𝓐𝓵𝓶𝓸𝓱𝓪𝓭𝓪
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Amor como el nuestro no hay dos en la vida
Por más que se busque, por más que se esconda.
Edward Cullen era un vampiro, él lo sabía a la perfección. Pero aun así no lograba entender cómo su cuerpo estaba en estado de shock al ver como su adorada novia quedaba inconsciente.
—Edward, dame el bebe. —El gringo reconoció la voz de su hermana, pero aquella voz se presentaba lejana—, !Edward! —El volumen de voz de Rosalie lo despierta de su ensoñación. El gringo enfocó su mirada en la rubia al momento que ella extendía sus brazos para recibir a su hijo. Porque Alex, el hijo de Katherine era de él. Lograba sentirlo, dentro de él al momento que lo tuvo en sus brazos.
—Hay que limpiarlo —susurra el gringo escuchando como su padre se mueve con rapidez para sacar la placenta, y atender los estados vitales de su mujer.
—Edward solo es un baja de presión. —El gringo escucha los pensamientos de su padre y un suspiro sale de su boca. Un suspiro de alivio.
—Cuídalo —indicó Edward entregando al silencio Alex a los brazos de su hermana.
—Ni siquiera deberías decirlo —añade la rubia recibiendo al pequeño en sus brazos con una gran sonrisa. A pesar del olor de la grasa del bebe, y su rostro manchado por ese líquido a Rosalie Hale le pareció el bebe más hermoso del planeta Tierra. El más hermoso que había visto en su larga vida.
—¿Solo es eso? —preguntó Edward Cullen acariciando el cabello de Katherine. Observando cómo sus ojos seguían cerrados.
—Si...confía en mí —le aseguro Carlisle.
—Hijo...—La voz de Esme en la habitación. Edward ni siquiera se percató que su madre había entrado junto a la rubia, y ayudaba a su esposo a cuidar a Katherine—, ella está bien. Debes entender que es...humana. El parto la canso.
—Creí que no había nada peor que ser vampiro —musita Edward Cullen sin quitar su mirada del rostro de su novia—,lo pensaba con Bella, pero con Katherine es distinto. No quiero perderla, no quiero enfrentar su muerte, ni ahora, ni en cincuenta años más.
—¿Qué es lo que quieres decir? —le preguntó su padre confundido ante esa nueva revelación de pensamiento de su hijo.
—Quiero convertirla.
Edward Cullen jamás pensó que diría aquellas palabras, pero jamás imaginó que se enamoraría con tal intensidad. Ambas situaciones eran igual de sorprendentes.
Por eso te quiero, por eso te adoro
Eres en mi vida todo mi tesoro.
El gringo se había acostumbrado a dormir con Katherine a su lado. Después de esos meses de convivencia en Río de Janeiro, su cuerpo se acostumbró a la calidez de su mujer. A los besos nocturnos, las caricias en el rostro, los murmullos de Katherine durmiendo y sus leves ronquidos que lo enternecian.
Dios, la amaba tanto, que sería capaz de matar al mundo entero por tenerla a su lado. A ella y a su hijo. Era un amor posesivo, egoísta e incluso letal. Pero jamás había sido tan feliz al lado que ha convivido con Katherine.
Y ella lo amaba con la misma intensidad.
Se complementaban a la perfección.
—Alice llamó —apuntó Carlisle Cullen acercándose a su hijo que no se alejaba del lado de su mujer—, despertara en unas horas.
—Su mente está en silencio —confesó el gringo con un tono de voz de preocupación—, jamás es así. Ella siempre se escucha incluso dormida, hay palabras que grita en su mente.
—¿Aún durmiendo? —preguntó Carlisle sorprendido.
—Si, ella siempre sueña con su madre —explicó el gringo llevando su mano a la mejilla de Katherine—, casi todos los días. Siempre llora, y su cabeza grita el nombre de su madre.
—No es un sueño normal —añadió Carlisle colocando su mano en el hombro de su hijo—, acaba de parir. Su cuerpo está exhausto. Debes darle tiempo.
—Alice, está atenta a Bella? —preguntó Edward cambiando la conversación. Quizás hablando de otro tema el tiempo pasaría más rápido.
—Si, estamos atentos a Bella y a los Vulturis —agregó Carlisle—, nada le pasara a tu familia.
—Mi familia. —El pecho de Edward se infló de orgullo—, soy padre.
—Lo eres. —Carlisle sonrió aunque su hijo no fuera capaz de verlo, ya que sus ojos no se despegaba de la madre de Alex—. Serás un gran padre.
—Gracias padre, por todo. —Edward giró sus talones para enfocar sus ojos en lo de Carlisle—, ahora entiendo todo. Tu amor hacia nosotros es infinito. Se que irías a la guerra por nosotros.
—No hablemos de guerra, cuando ha llegado una vida. —El rostro del gringo posó una gran sonrisa. Eran sus palabras dichas a su mujer.
No había duda que Edward Cullen era hijo del doctor Carlisle.
Que si aun estoy vivo solo es para amarte.
Y si...la convertía ahora. Era el pensamiento regular de Edward Cullen al verla aún inconsciente después de tres horas del parto. Tenía miedo constante de que ella no fuera capaz de abrir sus hermosos ojos verdes. Verdes como la piedra Jade, o la palta como decía ella.
—Se que tienes un padre biológico que te espera —musito Edward Cullen al bebe que estaba en sus brazos. Alex dormía plácidamente con una manta polar para que no sintiera el frío de los brazos de los vampiros—, pero te amo. Te amo como un padre. Eres mío, eres parte de mi, y te juro que cuidare de ti y de tu madre de cualquier mal. —El vampiro se concentra en escuchar el sonido del corazón del bebe—, y podrás elegir. Elegir sí quieres ser humano o vampiro. No te negaré nada, ni la muerte ni la vida eterna.
—Hijo. —La voz dulce de Esme distrae al vampiro papá—. Debemos alimentarlo. No puede esperar más.
—Lo sé —coincide el gringo pasando a su pequeño hijo en los brazos de su madre—, me quedo con Katherine.
—Despertara solo ten paciencia —añadió Esme antes de salir por la puerta con su nieto en sus brazos.
—Paciencia...—murmuró Edward malhumorado. Paciencia era lo que no tenía en ese momento. Quiero ver sus ojos, quería escuchar su mente. Odiaba el silencio de la ausencia de la mente de su mujer.
El cuerpo de Edward Cullen empezó actuar en solitario. El rostro del gringo empezó acercarse con lentitud a Katherine, se acercó a la coronilla de su cabeza para besarla dulcemente, inhalando su fragancia natural para luego bajar a la mejilla de ella y sentir su calidez. Edward imaginó que su boca se quedaría ahí, pero sigo bajando. Y se detuvo, ahí, en su garganta.
Unas lentas pulsaciones de Katherine le provocaron sed. Después de días de no cazar, y la sangre que brotó del interior de su novia, su pozaña estaba despierta. La boca de Edward Cullen se posicionó en la garganta de su mujer.
Solo Dios sabría de lo que Edward Cullen sería capaz.
Te abrazo a mi pecho, me duermo contigo
Mas luego despierto
Tú no estás conmigo
Solo está mi almohada.
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!Hola hermosas! ❤️Aqui publicando a la 1 de la mañana hora chilena, me ha dado un golpe de inspiración escuchando esa canción.
Espero que le guste el capitulo, queda algunos capítulos para el final pero no quiere decir que se vaya el drama, para eso siempre hay espacio.
Vayan a darle amor a mi nueva historia, Thrall es la primera que escribo lejos de los fanfic.
y síganme en Instagram de escritora.
Instagram: K.y.velasquez.
Besos a todas, nos leemos pronto. ❤️🧡
Canción: Los Bunkers- Almohada (Tributo a Jose Jose)
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