𝓟𝓻𝓸𝓬𝓾𝓻𝓸 𝓸𝓵𝓿𝓲𝓭𝓪𝓻𝓽𝓮
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Procuro olvidarte
Siguiendo la ruta de un pájaro herido.
Una lengua recorre mis muslos lentamente para lograr que mi cuerpo se estremece ante el tacto húmedo de la lengua con mi pierna. Lentamente esa lengua sube hasta llegar a mi entrepierna para acomodarse a la perfección en mi vagina. Su lengua sube y baja con lentitud, dejando que mi cuerpo se acostumbre a su cuerpo extraño, que no me pertenece y que me provoca cosquillas.
Unas risas salen de mi sin poder evitarlo.
—Shhhh.... —me calla el hombre que está entre mis piernas cambiando su lengua por sus labios, para besar mi intimidad con devoción. Su boca, su lengua, y sus dedos me poseen por segunda vez este día.
Mi segundo orgasmo llega al momento que los dedos del hombre en mis piernas me penetran con agresividad y con rapidez. Mis líquidos suenan al vaivén de sus dedos, y mis gemidos callan aquel particular sonido que se había tomado la habitación.
Mi gemido ronco, no llega solo. El temblor en mis piernas se presenta, con unas lágrimas silenciosas al llegar al éxtasis.
—Eres la única que he conocido que llora al terminar —murmura Tomas limpiando delicadamente las lágrimas que caen por mis mejillas. No le contesto, pero un suave beso se deposita en mi mejilla—. Te traeré un poco de agua. —Observe cómo su cuerpo desnudo recorre mi pequeño departamento de un solo ambiente para llegar a mi cocina, que se alcanza a ver desde mi perspectiva—. Toma...—Extiende su mano con un vaso de agua. Aún temblorosa después de mi segundo orgasmo logré sentarme apoyando mi espalda al respaldo de mi cama.
—Lo necesitaba —comente al momento que termino de tomar el vaso de agua.
—¿El agua o el orgasmo? —Aquello logra que me ría a carcajadas.
—Ambos —conteste con sinceridad.
—Te extrañaba —confiesa Tomas apoyando su mano en mi muslo desnudo sentándose a mi lado. A la orilla de la cama.
—Yo también —puntualice—. Debí llamarte antes...—"sin importarme las palabras del gringo" Quise explicar, pero me callé rápidamente. No quería que nadie supiera que había dejado de lado mi bienestar por el del gringo.
—¿Antes del gringo? —su pregunta logra que coloque mis ojos en blanco—. ¿No eres de esas mujeres que se casan por obtener la Visa?
—Por supuesto que no —conteste con rapidez ante su pregunta, pero mi lengua no se detiene con esa escasa respuesta—. Con un gringo no, pero con un inglés Si.
Mi respuesta no le produce la gracia que imagine.
Me enredo en amores, sin ganas
ni fuerzas por ver si te olvido.
Y llega la noche y de nuevo comprendo
que te necesito.
—¿Y el gringo? —Es la segunda vez que escucho aquella denominación en un solo día en terceras personas. Diego, mi adorado amigo me visita después de dos semanas de ausencia de Edward.
—No lo sé, no le he visto —conteste encogiéndose de hombros tratando de demostrar indiferencia. Pero la mirada que me entrega mi amigo me declara que no cree en mis palabras.
—¿Discutiste con él? —negué con rapidez ante su pregunta—. Querida...eres dulce, pero cuando te enojas... es mejor alejarse de ti.
—No le hice nada —añadí bebiendo de mi jugo. Estamos sentados en una cafetería un viernes por la tarde, después de que él saliera del trabajo, y después de mis orgasmos. Diego tomó su auto para venir a verme desde Temuco.
—Aunque es mejor que te alejaras, los gringos están locos —apunta Diego mordiendo la media luna que está en su plato—. Aunque con ese gringo no me importaría aguantar su locura. ¿Lograste acostarte con él?
—No —contesté frunciendo mi ceño descontenta por mi propia respuesta—. Pero unos besos ardientes, y unas corridas de manos sucedieron todos los días.
—Salud por eso. —Diego levanta su cerveza para brindar de mi coqueteos con el gringo.
—Salud. —Chocamos nuestros vasos con una risa en nuestras caras.
Nos quedamos varios minutos en la cafetería, no podía negar que la vista al lago de Villarica es hermosa, y mis pies no quieren moverse. A pesar del frío, la cafetería nos entrega una calidez.
—Por un momento pensé... que te casarías con el gringo — su confesión logra que me ahogue con el jugo que baja por mi garganta.
—¿Qué mierda...?
—Oh vamos, no te hagas la sorprendida —me reprende Diego dándome unas palmaditas en la espalda—. Te veías ilusionada, y dejaste que se acercará a ti
—Quería acostarme con él —refute su pensamiento con rapidez interrumpiendo su observación.
—Hasta yo quería acostarme con él —añade Diego con diversión en su voz—. ¿Le contaste tu historia?
—Algo... le conté sobre mis padres.
—Confiaste en él, ni siquiera a Tomás que se han acostado desde un año le has confesado esa verdad.
—Es distinto —recalce encogiéndome de hombros—. Edward tiene su historia, su pena, y quería darle esperanza. De que el tiempo ayuda a sanar las heridas.
—Tus ojos empezaron a brillar a los días de conocerlo. —Fruncí mi ceño incomoda, molesta por no poder contar lo que sucedió con el gringo—. ¿Lo volverás a ver?
—No lo sé.
Procuro olvidarte en el día mil cosas
distintas.
Procuro olvidarte
pisando y contando las hojas caídas.
Subí al auto de Diego con rapidez al sentir como la calidez de la estufa de la cafetería se aleja de mi cuerpo.
—Calefactor, calefactor, calefactor —musite con rapidez al momento que Diego se sienta en el auto.
—Con esas miles de capas de ropa deberías estar abrigada.
—Solo tengo seis capas de ropa —añadí confundida. Seis es poco para caminar en invierno.
—Al gringo le daba flojera acostarse contigo. al momento de tenerte desnuda se le bajaba la pajarilla. —A pesar de que la oración tiene la palabra "gringo", que no quería seguir escuchando por varios meses, logra sacarme una risa.
—Lo que está debajo de esta ropa, se hace esperar —añadí con diversión.
—Y bastante.
Las risas se presentan todo el camino hasta que el auto empieza a acercarse a mi departamento, y la risa cesa al instante. Humo, y llamas se observan en mi edificio. Sin esperar alguna orden Diego acelera para llegar a los segundos al edificio.
Mis vecinos se reúnen afuera del edificio gritando la palabra "bombero", pero no me importa empieza a contar el piso donde está fuego. Mi departamento está en el piso 4.
Uno; Nada.
Dos; Nada.
Tres; Nada.
Cuatro: Llamas.
—No, no, es mi piso —murmuré con nerviosismo. El fuego es mi peor miedo, el ver quemar mi hogar es una pesadilla recurrente, que logra que despierte con grito y llanto.
—Kathy no es tu departamento, es tu vecino Don clemente. —La voz de la señora Pía llama mi atención. La señora es del piso de abajo, una vieja enojona, pero silenciosa. Nunca la veía.
—Debo subir —mencione sin percatarme de las palabras de la señora Pía, debía llegar a mi departamento a proteger lo mío—. Llama a los bomberos —le ordené a Diego sin dejarle la oportunidad que me retuviera.
Al entrar al edificio el Humo casi me quita el aliento. Tosi de forma inmediata al dar un paso adentro. Las personas aún bajaban de los pisos más arriba, y con la alarma de incendio molestando mis oídos empecé a subir esquivando a la multitud.
Al llegar a mi piso el calor se hace imposible de soportar, observe como el fuego empieza a salir de la puerta principal del departamento de Don Clemente, tiñendo el techo de color negro. Saqué las llaves de mi cartera con dificultad, no me había percatado que mis manos tiemblan de nerviosismo.
Mi objetivo, no es sacar mis joyas, el notebook, o los libros de clases. Solo quiero sacar una caja de mi armario. Una caja que cuenta la historia de mis padres. Mi mayor tesoro.
Pero antes de acércame al armario un gran estruendo se presenta, el sonido viaja con rapidez destruyendo los vidrios de mi departamento, para que luego una onda de fuerza me bota a metros de mi lugar. Una fuerza que logra que mi mente se coloque en negro.
Lo que haría, porque estuvieras tu
Porque siguieras tu conmigo.
Lo que haría, por no sentirme así
Por no vivir así, perdido.
Abrí los ojos con dificultad. Una pesadez me obliga a cerrarlo, pero luego de varias pestañas mis ojos se abren completamente. Un techo blanco, el sonido de la clínica me invade, respondiendo mi pregunta ante que me la propusiera.
—Preciosa...—La voz de Diego llama mi atención. Gire mi cabeza en busca de su presencia. Él está sentado al lado derecho de mi cama apoyando su mano en mi muslo, al bajar mi mirada me percate de las vendas de mis manos—. Explotó un gas en el departamento de Don clemente, la onda de calor quemó tus manos.
—...—Quise responder pero mi garganta está seca.
—Shhh, no hables —me indica en susurro subiendo sus manos para acariciar suavemente mi mejilla—. Estás bien, estás entera, estás viva—. Asentí con mi cabeza ante sus palabras. Estoy viva—. Le avisaré al doctor que despertaste.
La figura de Diego desaparece de la habitación dejándome en soledad, aunque soledad completa no es. Otro paciente al frente de mí dividiéndonos por una cortina. La tos de aquella persona se presenta al momento que se abre la puerta.
—Grin...go —susurre con dificultad al ver el cuerpo de Edward en la puerta de la habitación.
—No hables por aquí —me indica acercándose lentamente al lado de mi cama para apuntar mi cabeza—. Mejor por aquí. —Quise hacer dos preguntas, pero el color dorado de sus ojos me hipnotizan transmitiendo una calma a mi inestable alma. Su rostro pálido, con sus ojeras negras y sus labios rosados me resulta familiar. Al punto de sentirme en casa.
—"Quiero a mi mamá" —se lo comunique en mi mente sin despegar mi mirada de él—. Solo quería salvar sus cosas...—explique en mi mente la imagen de mi entrando al departamento, pero unas lágrimas empiezan a caer por mis rostro.
—Las cosas de tu madre están a salvo. —Observe la sinceridad de sus palabras, y una imagen llega a mi mente con rapidez. Edward alzando mi cuerpo luego de la explosión, sacándome del peligro.
Y mi llanto incrementa, lágrimas tras lágrimas caen por mis mejillas. El gringo acerca un pañuelo de su propiedad para secar mi llanto con suavidad.
—Llora todo lo que quieras, secare tus lágrimas —susurra al frente de mi rostro logrando estremecer mi cuerpo al sentir su aliento dulce.
—"Gracias" —le agradecí mentalmente al percatarme de la calidez que se apodera en mi cuerpo al escuchar sus palabras. Una calidez que la sentí por última vez en mi ciudad natal, cuando estaba enamorada.
Perdidamente enamorada.
Procuro olvidarte
Siguiendo la ruta de un pájaro herido
Procuro alejarme
De aquellos lugares donde
nos quisimos.
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Muchas gracias por todos su votos y comentarios! Dude por unos días sobre continuar esta historia, pero sus palabras me dieron el animo para continuar. Gracias, gracias y mil gracias.
Pronto nuevo capitulo.
Canción: Macha y El bloque depresivo - Procuro Olvidarte
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