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Pasaje III- Reposesión.

El gesto fue rápido, apenas perceptible por Nakyum, que se vio envuelto en aquellos firmes brazos después de escuchar el golpe sordo de la cámara contra el suelo, mientras los suaves labios reclamaban posesión de los suyos en un beso devorador, donde los movimientos eran desenfadados y erráticos, las lenguas combatiendo por un control que pronto quedó todo de parte de Seungho, pues la mente de Nakyum se había obnubilado ante el alivio ciego que sintió en su interior, aplacando un ardor que desconocía sufrir.

Seungho gimió en la boca de Nakyum cuando el menor llegó a la parte inferior del suéter y tiró de este hacia arriba, haciendo que ambos se separaran un instante para liberar a Seungho de la molesta prenda, mostrando un escultural cuerpo definido que dejó a Nakyum sin respirar unos segundos.

Aunque en otras circunstancias su ego estaría terriblemente engrandecido, en esas condiciones Seungho solo sentía una desesperación ardiente por Nakyum, por lo que no tardó en apoderarse de sus labios nuevamente, sus manos apartando la tela del hanbok hasta dejarlo desnudo, haciendo un camino de caricias que causaban gemidos y jadeos por parte del menor; la música favorita de Seungho, aunque apenas lo descubría. Sus pies lucharon por unos momentos contra sus zapatos, logrando quitárselos sin molestarse en mirar si los había raspado, en esos momentos no le importaba.

Sus manos llegaron a la parte inferior de los muslos de Nakyum, haciendo la fuerza suficiente para que el joven entendiera que debía saltar, alzándolo contra sus caderas y caminando con este hacia el colchón personal que estaba en el suelo, al fondo de la habitación, depositándolo sobre las sábanas con delicadeza, una de la que no se creía capaz hasta ese momento.

Sus ojos se encontraron, notando el sonrojo que ambos tenían, el deseo que emanaba de sus cuerpos. Seungho recorrió la piel de Nakyum con sus manos, detallando cada curva, cada trazo y poro, disfrutando de verlo arquearse y removerse, apretar las sábanas entre sus puños e intentar contener los gemidos que escapan de su garganta; él mismo se veía en una precaria situación de control, perdido en el placer de ver a Nakyum de esa manera.

Era como haber estado nadando en el Océano y estar muriendo de sed, estaba rodeado de agua, pero ninguna podría salvarlo, hasta que vio a Nakyum, hasta que esa sed se volvió hambre y lo único que quería era a él. Su lengua repitió cada trazo de sus dedos, haciendo espirales sobre la suave piel blanquecina, sintiéndose dichoso en el momento en que Nakyum enterró sus dedos entre sus cabellos en un gesto que podía ser interpretado como una súplica para que se detuviera o que continuara.

Él se detuvo, esperó hasta que esos ojos miel lo miraron desconcertados, sin entender porque sentían ese cálido aliento golpeando su húmeda y goteante punta, pero no llegaba el alivio, y Seungho sonrió victorioso, como si hubiese alcanzado la gloria, dándole a Nakyum lo que deseaba, dejándolo hundirse en la cálida humedad de su boca.

Esos gemidos eran la sinfonía más excitante que Seungho había conocido, no había afrodisíaco comparable con el instante que estaba viviendo, parecía estar intoxicado, y por la manera en que las caderas de Nakyum se movían por si solas más allá de cualquier forma de control, él no era el único.

Sus dedos usaron la humedad desbordante por la comisura de sus labios, extendiéndola hacia la rosada entrada que no se cerró a su paso, sintiéndose apretada y resbaladiza en su interior, contrayéndose con cada gesto profundo de su cabeza, con cada movimiento de sus dedos dentro, hasta que su dedo medio alcanzó ese punto que llevó a Nakyum a la cúspide de las sensaciones, haciendo que Seungho sintiera el calor líquido correr por su garganta.

Nakyum respiraba pesado, sus ojos devorando la visión de Seungho incorporándose, viendo el hilo que conectaba su deseable boca con la intimidad de Nakyum. El menor se sonrojó más, sintiéndose avergonzado por su falta de resistencia, hasta que vio a Seungho ponerse de pie; por un instante el pánico lo hizo pensar que este se iría, pero no fue así, en cambio, le dio el espectáculo de verlo deshacerse de sus pantalones y ropa interior, mostrándole con orgullo lo que Nakyum causaba en él, la goteante prueba irrefutable de su deseo desbordado.

Abrió las piernas para recibirlo, sintiendo el calor corporal de Seungho envolverlo de forma calmante mientras este lo provocaba con meros roces. Respiró profundo y con brusquedad mientras lo sentía entrar, invadiendo suavemente su interior, sus paredes acostumbrándose lentamente al nuevo invasor, pero cuando Seungho tocó fondo, ambos se sintieron plenos. Estaban en casa.

Esperó a que su cuerpo se adaptara, porque no estaba preparado para esos tamaños, porque nunca había hecho algo como eso antes, pero no necesitaba decírselo, porque Seungho besó cada una de sus lágrimas de placer, sus mejillas, sus ojos, su nariz, su mentón, sus labios, relajándolo hasta que Nakyum aferró sus manos a la espalda de Seungho, alzando las piernas y dándole permiso.

Todo fue una vorágine desenfrenada después de ese momento. El estudio se llenó de gemidos, jadeos, gruñidos y maldiciones, el inconfundible sonido de la carne chocando, mezclados con los ruidos húmedos de sus cuerpos, de sus bocas, de ellos mismos. El olor a sudor impregnó el aire y en aquel sitio el mundo desapareció, únicamente dejando la fuerza seca con la que ambos demostraban sentimientos que fluían, aunque no debían de tener. Una vez no fue suficiente, por más que gimieran, temblaran, se tensaran y alcanzaran el punto más alto de su placer, bañando sus cuerpos y el interior de Nakyum, simplemente no los saciaba.

Continuaron, nada podía detenerlos ya y no sabían por qué, pero se sentía como si tuvieran que compensar tiempo perdido, siglos separados. El agotamiento no llegó, parecían bestias hambrientas sin dominio de sí mismas. Se degustaron mutuamente, disfrutaron de cada superficie de aquel estudio cuando el colchón quedó totalmente empapado en algún punto de la madrugada, el sudor bañaba sus cuerpos como la lluvia, sus cabellos se pegaban a sus frentes, sus pieles estaban rojas de marcas de labios, dientes y uñas.

Sin importar qué sucediera al día siguiente, nadie borraría la huella que habían dejado uno en el otro, y cuando el sol se alzó nuevamente en el horizonte urbano, Nakyum y Seungho gimieron por última vez, colmándose y colapsando en el suelo, entre pinturas derramadas que habían manchado sus cuerpos y telas estropeadas, uno en los brazos del otro. Juntos.

                           💮🌸

La galería estaba lista, todos habían ido para la exposición fotográfica que más publicidad había tenido en décadas, esperando a las puertas de esta en una larga fila de la élite de la ciudad y el mundo del arte. Todo alrededor de aquella colección había sido un misterio, asegurando un secreto artístico por revelar.

La verdad era que Jihwa había sabido jugar con los medios para darle promoción, había manipulado el subconsciente del público hasta hacer irresistible la tentación por asistir, habían sido seis meses de arduo trabajo para Seungho y para él, con sus respectivos novios yendo y viniendo constantemente; Nakyum porque tenía sus propios cuadros que hacer y su novio porque los negocios lo reclamaban, pero Jihwa entendía que así era ese mundo y él había escogido voluntariamente ser el manager de Seungho, aun cuando este se portaba malcriado como un niño, no queriendo cumplir las fechas límites ni preocupándose por los contratos.

—¿Está todo listo? —preguntó Jihwa a su novio, deleitándose por un instante en los botones desabrochados de su camisa por debajo de la americana, que dejaban al descubierto el moreno torso y abdomen marcado.

—Mis ojos están aquí arriba y todo está listo —respondió él, recogiéndose el cabello en una coleta alta como Jihwa había pedido.

—Bien, ordena que abran las puertas —indició Jihwa, tomando por las solapas la americana de su novio y tirando hacia abajo para darle un suave beso antes de dejarlo marchar.

Las personas fueron entrando disciplinadamente, admirando el ambiente iluminado con colores tenues que hacía pretender que era temprano en la mañana. Una larga cortina bloqueaba a la vista todos los cuadros fotográficos, había una pequeña tarima de mármol preparada en frente de la entrada y la multitud se dispuso alrededor de esta, aguardando el momento exacto con la tensión creciente.

—Buenas noches —saludó una voz grave mientras de detrás de las cortinas surgía Seungho, usando un traje negro con una americana azul oscura —. Me complace tenerlos a todos aquí esta noche, admito que no esperaba menos, el humano tiene una tendencia insana por lo prohibido, lo criticado, lo misterioso, todo lo que se considera pecado. Mi obra, como bien sabéis, se basa en eso, en inmortalizar de forma etérea lo que el mundo ve como obsceno, la mezcla perfecta de perversión e inocencia. Si he de ser sincero, creo que no he hecho nada mejor antes de esto y dudo volver a hacerlo. El proyecto trae consigo, para el buen observador, un secreto que no ha sido revelado al público nunca antes de esta noche, porque esa persona, como cualquier otra que disfruta de lo perverso en una sociedad con tendencia al juicio previo superior al goce, prefería esconder el rostro detrás del talento en las penumbras de la noche; pero hoy hemos determinado que es hora de traer a la luz toda la verdad. Con ustedes, mi colección más preciada: “Pintor de la noche”.

Las cortinas cayeron y las gigantografías fueron reveladas. Seungho sabía que había sido un riesgo absoluto hacer todas las fotografías en tamaños gigantes, pero consideraba que tal magnificencia no admitía ser ocultada en un cuadro de 26 x 30 centímetros, que no merecía menos que lo absoluto, dejándose admirar por todos, inalcanzable para muchos, obtenida solo por aquellos dignos de ver a través de ella.

La galería había sido preparada con una ambientación acorde a las fotografías, el primer salón albergaba las capturas de la mañana, con luces fuertes y agradables a la vista que transmitían energía mientras las personas deambulaban, tomando las copas de champaña que traían los camareros, y se perdían en la mezcla de tonos y ángulos de cada fotografía.

El camino se extendía, dando un ambiente más tenue y calmado para las fotos de la tarde, donde había algunas que eran collages de varias fotografías juntas que daban una imagen desigual y distorsionada que realzaba la belleza, parecía un altar a la simpleza. Otras eran primeros planos de ciertas partes del cuerpo bajo la luz neutral de una tarde normal, la misma que podrían tener en sus casas relajados, creando una sensación de familiaridad que los iba envolviendo.

Fue en esa parte de la colección donde algunos empezaron a notar eso que les resultaba conocido y no entendían, eran las pinturas que el pintor estaba pintando en las fotografías, esas mismas que pertenecían a una serie más grande de pinturas de uno de los pintores modernos más jóvenes y mejor cotizados del momento, por su talento para darle vida en el arte a una práctica tan antigua como la sodomía.

El murmullo fue cobrando vida propia mientras el rumor corría entre los presentes, eso era lo que Seungho disfrutaba más, la realización de una idea inconcebible, la mezcla de la pintura y la fotografía para expresar un mismo contenido, desde vistas diferentes.

Las puertas se abrieron hacia el tercer camino, donde una iluminación anaranjada tenue sumió a todos en un ambiente erótico, aumentado por las cortinas rojas que hacían resaltar lo único que estaba iluminado con focos blancos de toda la sala, las fotografías desnudas de aquel pintor entre sus obras, en su propio estudio, su área de confort y su cuerpo expuestos ante el deguste ajeno. Todos estaban encantados, parecían sumidos en un hechizo y Seungho sabía que eso tenía poco que ver con sus fotografías y más con su modelo. Ese era el efecto de Baek Nakyum.

Las puertas del fondo se abrieron, dejando a la vista de todos al joven pintor que avanzaba con un traje rosado suave, un chaleco abotonado debajo, resaltando la camisa blanca que combinaba con sus pantalones y la corbata gris que se escondía en el chaleco. El aire pareció congelarse, nadie hablaba, todos parecían hipnotizados ante la juvenil belleza de aquel muchacho que caminaba con la cabeza en alto hacia donde Seungho le extendía la mano, tomándola con firmeza y seguridad.

—Queridos invitados, con ustedes, la persona que ha hecho que todo esto sea posible, que le ha dado vida con un pincel a lo que para muchos son fantasías y, para otros, realidades. El verdadero pintor de la noche: Baek Nakyum —presentó Seungho con orgullo, viendo como Nakyum sonreía y disfrutaba del aplauso general que se extendió por la sala.

—No sabía que eras dado a alardear —comentó Nakyum cuando todos volvieron a prestar atención a las obras, mirando a Seungho desde la corta distancia que separaba sus rostros.

—Me gusta alardear de las maravillas del mundo que solo yo puedo tener —contestó Seungho con franqueza, haciendo a Nakyum contener una sonrisa.

—¿Entonces tú me posees? —preguntó Nakyum en un falso tono acusador. Seungho lo miró extrañado, alzando una ceja antes de ponerse totalmente serio.

—No, tú me posees a mí —aseguró, deslizando en el dedo anular de la mano izquierda de Nakyum un anillo sencillo de plata, con diamantes pequeños incrustados formando arabescos que destellaban con formas de estrellas. Nakyum respiró profundamente, sintiendo un mareo ligero apoderarse de él antes de que la sonrisa se esbozara en sus labios. 

—¿Estás seguro de eso? No habrá vuelta atrás, mi señor —dijo Nakyum en un tono emocionado, con el llanto de felicidad creando un nudo en su garganta.

—Creí haberte enseñado mejor estos últimos seis meses, Kyum —comentó Seungho burlesco, en un suave susurro, mientras sus mirada iba de los ojos color miel a los rosados labios —Eso no es una amenaza.

Sus labios se encontraron en un gesto impulsivo que llevó a un beso voraz, donde ambos dejaban prendidas todas sus emociones, todos sus recuerdos, todas sus vidas. Finalmente, después de tantos años con un vacío interno, el mundo adoptaba su lugar y todo era perfecto, porque el amor antaño negado, ahora era consumado.

« Lo amo, mi señor. No quiero dejarlo nunca.»

« Nunca me dejarás Kyum, pasen los años que pasen, yo siempre te encontraré.»

*******
El fin.

¿Qué opinan? ¿Les ha gustado? Si creen que merezco los votos, yo lo agradezco, pero lo que en verdad aprecio son los comentarios, no me ignoren por favor.

Si les ha gustado mi forma de escritura y quieren más fanfics de Seungho y Nakyum, acepto peticiones para one-shots, two-shots o three-shots, no más de eso porque tengo libros propios que avanzar, tanto fanfics como originales, y el tiempo no me alcanza.

Dicho esto, si no me vuelven a leer, muchas gracias por darle la oportunidad a este fic escrito en una tarde lluviosa y con hambre, besitos.

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