𝓛𝓪 𝓭𝓮𝓼𝓹𝓮𝓭𝓲𝓭𝓪
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Viento, llévate el miedo
De cada uno de sus cabellos.
La guerra ha llegado.
Es el pensamiento que se instala en mi cabeza cuando el pequeño ejército de Carlisle empieza a caminar al prado nevado. En mi mente la imagen de mi pequeño Alexander se repite una y otra vez. De esta batalla dependerá su futuro, y el mío.
La mano del gringo se entrelaza con la mía deteniendo mi andar.
—Sé prudente —murmura el gringo en español—. No te descontroles. Piensa antes de hablar. No eres salvaje. Ellos son...
—No me importa lo que son —manifestó interrumpiendo su oración—. No estamos en la edad medieval. Yo no tengo reyes que obedecer. No me interesa su monarquía, ni nada de lo que esté relacionado con ellos.
—Katherine...
—No, basta. Sabemos a lo que vamos. No será una conversación pacífica, y no me interesa tenerla. Quemaría el mundo entero para asegurar el bienestar de mi hijo.
Un largo suspiro sale de la boca del gringo.
No me pidas prudencia cuando la vida de mi hijo peligra.
—Lo sé, pero quizás exista la forma de enfrentar esto de una manera pacífica —añadió Edward acercando su cuerpo al mío. Su boca choca en la coronilla de mi cabeza, dándome un beso—. Temo perderte.
—No me perderás. Te aseguro que lo único que perderás será una ex novia y una monarquía.
Los labios del gringo nuevamente se posan en la coronilla de mi cabeza para besarla suavemente.
—Si ves que todo luce mal, por favor... —La voz en español del gringo pierde la fuerza al hablar—. Escapa.
—Debe intentarlo, ¿no es así? —Mi cabeza se apoya en el torso del gringo imaginando los latidos de su corazón. Sabes muy bien que no me iré sin ti. Estamos juntos en esto. Si debemos morir, lo haremos juntos.
Las manos del gringo suben a mi cabeza para acariciarlo a lo largo de mi cabello. Su suave caricia me transporta a las noches que vivimos en Chile. Cuando era humana, y el nombre de los Vulturis nunca había sido nombrado.
—Te amo, de la forma que nunca imaginé amar —susurra el gringo escondiendo su rostro en mi cabello.
—Saldrá todo bien, gringo... saldrá todo bien, todo bien —murmuró repitiendo las palabras una y otra vez hasta que los dulces labios del gringo se posan en mis labios para callar mi susurro. Sus labios se mueven con suavidad, demostrando en aquel pequeño gesto todo el amor que siente por mi.
Su boca se aleja de la mía, pero sus ojos se quedan en mi. Sus bellos ojos dorados se conectan con los míos y una pequeña sonrisa adorna su rostro.
—Vamos a defender a nuestro hijo.
Asiento con mi cabeza, y volvemos a retomar nuestra caminata con nuestras manos entrelazadas.
Tiempo, hazle cariño
A cada uno de sus recuerdos.
El ejército de los Vulturis llegan como si estuvieran flotando por la nieve. El viento helado les daba un ambiente de misterio al momento que se formaron en una línea rígida y formal. Es imposible que logre ver los rostros de aquellos vampiros a través de la capucha negra que oculta su figura. Pero aun con sus oscuras figuras alcanzó a contar los vampiros presentes. En total son treinta y dos.
Ellos son treinta y dos, y nosotros tan solo dieciocho. Aunque contamos con la ayuda de los lobos, no es suficiente para igualar la cantidad de combatientes.
—Se acercan las casacas rojas, se acercan las casacas rojas. —Logró escuchar la voz de Garrett.
—Han venido...—comenta Vladimir quien se posa a mi lado.
—Todos. Las esposas y la guardia completa. Todos juntos... —señala Stefan detrás de nosotros. No lo logro ver, pero sé que está sonriendo.
Logró escuchar los latidos frenéticos de los corazones de los lobos. Observó cómo la manada se acercaba a la derecha de nuestra línea. Eran en total diecisiete lobos. Me sorprendo ante los nuevos números de lobos.
—Muchas se han transformado por la cantidad de vampiros que llegaron a mansión —musita el gringo en mi oído—. Son unos niños.
¿Por qué los expondría de esta forma?
—No existe otra forma. Ellos saben que debemos ganar. Por nuestro bien y por el de ellos.
En esta batalla no solo se combate por la vida de mi hijo, sino también la de la especie de los lobos.
De pronto, me enfade. Un instinto homicida se apodera de mí por el actuar egoísta de Bella Swan. En su intento de vengarse contra el gringo, causará más daño de lo que imagina.
La guardia retiró la capucha de sus cabezas, dejándome observar por primera vez el rostro de los reyes de la monarquía. Cayo, Aro y Marcus están en el medio observando nuestro ejército. Mis ojos pasan con rapidez por sus pálidos rostros, no me importan. Solo tengo un objetivo.
Mis ojos se clavan en quien es la causante de mi molestia. Soy capaz de distinguir el cuerpo de Bella Swan entre la guardia. Ninguno de los demás me importa. Ningún rostro pálido es más importante que la ex de Edward Cullen.
La quiero matar. Es el pensamiento que se cruza en mi mente una y otra vez. Yo, la que nunca ha logrado matar una mosca, no dejo de pensar en las miles de muertes que le podría dar a esa gringa.
La mano del gringo envuelve la mía.
—Tranquila —murmura en español.
Su palabra solo logra encender aún más la llama de mi enojo.
—¿Qué opinas, Edward? —pregunta Carlisle con un hilo de su voz. Se nota que está ansioso.
Sé que no es el único.
—No está seguro de cómo proceder. Les preocupa por sobremanera la presencia de los lobos. Nunca se habían visto sobrepasados de número. Es la primera vez que sucede.
—¿Sobrepasados? —pregunto incrédula. Estoy segura de que conté bien el número de vampiros.
—Hay vampiros que solo son espectadores —contestó el gringo sin despegar la mirada de la guardia—. Están ahí porque a Aro le gusta tener público.
—¿Debería hablarles? —pregunta Carlisle.
Edward medito por unos segundos, pero luego asiente con su cabeza.
Observó como el cuerpo del padre de Edward se aleja de nuestra defensiva, y mi estómago inerte se tensa al verlo desprotegido.
—Aro, mi viejo amigo. Han pasado siglos... —murmura el padre del gringo, pero no se escucha alguna respuesta por parte del nombrado. Solo se logra escuchar los corazones de los lobos, y el sonido del viento blanco.
—Aquellas palabras parecen estar fuera de lugar considerando el ejército que has traído para matarnos a mí y a mis allegados. —La voz de Aro se presenta con frialdad.
Carlisle negó con su cabeza.
—Basta que toques la palma de mi mano y sabrás que jamás ha sido mi intención.
Tal vez no la suya, pero la mía sí. El gringo agarra mi mano con fuerza.
—No nos interesa tu intención, mi querido amigo. Hemos llegado a ustedes por una denuncia. Un bebé humano criado por vampiros. ¿Qué pretenden?
—No hay delito alguno. Aquel bebé es hijo de la esposa de mi hijo. Ella lo tuvo cuando era humana. Y fue convertida al momento que dio a luz, tal como lo dicta la ley.
—¿Y el niño?
—¿Qué sucede con el niño?
—¿Lo convertirán? —la pregunta de Aro logra que mi boca suelte un gruñido.
—El pequeño tan solo tiene dos meses de vida —señala Carlisle confundido por las palabras de Aro. Aquella conversión está prohibida. O eso es lo que me contó Edward semanas atrás.
—Es un peligro.
—No lo es. Es un bebé...
—Pero no lo será siempre. —Aquel comentario no sale de Aro. El vampiro que está de su lado, uno de cabello rubio, da un paso hacia adelante—. El niño es un peligro para nuestra existencia. Está prohibido que los humanos sepan de nuestra subsistencia. Aunque tan solo tengan dos meses de vida... —El rubio finaliza sus palabras enfocando su mirada en la mía.
Él sonríe maliciosamente, y yo le devuelvo aquella sonrisa.
—Morirás primero antes de colocarle una mano encima a mi hijo.
No pensé al momento que mi boca soltó aquellas palabras. Varios gruñidos salieron de la boca de la guardia de los Vulturis. Estuve a punto de colocar mi cuerpo en la posición que atacaba a mis presas.
La mano del gringo detiene mi acción.
—Tu nueva compañera es totalmente distinta a la anterior. —Aro toma nuevamente la palabra. Una sonrisa se posa en su rostro observando a mi esposo—. Me encantaría conocer su historia.
Los labios del gringo tocaron nuevamente la coronilla de mi cabeza con rapidez.
Vuelve a mi.
—Siempre —murmura mi esposo antes de que sus pies se muevan hacia adelante. Allí donde Aro lo espera con una gran sonrisa en su rostro. Quise seguirlo, acompañarlo, pero mis pies se quedaron estancados en el espesor de la nieve.
Carlisle toma el lugar del gringo a mi lado. Su mano se posa en mi espalda tratando de reconfortar la angustia que me ha invadido al ver a Edward alejarse de mí.
Aunque pierda lo que es mío
Pa' volver a saludarte
Hoy toca despedirnos.
Aro toma la mano de esposa con un gesto suave. Y transcurren algunos segundos desde aquella posición de ambos. Edward alza su mentón hacia Aro.
No estoy cómoda ante la posición de que aquel insípido vampiro fuese capaz de ver nuestra vida, Nuestras conversaciones íntimas, nuestro rompimiento, nuestros encuentros de pasión. Dios, no estoy cómoda que él sea capaz de ver nuestra intimidad.
—Definitivamente, no te ama, Bella... —murmura Aro ladeando su cabeza a la dirección en donde estaba ella. Escucho su gruñido—. Aquella mujer te sedujo de todas las formas. Física y mental... casi te envidio.
—Nos comprometemos a resguardar el secreto. El niño no es un peligro. Será criado entre vampiros, y educado por nosotros hasta que sea lo suficientemente mayor para ser convertido.
—Eso no es lo piensa tu compañera, ¿no es así? Lo puedo percatar por la mirada que me entrega.
Frunzo aún más el ceño ante su comentario.
Hijo de puta.
—Tampoco es lo que desean ustedes, ¿no es así?
El líder de los vampiros sonrió.
—No se ha quebrantado ninguna ley. He convertido a mi mujer en vampira. Y el niño será convertido cuando obtenga la madurez —repitió el gringo las palabras llamando la atención de Aro.
—Tienes razón; no se ha quebrantado la ley, pero existe un peligro imposible de ignorar, así de simple...
Silencio. Nadie habló. Ninguno de los presentes es capaz de refutar las palabras del líder de los Vulturis. Nadie tiene la fuerza, o la estupidez para hacerlo.
—Pero antes de deliberar, me gustaría conocer a la nueva integrante del clan Cullen...
—No —bramó molesta ante el pedido del vampiro. Escuchó los gruñidos de los vampiros de la guardia—. Basta de esta agonía. Quieres batalla, ven a buscarla. Te prometo que perderás.
Murmullos se presentan en el ejército de Carlisle, y en el de los Vulturis. Nadie esperaba una respuesta como la mía.
Aro río.
—Recuerdo mi tiempo de neófito. Tan voluble, impredecible y estúpido.
Es mi turno de reír.
—Recuerda a Jane... Katherine. Su poder es muy fuerte... —murmura Kate cerca de mi cuerpo.
—También el mío.
—La muerte de cualquiera de vosotros sería una pérdida lamentable para nuestra raza. Y te incluyo a ti, bella Katherine. Los Vulturis acogeriamos de buen grado a muchos de vosotros en nuestras filas. Benjamin, Kate, Edward y Alice. Se les ofrecen muchas alternativas. Considérenlas.
Las palabras que había dicho Edward en el pasado sobre los Vulturis se han cumplido. Aquel vampiro solo desea adquirir más poder.
Edward gruñe a dirección de ellos, y de un rápido movimiento llega a mi.
—No les interesa Alexander, solo desea a Alice...—Lo sé, lo pude notar cuando la mirada de Aro se queda en la pequeña hermana de Edward. De todos a quienes nombro, solo le interesa el poder de futuro—. Ese es su mayor anhelo. No habrá votación, atacaran. Prepárense.
Come, arrastra, rompe, arranca, muerde, oh
No puedo con toda tu piel
Aunque pierda lo que es mío.
—Quienes no deseen combatir son libres de partir —murmuró sin quitar mi mirada de Bella. Ella es mi objetivo, pero su figura está al lado de la terrible Jane. Y mi seguridad de atacar disminuye. Debo atacar a ambas.
Ninguno de los vampiros de los amigos de Carlisle se mueven. Todos deciden batallar.
—Es el momento de eliminar esa basura italiana. —Stefan posiciona su cuerpo en ataque.
—Es momento de que nuestro mundo se libere de los Vulturis. —Vladimir gruño.
—Ataca —ordena Edward Cullen cuando los líderes se reunieron a deliberar. No dude, por supuesto que no.
Mi boca se abre para soltar el grito que tenía resguardado en mi garganta desde el momento que mis ojos se conectaron con los de Bella. Es todo mi poder, lo sé, así lo planee, pero algo extraño sucedió. A pesar de que es mi máximo poder, no causó el efecto que esperaba. Como si un escudo los hubiera protegido de mi poder.
Aunque mi grito no causa lo que espero, logra dañarlos y desequilibrar su fila. Los cuerpos de las esposas salen proyectadas hacia atrás. Ellas son las débiles de la guardia.
—¡Atenodora! —grita Cayo al momento que su cuerpo sale con velocidad en busca del al parecer la figura de su amada.
Vuelvo a soltar otro grito, pero esta vez acercando mi figura a la guardia. No me importo que estuviera sola al frente de la chica Swan. Nada me importaba, y aquello me cegaba.
Antes de que mi boca se abriera para soltar otro grito un dolor insoportable llega a mi cabeza. Tan fuerte y horrible como una jaqueca. Jane.
No sé que sucede alrededor. El poder de la vampira es tan fuerte que logra que olvide en el lugar que estoy. No soy capaz de ver, ni de escuchar. Pero en mi grito de dolor, suelta mi poder logrando que el cuerpo de la vampira salga disparado.
—Mi amor. —Las manos del gringo levantan mi cuerpo con urgencia, mientras toca mi rostro con fuerza—. ¿Estás bien?
—Si —contesto, aunque no esté segura de mi respuesta.
Mis ojos empiezan a observar lo que había perdido. Los dos ejércitos enfrentandose. Lo único que logró diferencia son las capas de los vampiros del ejército de los Vulturis. Los gruñidos de los lobos llegan a mi oído, y me percato de Jacob atacando a uno de nuestros enemigos. El saca la cabeza del vampiro con una mordida en el cuello.
Pero algo en el ambiente logró divisar. El humo negro de Alec se divisa entre los que batallaban. Posiciono mi cuerpo en su dirección, pero antes de abrir mi boca Edward me desconcentra.
—Aún no... Bella tiene un escudo. Lo está protegiendo, es por eso que tu poder no repercute tan fuerte en ellos.
Mi mirada se dirige a la antigua novia del gringo, la cual miraba fijamente la figura de Alec con concentración.
—Ataca a Bella, yo mataré a Alec —señaló al gringo.
Edward asiente con su cabeza.
No logro ver como Edward desconcentra a su ex novia No se si la ataco, o simplemente le dio un beso. Cualquier de las dos opciones permitió que mi poder afectará a Alec.
Mi figura con velocidad se dirigió a la cabeza del vampiro, y con la ayuda de Jasper y Emmett logró quebrar el cuello de Alec. Benjamín prendió fuego al instante al cuerpo de uno de los más fuertes de la guardia de los Vulturis. Pero antes de poder celebrar esa pequeña victoria, aquel dolor insoportable se presentó de nuevo.
Creo que casi pierdo el conocimiento, no sé si es posible. Pero mi vista se oscurece, y una pesadez se presenta en mi cuerpo. ¿Esto es perder el conocimiento o es morir? No contestó mi pregunta porque el alivio me invadió. Y solo observo como Sam y Leah atacan el cuerpo de la malvada Jane.
Y mi mirada recae en Bella, quien observa de un lado a otro con rapidez pensando en quién debe cubrir. Mi mente se aclara por completo, y me lanzo a su cuerpo sin pensar.
No se que sucede alrededor, no se si hay bajas, o si mi esposo aun sigue con vida. Mi objetivo es uno solo. Y tiene nombre y apellido.
Nuestros cuerpo giran por la nieve espesa. Mis manos buscan el rostro de Bella para golpearla, pero la vampira es rápida. Ambas tenemos la misma fuerza y rapidez. Ambas somos neófitas.
No suelto mi poder, ni ella trata de colocar su escudo. No hay tiempo para ninguno de los dos. Pero la vampira no es una luchadora.
Afirmó a la chica Swan de la garganta después de desequilibrar su cuerpo. Añado fuerza al agarre y trató de despejar su cabeza de su cuerpo, pero antes de poder hacerlo un fuerte movimiento logra desequilibrar mi figura.
—¡NO! —Identifico la voz de Benjamina.
El cuerpo de Tia esta en suelo sin cabeza.
El viento blanco se descontrola empujando nuestros cuerpos. El poder del dulce Benjamín se descontrola. Todos retrocedemos aterrorizados por la imagen.
No soy capaz de observar nada. Solo blanco.
—Vamos... debemos escondernos. —No lo logró divisar a Edward, pero sus brazos me alanza para llevarme al espeso bosque.
—¿Qué sucede?
—Benjamín... —Al momento que mis pies tocan la nieve, la imagen del viento blanco desaparece y solo veo rojo.
—Está liberando su poder sin importar a quien dañe. —Mis ojos se enfocan en el prado. Allí donde estuvimos no existe blanco. Solo fuego.
—¿Dónde están todos? —pregunto sacando mi mirada del fuego para posarla en el rostro perfecto de mi esposo.
—Escondidos.
Las llamas danzan de un lado a otro. Una danza violenta, de la cual logró divisar vampiros escapando con sus capas en llamas.
—Están escapando, ¡Edward! —Giro mi cuerpo para observar la reacción alegre del gringo, pero en su rostro no hay rastro de felicidad.
—Nos buscaran de igual forma —musita el gringo tomando mi rostro con sus manos—. No se están rindiendo, simplemente se reagrupan para atacar nuevamente. Aro sabe... él sabe que me ofreceré a la guardia si él logra tocarte un cabello.
—¡No! Edward, no. Esto no terminará contigo en la guardia. Prefiero que muramos juntos antes de que estés con ese tirano.
—¿Qué hacemos? Nos cazarán a todos. Bella los fortalece.
—Bella tiene una debilidad. —Edward frunció su ceño. Tu.
¿Estás seguro que esto no termina aquí?
—Lo estoy. Aro no terminará con esto, al menos que uno de nosotros se integre a la guardia. Está decidido.
—Entonces, no tenemos opción.
La mirada del gringo es clara. Debemos ir detrás de los Vulturis, no tenemos otra opción. Esta batalla terminará con un vencedor. Debemos asegurarnos que fuéramos nosotros.
—Busca a los demás. Alcanzaré a Bella... —Asiento con mi cabeza a pesar de no estar segura de aquella idea. No quiero separarme de él—. Pase lo que pase, volveré a ti —murmura el gringo cuando posa sus labios en los míos unos segundos.
—Siempre. —Y la figura del gringo desaparece entre el fuego.
La figura de Benjamín aparece a través del humo. Al lado de Vladimir y Stefan. Los aspectos de los tres vampiros son escalofriantes.
—Cuenta con nosotros —indica Benjamín con una voz que no logro identificar. Su dulzura desapareció.
Sonrío. No necesito a ningún otro vampiro para matar. Los tres corrimos por el bosque de Forks en busca de la basura italiana.
Pa' volver a saludarte
Pa' volver a enamorarme
Hoy toca despedirnos
Hoy toca, hoy toca despedirnos.
Nota de la autora:
¿Cómo están mis bellas vampiras? Espero que estén bien. Debí cortar el capitulo, ya que era muy largo y tedioso. Después de navidad subo la segunda parte.
¡Felices fiestas! Que sea un lindo momento en familia para todos ustedes. <3 y que les llegue Edward Cullen envuelto en papel de regalo.
Besos y abrazos para todas ustedes. Espero que hayan disfrutado el capitulo.
Nos leemos en la parte dos del capitulo.
Canción: La despedida - Cami Gallardo.
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