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La siguiente mañana, cuando Obanai pudo despertar adolorido, no se sintió pesada o incómoda.
Se sintió desorientado mirando a los lados, no pudiendo reconocer el entorno en el que se encontraba, puesto que ni siquiera se dió la tarea de conocer el apartamento de Tomioka, pero eso no importaba.
Cuando Obanai se dió una idea y recordó todo lo que había pasado la noche anterior, junto con todo el día, Iguro se limitó a sonreír. Sus ojitos entrecerrados felices y brillantes, apretando las sábanas que cubrían su desnudez mientras que buscaba con bastante desespero a su Giyū.
No estaba junto a él en la cama, tampoco escucha que esté en el baño. Iguro hace una especie de puchero con sus labios, se cruza de brazos y apoya su espalda contra la cabecera de la cama, meditando sobre la noche anterior.
Fue una experiencia nueva para Obanai, jamás había sido tratado con tanto cuidado a la hora de intimar. Durante sus primeras veces no había pedido amabilidad, y luego solo se acostumbró a la brutalidad.
No es que no le gustara la rudeza... pero de haber sabido antes que se sentía bien la suavidad, lo hubiera pedido.
Miró alguna parte de la habitación, suspirando y sin saber qué pensar. Giyū durante todo el proceso había sido un hombre obediente, tímido y con genuino interés, siendo casi la representación de pureza en la tierra.
Gracias a ese pensamiento, Iguro comenzó a sentirse lo contrario, siendo lo opuesto a la pureza inocente; sucio. En consecuencia de ese pensamiento, se tapó un poco más con las sábanas.
Se quedó distraído con sus pensamientos hasta el momento en el que Tomioka entró en la habitación, tenía una apariencia más relajada y menos nerviosa, pero el sonrojo adornando sus mejillas no parecían tener intenciones de irse.
—Buenos días, bello durmiente.
Saluda Giyū, en sus manos había una bandeja con lo que parecía ser desayuno e Iguro sintió nerviosismo por el apodo.
Tomioka se sienta en el borde del colchón, dejando la comida en la mesita de noche y luego mira tímido a Obanai.
—Buenos días, amor.
Obanai le sonríe en respuesta, quedándose en silencio, pero la ausencia de charla no era incómoda, era agradable.
—Tu... Tu ropa la puse a lavar, estaba un poco sucia y...
Giyū se sonroja, recordando el estado desnudo de Obanai y evita mirarlo, jugando con sus manos.
De inmediato, Obanai sonríe, olvidándose por completo de sus pensamientos mañaneros debido al desayuno.
—¿Lo lavaste por mí? ¡Qué lindo eres, Tomioka!
Después de felicitar, Iguro se destapa y se baja de la cama, desvergonzado de su desnudez a la vista de Giyū, quien aspira hondo y mira a otra dirección, volviendo a mostrarse nervioso.
—¿Me prestas ropa? ¿Dónde tienes tus cosas?
Con curiosidad Obanai empieza ver a todas las direcciones, muchísimo más interesado en querer saber y conocer el entorno de Tomioka que en cubrirse.
Giyū se aguanta las ganas de entregarle las sábanas para que se cubra, y en su lugar señala una de las gavetas del armario, incapaz de hablar.
¿Qué me pasa? ¡Ya lo hicimos! ¿Por qué me sigue dando vergüenza? Tomioka se abraza aún más asi mismo, mordiendo sus labios.
Escucha unos movimientos y el sonido de Obanai tarareando mientras busca algunas prendas, para su buena suerte, Iguro es rápido para vestirse.
—Oh, me queda un poquito grande.
Queja y Tomioka se voltea para verlo, el joven se había puesto una camisa blanca, la cual quedaba ancha y larga, dejando al descubierto por completo uno de los hombros. Junto a unos shorts negros que, a Giyū, le quedaban justo en las rodillas, pero a Obanai más abajo. Sin contar que tuvo que atarlo mucho para que no se bajaran solos.
—¿Un poquito?
Pregunta divertido Giyū, quedando deslumbrado por la vista. No sabe porqué, pero la sensación de ver a Obanai usando su ropa era agradable, casi dice en voz alta que se ve mucho mejor así.
—Un poquito demasiado.
Se acerca a Tomioka y toma sus mejillas, enamorándose aún más de aquellos ojos tan dulces.
Mira sutilmente a un costado, viendo el desayuno preparado amablemente por Tomioka: cereales con leche.
Su sonrisa se retuerce en travesura.
—¿Sabes? He pensado que debería engordar un poco más.
—¿Oh? ¿Por qu-...?
—¿Te parece bien rellenarme cada día?
—O-Obanai-.
—Aún te acuerdas sobre mis deseos de ser un cereal, ¿no es así?
Giyū asiente, lento y nervioso.
—¿Por qué no me llenas de leche, entonces?
Y con solo ver la expresión vergonzosa de Tomioka, Iguro pudo sonreír con bastante sinceridad. Volviendo a la cama tirándose con confianza, pero el dolor en sus caderas hizo que se enderezara enseguida, poniendo una expresión bastante rígida.
—¿T-te duele...? Perdón. Y-yo... Tengo algunos analgésicos si quieres, voy a-.
—Oh, Tomioka, cálmate.
Interrumpe Obanai, poniendo una mano en el hombro del mayor. Mirando con una sonrisa engrandecida al hombre.
—Tranquilo, solo es dolor, ¡valió completamente la pena!
—Obanai...
—No tienes idea de lo mucho que disfruté anoche.
La sonrisa de Iguro es capaz de calmar el sentir inquieto de Giyū, haciéndolo mirar a un costado pero mostrando una bella curvatura en sus labios que solo significaba que estaba contento con esas palabras.
—Y-yo también disfruté mucho, Obanai.
Admite, atreviéndose a observar nuevamente al menor, quien ya estaba sentado con el tazón de cereales en sus piernas mientras comía.
—M-Me siento muy feliz de que hayas sido mi primera vez.
La sinceridad viaja al corazón de Iguro y lo hace avergonzar, sonrojarse y observar a sus cereales con nervios en sus movimientos.
—Gra-gracias por permitir que lo fuera...
Y esa pequeña conversación terminó cuando Tomioka decidió comenzar a comer también, sintiéndose cómodo con la presencia de Obanai en su apartamento.
Iguro, en cambio, a pesar de sentirse muy cómodo, miraba con ansias a Tomioka.
Quería decir, o más bien, pedir algo, pero las palabras no le salían.
Era complicado para el menor, así que simplemente decidió mirar a un costado y hacer un chiste.
—Te estás portando muy considerado conmigo.
Giyū lo mira y encoge sus hombros, sonriendo para si mismo.
—Me gusta.
—¿Te gusta, eh? En ese caso, ¿también te gustaría la idea de casarte conmigo?
Bien.
Era novio.
¡NO ESO!
Es un chiste, es un chiste. Se recuerda Obanai, aunque su voz no haya salido con ironía.
Giyū se atora con el cereal y evita toser, pero mira a Obanai sorprendido, incapaz de poder decir algo.
¿Matrimonio?
¿Es una broma, verdad?
Lo más factible es pedir el noviazgo antes...
Debido a la expresión de Tomioka, Iguro se ríe a carcajadas.
—¡No te lo creas! Era... broma, no te preocupes.
—Pero...
—¿Pero...?
—N-no me disgusta la idea.
Susurra y termina de comer con mucha rapidez, dejando a Obanai solo al salir a "lavar platos", cuando en realidad solo quiere pasar los nervios.
Obanai, en cambio, se queda quieto sin quitar la sonrisa de su rostro.
Tal vez, aunque fuese una broma, podría hacerse realidad muy pronto.
Pero primero, ¡deben salir oficialmente!
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