𝓗𝓪𝔃𝓶𝓮
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Te amo, te siento, te vuelvo a sentir
Y en cada segundo me enamoro de ti.
"Si Tomás pregunta por mi dile que estoy contigo. Después te explico." Es el mensaje que le envíe a Diego antes de subirme al auto de Edward para dirigirnos a su mansión. Mis piernas tiemblan del nerviosismo y de la excitación. Mi propuesta de que me hiciera el amor es aceptada con rapidez por el hombre que maneja.
—Para, para, para —brame con urgencia al conductor. Edward se orilla en la carretera para detener el auto y obedecerme. Al momento que detiene el auto me baje con rapidez para salir a tomar una bocanada de aire—. ¿Qué estoy haciendo?
—Amarme...
—Gringo no me seduzcas con cursilerías —le indique girando mi cuerpo para conectar nuestras miradas—. Llegas con el derecho de retomar lo que dejaste aquí...porque sabes que ninguna mujer podría negarse a ti.
—No quiero a ninguna mujer, te quiero a ti —contraataca mis palabras tomando mi rostro con sus manos—. Sé el efecto que produzco, es parte de mi naturaleza pero por primera vez agradezco ser un vampiro y que te dificulte rechazarme. No puedo vivir sin ti.
—Viviste estos meses perfectamente sin mi —apunte alejándome de sus manos—. Al igual que yo. Esto no es de vida o muerte.
—Eso no es vivir —aclara Edward volviendo a tomar mi rostro con sus manos—. No es vivir el sentir un vacío en el pecho, anhelando tu tacto. Extrañando cada día tus besos, tu voz, tu risa y la calidez de tu compañía. Aquello no fue vivir, fue una tortura.
Y nuevamente me aleje de su tacto al observar cómo su cuerpo brilla al caer un rayo de su luz al lugar que pisa. Es como si el gringo tuviera incrustado en su cuerpo varios diamantes, como si Lady Gaga fuera a los Grammy.
—Por eso no puede salir al sol —murmure para mi asombrada por lo que ven mis ojos—. Es extravagante.
—Lo es —admite el gringo moviéndose del rayo de luz para volver a su estado natural—. Preferiría que el Sol nos matará, antes que estos estúpidos brillos.
—Prefiero que nada te mate —apunte con rapidez.
—El fuego nos mata —añade el gringo—. Es la forma correcta de matar a un vampiro...
—Basta, no quiero hablar de muerte, especialmente de la tuya —admití al sentir un escalofrío por mi espalda al imaginar la muerte de Edward. La misma sensación que tuve los meses de su ausencia ante la idea de su suicidio.
—Lo siento —se disculpa el gringo al escuchar mis pensamientos—. Fui egoísta, siempre pensé que actúe por tu bien, pero me equivoque. Solo me importo mis sentimientos, y mis pensamientos —lamenta Edward manteniendo la distancia entre nosotros—. Jamás imagine el dolor que nacerá en ti por mi estúpido actuar. No después de lo que pasó con tu Padre—. La imagen de mi padre me llega como un golpe. Como una cachetada en mi mejilla—. Sé que es y será un tema delicado para ti, y aun así en ese instante no me importo.
—No te estás ayudando gringo —musité arrepintiéndome subirme al auto de Edward.
—Quiero que sepas que quiero estar contigo, pero no aquel estúpido vampiro del pasado —añade el gringo con sinceridad—. He aprendido de mis errores, y no los volveré a cometer. No soy un niño, soy un hombre gracias a ti.
—Pero todo es distinto ahora.
—Lo sé, pero no disminuye mi amor, nuestro amor —corrige Edward con una voz dulce—. Seré un gran novio, compañero, padre y esposo si me lo permites.
—Ay gringo, porque dices las cursilerías perfectas —brame molesta porque sus palabras son como flechas en mi corazón acertando cada prueba logrando que suba al auto nuevamente.
Te amo, te vuelvo a elegir
En cada mirada te derrites en mí.
Y cada gota que derrama tu piel, es para mí
Porque cada vez que me tienes dentro.
Observe al gringo encender la calefacción de su habitación al momento que abre la puerta. Y aquel gesto me enternece llevándome al pasado. Al inicio de nuestra relación, cuando todo era color de rosa.
—Podemos volver a ese tiempo —precisa el gringo sacándose la chaqueta para quedarse con su camisa blanca, casi transparente que marca su cuerpo tonificado—. Volver a ser solo nosotros dos, bueno los tres —corrige la numeración con dulzura.
—¿No te molesta que esté embarazada de otro?
—Jamás podrías estar embarazada de mí —admite el gringo con pesar—. No me molesta nada, si aquello te hace feliz.
—Lo estoy —recalce sacándome el abrigo para quedar con mi blusa—. No es lo que buscaba, pero estoy increíblemente feliz —reconocí llevando mis manos a mi vientre. Edward sigue mis manos con su mirada.
—¿Puedo tocar? —pregunta con timidez.
—Puedes tocar lo que quieras —mi respuesta recalcada de erotismo sorprende al gringo de buena manera. Edward Cullen se acerca lentamente a mi sin dejar de observar mi cuerpo, y con más lentitud sube mi blusa para dejar en descubierto mi vientre. Un pequeño bulto de nueve semanas adorna mi vientre plano. El gringo se agacha para quedarse de rodilla ante mi. Sus labios se posan en mi vientre para besar dulcemente. El frío de sus labios me estremece. Y cerré los ojos ante el placer de los labios del gringo, y de su sumisión.
—Soy tuyo desde el momento que te conocí —susurra el gringo en mi vientre —. Te daría mi alma si la tuviera.
—La intención es la que vale —manifesté aun con mis ojos cerrados disfrutando de la entrega de Edward.
Y las palabras se quedan en nuestras gargantas porque nada sale de nuestras bocas. Aun con mis ojos cerrados el gringo desabrocha mi pantalón para bajarlo junto con mi calzón. Sus manos se posicionan en mis muslos afirmando y su boca hace las sietes maravillas del mundo. Su lengua se entromete entre mis labios vaginales con suavidad, saboreando mi interior.
Su dura y fría lengua es un exquisito estimulante, como el mejor lubricante de la farmacia. El gringo pierde el pudor, la elegancia al succionar mi clítoris con fuerza, provocando que pierda la fuerza en mis piernas. Y su caballerosidad vuelve al levantarme entre sus brazos para llevarme a la cama, pero vuelve a irse cuando me abre las piernas para jugar con mi clítoris.
Y ahora soy yo la que pierda la elegancia al gemir de placer por las sensaciones que produce el gringo entre mis piernas. Edward ataca nuevamente mi vagina con su lengua pero sus dedos, sus largos y finos dedos empiezan a masajear mi clítoris en círculo. En la forma perfecta que me gusta.
La lengua del gringo empieza a moverse con más deseo, su lengua lucha para entrar cada vez más en mi interior, y creo que lo hace porque algo estalló dentro de mi al sentir su lengua y sus dedos jugando.
No hay descanso. Mi orgasmo lo excita aún más.
Estar entre los brazos del gringo es sentirse en el paraíso. No quería sentirme así, pero no lo puedo evitar. Sus labios buscan los míos con urgencia sin detener sus manos alrededor de mi cuerpo buscando todos mis puntos débiles.
—No pienses —murmura en mi oído para besar y succionar el lóbulo de mi oreja—. Te amo, y me amas. No hay nada malo en esto—. La voz del gringo es sensual, mucho más que lo normal, si es posible. Pero es lo suficiente para permitir que el gringo me saque el resto de ropa que adorna mi cuerpo.
El calor de la habitación, y el frío de su cuerpo es una mezcla peligrosa pero fascinante. Me estoy volviendo adicta a esto, y en su ausencia sufrí de la abstinencia perdiendo mi corazón en el camino. Pero ahora con mi orgasmo, pero no cualquier orgasmo. El orgasmo que solo el gringo me puede producir, Logra que me sienta completa. En casa.
Y el amor que siento por el gringo inunda mi ser. No solo el placer recorre, es el amor. Un amor que no se compara con ninguno. Edward Cullen es ese amor que conlleva a todo; al amor infantil, adolescente, adulto y anciano. El gringo es todo, y nada. Es mi otra mitad, mi media naranja y el príncipe azul que siempre busqué de niña.
Sé que escucha mis pensamientos, sé que es una confesión y que confirma nuestro regreso; como amigos, compañeros y pareja.
—Te amo —susurre con ternura levantando mi espalda para buscar sus labios. El gringo responde el beso, no solo moviendo sus labios sino también sacándose el pantalón, su ropa íntima y entra en mi con suavidad sin perder el contacto de nuestros labios.
Su amor recorre mi cuerpo, logro sentirlo en cada rincón al momento que tiemblo por su penetración, por sus besos y por sus manos.
Te amo te pienso y vuelvo a escribir
Y cada palabra te trae hasta mí.
—¿Se acaba alguna vez...este deseo por ti? —su mano acaricia mi pecho desnudo—. Incluso después de tenerte te deseo tanto, que me cuesta respirar y me duelen los dedos de ganas de tocarte otra vez. ¿Es normal? —me pregunta con inocencia.
—No, no es normal —conteste con sinceridad—. Creí que lo de Felipe era amor, pero lo que siento por ti ni siquiera se acerca. Es abrumador.
—Lo es —coincide el gringo con mis palabras—. Pensé lo mismo con Bella —El nombre de su ex me produce un sabor amargo en la boca—. Supongo que soy masoquista, es la única explicación que tengo de porque quise una relación con ella con su sangre tan llamativa para mi naturaleza.
—Es como estar a dieta pero casarte con un Chef... no tiene sentido —puntualice girando mi cuerpo para recostar mi cabeza en su abdomen—. O dejar de consumir drogas pero vives al lado de un dealer, o también...
—Entendí el punto —exclama el gringo riendo por mis divagaciones—. Amarte es liberador.
—Entiendo el punto —señale al recordar mis orgasmos. Eso era liberador. El sonido de su celular detiene el hilo de mis pensamientos. El gringo se levanta desnudo para buscar el bolsillo de su pantalón
—Alice —saluda Edward al momento que encuentra el celular y contesta la llamada—. Si estoy con ella —indica el gringo sonriendo a mi dirección, solo pude responder aquella sonrisa con el mismo gesto—.¿Qué? —Su sonrisa desaparece.
—¿Qué sucede? —le pregunte en susurro, pero el gringo no me está mirando.
—¡Alice! ¿Qué? ¿Bella? ¿Por qué le contaste? —pregunta Edward llevando sus manos a su cabello para agarrarlo con fuerza. Trate de ignorar el nombre de su ex—.¿Cuándo? —Alice debe contestar algo que desfigura la cara del gringo.
—¿Qué sucede? —le pregunta nuevamente al momento que corta la llamada.
—Bella fue a Volterra, les contó a ellos sobre nosotros. Les contó que quebrante la única regla de los vampiros...
—¿Qué significa? —pregunte tratando entender las palabras del gringo.
—Los Vulturi vienen por nosotros.
Desconozco quienes son los Vulturi, pero el rostro del gringo me da una señal oscura. Su mirada se endurece al igual que su mandíbula y su mirada se dirige al pequeño bulto de mi vientre.
—Debemos irnos de Chile.... —Y esas palabras me indican que nada bueno viene de los Vulturi.
Hazme fingir, hazme desear
Hazme otra vez el amor.
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!Hola a tod@s!Lo siento por la tardanza de unos días, pero he tenido unos días de locos organizando mi matrimonio, porque si! Esta loca decidió casarse. Espero que me comprendan que actualizare no tan seguido.
Eso, espero que les guste el capitulo !Gracias por sus votos y comentarios! Los adoro ❤️🧡
Canción: David Bolzoni - Hazme
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