Capítulo 21
Con una gran sonrisa, Ink tomó los billetes que Asgore le ofrecía, estaba feliz, podría comprar alimentos en condiciones y no tener que comer patatas fritas para desayunar. La suerte aquel día estaba de su lado. Nicky lo miraba también feliz mientras tomaba la paga que le correspondía.
Ink había conseguido el puesto de trabajo y había conseguido los cien dólares que le correspondían por trabajar aquel día. También había pedido a Nicky de ir a cualquier bar o cafetería para hablar. Había decidido explicarle su condición y la razón por la que iba también a trabajar, bueno aunque ya la sabía. Me refiero a por qué iba encapuchado al supermercado.
El supermercado estaba a punto de cerrar, y hasta entonces el conejo y el esqueleto debían esperar allí junto los demás empleados que ya habían cobrado su jornada y se hallaban en la entrada, hablando sobre su día y sobre su vida fuera del trabajo.
Un gato de color caramelo estaba sentado en los escalones que conducían a la puerta automática para salir del edificio. Su rostro parecía bastante aburrido, pero era verdad, ese trabajo lo aburría, solo trabajaba para no perder dinero, pero al ver a Nicky su mueca se suavizó.
—¡Burgy!—Gritó Nicky al ver al gato, mientras corría para saludarlo. Ink se quedó en su puesto mirando como su amigo lo dejaba atrás, pero pensaba que tenía buenos motivos.
—¿Uh?—Preguntó el gato intentando no sonar nervioso, pero no funcionaba, Nicky era inteligente y sabía que su amigo estaba un poco nervioso por su presencia.
Ink se quedó viendo como esos dos, conejo y gato, comenzaban a hablar, aunque el que hablaba en mayoría era Nicky. Por lo que pudo escuchar supo que el apodo del gato era Burgerpants y que Nicky le llamaba Burgy. Una vez acabaron de hablar, el conejo regreso con Ink, pidiendo disculpas por haberlo dejado allí abandonado, a lo que Ink dijo que no importaba.
Los minutos pasaban, ya había pasado un buen tiempo desde que Ink llegó al supermercado, unas seis horas, así que llevaba cinco horas trabajadas y una hora hablando con Asgore o con los otros empleados allí en la entrada esperando a que el local cerrase y pudieran irse de allí.
Al fin, Ink pudo escuchar como la puerta del jefe se abría y se cerraba unos segundos después. Unos pasos firmes empezaron a sonar por el pasillo y la mayoría de la gente del supermercado empezó a salir por la entrada, algunas golpeando sin querer a los empleados que se habían quedado en las escaleras para llegar a la salida.
Asgore apareció por el pasillo mientras sujetaba un maletín con unas cuantas ganancias que se habían conseguido en ese día y repartió el dinero que faltaba a los empleados que trabajaban en el último turno. Ink realmente no entendía como conseguía tanto dinero para pagar a sus empleados, pero bueno, no era de su incumbencia.
Aunque la respuesta era muy sencilla: era el mejor supermercado que hay en ese barrio, con precios bastante equilibrados y productos de alta calidad, así que la gente suele venir allí. Y eso lo pudo comprobar Ink con todos los clientes que habían ido aquel día, aunque no eran ni la mitad de los que venían normalmente, así que en sus próximos días tendría que sufrir la visita de muchos otros clientes que se multiplicarían a cuantas más horas pasaran.
—Bueno chicos, ya pueden irse todos. El supermercado ya va a cerrar.—Explica Asgore mientras abría la puerta y todos los empleados, incluidos Ink y Nicky, así que al fin salieron de ese local tan agradable para el esqueleto, aunque sabía que dentro de poco odiaría levantarse tan temprano para tener que ir a trabajar.
Mientras iban caminando el esqueleto y el conejo, Asgore llamó al esqueleto, que se giró sorprendido por la interrupción de su amena charla con Nicky. Su jefe lo había llamado para entregarle su horario, incluso había intentado hacer que su horario fuera en el mismo que Nicky o unos minutos después de que el conejo acabara su turno. Sabía que Nicky ayudaría al esqueleto en todo lo que pudiera.
Ink agradeció a su jefe y continuó caminando mientras contemplaba su horario y pudo ver como los turnos coincidían con el de Nicky, dato que le explicó el conejo, ya que Ink no sabía nada de los horarios que tenían los empleados de la tienda. No sabía como habían tantos trabajadores y todos tenían trabajos. Algunos trabajadores llevaban incluso meses o más de un año trabajando allí.
Ese supermercado te ofrecía dinero para poder estudiar alguna carrera, para poder alquilar una casa después de haber trabajado bastante e incluso poder vivir tan solo de este empleo, aunque no era lo más recomendable, pero para Ink era más que suficiente para poder sobrevivir mientras pintase y pudiera conseguir un empleo de pintor en cualquier otro lugar que no fuera la calle.
Había guardado el dinero ganado en una antigua billetera que había conseguido en la mansión de Error, intentaría que nadie se diera cuenta de que había conseguido cien euros en tan poco tiempo, que era un día, además si en su barrio sabían que ganaba tanta fortuna podrían hacerle la vida imposible, además de que no quería que nadie supiera donde trabajaba, sobretodo porque Error lo estaba buscando y que la gente supiera del lugar donde trabajaría los próximos meses no era lo mejor del mundo.
Aunque Ink tenía una gran duda que le martilleaba constantemente la cabeza, no sabía que haría si se encontrara con Error. Tarde o temprano pasaría, aunque no quería admitirlo, pasaría y no podría hacer nada para poder evitarlo, incluso con el plan de marcharse del pueblo eso de evitar a los sirvientes que lo estaban buscando y a la gente dispuesta a capturarlo por los mil euros no era posible. Necesitaba ahorrar mucho dinero, conseguir un empleo decente en otro pueblo y conseguir un vehículo que lo lleve.
Quizás podría pedir ayuda a Nicky, pero no estaba muy seguro, pues se conocían de hoy y aún no tenían mucha confianza, aunque el conejo parecía ser bastante amable y seguramente le prestaría toda la ayuda que necesitara sin problema alguno, o eso es lo que daba impresión por su comportamiento inicial, que fue bastante amable y eso que nunca se vieron antes. En definitiva, Nicky podría ser su salvación para poder tener un buen hogar y una buena vida en general.
Los dos empezaron a caminar para llegar a cualquier cafetería que se encontraran para poder pasar la tarde y hablar de cualquier tontería que se les ocurriera. Las conversaciones pasaban bastante rápidas y por ello llegaron sin casi darse cuenta a una cafetería rústica en la que había poca gente o eso se podía observar a través de los vidrios.
Los dos entraron al local. Se suponía que Nicky sería el que pagaría, aunque el esqueleto quería pagar, pero la insistencia del conejo era bastante... insistente. El local era bastante rústico, como ya he dicho antes. Todo de madera con muebles y decoración bastante sencilla pero acogedora que calmaría a todo ser viviente que se acercara a ese lugar.
Un mesero los atendió cuando cruzaron la entrada del lugar, ofreciendo un lugar donde se podrían sentar para hablar y tomar cualquier café o bollería que hubiera en el lugar. Los dos se movieron rápidos por el local mientras seguían al mesero, que los llevó a una mesa con un mantel color caramelo y dos sillas de arce que parecían artesanas.
El mesero de antes los atendió, mientras los dos pedían batidos, Ink de canela y vainilla y Nicky de chocolate. La orden fue rápida, al igual que la entrega de los deliciosos batidos hechos con ingredientes de calidad, aunque no lo crean por ser un local tan sencillo en todos los sentidos, pero sus productos eran deliciosos o esa era la perspectiva de Ink al probar ese batido.
La charla principal se basaba sobre el trabajo y sobre todo lo que podía perjudicar a Ink en cualquier momento, como ladrones o clientes demasiado tiquismiquis o cosas por el estilo, pero a Ink realmente no le importaba ya que sabía que su trabajo no sería tan malo si encontraba amistades, y una de esas amistades era Nicky, así que los días, o jornadas, pasarían mucho más rápidas.
Pero Ink estaba nervioso, quería decirle a Nicky sobre por qué tendría que ser cuidadoso al ir por las calles, por qué debía ponerse capucha para salir cuando hacía calor o cosas por el estilo. Pero no tenía suficiente valentía como para decir eso a alguien que había conocido ese mismo día. Ya esperaría a decirlo, solo necesitaba ser un poco más amigo del conejo y no tendría tanto miedo de confesar sus temores.
Los vidrios estaban empañados, al igual que el conejo y el esqueleto por culpa de la lluvia que había iniciado unas horas antes, por eso fueron a tomar algo en cualquier cafetería, para esperar a que la lluvia cesara y no tener que empaparse más de lo que ya estaban en esos momentos.
Nicky interrogaba al esqueleto en busca de respuestas sobre sus incógnitas, quería saber más sobre ese extraño esqueleto encapuchado que evitaba contacto visual con otra gente. Eso le extrañaba bastante y por eso quería respuestas, unas respuestas que Ink no le concedía, había decidido callar por ahora, solo respondería preguntas cruciales para poder conocerse mejor.
Las preguntas acabaron una vez el sonido de la lluvia dejó de sentirse mientras acababan sus batidos. Debían irse si no querían acabar empapados, y eso fue lo que hicieron. Ink tendría que regresar a ese barrio e intentar no ser descubierto por nadie, aunque sería bastante complicado si el recepcionista de su motel estuviera despierto, rogaba por no ser descubierto en su propio 'hogar', aunque no se puede llamar hogar ni nada por el estilo.
Nicky se ofreció a acompañarlo para llegar a la casa, pero Ink insistía en que no, pero no pudo hacer nada, el conejo no paraba de insistir en acompañarlo, quería saber dónde vivía y si estaba en buenas condiciones, no quería enterarse de que vivía en un basurero o algo por el estilo, aunque su ropa no era de pobre. Si supiera...
Al final, Ink tuvo que ceder, pero sabía que quizás sería el final de su relación de amistad con el conejo una vez este supiera donde vivía el esqueleto, pero rogaba por que no fuera así. Empezaron a caminar después de pagar la cuenta en la cafetería, mientras Ink guiaba el camino para llegar al motel donde residía. Iban con prisas, sabiendo que en cualquier momento podría llover de nuevo y eso no era muy interesante en las condiciones que se encontraban por culpa de la anterior lluvia que los pilló de imprevisto.
Nicky se extrañaba cada vez más, pues las calles se volvían cada vez más frívolas y sabía que por la ruta que estaban siguiendo llegarían al barrio donde nunca quiso ir, pero tampoco podía desconfiar de su amigo tan rápido. E incluso si vivía allí sería por no poder tener un sitio mejor, no le veía cara de drogadicto, borracho o algo por el estilo de la gente que vivía por allí.
Y como sospechaba el conejo, al fin llegaron al barrio que tanto temía, pero no pareció importarle en lo absoluto, cosa que agradó a Ink. Quizás Nicky era de confianza y no era como otros que conocía, alguien que no debía ser recordado ahora. Pero era imposible no recordarlo, ni en sus sueños podría librarse de esos pensamientos.
Ink caminaba con la cabeza gacha, evitando cualquier tipo de contacto visual con nadie. Seguía con la capucha puesta, estaba en territorio peligroso en el que podrían descubrirlo, no podía andar allí como si nada, debía esconderse y pasar desapercibido por esos parajes tan oscuros en los que había de todo, todo menos algo bueno, claramente.
Pero su suerte no lo acompañaba hoy, en ese momento uno de los carteles que habían enganchados sobre la búsqueda de Ink voló por allí, llamando la atención del conejo, que lo recogió y lo miró, asombrándose por el rostro que había fotografiado. Por unos momentos pensó que era un cartel enganchado por la policía, pero supo al leer todo que era del gran empresario Error.
No quería pensar que Ink era un delincuente, era imposible que lo fuera, demasiada amabilidad para poder hacer eso. Era demasiado extraño que un empresario buscara a un esqueleto de clase baja, debería preguntar a Ink sobre eso, no podía quedar así. También se quedó anonado por la cantidad de dinero que se ofrecía para que lo llevaran a la mansión Crayon, pero no podría traicionarlo. Sabía que detrás de ese cartel había una historia de por qué lo buscaban, solo tenía que buscar las respuestas.
Pero el esqueleto no se había dado cuenta del hallazgo del conejo, pues aún conservaba la cabeza gacha y sus ojos fijos en el suelo, con intención de no ver a nadie, no quería tener que sufrir las consecuencias de que lo vieran, seguramente la mayoría, por no decir todo, del barrio sabría sobre la búsqueda de Ink.
La gente por dinero hace de todo, y eso el esqueleto lo sabe muy bien. Sabía que lo podrían secuestrar, por decirlo así, y llevarlo a la mansión de Error para conseguir todo ese dinero que les prometía el empresario. Habían más maneras que podrían emplear la gente, como chantajes o cosas por el estilo, pero todo sería malo y perjudicial para el pobre Ink.
Ink sabía que la gente podría hacerle mucho daño sin que él se diera cuenta hasta que al fin le hubieran roto el alma, deseaba poder no ser tan blando de corazón. Pero era imposible, no se puede cambiar tu personalidad de la noche a la mañana, aunque lo intentes, necesitas bastante tiempo para poder cambiar toda tu perspectiva hacia el mundo y hacia las personas, así que debería empezar a intentar ser un poco más duro con la gente desconocida o incluso conocida pero que no fueran tan amigos por decirlo así. Simplemente debía ser un poco menos amable con todo el mundo y ya.
Ese era un gran reto para el pobre Ink, acostumbrado a usar buenos modales con toda la gente, acostumbrado a hacer amigos en todo lugar al que fuera, acostumbrado a tener compañía de buenas influencias. Pero el destino que tenía de pequeño le quitaría la felicidad, había pasado de ser un niño feliz a ser un vagabundo en muy mal estado. Nunca lo hubiera pensado, y si se lo hubieran dicho cuando aún tenía a sus padres y felicidad se habría reído. O no, quizás se habría preocupado.
Los pensamientos de Ink se basaban en eso, en cuando era un niño pequeño sin preocupaciones que tuvo que madurar para poder sobrevivir. Nadie se hizo cargo de él cuando sus padres murieron, nadie. Eso fue un gran golpe para él, que creía haber tenido todo en su vida. Pero así es el mundo, piensas tener todo y de pronto te lo arrebatan sin poder recuperar nada.
¿Por qué la vida es tan cruel? Nadie lo sabe, nadie sabe por qué las desgracias ocurren a cada minuto, a cada hora, cada día. Son cosas imprevisibles que nadie pensaría que ocurrirían, pero ocurren. Ocurren y te arrebatan la felicidad. Pocas veces puedes volver a sonreír después de eso, pero la vida no lo quiere y te arrebata la poca alegría que tienes, para convertirla de nuevo en tristeza.
No podemos decir nada de que somos felices hasta que no enfrentamos la verdadera tristeza y la vencemos sin problemas, si no luchamos por nuestro bien no nos podemos considerar felices. Primero las desgracias, los problemas, los accidentes y todo lo malo que te entristece ocurre, después debes luchar por recuperar la alegría que conservabas y después ya te puedes considerar afortunado si es que tu objetivo se cumple. No cantes victoria cuando eres feliz sin enfrentar problemas, no debes hacerlo.
Al fin, el par de 'amigos' llegó al motel donde vivía Ink, aunque vivir no es la palabra, residir sí, pues en cualquier momento podría largarse de ese tenebroso lugar para buscar uno más colorido acorde su personalidad, pero aún faltaba, debería trabajar, dedicarse al supermercado, pintar cuando no tuviera nada que hacer e intentar ascender en el trabajo para conseguir más dinero del que ganaba.
—Bueno, esta es mi casa.—Murmura apenado Ink mientras se ajusta la capucha, dispuesto a entrar en el motel sin ser descubierto por nadie, aunque Nicky no estaba con ganas de dejar ir a Ink a un lugar tan extraño, aunque no podía hacer nada para evitarlo, si Ink vivía allí, vivía allí.—¿Nos vemos mañana?—Pregunta con una sonrisa que más bien parecía una mueca forzada.
El conejo asintió.—Claro. Nos vemos, Ink.—Y dicho eso, Ink entró al motel, mientras veía como el conejo se iba de la calle, para después salir del barrio en el que Ink tenía que residir sí o sí hasta conseguir suficiente dinero. En realidad, si no compraba demasiada comida o cosas secundarias podría mudarse a un apartamento un poco mejor en un barrio más normal y poblado, pero quería ser precavido y conseguir primero dinero que le sobre para no tener que ponerse a dieta sabiendo que ahora podría comer a gusto y no desayunar la mitad de una bolsa de patatas.
Al entrar, buscó con la mirada al recepcionista, que se encontraba mirando la pantalla de un teléfono bastante machacado con mucha suciedad sobre la pantalla. Estaba despistado, así que no sería ningún problema pasar desapercibido para ir a la planta de arriba y entrar a su habitación.
Tenía unos cuantos planes para poder conseguir suficiente dinero, pero casi ninguno era recomendable, pero bueno, para ganar hay que arriesgar. Todo lo que podría hacer era esperar, por ahora. También podría intentar conseguir amistades para no sentirse tan solo y quizás conseguiría distraerse saliendo con esas amistades a cualquier sitio como un parque de atracciones, cafeterías o cines, cualquier cosa para distraerse le iría bien.
Todo le iría bien ahora a Ink, estaba destrozado por dentro y no lo sabía, no se daba cuenta. Es demasiado ciego como para darse de la realidad que le aguardaba y poder luchar contra ella.
-
En la cocina, Error tomó un paquete de chocolate en polvo y en la nevera tomó un envase de leche, para después llenar un vaso con la leche y el cacao. Tenía hambre, y eso no se la saciaría, aunque serviría un poco para calmarse y poder leer de nuevo tranquilo, sin recordar nada de lo sucedido.
Leer es como tomar alcohol para Error, le hace olvidar todos los problemas que tiene en su vida cotidiana, un alcohol mucho menos ofensivo, era más inofensivo y leer se podría hacer durante toda su vida, que esperaba que fuera un poco mejor en todos los sentidos, no quería que nada se interpusiera en su camino ahora que todo era malo.
Una vez hecho el chocolate, Error tomó la taza, queriendo ir a su habitación sin ser descubierto por nadie, pero seguramente no sería su día de suerte, pues Alphys apareció por el marco de la puerta, mientras miraba a todos los lados en busca de Error: lo había buscado por toda la casa y aún no lo había encontrado. Cuando su mirada se posó en Error suspiró, aliviada por haber encontrado al fin a su amo.
—Señor... Hay alguien llamando a la puerta.—Murmura con timidez la lagarta amarilla, mientras los ojos de Error se llenaron de esperanza, pensando que quizás era Ink que se había arrepentido de haberse ido. Con un asentimiento, dejó de nuevo la taza en una mesa que había colocada en el centro de la cocina y se dirigió con rapidez hacia la puerta.
Con una extensa sonrisa llena de esperanza, abrió la puerta mientras esperaba ver el rostro arrepentido de su amigo. Pero se llevó una gran decepción al ver a dos niños allí, unos dos niños que le parecían bastante familiares con una gran apariencia también bastante familiar. Pensó que quizás eran los niños que Ink describió, así que en su honor decidió hacerles caso y permitirles hablar con él.
Aunque no estaba de humor, saludó a los dos niños, que tal como le dijo el pintor parecían una fusión de ellos dos, y también como dijo uno iba encapuchado y el otro iba con una larga bufanda bastante desgarrada que parecía bastante antigua, algo que le dio bastante lástima.
—Hola...—Dijo con timidez el niño encapuchado mientras posaba su mano en la del otro niño, que sonrió amable. Error alzó una ceja, curioso de por qué estaban allí esos dos esqueletos huérfanos.
—Buscamos al esqueleto que nos atendió el otro día.—Dice el de bufanda por el encapuchado, que miraba tímido a todos los lugares, parecía incómodo con la presencia de Error y se notaba a kilómetros de distancia, pero él parecía no calmarse.
—¿Ink?—Preguntó con un nudo en la garganta Error. Temía que los niños buscasen al fugitivo, y por ello significaría romperles las ilusiones de verlo, pues como ya hemos dicho, Ink había escapado de la casa y eso no era una buena noticia para nadie. Bueno, para casi nadie, pues los padres de Error estaba mucho más felices desde que el pintor desapareció.
—Creo que así se llamaba...—Añadió con un poco de temor el niño encapuchado, mientras cubría su rostro con la capucha, no quería ser visto por nadie, pero tampoco importaba mucho, no era malo que les vieran la cara, lo malo eran los síntomas de enfermedades relacionadas con el hambre que se presenciaban en sus cuerpos, eran muy delgados y cualquiera lo notaría.
—Él... Él no está.—Error no aceptaba la realidad, cada vez que la recordaba unas lágrimas amenazaban por salir de sus cuencas y eso le agobiaba un poco por la horrible sensación de no poder hacer nada. Los rostros de los niños eran de sorpresa, y se miraban entre si buscando una explicación para eso.—Él huyó.—Explica ahora Error notando la confusión de los dos pequeños.
—¿Cómo?—Preguntó sin creérselo el de bufanda, mientras seguía con los ojos abiertos como platos, no sabía por qué la única persona que los ayudó se había ido de la casa y quizás nunca más lo verían. Era todo tan extraño para ellos dos, debían averiguar si el esqueleto que abrió la puerta y los recibió sabía donde residía Ink.
—Huyó. Yo solo... Le grité... Y pensando que no le afectaría tanto regresé dentro de la casa y cuando me di cuenta él, él ya había huido.—Solloza lamentando Error, no quería recordar nada de lo que pasó, pero era imposible manejar su cerebro para olvidar todo. Al ver la cara de lástima de los pequeños, decidió que fueran dentro de la casa, estaban cayendo gotas de lluvia y no sería saludables para ellos estar bajo la futura lluvia que se aproximaba.—Pasad, por favor, ya mismo lloverá y no quiero que os empapéis.
Los niños hicieron caso, sabiendo que en esa casa la gente era amable y por eso no tendrían que preocuparse. Todos los lugares eran mejor que su orfanato pobre en lo que los alimentaban tres veces por semana. Por eso estaban tan delgados y un poco deshidratados. Deseaban con toda su alma poder ser adoptados por alguna pareja feliz que los quisiera y amara a los dos, no querían seguir en un lugar donde tenían que dormir veinte niños en una habitación pequeña.
Error los guió hacia su habitación, no sin antes tomar la taza de cacao y conseguir unas cuantas pastas para alimentar a los pequeños esqueletos, que miraron con asombro toda la cocina: nunca habían visto una cocina tan gigante con todas las cosas necesarias para poder prepasrar cualquier tipo de comida.
Ya en la habitación, los niños se quedaron maravillados ante tal cantidad de libros que habían en una estantería, eran los libros favoritos de Error, que como ya habrán adivinado, ya habían sido leídos por el dueño de la mansión. Los pequeños llevaban años sin leer algo, y se les complicaba muchas veces hablar por culpa de su poco conocimiento sobre palabras.
—Que hermoso es todo esto.—Alaga el encapuchado mientras se dirige a la estantería, tomando con sus frágiles manos un libro de color negro que le llamó la atención. Con complicación leyó el título y el resumen para poder ver si el libro era interesante. Cuando aún tenía padres amaba leer y a veces escribir, eran sus pasatiempos favoritos, que en unos años nunca más podría hacer. Algo triste pero cierto.
Error notó los ojos brillantes del niño ante el libro, mientras veía como el de bufanda comía con glotonería un bollo relleno de canela y chocolate, unas de las especialidades de Toriel, aunque ella sabía hacer de todo, y casi todo era su especialidad, era una excelente cocinera y limpiadora.
—¿Te gusta leer?—Preguntó ahora Error hacia el encapuchado, que había comenzado a leer el primer capítulo del libro, disfrutando de la primera lectura que tenía desde hace unos cuatro años. Cuanto extrañaba hacer algo relacionado con la literatura, era un placer para él.
—Eh... Sí, señor.—Contestó cerrando el libro de golpe. No quería parecer un ladrón leyendo algo de un desconocido o algo así por el estilo, pero a Error no le importaba. Era bueno ver que a un niño pobre también le interesaba la lectura. Ya le empezaban a caer bien esos dos pequeños tan peculiares.
—Venid.—Dijo el empresario con una idea en mente. Sabía que el orfanato donde pertenecían no echaría de menos a dos niños, pues con el cuerpo que tenían, tan delgado y débil, sabía que era un orfanato sin fondos que cuidaba niños a regañadientes solo para ganar un poco de dinero, aunque no les salió bien y todos los niños ahora se encontraban en condiciones pésimas.
Error los guió por el pasillo con un objetivo en mente, un objetivo que gustaría mucho al encapuchado y lo sorprendería. Sí, su objetivo era llevar a esos dos pequeños a la biblioteca, poder hacer que leyeran y que el encapuchado disfrutara de una buena lectura después de tanto tiempo sin leer. El pequeño tenía suerte de que Error amara leer con toda su alma, pues eso significaba una cantidad infinita de libros.
En el fondo, Error tiene un gran corazón para gente que realmente necesita ayuda, y ver las reacciones de sorpresa y alegría del encapuchado al llegar a la biblioteca era algo que lo animaba a seguir siendo amable con la gente que lo necesitara desde el fondo de su corazón.
Pero casi siempre la gente amable es la que más sufre por dentro y no lo quiere demostrar por el exterior, pero casi nunca les sirve esconder su tristeza.
CONTINUARÁ
Un abrazo a todos los que siguen en esta historia, os quiero a todos <3 No quiero que se acabe el verano :c Porque cuando se acabe no podré actualizar un día sí un día no, seguramente solo podría publicar dos capítulos por semana, así que deseo haber acabado esta historia antes de ir a mi primer grado de instituto.
Llevo viviendo en la ignorancia desde antes de navidad, mi madre me ha dicho que nuestro vecino es el alcalde :0
Vamos, que cuando mis perros ladran molestan principalmente al vecino. Y once perros ladrando juntos no es algo lindo de escuchar :v
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