𝓐𝓶𝓲𝓰𝓸𝓼 𝓼𝓲𝓶𝓹𝓵𝓮𝓶𝓮𝓷𝓽𝓮
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Oye, dame una señal
La posibilidad de hacerlo a mi modo.
Dale, no seas cohibido, quiero algo contigo.
Más que ser amigos.
Septiembre. Dos meses transcurren desde que conocí al gringo.Mi amigo, mi acompañante, mi casi novio, mi garrapata. Me he acostumbrado a su presencia, como una sombra que me sigue por todos lados. Pero una sombra que me ayuda en las compras, en las reparaciones de la casa, y que me espera después del trabajo con el almuerzo preparado. Además de unos besos ardientes como postre.
—¿Te gusta este outfit? —le pregunté al Gringo apuntando mi ropa tendida en la cama. Observe a Edward sentado en la cama con los ojos cerrados, evitando ver mi desnudez—. Oh vamos, ya me has visto en ropa interior.
—No es correcto —musita nuevamente aquellas palabras.
—Me has puesto el pijama varias veces.
—Eso es un caso especial —indica sin abrir los ojos—. No estabas en las condiciones para colocarte el pijama. —Y en las condiciones, se refiere a que estaba borracha.
Desde que el Edward se transformó en mi chofer, empecé a beber con tranquilidad en cada salida con mis amigos. El saber que tenía un ser diferente, y un lector de mentes a mis espaldas, deje de preocuparme de mi integridad. Él me cuidaba mejor de lo que hacía yo.
—Estoy segura que no soy la primera mujer que has visto en ropa interior, y se que no seré la última —le asegure acercándome a su cuerpo para quedar al frente de él. Su cabeza está a la altura de mi vientre.
—No sabes de lo que hablas...—vuelve a musitar sin abrir sus ojos.
—No soy tan fea —le susurre. Lleve mi mano derecha para acariciar suavemente su cabello perfectamente alborotado. Edward abre sus ojos al instante para subir su cabeza y conectar su mirada con la mía.
—Sé que no lo eres —admite con un tono suave, como si aquellas palabras tuvieran el poder de acariciarme—. Pero no es correcto, no somos parejas...
—Dios, Edward he mandado fotos desnudas por internet —le aclaré para que entendiera que no importara que no fuéramos novios. Había perdido el pudor hace muchos años atrás—. El que me veas desnuda no me incomoda. Además lees mi mente, eso es estar realmente desnuda.
—¿Cuánto tiempo estarás en la fiesta? —me pregunta Edward dándome una pequeña sonrisa. Deje de acariciar su cabello para dirigirme a observar mi outfit.
—Cumplo veintiocho años , así como veintiocho horas —le contesté sin poder evitar soltar una risa.
—Mañana estas de cumpleaños...
—Pero me gusta celebrarlo antes —le indiqué encogiéndome de hombros. Había tomado la costumbre desde que llegué a Villarrica de celebrar desde el día anterior mi cumpleaños, y bueno, mis amigos me apoyaron en esa gran idea—. Y cada vez me queda menos tiempo libre, antes de ser madre.
—¿Madre?
—Me propuse ser madre a los treinta —le confesé colocándome mis medias—.¿Y a qué edad te gustaría ser padre a ti?
—No puedo ser padre. —Y aquello causó mi silencio. En un mundo imaginario mis hijos vivían con su padre el gringo.
—Padre no es el que engendra.
—En eso, tienes razón.
Déjame amarte o por menos que lo intente.
No es casualidad quererte, no es un accidente.
Besarnos en Obregón con Insurgentes.
O podemos ser amigos simplemente.
Acerque mi boca a la del gringo para juntar nuestros labios. Su aliento frío, y aromático enciende mi cuerpo a niveles parecidos a los que me provoca el alcohol. Pero mi fuego con el tiempo empieza aumentar, y mis manos viajan por el torso duro del gringo con la intención de llegar a su entrepierna, pero antes de llegar a la hebilla de la correa su mano detiene mi movimiento.
—No... —me susurra con firmeza en su voz. Aleje mi rostro para observar sus ojos oscuros, llenos de deseo. También lo deseas—. No es correcto. —Y vuelve a musitar las mismas palabras que ha repetido en estos meses.
—¿Y es correcto que prácticamente vivas conmigo? ¿Qué leas mi mente como si fuera tu radio favorita? —le pregunté alzando mi voz, demostrando mi molestia, mi frustración ante su negación.
—Aceptaste el trato, yo te leo y tu me besas. —Coloque los ojos en blanco ante su respuesta infantil.
—No tengo diecisiete años, soy una mujer que necesita intimidad, y que tú me la has quitado. —Edward me había quitado mi nido de sexo con Tomás . Negándose a escucharme en esa situación, y obedecí su orden ante la incómoda idea de ser escuchada en mi momento más íntimos por el gringo. Aunque le indiqué que se alejara lo suficiente para no escucharme, pero en su defensa me explicó que aunque se fuera a otro país sería incapaz de dejar de leer mi mente.
—No puedo darte más —sentencia con dureza.
—Yo tampoco —le conteste de la misma forma. Salí del auto lanzando la puerta con fuerza. Sin impórtame su estúpido y elegante auto.
Anda, cuéntale a la gente
Qué es lo que se siente
Que te quieran tanto
Vamos, puedes ser honesto
Deja que yo haga el resto.
Son las doce de la noche. Oficialmente estoy de cumpleaños. Los gritos, y los abrazos de mis amigos me rodearon para felicitarme. Sus besos, y sus palabras calmaron mi enojo con el gringo. Mi falta de sexo, y mi frustración de tener un Chris Evans en mi hogar sin poder tocarlo mas allá, de alguno que otro beso, me estaban sacando de mis casillas. Es como tener una torta en el refrigerador cuando estás a dieta.
—¿Bailamos? —me pregunta un hombre logrando sacarme de mis pensamientos. Asentí con rapidez ante su pregunta. Deseaba bailar, con algo de coqueteo. Quizás me ayudaría a olvidarme de Chris Evans.
Con Bad Bunny de fondo empezamos a movernos al compás de la música. Nuestras caderas chocaron al segundo del inicio de la canción. El hombre es apuesto. Cabello negro, brazos musculosos, el promedio de un hombre chileno. Aunque el gringo había subido bastante mi nivel de belleza.
—Pedro —se presenta el hombre en mi oído. Su aliento me provoca cosquillas, la que nos aguanto y suelto unas risas.
—Katherine —me presente aun riendo por la sensación de su aliento en mi oreja. Y como si fuera un permiso, el hombre, el pedro se acercó a mis labios con rapidez. Su aliento, y su sabor a cerveza me recuerdan que no es el gringo. Los únicos labios que había tocado en estos últimos meses.
—Happy birthday...—Al escuchar el inglés gire mi cuerpo con rapidez rompiendo el beso con el hombre, para observar a Edward al frente de mi. Con un rostro severo.
—Gringo. —Y me lance a sus brazos sin importarme la figura masculina detrás de mí. Los brazos del gringo me rodean con suavidad, entregándome seguridad y consuelo.
Unas lágrimas caen por mi rostro, sin poder evitar soltar mis sentimientos por estar un cumpleaños más sin mis padres. Aunque aquellas palabras jamás salieron de mi boca, pero si se repitieron miles de veces en estos meses. Edward es consciente de mi tristeza.
—Vamos a casa —susurra en mi oído. Y el cosquilleo que había sentido hace unos segundos atrás, no se comparaban con la corriente eléctrica que se manifiesta en mi cuerpo al sentir el aliento de Edward en mi.
Les mandé un mensaje a mis amigos indicando mi ida con el gringo. Ninguno de ellos reclamó, solo recibí gif sexuales por mi WhatsApp.
—¿Por qué no quieres acostarte conmigo? —le pregunté tranquilamente mientras viajamos por la carretera en su auto—. Y por favor no digas que no es correcto. Prefiero que me digas que no me deseas, que no te provoco nada...
—Podría provocarte algún daño —confiesa suspirando a los segundos—. No mido mi fuerza. —Fuerza sobrehumana, como Capitán América—. No soy un héroe—. Como el enemigo de Capitán América. Mi respuesta mental le provoca una risa.
—Supongo que debes hacerlo con alguna de tu especie —musite—. Porque, ¿tienes pene?
—Si tengo —contesta sin poder evitar soltar una pequeña risa por mi pregunta.
—¿Lo has intentado? ¿Con alguna humana? —Y fue como si le hubiera lanzado una piedra a su rostro—. ¿Es por ella que escapas? —Mi intuición funciona con rapidez al ver su rostro dolido.
—Lo mejor era alejarme de ella.
—Aquí tenemos el dicho, que un clavo saca a otro clavo —añadí girando mi rostro para no ver su mirada. Observe la carretera oscura, y trate de colocar mi mente en blanco.
—Me gusta escucharte, no te silencies —puntualiza en susurro—. Has sido tú la que he evitado que tome el primer vuelo a Estados Unidos.
—Eso merece una recompensa —apunte observando de reojo al gringo. Quizás con el intento de que se entregara a mi, en cuerpo y mente. Aunque más en cuerpo.
—Lo mereces —concuerda Edward con mis palabras—. Si te provocó algún daño, debemos esperar.
—Soy fan del dolor gringo...—Y mi entrepierna se humedece al instante al imaginar sentir a Edward dentro de mi.
—Te daré lo que quieras, pero debes prometerme no alejarte de mí. Es lo único que me mantiene sensato. —Aunque aquello suena como si fuese una depravada sexual, no me intereso. Solo quiero sentir al gringo dentro de mi, sin importar la consecuencia de aquello.
O podemos ser amigos simplemente
Aunque no quiero ser tu amiga
Solamente.
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Canción: Mon Laferte - Amigos Simplemente
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