IX: Un desastre.
—Tenemos que irnos ya de aquí —Anunció Stefano abriendo la puerta del cuarto, haciendo que Serena cayera hacia adelante.
Esta se despertó de golpe y se sobó donde se había lastimado.
—¿Qué ocurre?
—¿Puedes creer que tú papá acaba de chantajearme para que te deje?
—¿Eso hizo?
Stefano asintió.
—Es un cínico.
—Así es mi padre, ya dejé de intentar negarlo.
—Por eso debemos irnos de aquí.
—Stefan, lo más lejos que se puede llegar con el dinero que tenemos es a Autumnville, donde mis padres también tienen una propiedad.
Stefano caminó por toda la habitación mientras pensaba.
—Tu padre tiene suficiente.
—Ya, claro, porque mi padre nos dará dinero para irnos si se lo pido. ¿Te estás escuchando, Stefan?
—No me refería a pedírselo.
Serena se puso de pie y lo miró con intriga.
—¿Qué fue lo que viste?
—Augusto tiene una gaveta donde guarda el dinero que me ofreció, en el escritorio de su despacho.
—¿De cuánto dinero estamos hablando?
—Cinco mil primaveras.
Los ojos de ella se abrieron con asombro.
—Vaya, él en serio quiere que me dejes.
—Él siempre carga la llave consigo, hay que ver cómo quitársela, vamos a su despacho, abrimos la gaveta, tomamos el dinero y nos vamos.
—O sea robar.
Stefano hizo una mueca.
—No, solo tomaremos un préstamo sin devoluciones.
—Me parece bien.
—Ahora debemos planear qué haremos y cómo lo haremos y...
Su voz fue interrumpida por un par de golpes en la puerta.
—Adelante —Dijo Serena.
Era Linda, una de las chicas de servicio.
—Señorita Serena, al señor Stefano lo buscan abajo.
Ambos se miraron entre sí para volver a mirar a la chica.
—¿De quién se trata? —Interrogó Stefano.
—Es... Su familia, señor.
Stefano palideció, sintió como el aire se le escapaba de los pulmones y cómo el mundo temblaba. Llevó sus manos a su cabello y tiró de él para seguidamente despeinarlo, en señal de estrés. Serena se posicionó a su lado tratando de tranquilizarlo al tiempo que le dirigía todo tipo de pensamientos malintencionados a su madre.
Una vez calmado, Stefano salió de la estancia dando zancadas para bajar y encontrarse con su familia, si estaba nervioso no se demostraría a nadie. Su amada se acercó a paso lento pero firme hacia la duquesa que estaba a uno de los laterales del pasillo.
—No me la vas a dejar fácil nunca, ¿verdad, Margaret? —Le reprochó.
—No sé de qué hablas.
—No te hagas la tonta, sé que le fuiste con el chisme a la familia de Stefano de que estamos aquí.
—¿La familia Cortés está aquí?
—Lo están espera abajo, más vale que tengas una buena explicación.
—Primero que nada tú no tienes porqué exigirme nada a mí, soy tu madre. Y segundo, yo no les he dicho nada.
—¿Y se supone que debo creerte?
—Juro que de mi boca no ha salido nada.
La chica la miró con desconfianza.
—Serena, tú bien sabes que los Cortés y nosotros no nos hemos llevado bien desde que empezaste esta cosa con Stefano y mucho menos por cómo terminó todo. ¿Por qué desearía tenerlos bajo mi techo?
Serena analizó la situación, su madre tenía un punto, sin embargo, pudo haber llamado a los padres de Stefano para imposibilitar aún más sus planes de irse, aún así no le dijo más nada y terminó de bajar para acompañar a Stefano.
Stefano y sus padres estaban parados enmedio de la sala sin decir nada, solamente observándose.
—Señores Cortés, ¿qué tal les va? —Saludó Serena haciendo acto de presencia.
—Ahora no, niña —Habló el padre de Stefano.
—Mi nombre es Serena, señor Cortés, no «niña».
A pesar de considerarse una mujer valiente, no era como se sentía en ese momento, no podía evitar sentir miedo e inseguridad ante la presencia de aquellas dos personas. Solo mirarlos a los ojos la transportaba hace seis años atrás, la hacía revivir todas las situaciones difíciles que tuvo que afrontar con Stefano. Los señores Cortés seguían siendo igual de inexpresivos, sus facciones duras no habían cambiado con el tiempo.
—Así que la chiquilla se aburrió de ti y decidió llamarnos para que te hicieras a un lado.
Serena la miró con confusión al oír la declaración que acababa de hacer la señora Cortés.
—¿Qué es lo que está diciendo, señora?
—Serena —La llamó Stefano—. Te voy a hacer una pregunta y quiero que me respondas con sinceridad, ¿tú le dijiste a mis padres que yo estaba aquí en tu casa?
—Pero por supuesto que no.
—Zorra y de paso mentirosa —Murmuró la señora Cortés.
—¿Tiene usted pruebas de lo que afirma, señora? —Cuestionó Serena alzando su tono de voz.
La madre de Stefano asintió. Metió su mano en su monedero y sacó un pequeño papel doblado que le pasó a su hijo.
Stefano desdobló el papel y leyó su contenido.
Era una carta firmada por Serena donde decía la ubicación de ambos. Stefano leyó la carta varias veces sin querer creerlo.
—Stefan, yo te juro que...
—Ahora no, Serena.
La señora Cortés y la duquesa Torrealba sonrieron con satisfacción.
—Esperen —Habló el jóven Cortés al encontrar un detalle en la carta—. Esta no es la letra de Serena, ella no estira tanto las letras.
Serena le arrebató la carta y comenzó a leer. Reconoció la letra de inmediato.
—Esta letra es de Evolet.
Miró a Stefano que también la miraba, luego volvió a ver la carta y cerró sus manos en puños ocasionando que los lados de esta se arrugaran e incluso se creara una pequeña fisura. Su respiración se volvió pesada.
—Sere, respira —Intentó calmarla Stefano.
Serena no solía molestarse a menudo, regularmente respiraba y se calmaba con facilidad, pero siempre llegaba un momento en el que se transformaba y todos le temían. La última vez que sucedió fue en su antiguo buque, Elena se la pasaba haciendo comentarios molestos, haciendole creer a toda la tripulación que ella era amante de Stefano, Serena nunca le prestaba atención, pero un día lanzó una flecha directa y corrió con la mala suerte de encontrar a Serena con los apellidos revueltos. Elena casi muere asfixiada.
—Estoy harta de esto —Susurró.
—Sere, espera —Intentó acercarse, pero ella fue más rápida.
Haciendo caso omiso de los comentarios de Stefano, subió dando furiosas zancadas al cuarto de su prima.
—Serena, detente ahí ahora —La reprendió su madre, pero ella la ignoró.
—Espero estés contenta —Espetó Stefano hacia su madre y corrió detrás de Serena.
Cuando la alcanzó, ella estaba golpeando fuertemente la puerta del cuarto de Evolet, intentó abrirla, pero estaba bajo llave.
—¡Evolet, abre ya la estúpida puerta!
—Serena, basta, no vale la pena.
Cegada por su ira, Serena se quitó una de las horquillas que traía en el cabello y la insertó en la cerradura, logrando así, abrir la puerta.
—Ahora sí vamos a hablar de verdad —Vociferó Serena entrando en el cuarto de Evolet.
Stefano intentó detenerla, pero no lo logró.
Aquello iba a ser un épico desastre.
Y ese solo sería el inicio de sus problemas.
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