𝓔𝓷 𝓽𝓾𝓼 𝓹𝓾𝓹𝓲𝓵𝓪𝓼
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Antes de conocerte el mundo era plano
Aunque lo discuta usted, Señor Galilei.
Diciembre
—¿Rubia? —pregunte al no identificar la voz del otro lado del celular.
—Katherine ¿Qué sucede? —me pregunta con rapidez con preocupación en su voz.
—Me asaltaron —le comunique—. ¿Puedes venir por mí?
—¿Dónde estás? —escuché murmullos por el celular, identifiqué la voz fina de Alice.
—En la primera comisaría de Temuco —le contesté—. Ven rápido por favor, me siento mal.
—Voy. —Y la llamada se corta.
—Señorita, le sacaremos fotos a sus heridas —me anuncia el joven policía que llega a la pequeña habitación con una camilla para atender mis heridas. No le conteste, pero asentí con mi cabeza para permitir las fotos. Y el flash empieza a cegar mis ojos.
Las heridas de mi rostro son las más graves, al romper el vidrio de mi auto, los pequeños pedazos cortaron mi cara especialmente mis mejillas. Los moretones en mis brazos al querer detener el ataque de los tres hombres que robaron mi auto será otra marca que quedarán por días. Pero la peor marca será la de mis emociones. Ser apuntada nuevamente por un arma, ser golpeada nuevamente en la cabeza, pero con victoria y sin gringo alrededor que me salvara dejaría huellas.
—La enfermera vendrá a ayudarla en unos segundos para curar sus heridas —informa el joven policía al terminar de fotografiar.
—Gracias —musité con la voz apagada sosteniendo mi celular con firmeza. Lo único que no me habían robado.
—¿Alguien vendrá por usted? —me pregunta.
—Si, mi cuñada Rosalie Hale —le informe—. Mi novio está de viaje —le conté sin entender el porque.
—Entiendo...
—Permiso. —La voz de una joven se presenta en la habitación y al observar su uniforme identifique que es la enfermera—. Soy Francisca...
Y con la presencia del joven policía la enfermera trabaja sacando vidrios que se quedaron incrustados en mi rostro. Para luego limpiar, desinfectar y tapar mis heridas. La enfermera realiza toda la curación con amabilidad. Sus manos son suaves, abrigadas y tiene un dulce perfume que me embriaga. Lo que provoca que cierre los ojos para disfrutar su olor.
La llegada de Rosalie Hale a la habitación es el gesto que necesito para soltar mis primeras lágrimas. Y el abrazo de la rubia provoca que me aferre con fuerza a su duro cuerpo.
—El celular de Edward está sin servicio —comunica la rubia acariciando con suavidad mi espalda—. Alice ha ido en su búsqueda. Esme y Carlisle están afuera hablando con la policía.
—Quiero ir a casa —pedí en susurro.
—Vamos. —La mano de la rubia se entrelaza con la mía para no soltarme en todo el camino. Al igual que los brazos de Esme que me rodean con calidez mientras Carlisle maneja a la mansión.
—¿Quién pensaría que al detenerme en una luz roja sería un peligro? —musite apoyada en el hombro de Esme—, no los vi venir. De un momento a otro estaban rompiendo el vidrio.
—Para la próxima pideme que te acompañe —indica la rubia a mi lado.
—Solo quería comprarles los regalos de navidad antes de que se fueran —confesé suspirando. Los Cullen partirán a Estados Unidos a mediados de Diciembre dejándonos a Edward celebrar nuestra primera navidad juntos.
—Lo importante querida que estas bien —musita la madre de Edward acariciando mi cabello con dulzura.
—Ese es el mejor de los regalos —puntualiza Carlisle logrando que saque la primera y única sonrisa del camino.
Creo que es la primera vez que estoy recostada en la cama tan temprano en un día viernes. Son las 19,00 horas, y yo estoy acostada debajo de las suaves almohadas del gringo con mis ojos cerrados disfrutando del silencio.
—Preciosa...—La voz del gringo llega como música en mis oídos. Abrí los ojos con rapidez, necesito ver esos ojos dorados que me transmiten seguridad.
—No fue mi culpa —anuncie con rapidez—. No fui confiada...
—Ey tranquila —ordena el gringo llevando sus manos para acariciar mi rostro herido con suavidad—. Nada es culpa tuya. Debí estar contigo para protegerte.
—Acuéstate conmigo —le pido en susurro. Y él accede con rapidez—. Te pareces a Tarzán —admití al observar su ropa rasgada. Al parecer por una lucha con un animal.
—Descansa mi querida Jane, cuidare de ti. —La voz de Edward Cullen es dulce, al igual que su brazos alrededor de mi cuerpo, cobijándome en mi dolor y en mi miedo. Y en un tarareo de su garganta me quedé profundamente dormida.
Y así llegaste tú
Devolviéndome la fe
Sin poemas y sin flores
Con defectos, con errores
Pero en pie.
—¡Rubia! —grité emocionada al ver a Rosalie en el colegio que trabajo. La hermana de Edward entra al aula donde hago clase con una gran sonrisa. Después de aquel día del robo la relación con la avatar Rosalie se volvió aún más cercana. La rubia es sarcástica, directa y amaba a los niños. Son similitudes que nos unió—. Clase. Saluden a la princesa Rapunzel —clame a los niños con entusiasmo. Y los niños con mi humor saludan a la hermana del gringo a gritos—. Al parecer nos ayudará en clase, ¿les gustaría?
—¡Sí! —gritan los niños con entusiasmo.
Y los siguientes minutos de clases se transformaron en alegría para los niños, que ven a la rubia como la princesa de un cuento de hadas. Ver a la rubia con una sonrisa tan grande en su rostro me entristeció, ella había nacido para ser madre.
—Serías buena profesora —le indique al momento que salimos por el break de la jornada—. Eres buena con los niños.
—Nunca lo pensé, he estudiado centenares de materias, pero profesora jamás —confiesa Rosalie mientras caminamos alrededor del patio del colegio para cuidar a los niños.
—Serías una excelente maestra, aquí tendrías un trabajo seguro —puntualice—. Mis niños te aman.
—Lo pensaré —admite la rubia con una gran sonrisa observando a los niños jugando.
—¿Viniste a despedirte? —le pregunte.
—Si, en unas horas partiremos a Estados Unidos.
—Te extrañaré —le confesé deteniendo mi andar para observar sus ojos dorados. Esos ojos que me había acostumbrado. Un largo suspiro sale de su boca al escucharme.
—Créeme que yo también, y no me hace gracia alguna —admite la rubia frunciendo su ceño—. No me gusta establecer conexión con humanos.
—¿Por qué?
—No le daría esta vida eterna a nadie, pero creo que algo pequeño en mi me gustaría que te transformaras y no sufrir por tu muerte o...
—O si terminamos con Edward —finalice su oración.
—Espero que te elija a ti —declara la rubia tomando mi mano para entrelazarla conmigo—. Eres una gran mujer, y espero con todo corazón que sigamos siendo cuñadas.
—No te puedo asegurar aquello —le conteste—. Pero te puedo asegurar que seguiremos siendo amigas.
—Con eso soy feliz. —Y ambas sonreímos ampliamente por nuestra amistad. Más allá de mi relación con Edward Cullen.
Y siento
Algo en ti, algo entre los dos
Que me hace insistir
Cuando miro en tus pupilas sé que Dios no dejó de existir.
—Feliz navidad —anuncie al momento que el gringo abre la puerta de mi departamento con su llave propia.
—Feliz navidad señora Claus —saluda el gringo sin despegar sus ojos de mi traje corto de Santa Claus.
—Señorita —corregí a Edward Cullen con una sonrisa—. Por favor, entre, hay un regalo esperándolo—le avise.
—¿No es usted el regalo? —
—Señor, por dios, yo solo soy la mensajera. O para su modernidad algo así como mercado libre.
—En mis tiempos existían los carteros —puntualiza el gringo. En tu tiempo existían las palomas mensajes. Y al decir aquellas palabras el cuerpo del gringo se presenta velozmente al frente de mi rasgando mi vestido.
—Gringo es arrendado —exclame con rapidez tratando de ocultar mi lencería roja. Pero Edward no escucha, sus ojos se posicionan en mi cuerpo sin pudor. Y sus ojos se oscurecen por el deseo.
—El mejor regalo de todos —murmura acercando su rostro al medio de mis senos provocándome cosquillas.
—Basta, me haces cosquillas —reí ante su gesto—. Además estoy enojada, deberé pagar...
—Silencio Katherine —brama el gringo arrodillado al frente de mi. Si no fuera porque está arrodillado ante mi, me hubiera tomado mal esa orden —. Quiero disfrutar de mi regalo.
—Este no es tu rega... —Y mis palabras se quedaron en la garganta al sentir los dedos bajando mi calzón. Y su lengua bebe todos mis jugos íntimos—. Oh gringo —gimo su nombre al sentir como mis piernas tiemblan ante el contacto. Edward me tomó en mi cintura para sentarme en mi comedor nuevo botando los adornos de la mesa. Gringo contrólate.
—Si quisieras que me controlara, no te hubieras vestido de aquel modo —declara Edward arrastrándome a la orilla de la mesa para besar nuevamente mi intimidad.
Sus labios pellizcan mi clítoris con dureza logrando que suelte gemidos de placer y dolor. Pero su lengua acariciaba lentamente mi clítoris a los segundos, y sus dedos. Sus largos y delgados dedos penetrando mi vagina con firmeza, con el vaivén perfecto. Su naturaleza le permitía seguir sin cansancio, logrando que cada unión llegara a mi orgasmo. Y esta vez no es la excepción.
En su dureza, en su pasión el gringo rompe la mesa de mi comedor al agarrarse tan fuerte de las orillas de la mesa. Rompiéndola.
—Oh —nuestras risas se unen al instante al ver el desastre de la mesa. Y nuestras miradas se conectan. Verde con dorado—. Feliz navidad Edward.
—Feliz navidad Katherine —murmura con dulzura el gringo volviendo a besarme nuevamente.
Edward me lleva a la cama para depositarme con delicadeza en ella. Sus labios vuelven a atacar en mi cuerpo repartiendo besos por todo mi rostro. En mis heridas, quedaban pequeñas marcas.
Y nuestro segundo encuentro sucede con lentitud. Disfrutando de nuestro tacto, de nuestros besos y de nuestros gemidos.
Su virilidad dentro de mi me penetra con lentitud, como una exquisita tortura.
Mi mirada se enfoca en mi blanco techo al sentir como mi segundo orgasmo llega. Pero las manos del gringo se posicionan en mi rostro para conectar nuestras miradas.
—Te amo —susurra el gringo al momento que mi orgasmo explota en mi interior.
No pienses que te irás y me voy a resignar
Eres lo mejor que me ha pasado.
Lo mundano y lo sagrado
Y aún más.
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Ay estoy nerviosa por se acerca el final, pero emocionada por sus comentarios y votos.
Muchas gracias por todo su apoyo❤️🧡.
Nos leemos pronto.❤️
Canción: Shakira - En tus pupilas
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