[01]
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Mara Li corrió hacia la estación de Tesla con miedo a perder el tren y no llegar a tiempo al trabajo otra vez. Ella no contaba con la opción de esperar una hora a qué llegara la siguiente formación, ya que debía fichar a tiempo en la oficina si no quería ser despedida por Leticia, su jefa, quien ya le había dado más advertencias por sus llegadas tarde que a cualquier otro empleado. Al escuchar esto, uno pensaría que Mara era una persona afortunada por ello, o tal vez que “tenía coronita”, como había escuchado que decían algunos compañeros la semana pasada en los pasillos de la oficina. Pero no era así, lo que en verdad ocurría era que Leticia se encontraba demasiado ocupada con juntas y la preparación de un proyecto importante como para prestarle atención a una asistente novata, por lo que tampoco tenía tiempo para buscar una nueva a pesar de lo molesto que le resultara que Mara no llegara a horario.
De todas maneras, el último regaño fue diferente. Ella lo pudo notar en su mirada enojada y el tono de voz que utilizó su jefa. También sabía que el ritmo en la oficina volvía a tranquilizarse y Mara intuía que Leticia ya no volvería a hacer la vista gorda ante sus excusas, a estás alturas, poco creativas.
Ella la comprendía, ¿Cuántas veces se puede operar a un familiar de apendicitis o enfermar de laringitis en un periodo de tres meses sin que llegue a sonar sospechoso?
En verdad que Mara intentó hacer las cosas de manera correcta, dormir temprano y despertarse al alba para llegar a la estación a hora y subir al vagón con tranquilidad.
Pero no. Ella era un imán para los problemas últimamente.
La noche anterior de camino a casa, se había encontrado con algunos hombres que intentaron violentar un cajero automático. No pudo evitar el deber de tener que solucionar ese problema retrasando sus planes de hacer las cosas bien por una vez.
No es que salvar el día y atrapar criminales no fuera algo bueno, pero Mara realmente necesitaba este trabajo para poder pagar los préstamos que sacó cuando por fin se decidió a cumplir su sueño.
Cuando llegó a la estación, pudo ver los tres vagones azules brillando bajo la tenue luz de la mañana. Las personas ya habían ingresado por lo que se apresuró a subir unos segundos antes de que las puertas del segundo vagón se cerrarán.
En su apuro por no quedarse afuera, tropezó con una mujer joven que la miró con el ceño fruncido. Ella se disculpó con una sonrisa apenada y se dispuso a encontrar un asiento vacío. Desde allí, observó cómo la mujer tomaba un lugar en uno de los asientos más atrás junto a una niña de no más de ocho años que la siguió sin soltar su mano.
Ambas eran rubias y tenían el mismo color de ojos miel. La mujer llevaba jeans y una blusa blanca con un cardigan naranja. La niña llevaba un vestido rosa, una mochila del mismo color colgando en su espalda y un oso de peluche en la mano libre el cual abrazó fuerte cuando se sentó junto a la que Mara sospechaba era su madre.
Mara Li, ya más relajada estando en el vagón, se acomodó en los incómodos asientos de plástico y esperó a que el tren de las 8:17 arrancará.
El tren dando un pequeño traqueteo comenzó su trayecto como todos los días y ella observó por la ventana el paisaje de su pequeño pueblo que comenzaba a despertar.
Ella escuchó cómo una señora que ocupaba el asiento frente al suyo miraba las noticias desde su celular y comentaba con su acompañante sobre la última hazaña de Lone Shadow.
—Salvó a tres niños de un incendio está madrugada.
—Paty me comentó que también estuvo en la detención de unos ladrones algunas horas antes.
—Si sigue de esta manera, llegará a ganarse el premio del superhéroe del año.
Mara Li sonrió mientras las escuchaba, algunas veces se ponía a pensar en lo increíble que era el hecho de que ya habían pasado un poco más de ochenta años desde que comenzaron a aparecer los superhéroes en el mundo real, fuera de los cómics y películas.
Ahora las personas vivían más tranquilos y se sentían más seguros porque sabían que siempre había un héroe para ayudarlos.
La misma abuela de Mara le contó historias de cuando era una niña y no podía salir de su casa por miedo a la inseguridad; los delincuentes se sentían los dueños de las calles y a los que con suerte llegaba a atrapar la policía, eran liberados a las pocas horas.
Mara sentía que su abuela exageraba, ya que no podía creer que el mundo fuera de aquella manera tan caótica y casi apocalíptica. Tampoco quería decir que en el mundo en la época actual no habían personas malas o criminales, pero los super y la policía hacían bien sus trabajos. Aun así, lo que en verdad no podía entender de las historias de su abuela era un mundo sin héroes.
Siguió oyendo a las mujeres hablar de Lone Shadow y suspiró cuando la imagen de él llenó su mente.
Lone Shadow es un hombre atlético, alto y guapo a pesar de que solo se le puede ver sus labios y ojos bajo la máscara negra que siempre lleva puesta junto con su traje.
Ella recordaba haberlo visto en la TV cuando tenía quince años y se quedó completamente enamorada de él. La forma en que podía controlar la luz y su super fuerza lograron que fuera nombrado mucho en las noticias cuando había que salvar el día, lo que implicó que ella lo pudiera admirar seguido.
Fue desde esa edad en la que Mara decidió que deseaba ser una superhéroe. Se entrenó arduamente en clases de defensa personal y con el paso del tiempo descubrió algo importante: podía controlar el elemento del aire.
Y así, a sus 22 años, Mara Li era en secreto la recientemente incorporada al mundo de los superhéroes: Pixie.
Pequeña, rápida y letal.
O eso esperaba, de cualquier forma era la manera en que el periódico local la había nombrado y a ella no le disgustaba.
Aún no era conocida más allá del vecindario, y sus trabajos solo trataron sobre la intervención en pequeños robos y la búsqueda de mascotas perdidas. Todavía no tenía un ¡Boom! de popularidad y nadie hablaba de ella más allá del periódico local de Tesla.
A las 08:22 el tren paró en la estación de la Universidad de Tesla.
En el vagón dónde se encontraba ella, dos jóvenes bajaron mientras que un hombre de unos cuarenta y tantos con traje gris, aspecto serio y malhumorado subió y se sentó unos asientos más adelante de las señoras que continuaban hablando de las noticias, colocó su maletín sobre las rodillas cuidadosamente y contempló por la ventana pensativo.
En el vagón no había muchas personas a esa hora, lo cual era un alivio porque no deseaba tener un viaje ajetreado como los que sufría en la vuelta a casa.
Cuando el tren estaba por arrancar, recibió una llamada de su amiga, Olga.
—Dime que ya te subiste al tren —rogó desde el otro lado de la línea.
—Claro que sí.
—Menos mal — suspiró su amiga—. Ayer me dijiste que debía despertarte, pero me quedé dormida.
—No te preocupes.
Mara podía escuchar lo preocupada que se encontraba su amiga por no haber cumplido con lo acordado. Olga, desde muy pequeña tenía la mala costumbre de creer que si no cumplía con las expectativas que los demás colocaban en ella, sería un fracaso y acabaría sola. Mara le repitió muchas, infinitas, veces que ella nunca la dejaría sola, pero aún se encontraba trabajando en no ser tan exigente consigo misma.
—¿Saliste con Leo anoche? —preguntó curiosa.
—Si, fue tan lindo —Olga sonaba tan feliz—. Debiste haber ido con nosotros, sabes que nunca te hacemos sentir como un mal tercio.
A Mara le habría encantado salir con ellos, pero unos meses atrás, cuando por fin se creyó lista para cumplir su sueño y se colocó por primera vez su traje de superhéroe, hizo la promesa de colocar siempre el deber de ayudar y proteger antes que sus propios intereses (razón por la cual se encontraba a una falla de perder su trabajo con Leticia). Y a pesar de que solo ella sabía de aquella promesa, la cumpliría al pie de la letra como si la hubiera hecho frente al mismísimo Lone Shadow.
Comenzó algunas noches con un paseo vigilando las tranquilas calles de Tesla, frustrando alguna entradera o hurto. Luego siguió ayudando de día en las pocas ocasiones en que no debía correr al trabajo.
Por todo esto, hacía mucho tiempo que no se divertía con Olga y Leo y ya comenzaba a extrañarlos.
—Lo sé, pero realmente me encontraba agotada. Tan pronto como llegué a casa del trabajo y apoyé mi cabeza en la almohada quedé dormida.
Técnicamente no le mintió, lo bueno es que no le estaba preguntando a qué hora llegó a casa del trabajo. Tal vez la única cosa que la incomodaba de este nuevo trabajo de súper era tener que mantener el secreto de su identidad, mentirle a su familia y amigos a pesar de saber qué era lo único que podía hacer.
Era un hecho de conocimiento común, que así como comenzaron a aparecer héroes también lo hicieron algunos villanos o Anti-Héroes en algunas partes del mundo, aunque la mayoría fue detenido inmediatamente, ningún héroe inteligente revelaba su verdadera identidad.
Un traqueteo brusco la tomó por sorpresa y casi la tiró al piso. Se sujetó al asiento de enfrente a tiempo.
Un hombre de unos sesenta años dos asientos atrás suyo no tuvo la misma suerte y acabó en el suelo.
La mujer y la niña lo ayudaron a ponerse en pie, mientras que las mujeres que antes comentaban las noticias exclamaban preocupadas.
—¡Mara! ¿Te encuentras bien?
Distraída con la caída del hombre, había olvidado a su amiga del otro lado de la línea. Volvió a prestarle atención a Olga mientras observaba el paisaje por la ventana con el ceño fruncido.
—Si, me encuentro bien. Solo un pequeño incidente...—habló distraída.
Se acercó más al vidrio y observó el camino al frente, ya estaban llegando a la estación de Torres. Llevó su vista al reloj en su muñeca y marcaba las 08:26 por lo que estaban a tiempo, de todas formas tenía el presentimiento de que algo andaba mal.
Ese mal presentimiento se confirmó cuando se acercaban más a la estación y la velocidad del tren aún no disminuye.
—Algo anda mal —murmuró.
—¿Qué? ¿Mara? ¿Qué sucede?
Las preguntas de su amiga quedaron opacadas por el caos colectivo que ocurrió a continuación cuando el vagón volvió a agitarse violentamente mandando a la mayor parte de los pasajeros al suelo, incluyendola.
Al ponerse nuevamente de pie, se apresuró a ayudar a la señora que iba sentada al frente suyo, la misma había caído sobre su compañera, era una mujer afroamericana corpulenta con un hermoso cabello oscuro rizado, vestía con un vestido colorido y unas pulseras de oro rodeaban sus muñecas y tintineron con cada movimiento que la mujer realizó.
—¡Ay! Cece, lo siento —decía ella levantándose con ayuda de Mara y girando para ver a su compañera.
Cece, una mujer completamente diferente, esbelta y tan pálida que Mara se encontraba segura que los golpes que se había dado ese día le dejarían moretones notables y visibles en aquella piel delicada. Su cabello con un corte Bob de un color rojo fuego resaltaba su cara alargada y ojos verdes.
—Estoy bien, estoy bien.
Ambas mujeres estaban concentradas en comprobar que la otra se hallaba sin ninguna dolencia, lo que llevó a Mara a aprovechar que se encontraba allí de pie en el pasillo y sujetándose del asiento dónde Cece se sentó al levantarse del piso, para dar una mirada al resto de pasajeros en el vagón.
Además de las señoras a su lado, había otros seis pasajeros más.
La mujer con su hija abrazada a su cintura, el hombre mayor que se había caído en la primera sacudida, el hombre del traje y una pareja de jóvenes con uniforme escolar.
Para su alivio, todos se encontraron bien a simple vista.
—¿Se encuentran bien, señoras?
Les pregunto a las mujeres con una sonrisa amable.
—Si, muchas gracias, querida.
Mara asintió y volvió a su lugar junto a la ventana. En el apuro por ayudar a las señoras, soltó su celular en el asiento de plástico y se olvidó del llamado de Olga. Cuando volvió a tomar el aparato, la llamada se encontró finalizada.
Le mandó un mensaje rápido para avisarle que se encontraba bien y volvió a mirar la hora: 08:28.
El tren volvió a sacudirse y por la ventana los nueve pasajeros observaron con diferentes grados de asombro y preocupación, como la estación de Torres pasaba frente suyo mientras el tren seguía de largo sin bajar la velocidad siquiera.
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