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𝓣𝓾 𝓻𝓮𝓯𝓾𝓰𝓲𝓸













»»———— ⸙͎ ⸙͎ ⸙͎ ⸙͎ ————-««




















No hay nada mejor que desearte

Eres como el Sol caliente, yo

soy Marte.





Hubo momentos en mi vida que se sintieron que era una actriz en una telenovela Turca. Drama, drama, y solo drama. Pero esta vez al frente de los hermanos de Edward es como estar en una serie de doctores donde todos los personajes son perfectamente bellos, algo imposible en el servicio de salud pública.

Además no hubo saludos, ni sonrisas amables de esos seres. Hablan en ingles tan rápido, que solo lo puedo relacionar con los videos de los Nigga. O de Eminem.

Edward Cullen me seco, me vistió y me cambió las vendas con tranquilidad para llevarme a presentarme a su familia.

She is not a child. —Es la única frase que logro entender de la boca de mi gringo. Y asiento a la dirección de el. Dejé de ser una niña hace bastante tiempo atrás.

Me refugio en el sillón del living para observar su disputa. Uno contra cuatro.

La primera que salude fue Alice Cullen tan pequeña como el Miguelito de Morande (Un hombre con la altura de un niño de ocho años), ella no me sonrió. Sus ojos me estudiaron sin miramiento. Luego fue Jasper, él solo realizó una pequeña reverencia con su cabeza, la cual le correspondí, después estaba la Modelo de Victoria Secret, que era tan alta como un Avatar, y por último lo mejor. Un hombre, un hombre grande, tan grande como Bjorn Ragnarsson en la serie Vikings. Dios, el hombre de mis sueños. Solo espero que de él, sea todo grande.

—No puedo concentrarme —brama el gringo agarrando su cabello con frustración—. Katherine por favor.. —¿Qué? le pregunté en mi cabeza—. Trata de bajar el volumen, y de no pensar en aquello. Molesta.

—Ups...perdón —me olvide del poder el gringo. Cerré los ojos y traté de colocar la mente en blanco. Imagino que estoy en cama, lista para dormir. Trate de meditar, tal como lo practique en el pasado, aunque con poco fruto. Quizás si medito poder bajar el volumen de mi cabeza, y ayudar al gringo.

—Lo siento. —El aliento dulce del gringo llega de golpe a mi rostro, logrando que salte de susto—. El problema soy yo, no eres tú. No debes bajar el volumen de tus pensamientos—. Abrí los ojos para buscar su cuerpo. Edward está a mi lado, con un rostro triste. Y sin sus hermanos alrededor.

—Mucho gusto en conocerlos —murmuré observando el salón vacío.

—No lo sientas personal, pero se sorprendieron al verte, y al escucharnos.

—¿No puedes leer los pensamientos de tus hermanos? —le pregunté recordando la escena de la ducha.

—¿Por qué crees en aquello? —me pregunta levemente confundido.

—No escuchaste que estaban acá —le apunte acomodando mi cuerpo en el respaldo del sillón para girar mi cuerpo y tener una completa visión del cuerpo de Edward.

—Estaba concentrado en ti. Tu mente me consume, al punto de no estar consciente de lo que sucede alrededor.

—Luce aterrador —musite preocupada de que en realidad si fuera un castigo para él.

—No eres un castigo... eres un refugio. 





No recogeré los besos que

deje anoche en tu cuello.

Somos un desastre pero es cierto,

nos queremos.





—De castigo a Refugio...—murmuré cuando estaba a segundos de quedarme dormida—. Es un gran cambio.

—Buscaba con desesperación la forma de castigarme, pero me equivoque —susurra el gringo abrazándome por mi espalda para susurrar en mi oído—. No me alcanzara la vida para darte el perdón que te mereces.

—Con que sigas repitiendo lo de la ducha, créeme que si te alcanzara la vida —añadí con diversión posicionando mi trasero en su virilidad.

—He sentido varios anhelos en mi vida, pero jamás el deseo de estar desesperadamente dentro de una mujer. —No se si es su voz, o la posición de mi trasero en su virilidad, que el ambiente de la habitación se empieza a calentar, y no es por la estufa.

—Oh gringo, y aun no me has visto lista y dispuesta para ti...—indique movimiento lentamente en círculo mi trasero.

—¿Y qué te detiene? —me susurra posicionando sus labios en mi cuello para besarlo lentamente—. Con Tomás es simple, le abriste la puerta y estabas lista y dispuesta.

—¿Me escuchaste? —le pregunté sin poder evitar reírme por sus palabras.

—Perfectamente. —Con un rápido movimiento su cuerpo se subió encima del mío. Colocando su mano derecha en la cama para aligerar su peso encima de mi—. No puedo olvidar tus gemidos, tus gritos cuando él te penetraba...—Mi intimidad reacciona de forma inmediata al escuchar aquella palabra en él.

—Debería grabarte decir cosas sexuales para mastúrbame cuando esté sola...

—No deberás hacerlo sola —apunta bajando su mano izquierda por mi pijama polar, la que logra una barrera entre mi cuerpo y el frío cuerpo de Edward. Pero en este momento no existe el frío. El gringo es fuego. Fuego griego, que se prende aún más con agua.

Antes de que su mano llegue hasta la apertura de mi pantalón, la puerta de la habitación se abre para dejar ver a Miguelito, digo a Alice. El gringo saca su mano con rapidez.

—¿Cambiaste a Bella por una cualquiera? —Y aquello lo dice en un perfecto Español. Bella, así que la ex se llama como la princesa del cuento la Bella y la bestia.

El gringo no se mueve encima de mí, y no le responde a su hermana. Jasper el rubio, la agarra de su brazo para sacarla de la habitación.

—¿Por qué tu hermana se preocupa por a quien quieres penetrar? —le pregunté confundida por el comportamiento de la hermana menor.

—Es...o era amiga de...

—Y le pediste a tu hermana que se alejara de ella —afirme la situación de cualquier Ex.

—Perdónala... no eres una... —Nuevamente se quedo sin palabras.

—Si ser libre sexualmente significa que soy una cualquiera, entonces lo soy —le indique encogiéndome de hombros—. Sus palabras no me ofenden.

—¿Y no quieres preguntar sobre aquello? ¿No quieres saber más?

—Me interesa saber tus sentimientos, tus pensamientos...—Levante mi mano vendada para intentar acariciar su mejilla—. Respeto tu historia gringo, y me la contaras cuando quieras. Sin presión.

—Sin presión —repite mis palabras observándome con ojos dulces—. Eres demasiado buena para este malvado mundo.

—Soy un ángel, pero una diabla en la cama —añadí sin poder evitar reír por mis propias palabras.

—Eres un ángel —afirma el gringo al llevar sus labios a mi frente para darme un dulce beso.   














Déjame ser tu refugio, déjame

que yo te ayudo.

Aguantemos la vida, te recuerdo

si lo olvidas.











— I'm a, I'm am a, I'm a nasty girl, fantastic. Este culo es natural, no plastic. Lo que toco lo hago bombastic —canto mi canción de Spotify mientras muevo mis manos lentamente. Abriendo y cerrando mis dedos.

El gringo me había liberado de mis vendas luego de dos semanas del incendio. y estábamos planeando ir a mi casa para ver que debía ser reparado. Después de dos discusiones, unos besos ardientes de reconciliación, convencí al gringo de ir a casa para empezar la reconstrucción de mi hogar. Las miradas hostiles de las mujeres Cullen me atormentan todos los días, a pesar de verlas poco. De igual forma no debía soportar su molestia.

—Es una extraña canción. —Mi cuerpo salta al escuchar la voz del Jasper. La pareja de Alice, como me había relatado Edward, entra a la habitación a paso lento—. ¿Qué dice?

—Créeme que ni yo sé lo que dice —conteste sin dejar de observar el cuerpo de Jasper acercándose a mi lentamente. Con duda.

—No me he presentado correctamente —puntualiza—. Jasper Hale.

—Katherine —me presente levantándome de la cama para quedar al frente del hermano de Edward—. No tienes porque hablar conmigo, no le agrado a Alice. Se que las parejas deben apoyar.

—Le agradas a Alice, por eso mismo está tan enojada —confiesa Jasper—. No quiere estrechar un lazo, si después Edward decide terminar.

—Como lo hizo con su ex —apunte. Jasper asiente con su cabeza dándome la razón—. La entiendo.

—Ella quiere disculparse, por llamarte una...—Y otro Cullen no es capaz de decir esa palabra. Al parecer solo las féminas tienen permitido decir groserías.

—Está bien, dile que no se preocupe —conteste volviéndome a sentar en la cama al imaginar que la conversación había terminado, pero la voz de Jasper se alza nuevamente.

—¿En realidad no te interesa saber de nosotros? Edward me ha contado que has respetado su secreto.

—Me interesa Edward, no su naturaleza.

—Aquello va en conjunto.

—Discrepo en aquello —insistí nuevamente—. El es más que su naturaleza, o la definición que quieran darle. Él es un hombre bueno, y me gusta estar con él.

—¿Cómo sabes que es bueno?

—Me ha salvado dos veces. Créeme que no todos están dispuestos a arriesgarse por el prójimo —opine bajando el volumen de la canción de Shakira, antes que me dieran ganas de bailar con la pareja de la pequeñita.

—Él...ríe más desde que está contigo.

—Lo sé, luce menos deprimente —confesé con sinceridad de aquel detalle que no pasa desapercibido por nadie. Porque incluso las ojeras del gringo habían desaparecido, como si fuera capaz de dormir desde que nos volvimos a juntar.

—Pero debes saber, que él tiene su historia con una mujer, la cual amo profundamente...—

—Jasper....Edward no es el único que amo. También tengo mi pasado y un antiguo amor, que si aparece me hará dudar —exponga segura de que Edward está escuchando mi mente en un lugar de la casa—. Los dos nos estamos arriesgando.

—El que no arriesga... —La voz de mi gringo aparece en la habitación con el desayuno en la bandeja.

—No gana.    











Tu tienes lo tuyo, se que escondes

tus manías.

Me gusta cuando bailas, sin saber

que alguien te mira.








—Espero encontrar un albañil que no se emborrache tanto —añadí al momento que me siento en el restaurante "El Tololo" , donde le había propuesto a Edward comer. O el lugar donde comería, y me devoraría lo que él pidiera.

La noche ha llegado, después de pasar el día entero en el departamento para anotar lo que debía comprar.

—Yo lo haré —manifiesta el gringo seguro de sus palabras, pero me rio ante aquello. El gringo alza su ceja izquierda insultado por mi risa.

—¿Qué? ¿No es broma?

—Podría construirse una mansión, bella durmiente —menciona nuevamente mi nuevo apodo. Gracias a mis centenares siestas en su mansión.

—Podría aceptar que me ayudes, pero solo si lo haces sin camisa —insinué bajando mi mirada a su torso fornido.

—Me podría resfriar. —Y su chiste nos hace reír a los dos. Llamando la atención de los presentes, que con la presencia de Edward las miradas ya se habían dirigido a nosotros. Bueno, se entiende. Observar a un guapo gringo no es pecado.

Pedí un filete con ensalada surtida, y el gringo una porción de pollo a la plancha con papas fritas. Además de ambos pedir cerveza.

¿Te beberás todo? —me pregunta el gringo sorprendido.

—Siempre baby —precise lamiendo mis labios juguetona imaginando que bebía la leche de la virilidad del gringo. El simplemente niega con su cabeza con una sonrisa en su rostro—. Es un chiste, no me gusta beberme el semen tiene un mal sabor.

—En realidad no necesito saberlo —señala con rapidez interrumpiendo mi frase.

—¿A ti te gusta que la mujer beba el semen? —Y un gran suspiro sale de la boca de Edward al escuchar mi pregunta—. ¿Qué?

—Te diré algo, que creo que no será de tu agrado —comunica el gringo agarrando un papa frita para llevarla a mi boca. Abrí mi boca para que la metiera, a pesar de que no es un acto sexual, no pude evitar excitarme—. Soy virgen. —Y mi excitación se esfumó.

—¿Eres mormón? —pregunte al momento que la papas fritas baja por mi garganta.

—No —contesta riendo sutilmente—. Simplemente no ha sucedido.

—¿Es que acaso vives aislado de las mujeres? Es la única explicación que puede existir — enfatice alzando mi voz—. Eres irresistible gringo, las mujeres deberían saltarte encima.

—Mi vida no es así, solo tengo un instinto desarrollado, y no es de la sexualidad. —Quise preguntar, de verdad. Pero mi humor decae al escuchar que su instinto de sexo es bajo.

—Has perdido lo mejor de la humanidad. Comer, dormir y follar —susurré para no ser escuchada.

—Quizás contigo vuelva a tener algo de humanidad.

—El que no arriesga...

—No gana. —El gringo finaliza el dicho, que se volvía en la frase que describe nuestra relación. O intento de ella—. Vamos a casa.

—Aun me queda comida...

—Vamos a intentarlo. —Y es lo único que debe decir para que mi cuerpo se levante como un resorte.






Me apoye en su auto observando como el gringo termina de pagar lo que comimos en el restaurante. Su caminata lenta, sensual sin esfuerzo. Su mirada de cazador, sus labios duros y rosados, y sus manos. Sus manos con sus dedos largos me excitan con tan solo mirarlo.

—No creo que llegue a la mansión —le susurre al momento que llega al frente de mi y posiciona sus manos en mis caderas para presionar con firmeza. El gringo no contesta, acerca su cuerpo al mío para besarme apasionadamente. Su lengua entra sin permiso a mi boca, buscando la mía. Nuestras lenguas chocan, como una guerra. Queriendo doblegar al otro.

Sus manos suben por mi cadera para llegar a mis senos. Los acuna con suavidad mientras aún me besa. Y de un momento a otro su mano tira mi cabello hacia atrás para dejar mi cuello al descubierto. Sus labios buscan con desesperación mi cuello para succionar mi piel, mientras su otra mano se mete debajo de mi vestido negro, que había rascado de mi casa el día de hoy con la intención de seducir al gringo.

—Oh Edward —gemí su nombre claro y fuerte, sin importarme si hay habitantes observándonos. Sería capaz de desnudarme y hacer el amor con el gringo en medio de la calle, si él me lo pidiera.

No —masculla el gringo en mi cuello—. De aquí en adelante seré yo quien vea tu cuerpo desnudo, ¿queda claro?

—Clarísimo.

Al sentir la frialdad del cuero del auto del gringo mi excitación se enciende. Y mi mano baja por mi cuerpo tocando mis partes sensibles.

—Katherine...— Y fue el turno del gringo gemir mi nombre al momento que mi mano se mete debajo del vestido negro para tocar mi intimidad encima de mi ropa interior. Acaricie suavemente el lugar donde está mi clítoris para estimularlo. Aunque la humedad de mi intimidad no necesita más estimulación. La humedad traspasa mi ropa interior.

Muevo mi dedo en círculo, alrededor de mi clítoris con suavidad. Casi una caricia. Quería que fuera el gringo que me tocara, quería que terminara dentro de mí, quería sus dedos dentro de mí, sus labios, su alma entera si fuera posible.

Vi la luz de su mansión aparecer. Sus hermanos están en casa, pero aquello no apaga mi fuego. Es aún más excitante. Él penetrándome con su mano en mi boca callando mis gemidos...

—!Demonios! —su grito me asusta que provoca que saque mi mano debajo de mi vestido con rapidez, pero su mirada no se dirige a mí, sino a su casa.

—¿Qué sucede? —le pregunté aun asustada.   

—Llegaron mis padres.






¿Quién me iba a decir a mi

que todo esto existiría?











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Gracias por sus votos! Esta historia cada día aumenta de visualizaciones, no puedo estar mas feliz. Gracias a todos! <3





Canción: Pablo Alborán - Tu refugio.

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