𝓨𝓸 𝓽𝓮 𝓠𝓾𝓲
»»———— ⸙͎ ⸙͎ ⸙͎ ⸙͎ ————-««
Cuando quiero
Ser tu sombra
Es difícil encontrar alguna luz.
Mas cuando quiero ser tu agua
Vas a beber a otro río, a otra
playa.
Conocer a los padres del gringo nunca estuvo en mis pensamientos. Ni siquiera le pregunté sobre sus padres, ni nada relacionado con su familia. Edward me hizo prometer no preguntar nada de su existencia, y como buena sumisa, obedecí en cada una de sus exigencias. Por lo que al acercarme a los padres del gringo mis nervios florecen al no saber los nombres de ellos.
—Carlisle, Esme, ella es Katherine —nos presenta el gringo al momento que llegamos al living. Los nombrados sonríen ante mi presencia. Especialmente la mujer.
—Es un gusto conocerte querida —añade Esme con cordialidad.
—Igualmente —contesté acercándome a ella para darle un cálido beso en su fría mejilla. Su cabello ondulado que cae por sus hombros me produce cosquillas, y un olor particular llega a mi nariz. Un olor que no había llegado a mi nariz hace años. Olor maternal.
—Querida, ¿Qué sucedió en sus manos? —La voz del padre de Edward llama mi atención al momento de separarme de Esme.
—Hubo un incendio en mi edificio —le expliqué sin detalles—. Pero su hijo me ha cuidado, y me recibió en su casa para mi recuperación.
—Espero que Edward te haya dado lo mejor del hospedaje —indica Carlisle con cortesía. Si supiera querido Suegro.
—Los encontramos casi follando. —Y al parecer no soy la única que piensa de la situación de la ducha, porque Rosalie la rubia en un perfecto español suelta lo que los suegros jamás desean escuchar.
—!Rosalie! —grita Esme escandalizada por las palabras de su hija.
Y las siguientes palabras son en inglés. En un inglés rápido imposible de descifrar pero observo los rostros de los Cullen. Rosalie, Alice enfurecida hablan con sus padres apuntando con sus perfectos dedos al cuerpo de Edward. Mientras Jasper y Emmett se mantienen al costado alejados de la discusión. Y mi gringo que se mantiene a mi lado simplemente estoico con una mano posada en mi espalda baja.
—En Español Alice —brama Carlisle con un tono sutil de hostilidad—. Tenemos una invitada.
—Ella no es una invitada, es la Zorra de Edward —clama la rubia avatar Rosalie.
—!Rosalie! —gritan al unísono los padres del gringo escandalizados por las palabras de su hija.
—Discúlpate con Katherine —apunta Esme frunciendo su ceño, demostrando su molestia con su hija. Y quise reír, pero me contuve. La imagen de la madre de Rosalie regañándola es digna de un Cómic.
—Es mejor que me vaya —musité buscando con mi mirada el rostro del gringo que me importa. Que me vaya de esta casa.
—No —declara Edward con firmeza—. Esta mujer está conmigo, y quien le falte el respeto me lo hace a mi —expresa el gringo levantando su mirada para enfocarla en su familia—. Es mi mujer y mi invitada. ¿Queda claro?
—Basta con ese ridículo discurso —brama Rosalie a los segundos del término del perfecto discurso de Edward. ¿Vieron como me defendió? —Nos colocas en peligro nuevamente. ¿acaso tu familia no es importante?
—No existe peligro. Su sangre no me llama —explica Edward a Rosalie —Y a ninguno de ustedes. —Su sangre no me llama, su sangre no me llama.
—Acaso, ¿está también quiere convertirse? —pregunta la rubia con altanería.
—Acaba de descubrir lo que soy, lo que somos —contesta el gringo girando su rostro para observarme. ¿Eres un Piuchén? El gringo asiente.
—¿Cuál es objetivo de esto Edward? —pregunta Jasper alzando la voz por primera vez en el salón. Y al parecer no soy la única en sorprenderme. Su familia se mantiene en silencio—. Te alejaste de Bella por su seguridad, pero aquí estás con otra humana. La que es adulta, pero igual de frágil—. Y aquel comentario de Jasper nos mantiene en intriga. Su pregunta correcta, sus palabras adecuadas provoca que queramos la respuesta de Edward.
—No lo sé. —La escasa respuesta del gringo me decepciona—. Pero quiero estar con ella, y ella quiere estar conmigo.
—¿Y los Volturis? —pregunta Alice sin importarle la respuesta del gringo.
—Estamos en Chile, prácticamente es el fin del mundo. Ellos no lo sabrán —contesta Edward sin mirar a su hermana, enfocando su mirada en mi. Esperando alguna respuesta de mi parte—. Y no debo pedirles permiso para decidir con quién mujer deseo estar.
—Claro que debes, tienes diecisiete años —enfatiza la pequeña Alice.
—!¿QUE?! —pregunte alterada al escuchar la edad del gringo alejándome de él como un acto de reflejo. Gringo, ¿eres un niño?¿Soy una pervertida? ¿Por eso eres virgen? ¿Por qué eres un niño? Dios, no...—Perdón Carlisle, Esme, no lo sabía —me disculpé con los padres del gringo con rapidez, con miedo de que ellos fueran capaces de llamar a la policía.
—Maldición Alice. debes aprender a callarte —la reprende Edward, pero el gringo no busca a su hermana. Si no a mi. Su cuerpo va directo al mío para tomar mi rostro entre sus manos—. Escúchame—. ¿Qué? No, no me toques. Eres un bebe de pecho. Dios, y yo una pervertida. Pensé que tenías más edad gringo. Se que jamás te pregunte, pero lo di por sentado—. Katherine mi edad es de ciento dieciocho años...
—¿Qué?
—Creo que los dejaremos solos para que conversen —precisa Carlisle Cullen con tranquilidad en su voz. En un abrir y cerrar de ojos el living queda sin terceras personas.
—Cumplí ciento dieciocho años el veinte de junio —murmura el gringo volviendo a acunar mi rostro en sus manos. No entiendo, ¿Por qué Alice menciona que tienes diecisiete? —Carlisle me convirtió cuando tenía diecisiete años —me explica lentamente Edward, tratando que cada palabra entre en mi cabeza—. ¿Me entiendes?
— Entonces, ¿soy yo la que debe llamar a la policía por perversión? —La sonrisa del gringo que emite en este momento me hace olvidar de las palabras de sus hermanas, de sus insultos y de su naturaleza. Su bella sonrisa hace que todo esté bien en el mundo.
—Si, creo que sí —contesta acercando sus labios a mi cabello para depositar un beso, y se que estoy perdida al momento que cierro los ojos para sentir sus labios en mi cabello. Soy tu mujer—. Si, lo eres. Mia, y solo mía.
Y aunque el agua del mar sea
salada.
Te empecinas con la idea de beber
Mas no viendo que a tu lado
una vertiente se está
convirtiendo en barro.
—Querida, ¿Quieres Waffle? —me pregunta dulcemente la bella Esme. Observe su rostro amable de forma de corazón, sus ojos dorados, su cabello marrón cae por sus hombros dándole un aspecto aún más dulce.
—Me encantaría —conteste con una gran sonrisa. No lo puedo evitar, la amabilidad de Esme opacaba todos los insultos de las hermanas de Edward.
—Esta es una receta secreta —explica Esme con una gran sonrisa en su rostro. Me senté en la cocina, en la gran isla de muebles de cocina que está en el medio. El gringo se sienta a mi lado con tranquilidad.
—Si cocina como Edward no me moveré de su cocina —puntualice con una sonrisa sin dejar de observar los movimientos de la madre del gringo.
—Me alegro que mi hijo te haya cuidado bien —expresa la bella Esme observando de reojo a su hijo con orgullo.
—Me salvó dos veces. No quiere decir que sea propensa al peligro, pero hay situaciones que no tengo el control —le explique con rapidez.
—Solo importa que estés a salvo, se ve que eres una buena chica. —¿Chica? Reí sin poder evitarlo.
—Acaba de cumplir veintiocho años madre —corrige Edward sonriendo por el error de su madre.
—Oh, habría jurado que tienes apenas diecinueve años —contesta Esme sorprendida al escuchar mi verdadera edad.
—Gracias, es todo un halago —indique alegre al ser confundida por una adolescente—. Soy profesora de niños, y ellos me consideran realmente toda una vieja.
—Que linda profesión —añade Esme sirviendo el Wafles en un plato para colocarlo en la mesa.
—Lo es —coincidí con sus palabras al momento que el gringo empieza a cortar el Wafles en cubos. Ya puedo comer sola, le indiqué en mi mente. Mis manos empezaban a recuperarse, y sostener el tenedor ya no dolía—. Trabajo en el colegio al lado del hospital que ayudo a constituir el abuelo de Edward...—Y al escucharme mi mente empieza analizar mis palabras. Si Edward tiene cientos dieciocho años, Carlisle..
—Carlisle ayudó a la creación del hospital —apunta Edward al escuchar mis pensamientos—. Hemos vivido años, y nos hemos trasladado cuando empiezan a sospechar de nosotros.
—¿Quién es el más joven? —pregunte intrigada al saber sus verdaderas edades.
—Emmett, tiene ciento cuatro años —contesta Edward empujando el plato para que quedara al frente de mi.
—Oh mierda.
Cuando quiero ser tu estrella
Hay una luna deslumbrante que me opaca
Y aunque se que no soy la mas bella
Este amor por ti hasta mata.
Una calidez invade mi cuerpo al sentir una almohadilla de semilla tibio en la parte baja de mi espalda. Edward Cullen no se había movido de mi lado al momento de la llegada de mi menstruación. Una terrible prueba que me llega cada mes dejándome en cama, en la que muchas veces me imposibilitaba ir a trabajar.
—Gracias gringo —le agradecí cerrando mis ojos en mi posición de ovillo en la cama—. Eso ayuda bastante.
—¿Necesitas algo más?
—Un abracito, y besitos en mi cuellito —conteste en voz de una pequeña niña.
—No sabía que tenía una niña en mi cama —puntualiza el gringo con diversión en su voz, pero su cuerpo se acomoda detrás del mío para besar mi oreja con dulzura.
—Gringo, ¿No te molestaría ir a comprarme mis toallitas femeninas? —le pregunte en susurro.
—He metido mis dedos dentro de ti...
—Ay gringo, cada vez estás más ordinario —interrumpió su oración para girar mi cuerpo y observar la gran sonrisa de su rostro—. Al parecer te he contagiado la perversión y la ordinariez.
—Al parecer si, pero me gusta —
—¿Qué cosa? ¿Ser ordinario?
—Esta nueva versión de mi.
—Quizás siempre existió esta versión en ti —indique acariciando su mejilla dulcemente—. Solo necesitabas un incentivo para sacarlo a relucir.
—Te necesitaba a ti. —Sus dulces palabras me enternecen y me refugio en su cuello para inhalar su olor a sándalo, a bosque.
—Aun así debes ir a comprar mis toallitas y debemos salir a la tarde al mall —murmuré en su cuello.
—Estás enfermando... —Ay, gringo eso lo decía mi abuelita. Aquel comentario le provoca risa—. De igual forma no te sientes bien.
—Querido Sugar Daddy, nada ni nadie detiene mi salida al mall.
Y mi salida al Mall se convirtió en una salida familiar. Al parecer no soy la única que tiene la fascinación de comprar. El comprar me había salvado de la depresión. Y esta vez debería comprar con mis ahorros para reparar mi departamento, recuperar los muebles que se habían quemado y se habían podrido por el agua de los bomberos.
Y esta vez no debí adornar mi departamento sola. La ayuda de la madre de Esme, de Alice e incluso de Rosalie es esencial para convertir mi pequeño departamento en un lujoso hogar de New York.
Me sentí en familia.
—Quería disculparme —musita la pequeña Alice al momento que me alejé del grupo para comprar mi ropa interior—. Me altere con quien no debía.
—No se que relación tuvo Edward con Bella, pero debes saber que es distinto lo que tenemos.
—No quiero que te haga sufrir.
—No te preocupes, lo que sea que haga Edward será menor al dolor que he sentido —apunte sin observarla para enfocar mi mirada en el calzón de la vitrina.
—Rosalie también quiere disculparse, pero es bastante orgullosa para decirlo —comunica la pequeña Alice a mi lado.
—No necesito sus palabras, necesito los zapatos que está usando para disculparla —musite con diversión. Los zapatos de Rosalie son unos tan altos como los de Lady Gaga, provocando que luciera su belleza en todo su esplendor. Casi como una Reina.
—Le diré —añade la pequeña Alice riendo por mis palabras—. Empecemos de nuevo, Soy Alice Cullen —la hermana del gringo se presenta extendiendo su fina mano.
—Katherine —conteste estrechando su fría mano.
—Seremos grandes amigas.
—No tengo duda de eso.
Yo te qui, yo te qui, yo te quiero
Con raíces pero en libertad.
Yo te qui, yo te qui, yo te quiero
¿Pero hasta cuándo te tendré
yo que esperar?
--------------------------------------
Capitulo con poco drama, pero necesario para estrechar los lazos con los Cullen. Próximo capitulo listo, lo subiré pronto.
Canción: Mon Laferte - Yo te Qui
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro