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—No entiendo, ¿Por qué esa cara? Es lo que querías.

Sanemi arrugó el entrecejo mientras observaba el pésimo estado en el que se encontraba su mejor amigo.

—¡Lo sé! Pe-pero jamás pensé que me haría caso.

—¿Pues qué esperabas, idiota? Te tomaba la palabra o te denunciaba por acoso sexual. Más bien agradece que no se burló de tu desesperación.

—Oh, vamos, exageras. No me veía tan desesperado.

Iguro se cruzó de brazos y se recostó en la silla, mirando enfadado el rostro de Shinazugawa. Desde siempre se había visto en contra de sus sutiles tácticas de coqueteo.

—Desesperado no; urgido sí.

Obanai rueda los ojos, sintiéndose tonto por, supuestamente, parecer tan necesitado de Tomioka, pero a decir verdad no podía evitarlo.

Siempre le había parecido un hombre atractivo, siempre quiso tener la oportunidad de salir con él en una relación seria. Todas esas ganas se fueron acumulando de apoco hasta que de un momento a otro sentía que explotaría.

Quiso acercarse a Giyū de manera sutil, como lo haría cualquier otra persona, pero después escuchó como el mayor jamás entendía las indirectas, siempre siendo muy malo con ellas, por eso quiso ser un poco más osado.

Y vaya que Tomioka no entendía indirectas, puesto que fue este el día qué por fin entendió lo que había querido decirle desde hace tiempo.

De pronto se empezó a sentir tan nervioso, como si fuera su primera vez en este tipo de cosas.

—¿Qué fue lo que te dijo?

—Se autoinvito a mi casa, quería hacer lo que le propuse.

—¿Qué le propusiste está vez?

—Uh... Nada grave, sólo tocarlo.

Shinazugawa rueda los ojos fastidiado, casi decepcionado de la incapacidad de su amigo de pensar en las consecuencias de esa clase de insinuaciones.

Era absurdo que haya preferido decirle ese tipo de cosas por semanas en lugar de acercarse, hablarle e invitarlo a salir directamente. Era más fácil y menos raro para ambos.

Pero no, Obanai Iguro siempre tenía que hacerlo ridículamente vergonzoso.

—Eres un idiota, no sé cómo pudiste seguir con esa estupidez hasta el final.

—Me funcionó, es todo lo que me importa.

—¿En qué sentido te funcionó? Seguramente ese tarado sólo te quiera coger y ya, ¿Tu objetivo no era algo serio, Iguro?

Obanai se inmoviliza, abre los ojos con bastante sorpresa y después mira a Sanemi un segundo.

—Yo... Yo sé que quiere intentar algo serio.

—Eso no lo sabes, no han tenido ni una conversación normal, sólo te has enfrascado en lanzarle vulgaridades ¿Y así esperas a que te vea como algo más que un sexo casual?

Iguro piensa, pero se encoge de hombros no queriendo escuchar las palabras de Sanemi.

—Si ese es el caso pu-pues... no me importa.

—¿Ah, no?

—No, igual habría hecho mi cometido, estaré satisfecho.

Shinazugawa le creyó no muy convencido, él, para su propia desgracia, había escuchado con pelos y detalles todo lo que Obanai sentía por Tomioka desde el principio. Sabía que, quiera o no, eso deprimiría al azabache.

Sus pensamientos se confirmaron cuando vió como los bicolores de Obanai se apagaron un poco, mirando arrugado un punto en específico, tal vez pensando.

Sintió preocupación, después de todo era su mejor amigo, no quería que sufriera por algo como esto. Sin embargo, después lo pensó mejor y concluyó que Obanai era un tonto, que la situación era tonta de por si.

Mejor dejar al tonto con sus tonterías.

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