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Prólogo

Uta se encontraba sentada en el sofá de su departamento. Apoyaba los codos sobre sus rodillas y tenía encajada la cara en sus manos, completamente inclinada hacia adelante. Parecía que las lágrimas la ahogarían en cualquier momento, pero no podía detenerlas.

Ella intentaba por todos los medios que el zumbido en sus oídos y el absurdo dolor de cabeza que comenzaba a atacarla le impidieran oír el escándalo que estaba dando su pareja... Oh bueno, ex pareja.

—¡Eres una puta! ¡Sabía que me eras infiel con otro! —exclamaba una y otra vez el hombre, dando vueltas por la sala. Daba zacandas para llegar de lado a lado, tenía el ceño fruncido, una vena inchada en el cuello y la cara roja de tanta rabia. De un momento a otro se detuvo en seco y la apuntó, aunque ella no estuviera viéndolo—. ¡Lo que dicen los demás de tí es cierto! ¡Zorra!

Uta no podía hablar, pero negaba a cada acusación desesperadamente, sin colocar sus orbes sobre los del chico. No quería que le viera así, seguramente tenía los ojos rojos de tanto llorar y el maquillaje corrido por las lágrimas, por lo que solo le quedaba mantenerse en esa posición. Por un momento quiso decir algo, pero le raspó la garganta la corta sílaba que intentó dejar salir y tuvo que detenerse en seco.

Al no obtener respuesta alguna, el varón tomó el cenicero que se encontraba sobre la pequeña mesita frente al sofá y lo lanzó cegado por la furia hacia el suelo, justo al lado de la rubia. Lo hizo a sabiendas de que aquello le rompería el corazón, porque ese había sido el regalo que ella le había comprado cuando cumplieron un mes de relación.

Uta dio un brinquito en el lugar y comenzó a temblar al escuchar el sonido del impacto. La joven sabía que cual había sido el objeto destruido, y junto con el cristal, su pecho se dividió en mil pedazos. Aún a pesar de que ese chico acababa de romperla a ella también, no alzó la vista para encararlo ni reprocharle nada.

—¿¡No vas a decir nada!? —escupió él, dándole un puñetazo a la pared para liberar la tensión. Era un hijo de puta, pero no llegaría a extremos tan cobardes como para golpearla—. ¿¡Me das la razón con tu silencio!? ¿¡Eh, Uta!?

—Yo... —murmuró la aludida, limpiándose las lágrimas con las manos. Mantuvo su vista fija en el suelo, vislumbrando las lozas que lo cubrían. No quería verlo así, prefería llevarse la imagen de él con una sonrisa—. Yo no te fui infiel... —terminó con un hilo de voz, entre sollozos. Ya no sabía cómo decírselo sin que eso despertara aún más la rabia en su novio.

—¡¿Te atreves a mentirme en mi cara?! —reprochó, torciendo tanto el semblante que llegó a dar miedo. Dejó escapar una carcajada por lo alto y se revolvió el cabello bruscamente—. Tú y yo ya no tenemos nada que hablar. Me arrepiento de haberme declarado y de haberme enamorado de tí.

Sentenció, comenzando a caminar con rumbo a la salida. Recogió su cazadora del palo largo que tenía Uta para colocar las cosas y se la puso. Se acomodó los zapatos lo más veloz y torpemente que pudo y abrió la puerta. Miró una última vez por el rabillo del ojo a la rubia, quien seguía en la misma posición, y chasqueó la lengua.

—Hemos terminado —dijo, cerrando de un portazo tan fuerte que uno de los cuadros que estaba colgado en la pared continua a la puerta cayó al suelo, rompiéndose.

Uta sonrió de medio lado, sabía que todo terminaría ahí, lo había estado esperando desde que su novio apareció con esa acusación falsa. A él le habían dicho que ella estaba con otro, y, sin confiar en la palabra de Uta, se había creído todo el cuento.

La chica se dejó caer, su cabeza quedó sobre el respaldo del sofá y con los pies hechos bolita. En esa posición comenzó a llorar con la misma potencia de antes, ahora en el abrumador silencio de la soledad. Lloró mares, océanos, lloró tanto que perdió la cuenta de las horas que pasó allí.

Ella no le había sido infiel.

Ella no había hecho nada malo.

Aún así, fue ella la que terminó con el corazón roto.

Pero no solo lloró por ese hombre, lo hizo por todas sus experiencias. Porque ella definitivamente no era la favorita del amor.

Desde que Uta tenía memoria era así. Siempre se le declaraban, aceptaba y las cosas culminaban con gritos, acusaciones, infidelidades o intentos de aprovecharse de ella. El amor solo le había traido amargas experiencias, más amargas de lo que debían ser. Las relaciones no le duraban más de dos meses, los hombres que le tocaban eran unos tontos.

A Uta no le gustaba ser absolutista, pero comenzaba a creer que todos eran iguales.

Estaba tan cansada.

Uta había desarrollado una fobia que estaba más allá de sus manos. Una que le complicaría bastante la vida.

La pistrantofobia es el trastorno que impide a las personas confiar en los que los rodean por temor de ser traicionados. Suele aparecer después de haber tenido una experiencia traumática relacionada con la traición a la confianza que se tenía con alguien.

Y el temor a confiar, es el temor a enamorarse.

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Palabras del autor:

Mini finc de Shin porque quiero y porque puedo. Ustedes no me mandan *les saca la lengua*

Quienes leyeron Home me preguntaron cómo terminó Shinichiro casado con Uta, bueno, si bien esta no es la historia que lo cuenta, es algo bonito que quise escribirle a la pareja.

La verdad es que estuve pensando en una serie de pequeños finc basados en fobias y eso para los personajes de TR, pero no sé asusten, por ahora solo publicaré este uwu

Espero que les guste leerlo tanto como a mí escribirlo.

Hermosa portada y dibujo de la portada hechos por mi niña: 000sky-blue000

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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