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𝓓𝓮𝓽𝓮𝓼𝓽𝓸 𝓮𝓷 𝓜𝓲
































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Detesto en mi

El preciso y falso intento de olvidarte.









Abrí los ojos lentamente sintiendo una extraña sensación en mi cuerpo, la luz blanca dificulta que concentre la mirada en un punto fijo, manchas borrosas se posan en mis ojos, al momento que un líquido quiere salir de mi boca con rapidez.

—Tranquila, ya saliste de la operación. —¿Operación? ¿Dónde estoy? —Reconstruyeron tus manos por las quemaduras, estas en el hospital de Villarrica —responde el hombre que aun no logro identificar. Pero una de sus manos se posan en mi cuello dándole frescura a mi cuerpo, y con la otra sostiene un recipiente para recibir mi vomito—. Es la anestesia. ¿Lo recuerdas? Tienes esa reacción a las operaciones. —Si lo recuerdo, ¿pero, porque usted lo sabe? —Soy Edward, el gringo...tu gringo—. Cómo Olvidarlo...

Quise responder, pero otro espasmo en mi estómago provoca que bote nuevamente otro vómito. El gringo me ayuda con paciencia sosteniendo el recipiente, botándolo para ir en busca de otro. Limpia mi boca con suavidad y posa sus manos frías en mi cuerpo transmitiendo frescura y tranquilidad.

Pensé que te habías ido —comente en mi cabeza recostando mi cabeza en la dura almohada del hospital cansada de los espasmos estomacales.

—No me moveré de aquí —indica el gringo en voz baja acariciando mi cabello con suavidad, logrando que olvidara mi molestia estomacal—. Te cuidare

Te sientes culpable —musite cerrando los ojos. No quise ver su rostro, se que tengo razón. Bueno, casi siempre. 

—No debí tratarte de esa forma  —apunta sin dejar de acariciar mi cabello—. Me equivoque, y me disculpo por aquello.

No soy un castigo. —Acercó su rostro para posar sus labios en la coronilla de mi cabeza sin dejar de acariciar mi cabeza.

—Lo sé —murmura Edward apoyando sus labios aun en la coronilla de mi cabeza—. Me equivoque, espero que me perdones algún día. De todas las personas que he escuchado, eres por lejos la más buena con la que he tenido la suerte de coincidir.

Bueno, estar al lado de un gringo hasta el señor de querencia es bueno. —Las imágenes del antagonista de una telenovela Chilena llegan a mi mente para dar a conocer al gringo a quien me refería. Un hombre tan malo, que incluso en la ficción daba miedo. La risa del gringo no se hace esperar, la cual aun sus labios en mi cabeza me produce un cosquilleo por mi cuerpo.





Detesto en mi

Esta lluvia que estremece

Silenciosa.

Este darle tu sonrisa cada cosa

Que tu boca me ilusiono








—El gringo no se ha alejado de ti —musita Diego observando de reojo  a Edward, quien dormía plácidamente en la silla de la habitación.

—Mínimo, después de limpiarle toda la mansión —indique con una mejor voz desde hace dos días atrás—. Me debe un favor, y lo sabe. El cuida a su criada.

—Estas para Dama de compañía —corrige Diego dándome la última cucharada de jalea.

—Bueno, puedo cambiar de rubro.

—Te vas a enamorar del gringo —apunta Diego dejando en la mesa el frasco vacío de Jalea. Sus palabras directas provoca que me mueva incómoda en la cama. No quería que Edward escuchara aquello, pero en realidad no tendría sentido. Él sabe todo a través de mi mente y la de mi amigo. Y solo respondo con sinceridad.

—Tal vez —coincido con Diego soltando un largo suspiro a los segundos—. Supongo que es mi debilidad que los hombres cuiden de mí, aunque trate de demostrar independencia, fortaleza e individualidad.

—Supongo que él ha dado en el clavo —susurra Diego sacando su mirada en mi rostro en el cuerpo de Edward --.Él... entró al fuego por ti. Sin miramiento, sin dudar... él entró por ti —repite Diego en voz baja—. Si acaso aquello no es amor, significa que me equivocado todo el tiempo al creer que soy gay por gustarme la pajarilla.

—Diego...—musite su nombre con dificultad tratando de no reír por sus palabras para no despertar a Edward—. Shhh, está durmiendo. no me hagas reír.

—Tienes razón, no queremos provocarle un paro cardiaco con esa risa de gigante. —Diego siempre asemejo mi risa estruendosa, con la de un gigante.





Ay de mí

regresando a los lugares que no habitas

Por cantarle tanto tiempo a una sonrisa. Que

no vuelve, más.


No puedo dormir —confiesa el gringo en el momento que mi mente se concentra en la televisión.

—Puedes tomarte un Melipass —le indico sin retirar mis ojos de la serie la Ley y el orden. La Melipass era el medicamento que amaba en el pasado, pero ahora al vivir en el sur buscaba la plata Melissa en el huerto del colegio.

—Mi naturaleza...no me permite dormir como un humano —su confesión completa me sorprende, distrayéndome de la serie.

—¿No duermes? —pregunte sorprendida. Desconozco la cara de mi rostro, pero le causó risa al gringo. Y su risa logra contagiarme—. Es que adoro dormir, no me puedo imaginar una vida sin desconectarme de este mundo.

—Extraño dormir —puntualiza Edward melancólico al momento de dejar de reír. 

—¿Eras humano antes? Pensé que habías nacido, así como no se, algo mutante.

—No soy un héroe —repite nuevamente aquellas palabras al escucharme referirme a los X-men.

—Magneto no es un héroe —le corrijo con rapidez.

—No puedo decirte la verdad sin colocarte en riesgo —aclara en forma de súplica.

—No te he preguntado nada, eres tú quien ha empezado la conversación —señale con mi dedo índice.       

—No lo puedo controlar —proclama Edward soltando un largo suspiro para luego agarrar su cabello con frustración—. Me transmites confianza, y tu falta de curiosidad me frustra.

—Puedo vivir perfectamente en la ignorancia —preciso encogiéndome de hombros—. Es cómodo, y no corro ningún peligro.   

—¿Crees poder vivir en la ignorancia en mi casa?

—¿Qué? ¿En tu casa? ¿Qué? ¿Por qué?  —Las preguntas salen de mi boca disparadas como una bala de un gringo militar en guerra.

—Te darán el alta en unos días. — Le iba a preguntar cómo sabía aquello, pero solita me llegó la respuesta—. Y tu casa no es habitable aún.

—Pero...—Su dedo frío se posa en mis labios para callarme.  

—Déjame recompensarte...—propone en voz baja, en susurro—. Quiero que te olvides de mi error.

—¿Aun me consideras un castigo? —le pregunté directamente sin titubear en mi voz.

—No.

—¿Qué te hizo cambiar de parecer?

—Tu ausencia.

Y su respuesta es todo lo que necesito para agarrar mis cosas e irme a la casa de mi sueño, con un ser que no es humano, que no duerme, no come y que lee mi mente. Pero su calidez, su amabilidad y su cariño estaban desterrando sentimientos ocultos, que había enterrado años atrás.

—Se que esto no nos llevará a un buen camino, pero tal vez...

—Podríamos intentarlo —interrumpo su oración para completarla. Y una sonrisa pequeña aparece en su rostro para luego asentir con su cabeza a mi propuesta.











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Hola a todos ! Muchas gracias por sus votos, me animan a escribir y subir más seguido la historia ❤️
Solo puedo decir que el próximo capítulo viene el salseo. 

Canción: Silvana Estrada - Detestó en mi

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