Capítulo I: Blake Fitzgerald.
—¿Dónde crees que quede el Dorado? —Le preguntó Stefano a Serena.
—Muy lejos de aquí, eso es seguro, igual solo es un pueblo de fantasía.
De la nada se escuchó un estruendo y el barco se estremeció.
—¡Capitán! —Entró Edgar— ¡Nos están atacando!
—¿Qué? ¿Quiénes?
—No estoy seguro, pero parecen corsarios.
Demonios, pensó; si eran corsarios estaban acabados, esos bastardos tenían completo permiso de las autoridades para atacar barcos si ellos los consideraban enemigos.
Stefano comenzó a caminar hacia el exterior y Serena lo seguía, él al percatarse de esto, se dió la vuelta y la detuvo.
—Tú te quedas aquí.
—Stefan, no esperarás que en serio me quede aquí sin hacer nada cuando podría ser de más utilidad afuera, ¿verdad?
—Es peligroso.
—Pero...
—Stefan, déjala, si siguen discutiendo terminaremos hechos papilla.
Stefano se rindió y dejó que Serena lo siguiera. Afuera todo estaba vuelto un caos, había piratas luchando en cualquier parte.
—Ciento sesenta a estribor —Le ordenó a Edgar y Joe que manejaba los cañones.
Ellos obedecieron.
—¡Fuego!
Dispararon fallando rotundamente.
—Por eso reprobaste matemática en el colegio —Le reprochó Stefano luego de soltar una maldición.
—Yo me ocupo —Dijo Serena haciéndolo a un lado.
—Serena... —Comenzó Stefano.
—No tengo tiempo de hablar ahora —Dijo apuntando y seguidamente disparando, pegándole al barco enemigo.
Stefano rodó los ojos y desenvainó su espada para entrar en el combate que había en la cubierta. Lo único que se escuchaba era el ruido de las espadas chocando y el de los cañones disparando. Stefano comenzó a desesperarse al ver que la tripulación de este desconocido superaba en número a la suya y vió poco a poco cómo iban siendo derrotados uno por uno, quedando unos pocos, incluídos él y Serena.
—¡Serena, cuidado! —Gritó al ver que uno de los hombres se acercaba a ella por detrás.
Rápidamente Serena desenvainó su espada, se dió la vuelta para encarar al sujeto y haciendo una maniobra con su espada logró quitarle la suya. Comenzó a caminar apuntándole con las dos espadas hasta llegar al filo del barco, solo debía dar un paso más para que el hombre cayera al mar o para que las dos espadas le atravesaran el pecho.
—Detén todo ahora —Ordenó.
El hombre no dijo nada.
—Ahora —Hundió un poco más las espadas en su pecho y el desconocido contuvo la respiración—. ¿Qué esperas? —Hizo más presión con las espadas y este se tambaleó.
—¡Alto, alto! —El hombre gritó y su tripulación obedeció de inmediato.
Serena dejó de apuntarle y con la espada que tenía en su mano derecha le indicó a donde debía caminar.
—Diles que suelten las espadas.
—Bajen las espadas.
Todos acataron la orden.
—Ahora, váyanse —Habló Stefano.
—Así va la cosa, capitán —El hombre sacó de su bolsillo un papel firmado por los duques de Nuevo Verano—. Mi nombre es Blake Fitzgerald, corsario contratado personalmente por los duques de Nuevo Verano para encontrar a su hija, llevo años en su búsqueda.
Stefano le lanzó una mirada disimulada a Serena a la par que Blake volteaba hacia su barco.
—No sé qué te hace pensar que puede estar aquí —Dijo—. Soy un simple pirata.
—Tal vez sea esto —Sacó de su bolsillo un retrato de Serena, habían pasado cinco años desde que ese retrato se hizo, pero era inconfundible—. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, capitán, pero no me iré sin la chica.
Stefano se quedó en silencio.
—Vamos, Stefan, solo entregala —Dijo Edgar.
Eso desencadenó un coro de quejas por parte de toda la tripulación.
—Stefan, es solo una mujer —Habló Edgar de nuevo.
—¿Tienes ganas de que te corte la otra mano o directamente la cabeza?
—Solo digo que...
Stefano empuñó su espada apuntando a Blake.
—Adelante.
Blake en respuesta hizo una seña hacia su barco.
—Esto va a ser muy divertido —Dijo con una sonrisa.
Stefano no entendió su reacción hasta que vió a una persona apuntando el cañón al barco desde el barco de Blake.
—¡Todos al agua! —Gritó.
Pero no dió tiempo de hacer mucho cuando la bala impactó en el barco.
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