Epílogo
Uta recogió el peluche de oso del suelo y lo sostuvo en su mano con una sonrisa. Comenzó a caminar rumbo a la habitación de su hijo. Iba a reprenderlo por dejar sus juguetes regados, pero al verlo sentado en el piso, leyendo un viejo libro con un destello en sus ojos, no pudo hacerlo.
—Cariño, ¿qué te he dicho de dejar tus juguetes por la casa? —preguntó, colocando el oso sobre una repisa del cuarto.
—Lo siento, mamá —contestó el menor, sacando la vista de su libro para ponerla sobre su madre. Se encogió de hombros y mostró un semblante arrepentido.
—Que no se repita, por favor —dijo ella, yendo hasta él. Lo cargó con ambas manos y lo colocó sobre la cama—. ¿Ya te lavaste los dientes?
—Siii... —respondió cansón él.
—Anda, vamos a dormir, que mañana será un día complicado —ordenó, pero de forma amable, revolviendo el cabello de su hijo. Se agachó, recogió el libro y se colocó en la cama, justo al lado.
—Pero no tengo sueño... —siseó el menor, haciendo un puchero—. Estoy ansioso.
—Es tarde ya. Mientras más rápido te duermas más rápido llegará mañana —comentó ella, dando una vuelta rápida por el cuarto para recoger los juguetes y cosas que estuvieran fuera de lugar. Apagó la luz del baño del cuarto del niño y luego se sentó en la cama frente a él.
El menor abrazó su libro con ambas manos y suplicó con la mirada por un rato más de lectura, aunque sabía que su madre no se lo permitiría. Estaba intranquilo y no podía dormir por las ganas que tenía de hacer el viaje en el que se embarcarían mañana.
Uta negó con su cabeza, confirmando las sospechas de su hijo. Le revolvió el cabello y le dió un beso en la frente. En ocasiones ese niño se parecía tanto a Shinichiro que era casi como tenerlo delante.
La única diferencia entre ellos eran los ojos, porque su hijo tenía los ojos verdes, como ella.
—Vale —dijo resignado el menor, dejándose meter entre las sábanas por Uta. Se abrazó al libro y cerró sus ojitos.
Uta le dio un último beso antes de ponerse en pie y apagar la luz del cuarto. Se apoyó en el umbral de la puerta, admirando la escena nuevamente.
—Mamá... —llamó en voz baja él—. Si vamos a Japón, ¿podré ir a ver a papá?
—Cariño, papá va siempre contigo —respondió Uta, con una sonrisa.
—Pero yo quiero ir a verlo —refutó el azabache, con los ojos llenos de lágrimas. No se movió mucho y ocultó su rostro de Uta, para que ella no lo viera llorando.
—Está bien. —La protagonista dejó escapar un suspiro y se dio la vuelta, dispuesta a comenzar caminar a su solitaria habitación—. Te prometo que te llevaré a su tumba.
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Palabras del autor:
Bueno gente, aquí el final.
Esta historia es total y absolutamente canónica para Wabi Sabi. Todo esto pasó, pero para no narrarlo en aquel FANFIC y hacer cansona la lectura, aquí se los dejo.
Shin está muerto.
¿Qué sucedió con Uta? Descúbrelo en Wabi Sabi.
Wao, me hago spam yo solita.
En fin. Espero que les haya gustado, le tenía muchas ganas a Shin, y quería hacerle algo bonito, y lo fue, obviando el final.
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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