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29 || Una promesa

—Y hoy honramos la memoria de este hombre, un padre para algunos, un esposo, un hermano, un hijo. Que en la luz eterna encuentre descanso, y que aquellos que lo lloran, encuentren consuelo en el amor infinito de Dios —rezó el cura mientras los demás guardaban el debido silencio. Seren se encontraba en desacuerdo con muchas de las cosas que decía; sin embargo, entendía que no tenía conocimiento de la persona que había sido su padre en vida. Solo estaba ahí, cumpliendo con su trabajo. —Oremos al Señor.

Alzó la vista para contar el resumido número de personas que se encontraban en el entierro de su padre. Sin contar a su familia, solo dos personas más estaban ahí, y ella no tenía idea de quiénes eran.

El padre se despidió de ellos poco después de terminar con su discurso, dándoles un tiempo para reflexionar, hasta que las personas encargadas del entierro empezaran con ello.

—Me gustaría decir unas palabras, si no es mucha molestia —solicitó su abuelo. Santiago de inmediato se acercó a él y lo acompañó, tomado de su brazo, hasta el lugar en donde quiso posicionarse para hablar. —Primero que nada, gracias a todos por estar aquí. —Polo cerró los ojos, dejándole ver a los demás que era difícil para él expresar lo que sentía en esos momentos. —Arturo siempre fue una persona solitaria, y él... —Un lamento se escapó de lo más profundo de su ser, y poco después, Polo se rompió. No pudo seguir hablando, porque el nudo en la garganta fue más fuerte que él. Lloró un poco, pero sus nietos se acercaron para abrazarlo en cuanto pudieron. No podían verlo así. No a él.

—Polo, ven y descansa, no puedes...

—No, Santiago. —Alzó la mano, deteniéndolo—. Necesito hacer esto. —El hermano mayor de los Altamirano lo miró un segundo que pareció eterno, pero finalmente lo dejó seguir. —Arturo fue mi primer hijo, y quien pensé que sería mi más grande orgullo. No me malinterpreten, sé que uno no nace con un manual bajo el brazo. Uno aprende a ser padre, mientras ellos aprenden a ser hijos. Aprendemos a convivir el uno con el otro con el pasar del tiempo. Y lamento mucho, de todo corazón, si alguna vez mi hijo hirió sus corazones de algún modo. Mina y quien les habla, no le enseñamos esto. Como padre, les pido perdón por ello. No podemos negar lo obvio. No fue una buena persona, y quiero hacer las paces con él, incluso cuando ya no está presente físicamente. Se fue con sus errores, con sus contradicciones y ahogado en sus propias penas. Lamento muchísimo que fuese así. Y lamento que siga amándolo con todo el corazón, porque fue mi hijo, el hijo al que quise enseñarle todo lo que supe. El hijo que soñé, tuviera esa hermosa familia que tuvo, pero que no supo valorar. Santiago, Serena, les pido perdón. Porque no fue el padre que yo esperé, fuera con ustedes. No sé si suficiente para él. Si no estuve cuando me necesitó. No entiendo qué hice... Perdónenme —casi rogó. Teníac los ojos cristalizados y unas lágrimas caían por sus arrugadas mejillas. —Y también les pido perdón de su parte, porque él ya no está para hacerlo, pero no puedo permitir que lleven esa herida para siempre. No si yo estoy aquí para intentar enmendarlo.

Seren, cansada de que su abuelo dijera tantas cosas erróneas, lo tomó de los hombros para que la mirara.

Ella estaba igual, o peor que Polo. Lloraba y sus quejidos se oían lejos del grupo que los rodeaba.

—Eres la mejor persona que he conocido en este mundo, abuelo. No has hecho nada malo. A veces los hijos hacen cosas malas, incluso cuando tienen padres increíbles como tú y Mina. Te juro que no tienes nada de qué disculparte. Eres más que suficiente. Nunca jamás dudes de ello, te lo pido. No puedo soportar escuchar todas esas mentiras. —Lo abrazó. Lo abrazó fuerte y sintió cómo su corazón latía fuerte, al igual que el de él.

Polo la abrazó también, y lloraron juntos en busca de un poco de consolación. Santiago puso su mano sobre el hombro de su hermana mientras lloraba en silencio también, pero una voz externa llamó la atención de todos.

—Pero yo sí —interrumpió su mamá. Ahogada en llanto y en palabras que no había podido expresar por mucho tiempo. Seren no se movió. Polo sí. Retrocedió un poco para observar a Elisa, y por un momento se conmovió. Porque entendía lo que ella estaba pasando. —Yo tampoco pude estar para mis hijos cuando más me necesitaban. Estaba cegada, confundida, y fui injusta... —Seren no dijo nada como con Polo. ¿Qué podía decir? ¿Qué tenía razón?

Elisa se dio cuenta, justo en ese instante, lo alejada que estaba de ellos. Física y sentimentalmente. Ninguno de los dos hizo el amague de mirarla. Estaban de espaldas a ella.

—Elisa...

—No sabía el daño que les estaba haciendo —lloró, dando un paso hacia adelante. —Me dejé guiar por lo que Arturo ordenaba, y no fui justa con ustedes. Sé... Sé que tengo mucho que corregir, pero quiero pedirles que me dejen ser su mamá. De verdad. Me arrepiento de muchas cosas. No quiero perderme más años de sus vidas. No los quiero perder otra vez, por fav...

—¡¡Basta!! —gritó Seren, provocando el espanto de los presentes. Ella negó con la cabeza mientras las lágrimas seguían cayendo—. No hables. Basta, por favor. ¡Ya no sigas! Ya no...

Seren retrocedió un poco mientras negaba, y por primera vez la miró a los ojos. Pero eso solo sirvió para que saliera corriendo de ahí.

No sabía cómo manejarlo, no quería seguir escuchándola y no quería sentir que debía perdonarla solo porque sí.

—¡Seren, espera! —gritó su hermano—. ¡Seren!

Santiago la alcanzó un poco más adelante y la tomó suave del brazo para que no siguiera.

—No quiero volver ahí —advirtió, pero lejos de insistirle, su hermano la acercó a él para abrazarla. —Me quiero ir de aquí. Ve con Polo. No lo dejes solo.

—Seren, no te puedo dejar así...

—Ve con él, yo me voy en un taxi al hotel. Ten las llaves del auto. Necesito un tiempo a solas. No quiero volver ahí ahora, por favor —pidió entregándole las llaves. Su hermano observó como Seren evitaba mirarlo y finalmente aceptó.

—Avísame cuando llegues, ¿sí?

Ella asintió rápido, y se alejó del lugar, al igual que su hermano, que volvió donde estaban todos.

Pidió un taxi por aplicación que no tardó en aparecer en la puerta del cementerio. Seren agradeció el conductor no le hablase en todo el camino, más que para saludarla y despedirse. No tenía ánimos ni fuerzas para conversar con él.

Mientras iba en el elevador, le escribió un breve mensaje a su hermano avisando que ya había llegado, recibiendo un «descansa» como respuesta inmediata por su parte.

Al llegar a la habitación, dejó sus cosas por algún lado de la cama y se recostó. Sin importarle mucho que todavía llevaba ropa de la calle.

Es lo último en lo que estaba pensando.

Solo en llorar abrazada a una almohada en la soledad de esa blanca habitación. Estuvo alrededor de una hora ahí, sin moverse y solo sollozando.

Es lo más triste que había estado en años, y lamentaba no tener a sus seres más queridos para acompañarla.

Seren se levantó de la cama y se dirigió al baño para lavarse la cara. Sentía como la cabeza empezaba a dolerle, y sabía que la única solución para ello, era tomando agua. Pero no tenía ninguna, porque Santiago se tomó sus botellas de cortesía antes de salir.

No le quedó de otra que aclarar la garganta, tomar el teléfono del hotel y encender su voz profesional.

—Buenas noches, ¿qué tal? ¿Me podría enviar un par de botellas de agua a la habitación 407, por favor? También un poco de hielo. Sí, mi hermano se tomó las mías —soltó una risilla, al igual que el encargado.

—Por supuesto, señorita Serena. En un momento llegará su pedido.

—Muchísimas gracias. Hasta luego. —Luego suspiró y volvió a tomar su postura encorvada. —Eres una farsa —dijo, mirándose al espejo y a la par, negó con la cabeza.

Giró a ver su reloj. Eran las ocho de la noche. Ahí se dio cuenta que llevaba más de una hora llorando, y si no fuera por el dolor de cabeza, podría haber seguido en esa posición.

Calculó la diferencia horaria con Altagracia, y se percató que eran las dos de la madrugada por allá. Dudó en llamarlo, pero recordó que Asher hizo hincapié en que podía llamar en cualquier momento. Y, de todos modos, para ser sinceros, seguro estaba despierto jugando algún videojuego.

Servicio a la habitación llegó justo en el momento que lo iba a llamar, así que tuvo que retroceder un poco sus pasos antes de cumplir con su misión, y salió a recibir las botellas de agua que había pedido.

Uno o dos tonos después, contestó.

—¿Hola? ¿Estás bien? —cuestionó, pero se oyó un ruido de fondo mientras Seren tomaba un poco de aire para hablar.

—Sí —respondió. Dos palabras fueron suficientes para que Asher notara que no era así.

Seren aprovechó para beber media botella de agua, y la dejó al lado de su mesa de noche cuando se recostó para hablar con su novio.

—Dame un segundo, solo un segundo —dijo agitado. Luego vino el sonido de una silla, seguido de su teclado. —Chat, me voy. Surgió algo personal y necesito atenderlo. Nos vemos mañana. Cuídense —se oyeron besitos del otro lado de la línea y un par de teclas más. —¿Qué pasó? Estoy saliendo del estudio y ahora voy hacia mi habitación... Ya sabes, por si se inicia otra transmisión, aunque creo que Vad y yo solucionamos ese problema. ¿Qué pasó? —repitió. Todo había pasado tan rápido que Seren no había tenido tiempo de reaccionar.

—No tenías que cortar el directo...

—No, pero quise hacerlo. Me parece más importante escucharte, porque te extraño y porque tu voz me dice que estás triste.

Seren suspiró y un sollozo vino detrás. Pensó que, tras llorar una hora en el silencio de su habitación, el llanto se habría detenido para ese momento, pero, todo lo contrario. No podía parar.

—Me duele mucho el pecho y no sé qué hacer. —Se colocó las manos a la altura del corazón y gimió mientras intentaba respirar. Seren no dejaba de lamentarse y Asher empezaba a desesperarle el hecho de no poder abrazarla y decirle que todo iba a mejorar. —Hoy fue el velorio de mi papá, y Polo dijo... Dijo unas palabras, pero terminó pidiéndonos perdón a mí y a Santiago por no ser un buen papá con su hijo, y por lo tanto dejarnos descuidados. Pero no es justo que él se sienta así, porque es el mejor abuelo y la mejor persona que existe. No es justo que no se sienta suficiente cuando fue la persona que nos sostuvo cuando huimos heridos de ese lugar. Y luego, a mi mamá también le chocó escuchar eso, y nos pidió perdón. Pero es que yo no quiero su perdón, no quiero nada. No puedo, Asher. Me duele mucho el corazón y solo quiero irme y estar con ustedes. Estoy reviviendo cosas que pensé que había dejado atrás. Y aunque él ya no está, su recuerdo todavía me hace daño. No puede ser que siga haciéndonos esto.

Para ese momento, sentía los ojos tan hinchados, que no sentía si los tenía completamente abiertos. Las lágrimas caían, y cuando pensaba que paraban, volvían a salir. Y ese nudo en la garganta que no había dejado de doler desde el primer momento en que Polo se levantó para tomar la palabra, ardía. Ardía tanto como todas palabras que quería dedicarle a su padre.

—Suéltalo todo, amor. No te quedes nada. Para nada digo que esté bien lo que te pasa, pero siempre supiste que, en el fondo, necesitabas volver y reconciliarte con tu pasado. No te puedo decir que soluciones las cosas con tu madre, no sé qué esté pasando allá. Pero sí te puedo decir que estoy orgulloso de ti. Ojalá pudiera estar ahí para darte un abrazo y prometerte que todo va a estar mejor. Bueno, puedo decírtelo, pero sin el abrazo, y eso me jode. Abraza a tu abuelo y a Santiago, ellos están contigo y nos tienes a nosotros del otro lado del charco, esperándote para recordarte lo mucho que te queremos. No estás sola y no volverás a estarlo nunca. Eso sí es una promesa. Mientras en mí quede vida, siempre te voy a acompañar. Bueno, si me das el permiso, así que espero que así sea —dijo, ocultando una sonrisilla. Seren sonrió un poco mientras sollozaba.

—Hoy Polo citó una frase que dice que nadie tiene el poder de herirme sin mi consentimiento.

—¡Es que tiene toda la razón! Hazle caso. Y sé que duele, y sé que es difícil, pero espero que pronto puedas ver esto solo como un recuerdo. Como algo en lo que no piensas a diario. No sé si sea ya, o deba pasar un largo tiempo. Pero estoy seguro que va a llegar. Pero es normal estar triste, mi abuela siempre decía que uno debía permitirse estarlo. Reprimir la tristeza también es perjudicial. Reprimir lo que uno siente en general...

—Te amo —interrumpió ella, tocándose el párpado mientras las lágrimas brotaban.

Asher tragó saliva, ambos algo sorprendidos por lo que acababa de salir de la boca de Seren.

—Discúlpame un momento. Necesito hacer algo —dijo Asher, quitando el micrófono de la llamada. Procedió a chillar, y su grito hizo que Vader llegara corriendo a ver qué le pasaba. —Nada, nada. ¡No pasa nada! ¡Estoy en llamada! ¡Vete, vete! —advirtió y volvió a presionar el botón. —Ya volví. Perdón, estaba gritando. Te amo —sonrió en grande. No se esperaba escuchar aquello, y mucho menos porque pensó en decirlo tantas veces, y dudaba si era muy pronto para hacerlo. Porque sentía tantas cosas por ella y lo único que su mente hacía, era gritarle lo mucho que la amaba mientras la tenía entre sus brazos.

—Solo necesitaba escucharte, pero oír esto es un extra que agradezco.

—¿Recuerdas ese día en el estacionamiento abandonado? Cuando me estabas enseñando a manejar...

—Sí.

—Fue ahí. Ahí quise decirlo, pero pensé que era muy pronto.

Ella sonrió con los ojos cerrados, pensando en el momento. En los colores que rodeaban su rostro, en lo bonito que combinaba el azul de sus ojos con el atardecer.

—¿Sabes qué tan pronto se debe decir, Asher? Cuando uno lo siente.

—Bueno, no podía decírtelo en la fiesta, ¿sabes? Tenía que esperar un poco más. Creo que un: Hola, mi nombre es Asher. Te amo, ¿bailamos? No quedaba del todo bien.

Seren soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Tú también me haces bien.

Asher sonrió, porque se dio cuenta de dónde venía aquello. Es lo que él le había dicho el día que quiso decirle el primer «te amo».

—¿Puedes reírte así de nuevo? No alcancé a grabarlo en mi memoria.

Ella elevó las comisuras de los labios y tomó un poco de aire.

—Gracias, de verdad —exhaló.

—Cuando quieras.

—Voy a... escribirle a Lana, ¿hablamos más tarde? Creo que deberías dormir.

—Dormir es para débiles, lo más probable es que juegue Valorant con Vad. ¿Sabes que ya pusieron fecha para el evento?

—¡¿Qué?! ¿Y por qué nadie me dijo nada? —chilló Seren, sentándose en la cama de golpe. Pero eso la mareó un poco por el dolor de cabeza. —¡Ah, duele! —siseó, tocándose la frente.

—¿Qué?

—Nada, nada. Me duele la cabeza. Ya tomé algo. ¿Cómo que ya hay fecha del evento final?

—No te dije nada por obvias razones, hace un par de horas anunciaron que finalmente el evento será en Altagracia el próximo viernes. Todos los participantes deben estar viajando en estos días. Así que no te preocupes. Tienes tiempo de volver y hacer tus cosas. Tranquila.

Seren, menos tranquila que nunca, se recostó mirando el suelo.

—Increíble. El evento más importante de todo el año, y yo estoy en otro país, arreglando mis problemas familiares en lugar de estar practicando con el equipo. ¡Y además debo volver y ver mi cara en todo internet!

—Sí, y creo que está bien que desconectes un rato. El equipo está bien, Alex nos tiene jugando todos los días y creo que incluso Jimmy está mejorando. Así que arregla tus cosas allá, yo me encargo de gritarles que se comporten, ¿sí? Sobre lo otro, pues algo que no podemos controlar. Pero no te preocupes por eso ahora. Soluciona todo por allá. Esto es lo de menos. Tres tontos en internet no te van a arruinar una carrera tan exitosa como la tuya, mujer.

Ella suspiró y rodó los ojos. No le quedaba otra opción.

—Preferiría estar allá jugando Valorant y gritándole a Jimmy por no atinarle a nada, la verdad.

—Ya...

—Bueno, hablamos después. Tengo audios de varios minutos que enviarle a Lana. Gracias por escucharme. Creo que eres un ser mágico, porque se me olvidó que estaba llorando.

Asher sonrió de lado.

—Te amo.

—Ok, Asher.

Él se rio y negó con la cabeza.

—Ok, Seren. Buenas noches. Descansa.

—Tú igual. Te amo.

La llamada terminó luego de un breve silencio. Pero una pequeña sonrisa se quedó en sus labios mientras miraba el techo. Para nada se esperaba esa conversación, ni como resultaron las cosas. Pero agradecía haberlo llamado. Lo necesitaba.

Se limpió el resto de lágrimas que quedaban en su rostro y tomó la botella de agua para vaciarla completamente.

En definitiva, ya no sentía que el mundo se caía sobre cada paso que daba, pero sabía que todavía le quedaba enfrentar a su madre.

—Hola, Lana... Bueno, no sabes lo que pasó. Tengo una conversación fea y una bonita. No sé si estás despierta, pero te mando este audio como introducción. —Envió el mensaje de audio, y mientras empezaba a explicar lo que había sucedido, una llamada de la rubia interrumpió el audio.

—Botón de oro a gorrión. Despierta y lista para escucharte, cambio —dijo Lana, sin escuchar el saludo de su mejor amiga.

—¿Gorrión?

—¡Sí! ¡Ya no eres un tordo! El gorrión sí tiene el color de tu cabello. ¿No es increíble?

Seren pestañeó un poco antes de hablar.

—Sí, como quieras, Lana. Gorrión será —se rio, confundida.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no tienes voz?

—No sabes todo lo que pasó en menos de dos horas, Lana. Siéntate y escucha... —anunció y resopló antes de hablar.

—Aquí estoy, hermana. Despierta y lista para escucharlo todo.

La rizada, mucho más tranquila que antes, logró contarle a su mejor amiga todo lo que había sucedido con su madre. Lana le aconsejó que se tomara un tiempo para pensar lo que quería hacer de verdad. Incluso, si quería, permitirle a Elisa explicarle lo que ella sentía. Así podía considerar darle una oportunidad, o no. Lana se encargó de dejarle claro que cualquier decisión era válida.

«El perdón no viene ligado de forma obligatoria a un lazo familiar. Este viene porque es justo, y porque tú deseas que sea así» le dijo.

Pero el tema de reflexionar no duró mucho, ya que la conversación con Asher llegó a oídos de la rubia, y el gritó que pegó, se pudo escuchar hasta la habitación de Seren, y no precisamente por la llamada que estaban teniendo.

—¡Está bien, pero yo te amo más! ¿Me escuchaste?

—Sí, Lana. Alto y claro —comentó Seren, compartiendo unas risas con ella—. Celosa.

—Y mucho, que sepa cuál es su lugar.

Seren, con una pequeña sonrisa en los labios. Pensó que, en efecto, su familia, la que ella había elegido; se encontraba del otro lado del mundo, esperándola con los brazos abiertos cuando ella llegara.

Y de pronto, ya no tenía miedo de enfrentar lo que estaba por venir.

Aquella noche, Seren se fue a dormir temprano, y se levantó temprano al día siguiente también. Con mejor ánimo, e incluso una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Porque sabía que era un día para tomar decisiones.

Varias. Difíciles. Justas e injustas.

—Buenos días, abuelos —dijo Seren, dándole un beso en la cabeza a Polo y luego a Santiago. —Lamento haberme ido así ayer, necesitaba un tiempo y pensar algunas cosas.

—Estás en todo tu derecho, mi amor. Amaneciste mejor, es lo que veo. —Polo palmeó su brazo con mucho aprecio y volvió a tomar su taza de café.

—Sí... ¿por qué estás tomando café? Creí que te lo habían prohibido.

—Sí, también me prohibieron ser tan guapo y tener estas piernas. Y aquí me ves. Estoy viejo, Serena. Me voy a tomar todas las tazas de café que quiera. Cada uno decide cómo se autodestruye a esta edad.

—Solo una taza. —Lo señaló, entrecerrando los ojos.

Polo sonrió de lado y miró a su nieto.

—¿No te cae mejor la niña que me decía que sí a todo?

—La verdad es que las dos me dan miedo, así que prefiero no meterme con ella —bromeó Santiago, alzando las dos manos en forma de paz.

—Qué bueno que lo sepas, Tutu. Ahora voy por un café, tengo cosas que hablar con nuestra progenitora.

Santiago y Polo compartieron una mirada confundida. No entendían el cambio de actitud, pero tampoco iban a contradecirla, no si se veía dispuesta a tener un diálogo civilizado con Elisa.

Asher

«Buenos días, mi amor. Puedes con esto y con todo lo demás. Estoy orgulloso de ti. Te amo. Nos vemos pronto :p» 08:35

Seren sonrió al releer el mensaje de su novio, no le había contestado porque debía bajar rápido a desayunar.

Tomó una taza y la colocó en la cafetera para seleccionar lo que quería.

Seren(a)

«Buenas tardes para ti. Gracias de nuevo por lo de ayer. Voy a desayunar con mi abuelo y Santiago, luego salgo del hotel a ver a mi mamá. Te cuento después...» 09:11

El desayuno les tomó menos de media hora; así que, estando listos para salir, le avisaron a Elisa que iban de camino, Santiago ofreció manejar esa vez. A Seren le sirvió que Polo le ofreciera su mano durante todo el camino. Recordándole sin palabras que los tres estaban juntos, y que contaba con ellos para lo que necesitara.

—Llegamos —anunció su hermano, estacionándose frente a la casa donde su madre los esperaba. Estaba parada en la puerta, observándolos. Se apresuró en acercarse a asistir a Polo cuando Seren dio toda la vuelta para ayudarlo también a bajar.

—Hola —le dijo Seren, Elisa le sonrió de lado y asintió despacio.

—Hola, hija. —Le dio un beso corto en la mejilla a Polo y saludó a Santiago con la mano ya que él estaba lejos. —¿Desayunaron?

—Sí, en el hotel. No quiero ser descortés, pero ¿podemos ir al meollo del asunto? Me gustaría hablar contigo, en privado, si es posible —pidió la rizada, mirando a su madre a los ojos. Elisa, nerviosa porque no sabía qué iba a suceder, asintió de forma torpe y señaló la puerta para que todos pudieran entrar.

—Pasen, por favor. Podemos hablar en tu cuarto, si deseas...

A Seren le pareció una buena idea. Su habitación fue ese único lugar en donde se sentía segura dentro de la casa. Si quería hablar con su progenitora, tendría que ser un lugar en donde se sintiera en confianza.

Luego de ofrecerle un café a Polo, y que Santiago le recordara que ya había tomado el único café permitido; Elisa caminó junto a su hija en silencio, rogando al cielo que todo saliera bien.

Cada dos escalones, había un rechinado, debido a las antiguas maderas que el mismo Arturo había colocado para construir las escaleras. A Seren no le hacía mucha gracia, ya que siempre le molestó ese sonido. Y ahora le molestaba más.

—Jamás arregló eso —fue lo único que dijo. Elisa lo entendió al instante y sonrió de lado.

—Era un testarudo.

—Uhm.

La rizada tomó la manija al llegar a la puerta de su habitación y dudó un poco en entrar, pero finalmente dio un paso adelante cuando la abrió.

Otro rechinado sonó debido a las viejas bisagras, esta vez sacándole una risa.

—Esta casa no ha cambiado nada.

Dio un vistazo a la habitación, llevándose la sorpresa de que nada había cambiado desde que se fue. Todas sus pertenencias se encontraban ahí. Todo lo que no pudo llevarse, en perfecto orden.

—Limpié, pero no me atreví a cambiar nada de su sitio...

Seren estiró un poco el labio, intentando no llorar. Pero falló en el momento en que giró a ver a su madre, porque ella sí lo estaba haciendo.

—Mamá, yo...

—Escucha, sé que estás muy molesta, y estás en todo el derecho de estarlo. Estos últimos meses en donde sentí una verdadera soledad, y más que nada estos últimos días, me di cuenta de muchas cosas que en realidad siempre supe. Hice muchas cosas mal, y me arrepiento de cada una de ellas.

—Pero...

Seren esperó, por si su madre continuaba, pero se sorprendió cuando no dijo nada más. Ese había sido siempre un gran problema con ella. Decía algo que venía acompañado de un «pero» que también la acusaba de algo.

—Ni un «pero» más. Estoy aquí para aceptar mi responsabilidad de las cosas. Ustedes no merecían nada de esto. No es justo que las primeras personas que deben cuidar de sus sentimientos, los hayan tratado de esa manera... —Seren se sentó sobre su cama, y su madre la siguió para ponerse de cuclillas frente a ella mientras colocaba sus manos sobre sus rodillas. —Perdóname, voy a hablar por mí desde ahora, ¿vale? Ayer hablé mucho con tu hermano, y me hizo ver otras cosas, además de las que ya suponía. No es justo que la persona que les enseñó a caminar, no permitiera que pudieran correr más. Yo los tuve aquí —dijo, señalándose el estómago—. Los amé desde antes de tenerlos en mis manos, porque nuestros corazones latieron muy cerca en algún momento. No es justo que un hijo le ruegue amor a un padre, y no es justo que los tratara así. Ustedes jamás fueron culpables de nuestras decisiones egoístas, y por supuesto que les debo una disculpa. Una real. No quiero ahondar más en el pasado, pero sé que, si me hubiera separado de Arturo a tiempo, muchas de estas cosas no hubieran sucedido...

Seren asintió con la cabeza.

—Es difícil tomar decisiones cuando eres responsable de la vida de una o más personas. Incluso de si esa única vida es la tuya.

—No manejé bien las cosas, lo sé, pero quiero enmendarme. Quiero estar presente en sus vidas desde ahora. Incluso si es poco a poco. Sé que es complicado, y les daré todo el espacio que necesiten, pero solo te pido que no me alejes...

—Es que no sé qué sentir, mamá. ¿Sabes todas las veces que me fui llorando a dormir en esta cama, mirando este techo? ¿Todas las veces que le rogué a Dios llegar a este momento? No me imaginaba para nada que fuera en estas condiciones, y que solo estarías tú en ese escenario ficticio, pero de algún modo, se está cumpliendo aquello que tanto pedí; y ahora que estoy aquí, no sé qué quiero. Porque me encantaría poder decirte que te perdono y que quiero una vida como esa que deseé desde pequeña. Pero no puedo obligarme a confiar de forma automática. Porque recuerdo haber estado en el colegio, y ver como todas mis amigas tenían a sus padres en todas las presentaciones, en todos los bailes, en todas las obras de teatro, no sé, en cualquier actividad. ¿Sabes a quién tenía yo en el público? A Santiago. Él siempre podía, él siempre tenía tiempo, el jamás decía que no a nada. Él me enseñó a manejar bicicleta, él jugaba conmigo, él me ayudaba con mis tareas. Él siempre estaba presente. ¿Por qué mi hermano sí podía y ustedes no? Una disculpa no puede borrar todo ese daño acumulado así como así.

—Lo sé y lo comprendo a la perfección. Por eso te pido solo estar presente, ganarme su perdón con el tiempo. Quiero vender esta casa e irme lejos. Porque es la única forma de empezar de nuevo. De que, poco a poco, podamos estar juntos. Solo quiero tener mi pequeña familia otra vez. Una de verdad. Perdóname, Seren, por favor —pidió Elisa, mirándola a los ojos.

—¿Qué te dijo Santiago? —cuestionó, quitándose las lágrimas de las mejillas con la manga de su camiseta.

—Me pidió tiempo para procesar todo, me pidió tiempo, pero también me dijo que sí quería darme una oportunidad de demostrarle que todo iba a cambiar.

Fueron dos segundos eternos para ambas, pero en medio de la duda, Seren saltó a abrazar a su madre por fin.

—Por favor, prométeme que esta vez es de verdad —susurró, apoyando su rostro sobre el hombro de la mujer que la trajo al mundo, y lloró.

—Te lo prometo, mi amor. Lo único que quiero es recuperarlos —respondió Elisa, tomando el cabello de su hija para acariciarlo. —Vamos a ser una familia de verdad. Ahora sí.

Seren asintió sin decir nada, sollozando, dejando que su madre la consolara. Sin poder creer a quién estaba abrazando, se permitió creer en ella. Porque en el fondo, ella también quería tener a su mamá de vuelta.

Cuando se separaron, Elisa miró a su hija a los ojos, y tras acomodar un mechón detrás de su oreja, y limpiar las lágrimas de sus mejillas, sonrió despacio y dejó un beso sobre su frente, para así volver a abrazarla.

Era una promesa que, contra viento y marea, haría todo lo posible por cumplir.

Ese mismo día por la noche, los hermanos Altamirano y Polo, debían empacar sus cosas para volver a Altagracia. Pero antes de irse, su abuelo también pidió hablar un momento con Elisa.

—¿De qué tanto hablan? Llevan una hora ahí —se quejó Seren. Santiago alzó los hombros.

—De hecho, llevan veintidós minutos, sin contar esos cinco que Polo demoró en subir las escaleras —comentó, mirando su reloj.

—¡¡Te estoy escuchando!! —La voz de Polo se oyó mientras bajaba —¡No puedo ir más rápido! ¿Tú crees que es fácil cargar con todos los años que llevo encima? —Niños, su mamá y yo hemos hablado largo y tendido. He decidido invitarla a mi casa por un pequeño tiempo, hasta que pueda terminar con el papeleo, la residencia, la venta de la casa, etcétera, etcétera, etcétera. Ella ha dicho que sí, pero sé que no querrá quedarse mucho, porque eso significa convivir con Carmen —bromeó, apoyando sus manos sobre el sofá.

Seren y Santiago sonrieron de forma suave y se miraron. Esa mirada compartida que decía muchas cosas. Ambos se estaban preguntando: ¿Cómo habían llegado a esa situación?

A Elisa tomaría algunos meses terminar con el papeleo para vivir oficialmente en Altagracia, pero luego vendería la casa de Galí, y podría estar con sus hijos como lo prometió.

Y a Seren y Santiago les tomaría algún tiempo poder acostumbrarse a ese nuevo lazo que empezarían a compartir con su madre; sin embargo, valdría la pena.

—¡¡Santiago!! ¿Ya estás listo? —Seren alzó la voz, golpeando la puerta de la habitación de su hermano. —¡Como perdamos el avión por tu culpa, te voy a dejar pelón mientras duermes!

Su hermano, ya cambiado y listo para salir, suspiró y apoyó el brazo sobre el marco de la puerta.

—Ya estoy listo, y no vuelvas a meterte con mi cabello. Es mi principal atractivo.

Seren rodó los ojos.

—Mañana voy a despertar en Altagracia y es lo único que me hace feliz en estos momentos. Ni tú, ni tu cabellera en posible decadencia me va a hacer enojar. ¡Apresúrate!

—¿Me dijiste calvo en potencia?

—¡¡Santiago!!

Seren volvió riéndose a su habitación, recogiendo sus cosas del suelo para poder salir de ahí.

Era hora de volver a casa.

TE MENTÍ, ESTE NO ERA EL ÚLTIMO

JAJAJAJHSKSHKSHS

La verdad es que cambió, lo puse por twitter, así que te lo repito aquí.

1. Está muy largo. 

2. Me fastidia en sobremanera que termine en 29 y no en 30 capítulos.

y pues eso, nos vemos con el último capítulo ahora sí :)

Baaaaai <3

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