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Unos días después, Danielle se encontraba parada frente a la puerta del hogar de Haerin, sosteniendo un ramo de lirios de los valles en sus manos.

—Mamita, ayúdame. — miró al cielo con cierta ansiedad.

Con un poco más de valentía, la castaña se atrevió a tocar el timbre. Pasaron unos segundos y la puerta se abrió.

La hermana mayor de Haerin abrió pensando que se trataba de la pizza qué había pedido minutos atrás.

— ¿Son para mí? No tenías que... —se burló Sakura al ver los lirios.

— No, son para tu mamá. — Danielle se las quitó y notó el cambio en la expresión de su jefa de laboratorio.

—No menciones nada acerca de una madre frente a Papá o Haerin. Te lo digo por tu bienestar. — palmeó la espalda de la castaña, indicándole que pasara.

Una mueca de confusión salió del rostro de Danielle.

—¿Quién era Saku? — preguntó Haerin mientras se colocaba un pendiente, pero al mirar a Danielle abrió la boca sorprendida.

—Es tu novia. — respondió Sakura con fastidio, subiendo nuevamente a su habitación al darse cuenta de su error.

— Hola Dani, llegaste temprano.— miró su reloj. — Media hora antes.

—Pensé que habría tráfico. — se sinceró Danielle.

— No te preocupes, ven. — señaló el sillón.
— Mi papá bajará en un rato más, está tomando una siesta. — se sentó a su lado.

Estuvieron abrazadas mientras platicaban sobre cómo les iba en sus carreras. A Danielle le faltaban dos años para terminar, mientras que a Haerin le quedaba uno.

—Mi vida comenzó cuando te vi, porque hizo Big Bang mi corazón.—

Alagó a Haerin y dejó un beso en su frente, a lo que la pelinegra se dejó mimar por la castaña, disfrutando de esos pequeños momentos.

—Chicas... — carraspeó un señor de mediana edad, interrumpiendo la escena.

—Papá, ya te despertaste. — Danielle se separó rápidamente.

—Mamá — dijo sorprendida.

—¿Qué ? — el señor se cruzó de brazos.

—Soy... soy Danielle, la novia de Haerin. —extendió su mano en un saludo el cual el señor correspondió.

El ambiente se volvió algo tenso, por lo que se trasladaron al comedor. Danielle sentía sus manos nerviosas, mientras Haerin servía, su padre no dejaba de mirarla.

—Entonces... — tomó un tiempo. — ¿Qué intenciones tienes con mi hija? —alzó una ceja.

—Y-yo... quiero casarme con ella. - a Haerin se le cayó el tenedor y su padre se atragantó con un pedazo de carne.
— Claro, en un futuro. —aclaró rápidamente.

—Ella te ama. —limpió su boca. — No me queda más que felicitarlas y desearles que su relación dure mucho tiempo.

Ambas se sintieron contentas, Danielle había ganado un poco más de confianza.

Después vieron películas, aunque Danielle nunca imaginó que "Lluvia de hamburguesas" contuviera temas científicos.

Unas dos horas después, Danielle se despidió de su suegro y Haerin la guió hasta la entrada.

—Nos vemos, preciosa. —tomó su mano.

—Con cuidado.— se acercó a ella para un abrazo.
— ¿Nos vemos mañana?

La castaña sacó su agenda, lo que sorprendió a Haerin, ¿acaso siempre llevaba eso?

—Umm, me encantaría. — tomó un lápiz de su pantalón .
— Tengo una reunión con unos amigas. ¿Quieres venir?

—No, disfruta con ellas. - negó rápidamente.

—Entonces nos podríamos ver el domingo. ¿Quieres comer en mi casa? —seguía mirando la libreta, Danielle se toma en serio la organización.

—Está bien, ¿llevo algo? —preguntó Haerin pues no quería llegar con las manos vacías.

—Con tu presencia me basta. — guardó la agenda.

Notándose la diferencia de altura que a Haerin le gustaba y le hacía sentirse protegida. Danielle le abrazó .

—Besito. —habló y la castaña dejó un beso.

El fresco de la noche llegó, y parecía que habría tormenta. Se despidieron con otro pequeño beso, y Danielle pronunció unas palabras con ternura:

—Hae, eres como un diccionario para mí. —Haerin no entendió.
—Porque le das significado a mi vida. — dio un último beso.

Se despidieron, y Haerin entró de nuevo a su hogar. Su padre la miró y habló:

—Me cae bien, es respetuosa y se ve que te ama. — se giró y subió a su recámara.

Sin saberlo, Danielle se había ganado a su suegro. Mark veía a dos almas jóvenes, un amor puro e inocente, y deseaba que su hija fuera feliz con ella realmente.

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