelta a su establecimiento de trabajo.
Pensando en el camino en que claramente se merecía ser contratado de inmediato por toda la mierda que tuvo que soportar con tan solo un cliente. El primero, para más remate.
Bakugō esperaba sinceramente que el próximo cliente que le tocase fuese fácil de tratar, porque estaba casi seguro de que sino era así iba a terminar gritándole o peor, golpeando a alguien en lo que quedaba de día.
Mierda, y su temperamento seguía empeorando al recordar que le habían dicho que ese cretino de Dabi era un cliente recurrente.
Bien, eso iba a ser malo para su autocontrol y paciencia.
Así que esperaba que a la próxima que pidieran una pizza para esa dirección, fuese la hermana de ese idiota quien le atendiese. Al menos ella se había mostrado como una persona decente.
Dios, incluso esperaba que el otro imbécil que había comenzado todo para empezar por no apresurarse en pagarle le atendiese la próxima vez. Ese cara quemada era un idiota también, pero por lo menos su idiotez parecía ser inofensiva y hasta algo tierna.
Como sea, en realidad, si pensaba de manera calmada en volver a esa adinerada casa para hacer entregas, no parecía ser tan malo.
Mirando de reojo el bolsillo de su pantalón, Bakugō pensó por un breve momento que la propina de esos Todoroki quizá valía la pena sacarlo de quicio un día o tal vez dos a la semana.
Después de todo, mientras más rápido consiguiese y ahorrase dinero para sus estudios, más rápido terminaría renunciando y alejándose definitivamente de las personas molestas.
Sí, eso le parecía más que perfecto.
Y en tanto él comenzaba a calmarse cada vez más mientras dejaba que el viento golpease contra su cuerpo a la velocidad que iba la motoneta, en otro lugar dejado atrás hacía ya unos minutos antes, se encontraba un hombre fornido de rojos cabellos color fuego mirando extrañado a cada uno de sus silenciosos hijos sentados a la mesa con la mirada perdida.
Y es que, si bien el patriarca de la familia Todoroki atesoraba el silencio en su casa, no podía evitar sentirse desconcertado y un poco preocupado de éste extraño comportamiento.
Partiendo por su hija Fuyumi, quien de hecho era la que solía hablar la mayoría del tiempo intentando crear conversación entre los demás presentes. Entonces, el verla masticar su pizza repetidamente mientras que sus ojos no dejaban de ver fijamente un champiñón como si éste tuviese las respuestas a todas las interrogantes de su vida era preocupante, demasiado, considerando que Enji sabía ese rasgo de su hija significaba que estaba preocupada por algo que claramente no tenía que ver directamente con ella, sino con alguien de su círculo cercano, intentando hallar una solución a lo que sea hubiese ocurrido con esa persona.
El problema y la persona en cuestión, por supuesto, Enji lo desconocía.
Por lo que no queriendo inmiscuirse más en ello, miró a continuación a Tōya, quién también tuvo su comportamiento extraño en la mesa. Considerando que para empezar, se encontraba sentado junto a ellos comiendo como alguien civilizado.
Extraño. Tōya no perdía la oportunidad para joder su genio por cualquier cosa, y hoy, de todos los días, le parecía irreal que no lo hiciera siendo que básicamente lo estaba obligando a comer una pizza común y corriente de un local ordinario de la ciudad. Por lo que esto debería ser más que suficiente para que el mayor de sus hijos no parase su lengua venenosa en toda la mañana.
Sorprendentemente, ese no había sido el caso, y es más, el hecho de que se encontrase comiendo en silencio con un diminutivo atisbo de sonrisa que Enji se aseguró de comprobar más de cuatro veces que no eran sus ojos quienes lo engañaban, le recordó de pronto a cuando Tōya era tan solo un niño abriendo uno de sus regalos en navidad, y sí, él solía sonreír con cada uno de ellos, pero Enji como padre siempre fue capaz de distinguir en ese momento la tenue sonrisa que su hijo ponía cuando uno de sus regalos superaba con creces al resto de ellos.
Ese regalo que lo emocionaba de una manera tan intensa que contrariamente a lo que uno pensaría, en lugar de presumir de ello, Tōya se lo resguardaba para sí mismo, como sino quisiese que nadie más que él pudiera tocarlo u mirarlo. Era algo sombrío, ahora que Enji lo pensaba, pero con el tiempo, entendió que esa la extraña forma en que Tōya quería algo, u a alguien.
Y por eso, ver nuevamente esa misma sonrisa que había visto hacía tantos años atrás, le preocupó un poco. No por él, sino por la otra persona, claramente.
Pobre sea quien haya puesto esa sonrisa en el rostro de su hijo.
—Gracias por la comida, con su permiso.
Se despidió Shōto luego, sin esperar respuesta de nadie en tanto tomaba su plato vacío y se iba en dirección a la cocina.
Eso podía no ser un comportamiento inusual por su parte. Así como tampoco lo era el hecho de que se haya mantenido en todo ese tiempo en silencio hasta que dijo esas palabras.
No, lo extraño no fue ni uno ni lo otro, es más, fue algo más simple. Algo que para el resto de personas podía ser de lo más normal, pero no para Enji que había estado viviendo con Shōto toda su vida.
Y eso era el brillo intenso que parecía emerger de su persona, algo como sobrenatural, pero sin serlo en verdad. Era más bien, una percepción extraña que sólo podía sentirse en presencia de esa persona y después de pasar mucho tiempo con la persona en cuestión como para notar el cambio, en este caso su hijo menor Shōto.
Porque Enji siempre había reconocido al menor de sus hijos como un chico tranquilo y reservado, como alguien que a pesar de mostrarse en constante calma se mantenía en alerta todo el tiempo, como si estuviese esperando a que algo despertase ese lado suyo que siempre yacía dormido.
O "siempre" había sido la palabra que pudo usar, hasta hoy.
Hasta que su hijo pasó de ser metafóricamente un sereno cielo despejado, a un radiante sol de verano.
Hoy, en ese instante, lo supo.
Algo, u alguien —Dios no lo quiera—, había logrado cambiar algo dentro de Shōto.
Y eso, sin duda, puso en alerta todas las alarmas internas de Enji. Porque ese cambio sólo podía significar una cosa, que era llevar a la ruina todos los planes que él habia ideado desde hace años para su hijo.
Y sea cual sea el motivo de que ello ocurriese, Enji iba a cambiarlo y volver todo a como estaba hace sólo un tiempo antes. Se lo prometía a sí mismo.
Aunque lamentablemente, pese a su convicción, él debía trabajar y no podía estar todo el tiempo pendiente de Shōto, quién por lo demás, aún se hallaba en la cocina y justamente en ese instante estaba siendo atendido por teléfono.
—¡Buenos días, Midoriya Izuku al habla! Usted ha llamado a servicio al cliente de la pizzería Plus Ultra, ¿en qué puedo ayudarle?
Bien, para Todoroki Shōto ya no había marcha atrás.
Éste iba a ser su primer paso fuera del camino establecido por su padre.
Y su primer paso hacía la felicidad.
•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•
4733 palabras. Han pasado cuántos, ¿tres años? ¿más?
Ya ni me acuerdo, en fin, a las explicaciones:
Es simple, ya no pertenezco al fandom, F. Abandoné el barco hace tiempo jdjdj :'3 ya no veo el anime, no leo el manga, lo abandoné todo. Ni fics leo, ni imágenes descargo.
Fue el fin de primer shipp de anime.
Ahora, ¿por qué volví a escribir? Ni idea, estaba viendo mis borradores y me encontré con éste y me dieron ganas de escribirlo porque la verdad éste fic en específico me re emocionaba.
Supongo que se notará el cariño en este capítulo ah. (Y que adoro el DabiBaku lol).
Bueno, bueno, al punto dos: ¿volveré a actualizar? Depende si me dan ganas, lo siento, les fallé y me fallé. Quiero intentarlo, pero ni yo sé para donde voy.
No pongo excusas, no sé si vuelva a escribir aquí o en otros fics, y si lo hago, uff quizás cuántos años tengan qué pasar... a saber.
Antes de que alguien pregunté, por si alguien pensaba hacerlo (?) No, no autorizo que alguien continúe mi fic, seré egoísta en esto, porque amo mucho este fic como para donarlo, sorry not sorry.
Creo que era todo, si tienen alguna pregunta adelante, sino, pues darles las gracias por leer y votar, comentar, a pesar de todo aprecio mucho sus interacciones con el fic aunque yo no sea de interactuar con ustedes (porque me da cosa Fx2).
Disculpen tmb, creo que ni disculpas merezco por dejarlxs abandonadxs tanto tiempo.
Hasta la próxima, si es que hay.
♥
Ah, comentario aparte: sentí que todo avanzó re intenso, y pensé “no creo que esto pase así, pero es un fic así que alv todo”. Lo otro, al final se fue a la basura el diálogo del adelanto que había subido hace tiempo en al cap anterior djdjsjdj.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro