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—¡Te dije que no es solo para eso!

Habló Obanai, muy alegre, festejando mientras le contaba los sucesos del día anterior a Sanemi, quien le prestaba atención en silencio.

—Fue muy romántico cuando comimos helado y en mi casa me besó, ¡Tomioka es tan tierno!

Sanemi tuvo que admitir la sorpresa que sintió tras la noticia, en algún punto pensó que ambos no aguantarían las ganas y comenzarían a hacer sus porquerías al nomás llegar.

Y no lo pensaba por Tomioka, sino por Obanai, ese tonto no conoce la palabra "pudor". Sin embargo, le complace escuchar que se está dejando abrir el corazón por algo dulce y no las piernas por el calor del momento.

—Conoció a Kaburamaru, le tuvo miedo y no quiso acercarse.

—No lo culpo, ese gusano asusta.

—No es un gusano, cállate.

Shinazugawa no contestó, solo se encogió de brazos, no teniendo para nada en buena estima a la mascota de su amigo.

¿Cómo podría?

Ese animal lo muerde cuando Obanai no está cerca, para después hacerse la "víctima" ante los ojos de su dueño, y no importa lo que diga porque Iguro siempre le cree a ese fideo viviente.

—Pero eso no importa, ¡lo que importa es que me besó! ¡me besó!

—Sí, Iguro, el idiota te besó.

Ve como Obanai se ríe y mira a alguna parte, luciendo tan bobamente enamorado que le empezó a dar miedo, pero igual se siente feliz por el azabache.

Hacia tiempo que no veía al más bajito tan emocionado o alegre.

—Hoy me tocará a mí, ¡lo invitaré al cine!

—Espera, ¿hoy no ibas conmigo al cine?

—Las cosas cambian, Shinazugawa, tengo que verme interesado en Tomioka, no quiero que piense que solo es por diversión.

Sanemi no tenia las energías para quejarse, solo disimuló muy bien la molestia que le causaba el cambio de planes.

Ambos amigos se quedaron hablando unos minutos, desde cosas de la universidad hasta aplazar para la otra semana la salida del cine.

Cuando Sanemi pensó que Obanai se había olvidado de Tomioka, por fin, vió como Iguro puso una expresión boba mirando a alguna parte, no hace falta decir a quién estaba mirando con tanta ilusión.

Fue una sorpresa darse cuenta que Giyū se había acercado.

—Amor, hola.

Iguro levantó su mano para saludar, pero no se esperó que Tomioka se acercara para abrazarlo y darle un beso en la frente.

—Hola, lindo, ¿cómo estás?

Iguro se quedó quieto, había esperado cualquier cosa menos un beso en la frente, ni siquiera sabía que un besito en la frente fuese a sentirse tan maravilloso.

Bueno, una cosita más a su lista de debilidades.

—To-Tomioka, es-estoy bien.

—¿Anoche pudiste dormir?

—Dormí como nunca.

Obanai bajó la mirada jugando con sus manos, un revoltijo de emociones tan diferentes pero maravillosas se concentraban en su estómago. Luchaba contra las ganas de saltar y besar esos labios tan lindos.

—Te tengo envidia, yo no pude conciliar el sueño en toda la noche.

—Oh, ¿por qué? ¿te sentías mal?

Preocupado, aunque deseoso que dijera algo como "Estuve pensando en tus besos" , ya podía sentir sus rodillas temblar con ansia ante tales palabras.

No, cada vez que cerraba los ojos te veía sin ropa.

Sanemi casi se cae de su banco por eso, pensó que Obanai lo golpearía por no tener vergüenza, por favor, ¡había alguien a lado escuchando sus porquerías!

—¿E-Enserio?

Obanai sintió su garganta secar, con los ojos brillando mientras se sentía más enamorado del mayor.

¡El soñó con algo similar! Por algo había dormido como un bebé durante toda la noche.

Pero claro, su situación actual no le permitía confesarlo con la confianza adecuada.

—Sí, pero lo que más me quitó el sueño fueron tus hermosos ojos.

Y de nuevo, un beso, pero está vez en la punta de la nariz, acabando por completo con la poca cordura que Obanai tenía.

—Corazon, me tengo que ir, ¿nos vemos luego?

—E-Eh, sí, ¡claro! Lo que tú digas, por supuesto.

Dice todas esas palabras mientras asiente con emoción, eso hizo reír a Tomioka antes de que se alejara, igual de rápido que como llegó.

Iguro se quedó parado como idiota, mirando a su dirección, respirando lento y dando suspiros enamorados al aire.

—Idiota, ¿estás bien?

Sanemi preguntó, tocando sutilmente el costado de Iguro, no recibiendo respuesta, luego llamó varias veces e igual.

—Ey, Iguro, despierta... Ey.

Pero nada, lo único que logró fue hacer fue que se sentara a su lado en el banco, pero aún sin dar signos de que tuviera algo dentro del cráneo.

—Maldita sea, ese imbécil le quemó algo.

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