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Eventualmente, Tomioka pudo dejar de pensar en las palabras de Obanai.

Pensó que solo fue una broma estúpida, nadie diría algo tan vulgar porque sí. Debía haber una razón y un reto fue la solución.

Aún así, por mera comodidad, cambió los cereales y leche por galletas y café para mayor concentración en el desayuno.

Justo en estos momentos escribía lo que el profesor estaba dictando, afincando demasiado el lápiz por lo tenso que se sentía.

¡El profesor parecía leer, no dictar! 

De todas formas estaba dando lo mejor que puede para poder copiarlo todo.

Sin embargo, su mala suerte apareció.

La punta de su lápiz se había roto y no tenía sacapuntas.

La expresión serena de Giyū cambió inmediatamente a desesperación y miró a sus lados buscando con la mirada quien tuviera un sacapuntas, pero al ver a todos con bolígrafos supo que sus esperanzas habían sido destruidas.

Comenzó a desesperarse por la necesidad de escribir al escuchar al profesor hablar, necesitaba sus apuntes para prepararse para el próximo examen pero parece que eso no será posible.

A menos que...

Siente una mano en su hombro, se gira y en los puestos trasero nota como Obanai estaba allí.

Sentado detrás de él.

Se debió poner nervioso, muy sonrojado y apenado por lo de hace unos días, sin embargo, Tomioka lo había olvidado. Eso debió haber sido una broma estúpida, se mentalizo.

—¿Qué pasa, Iguro?

Pregunta con naturalidad, ocultando de su expresión lo desesperado que estaba por no estar escribiendo.

—¿Necesitas esto?

Obanai muestra como un sacapuntas está en sus manos, era metálico y pequeño pero aún así Tomioka lo vió como el mejor sacapuntas de todos los tiempos.

De inmediato asiente y cuando Obanai se lo acerca lo toma para usarlo rápidamente, sintiéndose muy feliz de ver la punta de su lápiz afilada.

De inmediato lo devuelve.

—Muchas gracias, Iguro.

—No hay de qué.

Tomioka prosigue a escribir, sin embargo, la manera tensa de afincar el lápiz le vuelve a cobrar factura fracturando el grafito otra vez.

Giyū siente su cuerpo sudar de la vergüenza.

Apenado, Tomioka se da vuelta.

—Iguro, yo...

—Toma. Quédatelo.

Le extiende el sacapuntas y después prosigue a mostrar su lapicero.

—Yo no uso grafito, puedes usarlo todo lo que quieras.

—Te lo devuelvo más tarde entonces, muchas gracias de nuevo, Iguro.

Tomioka forma una sonrisa en sus labios y ve con sus ojos azules brillando a los desiguales de Obanai.

Giyū ni siquiera se cuestionó del porqué Iguro se había sonrojado tanto.

Después de eso, las clases siguieron normales y Tomioka se había anotado mentalmente comprarse un sacapuntas para no estar molestando a sus compañeros durante las clases, sabe que es muy molesto.

Al estar fuera de los salones ve como Iguro caminaba despreocupado y lo sigue, está vez es él quien de improvisto le toca el hombro.

—¡Muchísimas gracias, Iguro!

Exclama Giyū poniendo el sacapuntas en las manos de Obanai, manteniendo el contacto despreocupadamente entre ambos.

—Siento haber molestado.

Aquello lo apena, un sonrojo se forma en las mejillas de Giyū y después mira a Obanai con bastante vergüenza, separa las manos de ambos para jugar con las suyas.

—Comenzare a escribir con bolígrafos para no hacer esas cosas, prometo no molestarte más.

—¿Molestar? Tomioka, jamás me molestaría. En todo caso, es un enorme placer.

Giyū abre un poco los ojos con extrañeza.

—¿Un placer?

Obanai da un paso más para Tomioka, baja su tapabocas y haciendo un gran esfuerzo se pone en puntillas para acercarse al oído de Giyū. 

Es un enorme placer que metas tu lápiz en mi sacapuntas.

Y justo después, un pequeño beso se implanta en la mejilla de Tomioka, quien se quedó nuevamente congelado ante las palabras de Obanai.

Iguro se aleja por completo, sonríe inocentemente al mayor y prosigue a salir corriendo chocando por accidente con algunos estudiantes.

Nuevamente, Tomioka durante toda esa tarde no pudo pensar en otra cosa.

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